Usted esta en:
El Libro de los Espíritus > LIBRO CUARTO — ESPERANZAS Y CONSUELOS
LIBRO CUARTO — ESPERANZAS Y CONSUELOS
CAPÍTULO I — PENAS Y GOCES TERRENALES
DICHA Y DESGRACIA RELATIVAS
920. ¿Puede el hombre gozar en la tierra de perfecta felicidad?
»No, puesto que a vida le ha sido dada como prueba o prueba o expiacón; pero de el depende el dulcificar sus males y el ser tan feliz como es posible en la tierra».
»No, puesto que a vida le ha sido dada como prueba o prueba o expiacón; pero de el depende el dulcificar sus males y el ser tan feliz como es posible en la tierra».
921. Se concibe que el hombre será feliz en la tierra cuando la humanidade haya sido transformada; pero, en el ínterin, ¿pude cada uno constituirse una dicha relativa?
»Las más de las veces el hombre es causante de su propia desgracia. Practicando la ley de Dios, se evitan muchos males, y se proporciona la mayor felicidad de que es susceptible su grosera existencia».
El hombre que está bien penetrado de su destino futuro no ve en la vida corporal más que una permanencia temporal. Es para él una parada momentánea en un mal mesón, y se conforma fácilmente con algunos disgustos pasageros de un viaje, que ha de conducirle a posición tanto mejor cuanto mejores preparativos haya hecho antecipadamente.
Desde esta vida somos castigados por la infracción de las leyeS de la existencia corporal por medio de los males, que son consecuencia de esa infracción y de nuestros propios excesos. Si paso a paso nos remontamos al origen de lo que llamamos nuestras desgracias terrestres, encontraremos que, en su mayor parte, son consecuencia de la primera desviación del camino recto. Por semejante desviación hemos entrado en un mal sendero, y de consecuencia en consecuencia caemos en la desgracia.
»Las más de las veces el hombre es causante de su propia desgracia. Practicando la ley de Dios, se evitan muchos males, y se proporciona la mayor felicidad de que es susceptible su grosera existencia».
El hombre que está bien penetrado de su destino futuro no ve en la vida corporal más que una permanencia temporal. Es para él una parada momentánea en un mal mesón, y se conforma fácilmente con algunos disgustos pasageros de un viaje, que ha de conducirle a posición tanto mejor cuanto mejores preparativos haya hecho antecipadamente.
Desde esta vida somos castigados por la infracción de las leyeS de la existencia corporal por medio de los males, que son consecuencia de esa infracción y de nuestros propios excesos. Si paso a paso nos remontamos al origen de lo que llamamos nuestras desgracias terrestres, encontraremos que, en su mayor parte, son consecuencia de la primera desviación del camino recto. Por semejante desviación hemos entrado en un mal sendero, y de consecuencia en consecuencia caemos en la desgracia.
922. La felicidad terrestre es relativa a la posición de cada uno, y lo que basta a la dicha de uno constituye la desgracia de otro. ¿Existe, sin embargo, una medida común de felicidad para todos los hombres?
«Para la vida material es la posesión de lo necesario; para la vida moral, la buena conciencia y la fe en el porvenir».
«Para la vida material es la posesión de lo necesario; para la vida moral, la buena conciencia y la fe en el porvenir».
923. ¿Lo que es superfluo para uno no es necesario para otros, y viceversa, según la posición?
«Si, según vuestras ideas materiales, vuestras preocupaciones, vuestra ambición y todos vuestros ridículos caprichos dc que dará buena cuenta la justicia, cuando comprendáis la verdad. Sin duda que el que tenía cincuenta mil pesos de renta y se ve reducido a diez, se cree muy desgraciado. porque no puede darse tanta importancia, mantener lo que llama su rango, tener caballos, lacayos, satisfacer todas sus pasiones, etc. Se cree falto de lo necesario, pero francamente, ¿le juzgas tan digno de lástima, cuando a su lado hay quien se muere de hambre y de frío, y no tiene donde recostar la cabeza? El sabio, para ser feliz, mira siempre hacia abajo y nunca hacía arriba, si ya no es para elevar su alma hacia el infinito». (715)
«Si, según vuestras ideas materiales, vuestras preocupaciones, vuestra ambición y todos vuestros ridículos caprichos dc que dará buena cuenta la justicia, cuando comprendáis la verdad. Sin duda que el que tenía cincuenta mil pesos de renta y se ve reducido a diez, se cree muy desgraciado. porque no puede darse tanta importancia, mantener lo que llama su rango, tener caballos, lacayos, satisfacer todas sus pasiones, etc. Se cree falto de lo necesario, pero francamente, ¿le juzgas tan digno de lástima, cuando a su lado hay quien se muere de hambre y de frío, y no tiene donde recostar la cabeza? El sabio, para ser feliz, mira siempre hacia abajo y nunca hacía arriba, si ya no es para elevar su alma hacia el infinito». (715)
924. Hay males que son independientes del modo de obrar y que alcanzan al más justo de los hombres; ¿no tiene éste medio para preservarse de ellos?
«Debe entonces resignarse y sufrirlos sin murmurar, si quiere progresar; pero halla siempre consuelo en su conciencia, que le ofrece la esperanza de un porvenir mejor, si hace lo necesario para lograrlo».
«Debe entonces resignarse y sufrirlos sin murmurar, si quiere progresar; pero halla siempre consuelo en su conciencia, que le ofrece la esperanza de un porvenir mejor, si hace lo necesario para lograrlo».
925. ¿Por qué favorece Dios con bienes de fortuna a ciertos hombres que parecen no haberlos merecido?
«Es un favor para aquellos que no ven más que el presente; pero, sabedlo, la fortuna es una prueba más pelígrosa con frecuencia que la miseria». (814 y siguientes)
«Es un favor para aquellos que no ven más que el presente; pero, sabedlo, la fortuna es una prueba más pelígrosa con frecuencia que la miseria». (814 y siguientes)
926. Creando la civilización nuevas necesidades, ¿no es origen de nuevas aflicciones?
«Los males de este mundo están en razón de las necesidades ficticias que os creáis. El que sabe limitar sus deseos, y ve sin envidia al que le es superior, se evita no pocos disgustos en esta vida. El más rico es el que menos necesidades tiene.
»Envidiáis los goces de los que os parecen los afortunados del mundo; pero, ¿sabéis lo que les está reservado? Si sólo para ellos gozan, son egoístas, y luego vendrán los reveses. Compadecedlos más bien. Dios permite que prospere a veces el malvado, pero no es de envidiar su dicha, porque la pagará con lágrimas amargas. Si es desgraciado el justo, es a consecuencia de una prueba que se le tomará en cuenta, si la soporta valerosamente. Recordad estas palabras de Jesús: Bienaventurados los que sufren porque serán consolados».
«Los males de este mundo están en razón de las necesidades ficticias que os creáis. El que sabe limitar sus deseos, y ve sin envidia al que le es superior, se evita no pocos disgustos en esta vida. El más rico es el que menos necesidades tiene.
»Envidiáis los goces de los que os parecen los afortunados del mundo; pero, ¿sabéis lo que les está reservado? Si sólo para ellos gozan, son egoístas, y luego vendrán los reveses. Compadecedlos más bien. Dios permite que prospere a veces el malvado, pero no es de envidiar su dicha, porque la pagará con lágrimas amargas. Si es desgraciado el justo, es a consecuencia de una prueba que se le tomará en cuenta, si la soporta valerosamente. Recordad estas palabras de Jesús: Bienaventurados los que sufren porque serán consolados».
927. Lo superfluo no es ciertamente indispensable para la dicha, pero no sucede lo mismo con lo necesario. Luego, ¿no es real la desgracia de los que están privados de el?
«Verdaderamente no es desqraciado el hombre más que cuando experimenta la falta de lo necesario a la vida y a la salud del cuerpo. Semejante falta es quizá culpa suya, y entonces sólo de él debe quejarse. Si es culpa de otro, caerá la responsabilidad sobre aquel que es la causa».
«Verdaderamente no es desqraciado el hombre más que cuando experimenta la falta de lo necesario a la vida y a la salud del cuerpo. Semejante falta es quizá culpa suya, y entonces sólo de él debe quejarse. Si es culpa de otro, caerá la responsabilidad sobre aquel que es la causa».
928. Por la especialidad de las aptitudes naturales Dios indica evidentemente nuestra vocación en el mundo. ¿No nro-ceden muchos males de no sequir nosotros esa vocación?
«Cierto, y a menudo son los padres los que, por orgullo y avaricia, hacen salir a los hijos del camino trazado por la naturaleza, comprometiendo su felicidad con esa desviación, de la que serán responsables».
-Así, pues, ¿encontráis justo queel hijo de un hombre de distinguida posición haga zuecos. por ejemplo, si para ello tiene aptitud?
«No se ha de incurrir en el absurdo, ni exaqerar nada: la civilización tiene sus necesidades. ¿Por qué el hiio de un hombre de distinquida posición, como dices tú, ha de hacer zuecos si puede hacer otra cosa? Podrá siempre ser útil con arreglo a la medida de sus facultades, si no se las aplica contrariamente. As¡, por ejemplo, en vez de un mal abogado, será quizá un buen mecánico, etcétera».
La separación de los hombres de su esfera intelectual es seguramente una de las más frecuentes causas de desengafio. La ineptitud para la carrera abrazada es una inagotable fuente de reveses, y uniéndose después a esto el amor propio, priva al hombre caldo de buscar un recurso en una profesión más humilde, y le señala el suicidio como un remedio supremo para librarse de lo que él cree una humillación. Si una educación moral le hubiese elevado por encima de las necias preocupaciones del orgullo, jamás se le hubiera cogido desprevenido.
«Cierto, y a menudo son los padres los que, por orgullo y avaricia, hacen salir a los hijos del camino trazado por la naturaleza, comprometiendo su felicidad con esa desviación, de la que serán responsables».
-Así, pues, ¿encontráis justo queel hijo de un hombre de distinguida posición haga zuecos. por ejemplo, si para ello tiene aptitud?
«No se ha de incurrir en el absurdo, ni exaqerar nada: la civilización tiene sus necesidades. ¿Por qué el hiio de un hombre de distinquida posición, como dices tú, ha de hacer zuecos si puede hacer otra cosa? Podrá siempre ser útil con arreglo a la medida de sus facultades, si no se las aplica contrariamente. As¡, por ejemplo, en vez de un mal abogado, será quizá un buen mecánico, etcétera».
La separación de los hombres de su esfera intelectual es seguramente una de las más frecuentes causas de desengafio. La ineptitud para la carrera abrazada es una inagotable fuente de reveses, y uniéndose después a esto el amor propio, priva al hombre caldo de buscar un recurso en una profesión más humilde, y le señala el suicidio como un remedio supremo para librarse de lo que él cree una humillación. Si una educación moral le hubiese elevado por encima de las necias preocupaciones del orgullo, jamás se le hubiera cogido desprevenido.
929. Hay gentes que, desprovistas de todo recurso. cuando la abundancia reina en torno suyo, no tienen otra perspectiva que la muerte, ¿qué partido deben tomar? ¿Deben dejarse morir de hambre?
«Jamás debe tenerse la idea de dejarse morir de hambre. Siempre se hallaría medio de alimentarse, si el orgullo no se interpusiese entre la necesidad y el trabajo. A menudo se dice: No hay oficio bajo, no es la posición lo que deshonra, pero se dice para los otros y no para si mismo».
«Jamás debe tenerse la idea de dejarse morir de hambre. Siempre se hallaría medio de alimentarse, si el orgullo no se interpusiese entre la necesidad y el trabajo. A menudo se dice: No hay oficio bajo, no es la posición lo que deshonra, pero se dice para los otros y no para si mismo».
930. Es evidente que sin las preocupaciones sociales por las que nos dejamos dominar, se encontraría siempre algún trabajo que pudiese ayudar a vivir, aunque tuviésemos que descender de nuestra posición; pero entre las gentes que no tienen preocupaciones, o que las pasan por alto, ¿las hay que están en la Imposibilidad de atender a sus necesidades, a consecuencia de enfermedades u otras causas independientes de su voluntad?
«En una sociedad organizada con arreglo a la ley de Cristo; nadie debe morir de hambre».
Con una organización sabia y previsora, sólo por culpa suya, puede faltar al hombre lo necesario, pero sus mismas faltas son a menudo resultado del medio en que se halla colocado. Cuando el hombre practique la ley de Dios, existirá un orden social fundado en la justicia y en la solidaridad, y él mismo será mejor. (793)
«En una sociedad organizada con arreglo a la ley de Cristo; nadie debe morir de hambre».
Con una organización sabia y previsora, sólo por culpa suya, puede faltar al hombre lo necesario, pero sus mismas faltas son a menudo resultado del medio en que se halla colocado. Cuando el hombre practique la ley de Dios, existirá un orden social fundado en la justicia y en la solidaridad, y él mismo será mejor. (793)
931. ¿Por qué en la sociedad son más numerosas las clases que sufren que las felices?
«Ninguna es completamente feliz, y lo que se cree felicidad encubre a menudo martirizadores pesares. En todas partes existe sufrimiento. Para responder, sin embargo, a tu pensamiento, te diré qúe las clases que llamas desgraciadas son más numerosas, porque la tierra es un lugar de expiación. Cuando el hombre haya hecho de ella la morada del bien y de los espíritus buenos, dejará de ser desgraciado, y aquélla será para él el paraíso terrenal».
«Ninguna es completamente feliz, y lo que se cree felicidad encubre a menudo martirizadores pesares. En todas partes existe sufrimiento. Para responder, sin embargo, a tu pensamiento, te diré qúe las clases que llamas desgraciadas son más numerosas, porque la tierra es un lugar de expiación. Cuando el hombre haya hecho de ella la morada del bien y de los espíritus buenos, dejará de ser desgraciado, y aquélla será para él el paraíso terrenal».
932. ¿Por qué en el mundo los malvados tienen con tanta frecuencia más influjo que los buenos?
«Por debilidad de los buenos; los malvados son intrigantes y audaces, los buenos, tímidos. Cuando éstos lo quieran, se harán superiores a aquéllos».
«Por debilidad de los buenos; los malvados son intrigantes y audaces, los buenos, tímidos. Cuando éstos lo quieran, se harán superiores a aquéllos».
933. Si a menudo el hombre es causa de sus sufrimientos materiales, ¿sucede lo mismo con los morales?
«Más aún, porque los sufrimientos materiales son a veces independientes de la voluntad; pero el orgullo lastimado, la ambición frustrada, la ansiedad de la avaricia, la envidia, los celos, todas las pasiones, en una palabra, son tormentos del alma.
» ¡Lo envidia y los celos! ¡Felices los que no conocen esos dos gusanos roedores! Para el enfermo de mal de envidia y celos no hay calma, ni reposo posible; los objetos de su codicia, de su odio, de su despechó se levantan ante él como fantasmas que no le dan tregua, y hasta durante el sueflo le persiguen. El envidioso y el celoso se abrasan en constante fiebre. ¿Es esta una situación deseable, y no comprendéis que el hombre con semejantes pasiones se crea suplicios voluntarios, viniendo a ser la tierra para él un verdadero infierno?»
Muchas expresiones pintan enérgicamente los efectos de ciertas pasiones; se dice: estar hinchado de orgullo, morirse de envidia, secarse de celos o de ira, amargarse la bebida y la comida, etcétera, cuadro harto verdadero. A veces los celos ni objeto determinado tienen. Hay gentes de natural celosas de todo lo que prospera, de todo lo que sobresale de lo vulgar, aun cuando no tengan ningún interés directo, sólo porque ellas no pueden llegar al mismo grado. Todo lo que sobresale en el horizonte las ofusca, y si estuviesen en mayoría en la sociedad, querrían ponerlo todo a su nivel, Esos son los celos unidos a la mediania.
Con frecuencia sólo es desgraciado el hombre por la importancia que da a las cosas del mundo. La vanidad, la codicia y la ambición frustradas son las que causan su desgracia. Si se hace superior al estrecho circulo de la vida material; si tiende sus miradas hacia el infinito, que es su destino, las vicisitudes de la humanidad le parecen mezquinas y pueriles, como los pesares del niño que se aflige por la pérdida de un juguete que constituía su suprema felicidad.
Aquel que no ve mas felicidad que en la satisfacción del orgullo y de los apetitos groseros, es desgraciado cuando no puede satisfacerlos, al paso que el otro que nada superfluo desea es feliz en lo que ven algunos calamidades.
Hablamos del hombre civilizado; porque teniendo el salvaje necesidades más limitadas, no tienen los mismos objetos de codicia y angustia: su modo de ver las cosas es diferente. En estado de civilización, el hombre razona su desgracia y la analiza; y por esto le afecta más, pero puede también razonar y analizar los medios de consuelo. Este consuelo lo encuentra en el sentimiento cristiano que le da esperanza de un porvenir mejor, y en el espiritismo que le da certeza de ese porvenir.
«Más aún, porque los sufrimientos materiales son a veces independientes de la voluntad; pero el orgullo lastimado, la ambición frustrada, la ansiedad de la avaricia, la envidia, los celos, todas las pasiones, en una palabra, son tormentos del alma.
» ¡Lo envidia y los celos! ¡Felices los que no conocen esos dos gusanos roedores! Para el enfermo de mal de envidia y celos no hay calma, ni reposo posible; los objetos de su codicia, de su odio, de su despechó se levantan ante él como fantasmas que no le dan tregua, y hasta durante el sueflo le persiguen. El envidioso y el celoso se abrasan en constante fiebre. ¿Es esta una situación deseable, y no comprendéis que el hombre con semejantes pasiones se crea suplicios voluntarios, viniendo a ser la tierra para él un verdadero infierno?»
Muchas expresiones pintan enérgicamente los efectos de ciertas pasiones; se dice: estar hinchado de orgullo, morirse de envidia, secarse de celos o de ira, amargarse la bebida y la comida, etcétera, cuadro harto verdadero. A veces los celos ni objeto determinado tienen. Hay gentes de natural celosas de todo lo que prospera, de todo lo que sobresale de lo vulgar, aun cuando no tengan ningún interés directo, sólo porque ellas no pueden llegar al mismo grado. Todo lo que sobresale en el horizonte las ofusca, y si estuviesen en mayoría en la sociedad, querrían ponerlo todo a su nivel, Esos son los celos unidos a la mediania.
Con frecuencia sólo es desgraciado el hombre por la importancia que da a las cosas del mundo. La vanidad, la codicia y la ambición frustradas son las que causan su desgracia. Si se hace superior al estrecho circulo de la vida material; si tiende sus miradas hacia el infinito, que es su destino, las vicisitudes de la humanidad le parecen mezquinas y pueriles, como los pesares del niño que se aflige por la pérdida de un juguete que constituía su suprema felicidad.
Aquel que no ve mas felicidad que en la satisfacción del orgullo y de los apetitos groseros, es desgraciado cuando no puede satisfacerlos, al paso que el otro que nada superfluo desea es feliz en lo que ven algunos calamidades.
Hablamos del hombre civilizado; porque teniendo el salvaje necesidades más limitadas, no tienen los mismos objetos de codicia y angustia: su modo de ver las cosas es diferente. En estado de civilización, el hombre razona su desgracia y la analiza; y por esto le afecta más, pero puede también razonar y analizar los medios de consuelo. Este consuelo lo encuentra en el sentimiento cristiano que le da esperanza de un porvenir mejor, y en el espiritismo que le da certeza de ese porvenir.
PÉRDIDA DE LAS PERSOÑAS QUERIDAS
934. La pérdida de las personas que nos son queridas, ¿no es una de esas que nos causan un pesar tanto más legítimo en cuanto a esa pérdida es irreparable e independiente de nuestra voluntad?
«Esta causa de pesar alcanza así al rico, como al pobre; es una prueba o una expiación, es la ley común. Pero es un consuelo poder comunicar con vuestros amigos por los medios que tenéis, hasta tanto que tengáis otros más directos y más accesibles a vuestros sentidos».
«Esta causa de pesar alcanza así al rico, como al pobre; es una prueba o una expiación, es la ley común. Pero es un consuelo poder comunicar con vuestros amigos por los medios que tenéis, hasta tanto que tengáis otros más directos y más accesibles a vuestros sentidos».
935. ¿Qué debe pensarse de las personas que miran las comunicaciones de ultratumba como una profanación?
«No puede existir profanación cuando hay recogimiento, y cuando se hace la evocación con respeto y dignamente. Y es prueba de ello que los espíritus que os aprecian vienen con placer; son felices a consecuencia de vuestro recuerdo y hablando con vosotros. Profanación habría, haciéndolo con ligereza».
La posibilidad de establecer comunicación con los espíritus es muy grato consuelo, puesto que nos proporciona el medio de hablar con nuestros parientes y amigos, que han dejado la tierra antes que nosotros. Con la evocación los aproximamos a nosotros; están a nuestro lado, nos oyen y nos responden, y, por decirlo así, concluye la separación entre ellos y nosotros. Nos ayudan con sus consejos, nos demuestran su afecto y el placer que experimentan por nuestro recuerdo. Para nosotros es una satisfacción saber que son felices, saber por ellos mismos los pormenores de su nueva existencia, y adquirir la certeza de que nos reuniremos a ellos.
«No puede existir profanación cuando hay recogimiento, y cuando se hace la evocación con respeto y dignamente. Y es prueba de ello que los espíritus que os aprecian vienen con placer; son felices a consecuencia de vuestro recuerdo y hablando con vosotros. Profanación habría, haciéndolo con ligereza».
La posibilidad de establecer comunicación con los espíritus es muy grato consuelo, puesto que nos proporciona el medio de hablar con nuestros parientes y amigos, que han dejado la tierra antes que nosotros. Con la evocación los aproximamos a nosotros; están a nuestro lado, nos oyen y nos responden, y, por decirlo así, concluye la separación entre ellos y nosotros. Nos ayudan con sus consejos, nos demuestran su afecto y el placer que experimentan por nuestro recuerdo. Para nosotros es una satisfacción saber que son felices, saber por ellos mismos los pormenores de su nueva existencia, y adquirir la certeza de que nos reuniremos a ellos.
936. ¿Cómo afectan los dolores inconsolables de los so brevivientes a los espíritus, objeto de ellos?
«El espíritu es sensible al recuerdo y pesares de los que ha amado, pero un dolor incesante e irracional le afecta penosamente; porque ese dolor excesivo va falto de fe en el porvenir y de confianza en Dios, y por consiguiente un obstáculo al adelanto y acaso a la reunión».
Siendo el espíritu más feliz que en la tierra, echarle a menos la vida es sentir que sea feliz. Dos amigos están presos y encerrados en un mismo calabozo; ambos obtendrán un día la libertad, pero el uno la logra primeramente. ¿Seria caritativo que el que permanece encarcelado sintiese que su amigo se viera libre antes que él? ¿No habría de su parte más egoísmo que afecto, queriendo que participe de su cautiverio y sus sufrimientos por tanto tiempo como él? Pues lo mismo sucede con dos seres que se aman en la tierra, el que primero parte es el primero en ser libre, y debemos felicitarle, esperando con paciencia el momento en que también lo seremos.
Pondremos otra comparación sobre el particular. Tenemos un amigo que, a vuestro lado se halla en situación penosa; su salud o su interés exigen que vaya a otro país donde bajo todos aspectos se encontrará mejor. Momentáneamente no estará ya a vuestro lado, pero siempre estaréis en correspondencia con él, la separación no pasará de ser material. ¿Os dolería su alejamiento, puesto que sería para su bien?
La doctrina espiritista, por las pruebas patentes que da de la vida futura de la presencia a nuestro alrededor de aquellos a quienes hemos amado, de la continuidad de su afecto y solicitud, y por las relaciones que con ellos nos hace posibles; nos ofrece un supremo consuelo en una de las más legítimas causas de dolor. Con el espiritismo cesan la soledad y el abandono, y el hombre más aislado tiene siempre amigos a su lado con quienes puede hablar.
Sufrimos con impaciencia las tribulaciones le la vida; nos parecen tan insoportables, que no comprendemos que podamos sobrellevarías; y sin embargo, si las hemos sufrido con valor, si hemos sabido acallar nuestras murmuraciones, nos felicitaremos de ello cuando estemos fuera de esta prisión terrestre, como el paciente que sufre se felicita, después de curado, de haberse resignado a un tratamiento doloroso.
«El espíritu es sensible al recuerdo y pesares de los que ha amado, pero un dolor incesante e irracional le afecta penosamente; porque ese dolor excesivo va falto de fe en el porvenir y de confianza en Dios, y por consiguiente un obstáculo al adelanto y acaso a la reunión».
Siendo el espíritu más feliz que en la tierra, echarle a menos la vida es sentir que sea feliz. Dos amigos están presos y encerrados en un mismo calabozo; ambos obtendrán un día la libertad, pero el uno la logra primeramente. ¿Seria caritativo que el que permanece encarcelado sintiese que su amigo se viera libre antes que él? ¿No habría de su parte más egoísmo que afecto, queriendo que participe de su cautiverio y sus sufrimientos por tanto tiempo como él? Pues lo mismo sucede con dos seres que se aman en la tierra, el que primero parte es el primero en ser libre, y debemos felicitarle, esperando con paciencia el momento en que también lo seremos.
Pondremos otra comparación sobre el particular. Tenemos un amigo que, a vuestro lado se halla en situación penosa; su salud o su interés exigen que vaya a otro país donde bajo todos aspectos se encontrará mejor. Momentáneamente no estará ya a vuestro lado, pero siempre estaréis en correspondencia con él, la separación no pasará de ser material. ¿Os dolería su alejamiento, puesto que sería para su bien?
La doctrina espiritista, por las pruebas patentes que da de la vida futura de la presencia a nuestro alrededor de aquellos a quienes hemos amado, de la continuidad de su afecto y solicitud, y por las relaciones que con ellos nos hace posibles; nos ofrece un supremo consuelo en una de las más legítimas causas de dolor. Con el espiritismo cesan la soledad y el abandono, y el hombre más aislado tiene siempre amigos a su lado con quienes puede hablar.
Sufrimos con impaciencia las tribulaciones le la vida; nos parecen tan insoportables, que no comprendemos que podamos sobrellevarías; y sin embargo, si las hemos sufrido con valor, si hemos sabido acallar nuestras murmuraciones, nos felicitaremos de ello cuando estemos fuera de esta prisión terrestre, como el paciente que sufre se felicita, después de curado, de haberse resignado a un tratamiento doloroso.
DESENGAÑOS. INGRATITUD. AFECTOS CONTRARIADOS
937. Los desengaños que nos hacen experimentar la ingratitud y la fragilidad de los lazos de la amistad, ¿no son también para el hombre de corazón origen de amargura?
«Sí; pero os ensefiamos a compadecer a los ingratos y a los amigos infieles, que serán más desgraciados que vosotros. La ingratitud es hija del egoísmo, y el egoísta encontrará más tarde corazones insensibles como lo fue él. Pensad en todos aquellos que han hecho más bien que vosotros, que valían más y a quienes se ha pagado con ingratitud. Pensad que el mismo Jesús fue escarnecido y despreciado durante su vida, tratado de embaucador y de impostor, y no os admiréis de que os suceda lo mismo. Sea vuestra recompensa en el mundo el bien que habéis hecho, y noi miréis lo que dicen aquellosi que lo han recibido. La ingratitud es una prueba de vuestra persistencia en hacer bien, os será tomada en cuenta, y los que os han desconocido serán tanto más castigados cuanto más grande haya sido su ingratitud».
«Sí; pero os ensefiamos a compadecer a los ingratos y a los amigos infieles, que serán más desgraciados que vosotros. La ingratitud es hija del egoísmo, y el egoísta encontrará más tarde corazones insensibles como lo fue él. Pensad en todos aquellos que han hecho más bien que vosotros, que valían más y a quienes se ha pagado con ingratitud. Pensad que el mismo Jesús fue escarnecido y despreciado durante su vida, tratado de embaucador y de impostor, y no os admiréis de que os suceda lo mismo. Sea vuestra recompensa en el mundo el bien que habéis hecho, y noi miréis lo que dicen aquellosi que lo han recibido. La ingratitud es una prueba de vuestra persistencia en hacer bien, os será tomada en cuenta, y los que os han desconocido serán tanto más castigados cuanto más grande haya sido su ingratitud».
938. Los desengaños causados por la ingratitud, ¿no están destinados a endurecer el corazón y a cerrarlo a la sensibilidad?
«Eso seria un error; porque el hombre de corazón, como tú dices, es feliz siempre por el bien que hace. Sabe que, si no se recuerda en esta vida, se recordará en otra, y que el ingrato se avergonzará y tendrá remordimientos».
-Esta idea no impide que tenga lacerado el corazón. ¿No puede esto inspirarle la de que sería más feliz, si fuese menos sensible?
«Sí, si prefiere la felicidad del egoísta: ¡triste felicidad! Que sepa, pues, que los amigos ingratos que le abandonan no son dignos de su amistad, y que se ha equivocado en la elección. Por lo tanto, no debe echarlos de menos. Más tarde encontrará otros que sabrán comprender mejor. Compadeced a los que tienen para con vosotros el mal comportamiento que no merecéis, porque tendrán su triste recompensa; pero no os afectéis; este es el medio de sobreponeros a ellos».
La naturaleza ha dado al hombre la necesidad de amar y ser amado. Uno de los mayores goces que en la tierra se le conceden, es el de encontrar corazones que simpaticen con el suyo, goce que le da las primicias de la dicha que le esta reservada en el mundo de los espíritus perfectos, donde todo es amor y benevolencia. Semejante goce es rehusado al egoísta.
«Eso seria un error; porque el hombre de corazón, como tú dices, es feliz siempre por el bien que hace. Sabe que, si no se recuerda en esta vida, se recordará en otra, y que el ingrato se avergonzará y tendrá remordimientos».
-Esta idea no impide que tenga lacerado el corazón. ¿No puede esto inspirarle la de que sería más feliz, si fuese menos sensible?
«Sí, si prefiere la felicidad del egoísta: ¡triste felicidad! Que sepa, pues, que los amigos ingratos que le abandonan no son dignos de su amistad, y que se ha equivocado en la elección. Por lo tanto, no debe echarlos de menos. Más tarde encontrará otros que sabrán comprender mejor. Compadeced a los que tienen para con vosotros el mal comportamiento que no merecéis, porque tendrán su triste recompensa; pero no os afectéis; este es el medio de sobreponeros a ellos».
La naturaleza ha dado al hombre la necesidad de amar y ser amado. Uno de los mayores goces que en la tierra se le conceden, es el de encontrar corazones que simpaticen con el suyo, goce que le da las primicias de la dicha que le esta reservada en el mundo de los espíritus perfectos, donde todo es amor y benevolencia. Semejante goce es rehusado al egoísta.
UNIONES ANTIPÁTICAS
939. Puesto que los espíritus simpáticos son inducidos a unirse, ¿a qué se debe que, entre los espíritus encarnados, el afecto es a menudo unilateral, y que el amor más sincero sea acogido con Indiferenda y aun repelido, a qué se debe, por otra parte. que el afecto más vivo entre dos seres puede trocarse en antipatía y en odio a veces?
«¿No comprendes que, aunque pasajero, ese es un castigo? Además, ¡cuántos hay que creen amar desatinadamente, porque sólo juzgan por las apariencias, y cuando se ven precisados a vivir con las personas, no tardan en conocer que no pasa de ser una manía material! No basta estar prendado de una persona que os gusta y a quien creéis de buenas cualidades, pues sólo viviendo realmente con ella podréis apreciarla. ¡Cuántos enlaces no hay también que, al principio, parecía que nunca llegarían a ser simpáticos, y que, cuando el uno y el Otro se han conocido y estudiado bien, acaban por profesarse un amor tierno y duradero, porque está basado en la estimación! Es preciso no olvidar que es el espíritu quien ama, no el cuerpo, y que cuando se ha disipado la ilusión material, el espíritu ve la realidad.
»Hay dos clases de afecto; el del cuerpo y el del alma, y a menudo se toma el uno por el otro. Cuando el afecto del alma es puro y simpático, es duradero; el del cuerpo es perecedero. He ahí por qué los que creían profesarse amor eterno se odian, concluida la ilusión».
«¿No comprendes que, aunque pasajero, ese es un castigo? Además, ¡cuántos hay que creen amar desatinadamente, porque sólo juzgan por las apariencias, y cuando se ven precisados a vivir con las personas, no tardan en conocer que no pasa de ser una manía material! No basta estar prendado de una persona que os gusta y a quien creéis de buenas cualidades, pues sólo viviendo realmente con ella podréis apreciarla. ¡Cuántos enlaces no hay también que, al principio, parecía que nunca llegarían a ser simpáticos, y que, cuando el uno y el Otro se han conocido y estudiado bien, acaban por profesarse un amor tierno y duradero, porque está basado en la estimación! Es preciso no olvidar que es el espíritu quien ama, no el cuerpo, y que cuando se ha disipado la ilusión material, el espíritu ve la realidad.
»Hay dos clases de afecto; el del cuerpo y el del alma, y a menudo se toma el uno por el otro. Cuando el afecto del alma es puro y simpático, es duradero; el del cuerpo es perecedero. He ahí por qué los que creían profesarse amor eterno se odian, concluida la ilusión».
940. La falta de simpatía entre los seres destinados a vivir juntos, ¿no es también origen de pesares tanto más amargos en cuanto envenenan toda la existencia?
«Muy amargos, en efecto, pero esta es una de esas desgracias cuya primitiva causa sois a menudo vosotros mismos. Además, las culpables son vuestras leyes, porque, ¿crees tú que Dios te obliga a estar con los que te desagradan? Y luego, en esos enlaces, a menudo buscáis más la satisfacción de vuestro orgullo y ambición que la dicha de un mutuo afecto. Entonces sufrís las consecuencias de vuestras preocupaciones».
-Pero en semejante caso, ¿no hay casi siempre una victima inocente?
«Si, y para ella es una dura expiación; pero la responsabilidad de su desgracia caerá sobre los que han sido su causa. Si la luz de la verdad ha penetrado en su alma, hallará consuelo en su fe en el porvenir. Por lo demás, a medida que desaparezcan las preocupaciones, las causas de esas desgracias privadas desaparecerán también».
«Muy amargos, en efecto, pero esta es una de esas desgracias cuya primitiva causa sois a menudo vosotros mismos. Además, las culpables son vuestras leyes, porque, ¿crees tú que Dios te obliga a estar con los que te desagradan? Y luego, en esos enlaces, a menudo buscáis más la satisfacción de vuestro orgullo y ambición que la dicha de un mutuo afecto. Entonces sufrís las consecuencias de vuestras preocupaciones».
-Pero en semejante caso, ¿no hay casi siempre una victima inocente?
«Si, y para ella es una dura expiación; pero la responsabilidad de su desgracia caerá sobre los que han sido su causa. Si la luz de la verdad ha penetrado en su alma, hallará consuelo en su fe en el porvenir. Por lo demás, a medida que desaparezcan las preocupaciones, las causas de esas desgracias privadas desaparecerán también».
MIEDO A LA MUERTE
941. El miedo a la muerte es para muchas personas causa de perplejidad, ¿de dónde procede ese miedo, puesto que ante si tienen el porvenir?
«Sin razón tienen ese miedo; pero qué quieres, se procura persuadirles durante la juventud, de que hay un infierno y un paraíso, pero que es más seguro que irán al infierno; porque se les dice que aquello que es natural, es un pecado mortal para el alma. Cuando llegan a grandes, si tienen algún raciocinio, no pueden admitir eso, y se hacen ateos o materialistas, y así es como se les induce a creer que, fuera de la vida presente, nada existe. En cuañto a los que han persistido en sus creencias de la infancia, temen ese fuego eterno que ha de quemarlos sin destruirlos.
»La muerte no inspira al justo miedo alguno; porque con la fe tiene la certeza del porvenir; la esperanza le hace esperar mejor vida, y la caridad, cuya ley ha practicado, le da seguridad de que en el mundo en que va a entrar no encontrará ningún ser, cuya presencia haya de temer». (730)
El hombre carnal, más apegado a la vida corporal que a la espiritual, tiene en la tierra penas y goces materiales; su dicha consiste en la satisfacción fugaz de todos sus deseos. Su alma, constantemente preocupada y afectada por las vicisitudes de la vida, está en una ansiedad y tormento perpetuo. La muerte le horroriza; porque duda de su porvenir y porque deja en la tierra todos sus afectos y esperanzas.
El hombre moral, que se ha sobrepuesto a las necesidades ficticias creadas por las pasiones, tiene. desde la tierra, goces desconocidos del hombre material. La moderación de sus deseos da a su espíritu calma y serenidad. Dichoso por el bien que hace, no existen desengaños para él, y las contrariedades pasan por su alma sin dejar en ella huella dolorosa.
«Sin razón tienen ese miedo; pero qué quieres, se procura persuadirles durante la juventud, de que hay un infierno y un paraíso, pero que es más seguro que irán al infierno; porque se les dice que aquello que es natural, es un pecado mortal para el alma. Cuando llegan a grandes, si tienen algún raciocinio, no pueden admitir eso, y se hacen ateos o materialistas, y así es como se les induce a creer que, fuera de la vida presente, nada existe. En cuañto a los que han persistido en sus creencias de la infancia, temen ese fuego eterno que ha de quemarlos sin destruirlos.
»La muerte no inspira al justo miedo alguno; porque con la fe tiene la certeza del porvenir; la esperanza le hace esperar mejor vida, y la caridad, cuya ley ha practicado, le da seguridad de que en el mundo en que va a entrar no encontrará ningún ser, cuya presencia haya de temer». (730)
El hombre carnal, más apegado a la vida corporal que a la espiritual, tiene en la tierra penas y goces materiales; su dicha consiste en la satisfacción fugaz de todos sus deseos. Su alma, constantemente preocupada y afectada por las vicisitudes de la vida, está en una ansiedad y tormento perpetuo. La muerte le horroriza; porque duda de su porvenir y porque deja en la tierra todos sus afectos y esperanzas.
El hombre moral, que se ha sobrepuesto a las necesidades ficticias creadas por las pasiones, tiene. desde la tierra, goces desconocidos del hombre material. La moderación de sus deseos da a su espíritu calma y serenidad. Dichoso por el bien que hace, no existen desengaños para él, y las contrariedades pasan por su alma sin dejar en ella huella dolorosa.
942. ¿No encontrarán ciertas personas, algo banales estos consejos para ser felices en la tierra; no verán en ellos lo que se llaman lugares comunes, verdades redichas, y no dirán que, en definitiva, el secreto para ser feliz es el de saber soportar su desgracia?
«Los hay que dirán eso, y aún más; pero sucede con éstos lo que con ciertos enfermos a quien los médicos prescriben la dieta, quisieran curarse sin remedios y sin dejar de buscarse indigestiones».
«Los hay que dirán eso, y aún más; pero sucede con éstos lo que con ciertos enfermos a quien los médicos prescriben la dieta, quisieran curarse sin remedios y sin dejar de buscarse indigestiones».
HASTÍO DE LA VIDA. SUICIDIO
943. ¿De dónde procede el hastio de la vida que se apodera de ciértos individuos, sin motivos plausibles?
«Efecto de la ociosidad, de la falta de fe, y a menudo de la saciedad. Para el que ejercita sus facultades con un objeto útil y según sus aptitudes naturales, el trabajo no tiene nada de árido, y la vida corre más rápidamente. Soporta las vicisitudes de su existencia con tanta más paciencia y resignación, en cuanto obra con la mira de la felicidad más sólida y duradera que le espera».
«Efecto de la ociosidad, de la falta de fe, y a menudo de la saciedad. Para el que ejercita sus facultades con un objeto útil y según sus aptitudes naturales, el trabajo no tiene nada de árido, y la vida corre más rápidamente. Soporta las vicisitudes de su existencia con tanta más paciencia y resignación, en cuanto obra con la mira de la felicidad más sólida y duradera que le espera».
944. ¿Tiene el hombre derecho a disponer de su propia vida?
«No; sólo Dios tiene ese derecho. El suicidio voluntario es una transgresión de la ley».
-¿No es siempre voluntario el suicidio?
«El loco que se mata no sabe lo que hace».
«No; sólo Dios tiene ese derecho. El suicidio voluntario es una transgresión de la ley».
-¿No es siempre voluntario el suicidio?
«El loco que se mata no sabe lo que hace».
945. ¿Qué debe pensarse del suicidio que tiene por causa el hastío de la vida?
«¡Insensatos! ¿Por qué no trabajan? Así no les hubiera sido un peso la existencia».
946. ¿Qué debe pensarse del suicidio que tiene por objeto librarse de las miserias y desengaños de este mundo?
«¡Pobres espíritus que no tienen valor para soportar las miserias de la existencia! Dios ayuda a los que sufren, y no a los que no tienen fuerza ni valor. Las tribulaciones de la vida son pruebas o expiaciones; ¡dichosos los que la soportan sin murmurar, porque serán recompensados! ¡Desgraciados, por el contrario los que esperan su salvación de lo que, en su impiedad, llaman la casualidad o la fortuna! La casualidad o la fortuna, valiéndome de su lenguaje pueden. en efecto, favorecerles un instante; pero para hacerles sentir más tarde y más cruelmente la vaciedad de esas palabras».
-Los que han inducido al infeliz a ese acto de desesperación, ¿sufrirán las consecuencias?
«¡Oh, desgraciados de ellos!, porque responderán de él como de un asesinato».
«¡Pobres espíritus que no tienen valor para soportar las miserias de la existencia! Dios ayuda a los que sufren, y no a los que no tienen fuerza ni valor. Las tribulaciones de la vida son pruebas o expiaciones; ¡dichosos los que la soportan sin murmurar, porque serán recompensados! ¡Desgraciados, por el contrario los que esperan su salvación de lo que, en su impiedad, llaman la casualidad o la fortuna! La casualidad o la fortuna, valiéndome de su lenguaje pueden. en efecto, favorecerles un instante; pero para hacerles sentir más tarde y más cruelmente la vaciedad de esas palabras».
-Los que han inducido al infeliz a ese acto de desesperación, ¿sufrirán las consecuencias?
«¡Oh, desgraciados de ellos!, porque responderán de él como de un asesinato».
947. El hombre que lucha con la necesidad y que se deja morir de desesperación, ¿puede considerarse como suicida?
«Es suicida, pero los que causan su necesidad, o que podrían remediarra, son más culpables que él, y éste encontrará indulgencia. No creáis, sin embargo, que sea completamente absuelto, si ha carecido de firmeza y perseverancia, si no ha hecho uso de toda su inteligencia para salir del atolladero. ¡Desgraciado de él sobre todo, si su desesperación nace del orgullo, quiero decir, si es uno de esos hombres en quienes el orgullo paraliza los recursos de la inteligencia, que se avergonzarían de deber la existencia al trabajo de sus manos, y que prefieren morirse de hambre antes de descender de lo que llaman su posición social! ¿No es cien veces más grande y más digno luchar con la adversidad, desafiar la crítica de un mundo fútil y egoísta que sólo tiene buena voluntad a aquellos a quienes nada falta, y que os vuelve la espalda apenas lo necesitáis? Sacrificar su vida por consideración a ese mundo es estúpido, porque ningún caso hace de ello».
«Es suicida, pero los que causan su necesidad, o que podrían remediarra, son más culpables que él, y éste encontrará indulgencia. No creáis, sin embargo, que sea completamente absuelto, si ha carecido de firmeza y perseverancia, si no ha hecho uso de toda su inteligencia para salir del atolladero. ¡Desgraciado de él sobre todo, si su desesperación nace del orgullo, quiero decir, si es uno de esos hombres en quienes el orgullo paraliza los recursos de la inteligencia, que se avergonzarían de deber la existencia al trabajo de sus manos, y que prefieren morirse de hambre antes de descender de lo que llaman su posición social! ¿No es cien veces más grande y más digno luchar con la adversidad, desafiar la crítica de un mundo fútil y egoísta que sólo tiene buena voluntad a aquellos a quienes nada falta, y que os vuelve la espalda apenas lo necesitáis? Sacrificar su vida por consideración a ese mundo es estúpido, porque ningún caso hace de ello».
948. El suicidio que tiene por objeto evitar la vergüenza de una mala acción, ¿es tan reprensible conio el causado por la desesperación?
«El suicidio no borra la culpa y antes, al contrario, hay dos a falta de una. Cuando se ha tenido valor para hacer mal, es preciso tenerlo para sufrir las consecuencias. Dios juzga, y según la causa puede a veces disminuir sus rigores».
«El suicidio no borra la culpa y antes, al contrario, hay dos a falta de una. Cuando se ha tenido valor para hacer mal, es preciso tenerlo para sufrir las consecuencias. Dios juzga, y según la causa puede a veces disminuir sus rigores».
949. ¿Es excusable el suicidio, cuando tiene por objeto impedir que la vergÚ.enza recaiga en los hijos o en la familia?
«El que así obra no procede bien, pero lo cree, y Dios se lo toma en cuenta, porque es una expiación que él mismo se impone. Atenúa con la intención su falta, pero no deja de cometerla. Por lo demás, abolid los abusos de vuestra sociedad y vuestras preocupaciones y no tendréis más suicidios de esta clase».
El que se quita la vida para evitarse la vergüenza de una mala acción, prueba que atiende más a la estimación de los hombres que a la de Dios, porque va a entrar en la vida espiritual cargado de sus iniquidades, y se ha privado de los medios de repararlas durante su vida. Dios es a menudo menos inexorable que los hombres; perdona al que sinceramente se arrepiente, y nos toma en cuenta la reparación; el suicidio no repara nada.
«El que así obra no procede bien, pero lo cree, y Dios se lo toma en cuenta, porque es una expiación que él mismo se impone. Atenúa con la intención su falta, pero no deja de cometerla. Por lo demás, abolid los abusos de vuestra sociedad y vuestras preocupaciones y no tendréis más suicidios de esta clase».
El que se quita la vida para evitarse la vergüenza de una mala acción, prueba que atiende más a la estimación de los hombres que a la de Dios, porque va a entrar en la vida espiritual cargado de sus iniquidades, y se ha privado de los medios de repararlas durante su vida. Dios es a menudo menos inexorable que los hombres; perdona al que sinceramente se arrepiente, y nos toma en cuenta la reparación; el suicidio no repara nada.
950. ¿Qué debemos pensar del que se quita la vida con la esperanza de llegar más pronto a otra mejor?
«¡Otra locura! Que haga bien y tendrá más seguridad de llegar; porque retarda su entrada en un mundo mejor, y él mismo pedirá volver a concluir esa vida que ha interrumpido en virtud de una idea falsa. Una falta, cualquiera que ella sea, no abre nunca el santuario de los elegidos».
«¡Otra locura! Que haga bien y tendrá más seguridad de llegar; porque retarda su entrada en un mundo mejor, y él mismo pedirá volver a concluir esa vida que ha interrumpido en virtud de una idea falsa. Una falta, cualquiera que ella sea, no abre nunca el santuario de los elegidos».
951. ¿No es meritorio a veces el sacnficio de la vida, cuando tiene por objeto salvar la de otro, o el de ser útil a sus semejantes?
«Eso es sublime según la intención, y el sacrificio de la vida no es un suicidio; pero Dios se opone a un sacrificio inútil y no puede verlo con placer, si lo mancha el orgullo. El sacrificio sólo es meritorio por su desinterés, y el que lo hace tiene a veces una segunda intención que lo desprecia a los ojos de Dios».
Todo sacrificio hecho a expensas de la dicha propia, es un acto soberanamente meritorio a los ojos de Dios, porque es la práctica de la ley de caridad. Siendo, pues, la vida el bien terrestre que más aprecia el hombre, el que a él renuncia en bien de sus semejantes no comete un atentado, sino que hace un sacrificio. Pero antes de llevarlo a cabo, debe reflexionar si no será más útil su vida que su muerte.
«Eso es sublime según la intención, y el sacrificio de la vida no es un suicidio; pero Dios se opone a un sacrificio inútil y no puede verlo con placer, si lo mancha el orgullo. El sacrificio sólo es meritorio por su desinterés, y el que lo hace tiene a veces una segunda intención que lo desprecia a los ojos de Dios».
Todo sacrificio hecho a expensas de la dicha propia, es un acto soberanamente meritorio a los ojos de Dios, porque es la práctica de la ley de caridad. Siendo, pues, la vida el bien terrestre que más aprecia el hombre, el que a él renuncia en bien de sus semejantes no comete un atentado, sino que hace un sacrificio. Pero antes de llevarlo a cabo, debe reflexionar si no será más útil su vida que su muerte.
952. El hombre que muere víctima de las pasiones que sabe que han de apresurar su término, pero a las cuales no le es posible resistir, porque el hábito las ha convertido en verdaderas necesidades físicas, ¿comete un suicidio?
«Es un suicidio moral. ¿No comprendéis que, en semejante caso, el hombre es doblemente culpable? Existe entonces falta de valor y bestialidad, y además olvido de Dios».
-¿Es más o menos culpable, que el que se quita la vida, por desesperación?
«Es más cu¡pable, porque tiene tiempo para razonar su suicidio. En el que lo hace instantáneamente hay a veces una especie de extravío que se relaciona con la locura; el otro será mucho más castigado; porque las penas son siempre proporcionadas a la conciencia que se tiene de las faltas cometidas».
«Es un suicidio moral. ¿No comprendéis que, en semejante caso, el hombre es doblemente culpable? Existe entonces falta de valor y bestialidad, y además olvido de Dios».
-¿Es más o menos culpable, que el que se quita la vida, por desesperación?
«Es más cu¡pable, porque tiene tiempo para razonar su suicidio. En el que lo hace instantáneamente hay a veces una especie de extravío que se relaciona con la locura; el otro será mucho más castigado; porque las penas son siempre proporcionadas a la conciencia que se tiene de las faltas cometidas».
953. Cuando una persona tiene ante sí una muerte inevitable y terrible, ¿es culpable porque abrevia de algunos instantes sus sufrimientos con la muerte voluntaria?
«Siempre hay culpabilidad en no esperar el término fijado por Dios. Por otra parte. ¿hay seguridad de que ese término haya llegado a pesar de las apariencias, y no puede recibirse a última hora un socorro inesperado?»
-¿Se concibe que en circunstancias ordinarias sea reprensible el suicidio, pero suponemos el caso en que es inevitable la muerte, y en que sólo de agunos instantes se abrevia la vida?
«Siempre es falta de resignación y sumisión a la voluntad del Creador».
-¿Cuáles son, en semejante caso, las consecuencias de esa acción?
«Siempre hay culpabilidad en no esperar el término fijado por Dios. Por otra parte. ¿hay seguridad de que ese término haya llegado a pesar de las apariencias, y no puede recibirse a última hora un socorro inesperado?»
-¿Se concibe que en circunstancias ordinarias sea reprensible el suicidio, pero suponemos el caso en que es inevitable la muerte, y en que sólo de agunos instantes se abrevia la vida?
«Siempre es falta de resignación y sumisión a la voluntad del Creador».
-¿Cuáles son, en semejante caso, las consecuencias de esa acción?
«Como siempre, una expiación proporcionada a la gravedad de la falta, según las circunstancias».
954. Una imprudencia que compromete la vida sin necesidad, ¿es reprensible?
«No existe culpabilidad cuando no existe intención o conciencia positiva de hacer mal».
955. Las mujeres que, en ciertos países, se queman voluntariamente con el cuerpo de sus maridos, ¿pueden consíderarse como suicidas, y sufren las consecuencias del suicidio?
«Obedecen a una preocupación, y a menudo más a la fuerza que a su propia voluntad. Creen cumplir un deber, y no es este el carácter del suicidio. Su excusa es la nulidad moral de la mayor parte de ellas y su ignorancia. Esos usos bárbaros y estúpidos desaparecen con la civilización».
«Obedecen a una preocupación, y a menudo más a la fuerza que a su propia voluntad. Creen cumplir un deber, y no es este el carácter del suicidio. Su excusa es la nulidad moral de la mayor parte de ellas y su ignorancia. Esos usos bárbaros y estúpidos desaparecen con la civilización».
956. Los que, no pudiendo sobrellevar la pérdida de las personas que les son queridas, se matan con la esperanza de reunirse con ellas, ¿logran su objeto?
«El resultado es muy diferente del que esperan, y en vez de reunirse con el objeto de su afecto, se alejan de él por más tiempo, porque Dios no puede recompensar un acto de cobardía, y el insulto que se le hace dudando de su providencia. Pagarán ese instante de locura con pesares mayores que los que creen abreviar, y no tendrán para compensarlos la satisfacción que esperaban». (934 y siguiente)
«El resultado es muy diferente del que esperan, y en vez de reunirse con el objeto de su afecto, se alejan de él por más tiempo, porque Dios no puede recompensar un acto de cobardía, y el insulto que se le hace dudando de su providencia. Pagarán ese instante de locura con pesares mayores que los que creen abreviar, y no tendrán para compensarlos la satisfacción que esperaban». (934 y siguiente)
957. ¿Cuáles son, en general, las consecuencias del suicidio en el estado del espíritu?
«Las consecuencias del suicidio son muy diversas; no hay penas fijas, y en todos los casos son siempre relativas a las causas que lo han producido; pero una de las consecuencias inevitables al suicida es la contrariedad. Por lo demás, no es una misma la suerte de todos ellos, depende de las circunstancias. Algunos expían su falta inmediatamente, y otros en una nueva existencia que será peor que aquella cuyo curso ha interrumpido».
La observación demuestra, en efecto, que las consecuencias del suicidio no son siempre las mismas; pero las bay que son comunes a todos los casos de muerte violenta y resultado de la interrupción brusca de la vida. Ante todo lo es la persistencia más prolongada y más tenaz del lazo que une el espíritu al cuerpo, pues tiene casi siempre toda su fuerza en el momento en que se ha cortado, al paso que en la muerte natural se afloja gradualmente, y a menudo se suelta antes de que esté completamente extinguida la vida. Las consecuencias de este estado de cosas son la prolongación de la turbación espiritista, y luego la de la ilusión que, durante un tiempo más o menos largo, hace creer al espíritu qae es aún del número de los vivos. (155 y 165)
La afinidad que persiste entre el espíritu y el cuerpo produce en algunos suicidas, una especie de repercusión del estado del cuerpo en el espíritu, quien, a pesar suyo, siente los efectos de la descomposición, y experimenta una sensación llena de angustias y de horror, y este estado puede persistir tanto tiempo como hubiera debido durar la vida que han interrumpido. Este efecto no es general; pero en ningún caso se ve el suicída libre de las consecuencias de su falta de valor, y tarde o temprano expía su culpa de uno u otro modo. De aquí que ciertos espíritus, que habrían sido muy desgraciados en la tierra, han dicho que se habían suicidado en la existencia anterior, y que voluntariamente sc habían sometido a nuevas pruebas para intentar soportarlas con más resigna ción. En algunos el castigo consiste en una especie de apego a la materia de la cual procura deshacerse en vano, para volar a mejores mundos, cuyo acceso les está prohibido; en la mayor parte en el pesar de haber hecho una cosa inútil, puesto que sólo desenganos tienen.
La religión, la moral, todas las filosofías condenan el suicidio como contrarío a la ley natural; todos nos dicen en principio que no tenemos derecho a abreviar voluntariamente nuestra vida; pero ¿por qué no lo tenemos? ¿Por qué no es libre el hombre de poner término a sus sufrimientos? Estaba reservado al espiritismo demostrar, con el ejemplo de los que han muerto, que no sólo el suicidio es una falta como infracción de una ley moral, consideración de poco peso para ciertos individuos, sino que es un acto estúpido, puesto que nada se gana y antes se pierde. No nos ensena la teoría, sino que presenta ante nosotros los hechos.
«Las consecuencias del suicidio son muy diversas; no hay penas fijas, y en todos los casos son siempre relativas a las causas que lo han producido; pero una de las consecuencias inevitables al suicida es la contrariedad. Por lo demás, no es una misma la suerte de todos ellos, depende de las circunstancias. Algunos expían su falta inmediatamente, y otros en una nueva existencia que será peor que aquella cuyo curso ha interrumpido».
La observación demuestra, en efecto, que las consecuencias del suicidio no son siempre las mismas; pero las bay que son comunes a todos los casos de muerte violenta y resultado de la interrupción brusca de la vida. Ante todo lo es la persistencia más prolongada y más tenaz del lazo que une el espíritu al cuerpo, pues tiene casi siempre toda su fuerza en el momento en que se ha cortado, al paso que en la muerte natural se afloja gradualmente, y a menudo se suelta antes de que esté completamente extinguida la vida. Las consecuencias de este estado de cosas son la prolongación de la turbación espiritista, y luego la de la ilusión que, durante un tiempo más o menos largo, hace creer al espíritu qae es aún del número de los vivos. (155 y 165)
La afinidad que persiste entre el espíritu y el cuerpo produce en algunos suicidas, una especie de repercusión del estado del cuerpo en el espíritu, quien, a pesar suyo, siente los efectos de la descomposición, y experimenta una sensación llena de angustias y de horror, y este estado puede persistir tanto tiempo como hubiera debido durar la vida que han interrumpido. Este efecto no es general; pero en ningún caso se ve el suicída libre de las consecuencias de su falta de valor, y tarde o temprano expía su culpa de uno u otro modo. De aquí que ciertos espíritus, que habrían sido muy desgraciados en la tierra, han dicho que se habían suicidado en la existencia anterior, y que voluntariamente sc habían sometido a nuevas pruebas para intentar soportarlas con más resigna ción. En algunos el castigo consiste en una especie de apego a la materia de la cual procura deshacerse en vano, para volar a mejores mundos, cuyo acceso les está prohibido; en la mayor parte en el pesar de haber hecho una cosa inútil, puesto que sólo desenganos tienen.
La religión, la moral, todas las filosofías condenan el suicidio como contrarío a la ley natural; todos nos dicen en principio que no tenemos derecho a abreviar voluntariamente nuestra vida; pero ¿por qué no lo tenemos? ¿Por qué no es libre el hombre de poner término a sus sufrimientos? Estaba reservado al espiritismo demostrar, con el ejemplo de los que han muerto, que no sólo el suicidio es una falta como infracción de una ley moral, consideración de poco peso para ciertos individuos, sino que es un acto estúpido, puesto que nada se gana y antes se pierde. No nos ensena la teoría, sino que presenta ante nosotros los hechos.
CAPÍTULO II — PENAS Y GOCES FUTUROS
LA NADA. VIDA FUTURA
958. ¿Por qué el hombre tiene instintivamente horror a la nada?
«Porque la nada no existe».
«Porque la nada no existe».
959. ¿De dónde viene al hombre el sentimiento instintivo de la vida futura?
«Ya lo hemos dicho: antes de su encarnación, el espíritu conocía todas esas cosas, y el alma conserva un recuerdo vago de lo que sabe y ha visto en su estado de espíritu». (393)
En todas épocas el hombre se ha ocupado de su porvenir de ultratumba, y esto es muy natural. Cualquiera que sea la importancia que dé a la vida presente. no puede menos de considerar lo corta que es y precaria sobre todo, puesto que puede ser interrumpida a cada instante y nunca está cierto del dia de mañana. ¿Qué se hace de él después del instante fatal? La cuestión es grave, pues no se trata de algunos años, sino de la eternidad. El que debe pasar largos años en un país extraño se ocupa de la posición que en él tendrá; ¿cómo no nos hemos de ocupar de la que tendremos, al dejar este mundo, puesto que es para siempre?
La idea de la nada tiene algo que repugna a la razón. El hombre más despreocupado durante su vida, al llegar al momento supremo, se pregunta lo que va a ser de él, e involuntariamente espera.
Creer en Dios sin admitir la vida futura sería un contrasentido. El sentimiento de una existencia mejor se encuentra en el foro interior de todos los hombres, y Dios no lo puede haber puesto allí en vano.
La vida futura implica la conservación de nuestra individualidad después de la muerte; ¿qué nos importaría, en efecto, sobrevivir a nuestro cuerpo, si nuestra esencia moral debiera perdese en el océano de lo infinito? Para nosotros serian las mismas consecuencias que la de la nada.
«Ya lo hemos dicho: antes de su encarnación, el espíritu conocía todas esas cosas, y el alma conserva un recuerdo vago de lo que sabe y ha visto en su estado de espíritu». (393)
En todas épocas el hombre se ha ocupado de su porvenir de ultratumba, y esto es muy natural. Cualquiera que sea la importancia que dé a la vida presente. no puede menos de considerar lo corta que es y precaria sobre todo, puesto que puede ser interrumpida a cada instante y nunca está cierto del dia de mañana. ¿Qué se hace de él después del instante fatal? La cuestión es grave, pues no se trata de algunos años, sino de la eternidad. El que debe pasar largos años en un país extraño se ocupa de la posición que en él tendrá; ¿cómo no nos hemos de ocupar de la que tendremos, al dejar este mundo, puesto que es para siempre?
La idea de la nada tiene algo que repugna a la razón. El hombre más despreocupado durante su vida, al llegar al momento supremo, se pregunta lo que va a ser de él, e involuntariamente espera.
Creer en Dios sin admitir la vida futura sería un contrasentido. El sentimiento de una existencia mejor se encuentra en el foro interior de todos los hombres, y Dios no lo puede haber puesto allí en vano.
La vida futura implica la conservación de nuestra individualidad después de la muerte; ¿qué nos importaría, en efecto, sobrevivir a nuestro cuerpo, si nuestra esencia moral debiera perdese en el océano de lo infinito? Para nosotros serian las mismas consecuencias que la de la nada.
INTUICIÓN DE LAS PENAS Y GOCES FUTUROS
960. ¿De dónde procede la creencia que en todos los pueblos se encuentra de las penas y recompensas futuras?
«Siempre es lo mismo: presentimiento de la realidad dado al hombre por el espíritu encarnado en él: porque, sabedlo, no en vano os habla una voz interior. Vuestra desgracia es la de no escucharla siempre. Si pensaseis en ella bien a menudo, serjais mejores».
«Siempre es lo mismo: presentimiento de la realidad dado al hombre por el espíritu encarnado en él: porque, sabedlo, no en vano os habla una voz interior. Vuestra desgracia es la de no escucharla siempre. Si pensaseis en ella bien a menudo, serjais mejores».
961. ¿Cuál es el sentimiento que en el acto de la muerte predomina en el mayor número de los hombres, la duda, el temor o la esperanza?
«La duda en los escépticos endurecidos, el temor en los culpables y la esperanza en los hombres de bien».
«La duda en los escépticos endurecidos, el temor en los culpables y la esperanza en los hombres de bien».
962. ¿Por qué hay escépticos, siendo así que el alma da al hombre el sentimiento de las cosas espirituales?
«Hay menos de los que se creen; muchos se hacen los despreocupados por orgullo durante la vida, pero en el acto de morir no son tan fanfarrones».
La consecuencia de la vida futura es la responsabilidad de nuestros actos. La razón y la justicia nos dicen que, en el reparto de la dicha a que aspira todo hombre, no pueden ser confundidos los buenos y los malvados. Dios no puede querer que los unos gocen sin trabajo de los bienes a que sólo con esfuerzo y perseverancia llegan los otros.
La idea que Dios nos da de su justicia y de su bondad por la sabíduna de sus leyes, no nos permite creer que el justo y el malvado sean para él iguales, ni dudar que reciban un dia, aquél la recompensa y éste el castigo del bien o del mal que hayan hecho. Y por esto el sentimiento innato que tenemos de la justicia nos da la intuición de las penas y recompensas futuras.
«Hay menos de los que se creen; muchos se hacen los despreocupados por orgullo durante la vida, pero en el acto de morir no son tan fanfarrones».
La consecuencia de la vida futura es la responsabilidad de nuestros actos. La razón y la justicia nos dicen que, en el reparto de la dicha a que aspira todo hombre, no pueden ser confundidos los buenos y los malvados. Dios no puede querer que los unos gocen sin trabajo de los bienes a que sólo con esfuerzo y perseverancia llegan los otros.
La idea que Dios nos da de su justicia y de su bondad por la sabíduna de sus leyes, no nos permite creer que el justo y el malvado sean para él iguales, ni dudar que reciban un dia, aquél la recompensa y éste el castigo del bien o del mal que hayan hecho. Y por esto el sentimiento innato que tenemos de la justicia nos da la intuición de las penas y recompensas futuras.
INTERVENCIÓN DE DIOS EN LAS PENAS Y RECOMPENSAS
963. ¿Dios se ocupa personalmente de cada hombre? ¿No es demasiado grande y nosotros demasiado pequeños, para que cada individuo en particular tenga importancia a sus ojos?
«Dios se ocupa de todos los seres que ha creado, por pequenos que sean: nada es demasiado pequeño para su bondad».
«Dios se ocupa de todos los seres que ha creado, por pequenos que sean: nada es demasiado pequeño para su bondad».
964. ¿Necesita Dios ocuparse de cada uno de nuestros actos para recompensarnos o castigarnos, y no son insigni ficantes para él la mayor parte de esos actos?
«Dios tiene sus leyes que arreglan todas vuestras acciones; si las violáis, culpa vuestra es. Es indudable que, cuando un hombre comete un exceso, Dios no pronuncia un fallo contra él para decirle, por ejemplo. Has sido un glotón, voy a castigarte; pero ha trazado un límite. Las enfermedades y con frecuencia la muerte son consecuencia de los excesos; este es el castigo, que resulta de la infracción de la ley. En todo sucede lo mismo».
Todas nuestras acciones están sometidas a las leyes de Dios, no hay ninguna, por insignificante que nos parezca, que no pueda ser violación de semejantes leyes. Si sufrimos las consecuencias de esa violación, no debemos quejamos más que de nosotros mismos, que nos constituimos en artifices de nuestra dicha o desdicha futura.
Esta verdad se hace sensible por medio del siguiente apólogo:
«Un padre da su hijo educación e instrucción, es decir los medios de saber conducirse. Cédele un
campo para que lo cultive y le dice: Esta marcha has de adoptar, y además aquí tienes todos los aperos necesarios para que, haciendo fértil este campo, asegures tu subsistencia. Te he dado instrucción para que comprendas semejantes reglas; si las sigues, tu campo te producirá mucho y te asegurará el descanso en la ancianidad; si no, nada te producirá y morirás de hambre. Dicho esto, le deja obrar a su gusto».
¿No es cierto que el campo producirá en razón a los cuidados que se empleen en el cultivo, y que toda negligencia redundará en perjuicio de la cosecha? El hijo será, pues, en su ancianidad feliz o desgraciado según que haya seguido o descuidado la regla que su padre le ha trazado. Dios es más previsor aún; porque nos advierte a cada instante si hacemos mal o bien, nos manda espíritus para que nos inspiren, pero nosotros no los escuchamos. Hay también esta diferencia. Dios da siempre al hombre recursos en sus nuevas existencias para reparar sus pasados errores, mientras que el hijo de que hablamos, carece de ellos, si ha empleado mal su tiempo.
«Dios tiene sus leyes que arreglan todas vuestras acciones; si las violáis, culpa vuestra es. Es indudable que, cuando un hombre comete un exceso, Dios no pronuncia un fallo contra él para decirle, por ejemplo. Has sido un glotón, voy a castigarte; pero ha trazado un límite. Las enfermedades y con frecuencia la muerte son consecuencia de los excesos; este es el castigo, que resulta de la infracción de la ley. En todo sucede lo mismo».
Todas nuestras acciones están sometidas a las leyes de Dios, no hay ninguna, por insignificante que nos parezca, que no pueda ser violación de semejantes leyes. Si sufrimos las consecuencias de esa violación, no debemos quejamos más que de nosotros mismos, que nos constituimos en artifices de nuestra dicha o desdicha futura.
Esta verdad se hace sensible por medio del siguiente apólogo:
«Un padre da su hijo educación e instrucción, es decir los medios de saber conducirse. Cédele un
campo para que lo cultive y le dice: Esta marcha has de adoptar, y además aquí tienes todos los aperos necesarios para que, haciendo fértil este campo, asegures tu subsistencia. Te he dado instrucción para que comprendas semejantes reglas; si las sigues, tu campo te producirá mucho y te asegurará el descanso en la ancianidad; si no, nada te producirá y morirás de hambre. Dicho esto, le deja obrar a su gusto».
¿No es cierto que el campo producirá en razón a los cuidados que se empleen en el cultivo, y que toda negligencia redundará en perjuicio de la cosecha? El hijo será, pues, en su ancianidad feliz o desgraciado según que haya seguido o descuidado la regla que su padre le ha trazado. Dios es más previsor aún; porque nos advierte a cada instante si hacemos mal o bien, nos manda espíritus para que nos inspiren, pero nosotros no los escuchamos. Hay también esta diferencia. Dios da siempre al hombre recursos en sus nuevas existencias para reparar sus pasados errores, mientras que el hijo de que hablamos, carece de ellos, si ha empleado mal su tiempo.
NATURALEZA DE LAS PENAS Y GOCES FUTUROS
965. Las penas y goces del alma después de la muerte, ¿tienen algo de material?
«No pueden ser materiales, puesto que el alma no es materia; el sentido común lo dice. Esas penas y goces nada tienen de carnal, y sin embargo, son mil veces más agudas de las que experimentáis en la tierra, porque el espíritu, una vez desprendido, es más impresionable. La materia no embota ya sus sensaciones». (237 a 257)
«No pueden ser materiales, puesto que el alma no es materia; el sentido común lo dice. Esas penas y goces nada tienen de carnal, y sin embargo, son mil veces más agudas de las que experimentáis en la tierra, porque el espíritu, una vez desprendido, es más impresionable. La materia no embota ya sus sensaciones». (237 a 257)
966. ¿Por qué se forma a menudo el hombre una idea tan grosera y tan absurda de las penas y goces de la vida futura?
«Inteligencia no bastante desarrollada aún. ¿Comprende el niflo como el adulto? Por otra parte, depende también de lo que se le ha enseñado. En esto es donde se hace necesaria la reforma.
»Vuestro lenguaje es muy incompleto para expresar lo que está fuera de vosotros; han sido necesarias comparaciones, y vosotros habéis tomado por realidades esas imágenes y figuras. Pero a medida que el hombre se ilustra, su pensamiento comprende las cosas que no puede expresar su lenguaje».
«Inteligencia no bastante desarrollada aún. ¿Comprende el niflo como el adulto? Por otra parte, depende también de lo que se le ha enseñado. En esto es donde se hace necesaria la reforma.
»Vuestro lenguaje es muy incompleto para expresar lo que está fuera de vosotros; han sido necesarias comparaciones, y vosotros habéis tomado por realidades esas imágenes y figuras. Pero a medida que el hombre se ilustra, su pensamiento comprende las cosas que no puede expresar su lenguaje».
967. ¿En qué consiste la felicidad de los espíritus buenos?
«En conocer todas las cosas; en no tener ni odio, ni celos, ni envidia, ni ambición, ni ninguna de las pasiones que hacen desgraciados a los hombres. El amor que los une es para ellos origen de suprema felicidad. No experimentan ni las necesidades, ni los sufrimientos, ni las angustias de la vida material; son felices por el bien que hacen. Por lo demás, la felicidad de los espíritus es siempre proporcionada a su elevación. Sólo los espíritus puros gozan de la felicidad suprema, es cierto; pero todos los otros no son desgraciados. Entre los malos y los perfectos hay una infinidad de grados en que los goces son relativos al estado moral. Los que están bastante adelantados comprenden la felicidad de los que han llegado antes que ellos; aspiran a ella, pero siendo ésta un objeto de emulación, no celosos. Saben que de ellos depende lograrla y con este fin trabajan, pero con la tranquilidad de la buena conciencia, y son felices por no tener que sufrir lo que sufren los malos».
«En conocer todas las cosas; en no tener ni odio, ni celos, ni envidia, ni ambición, ni ninguna de las pasiones que hacen desgraciados a los hombres. El amor que los une es para ellos origen de suprema felicidad. No experimentan ni las necesidades, ni los sufrimientos, ni las angustias de la vida material; son felices por el bien que hacen. Por lo demás, la felicidad de los espíritus es siempre proporcionada a su elevación. Sólo los espíritus puros gozan de la felicidad suprema, es cierto; pero todos los otros no son desgraciados. Entre los malos y los perfectos hay una infinidad de grados en que los goces son relativos al estado moral. Los que están bastante adelantados comprenden la felicidad de los que han llegado antes que ellos; aspiran a ella, pero siendo ésta un objeto de emulación, no celosos. Saben que de ellos depende lograrla y con este fin trabajan, pero con la tranquilidad de la buena conciencia, y son felices por no tener que sufrir lo que sufren los malos».
968. Colocáis la carencia de necesidades materiales en el número de las condiciones de felicidad de los espíritus; pero la satisfacción de semejantes necesidades, ¿no es para el hombre origen de goces?
«Sí, los goces del bruto, y el no poder satisfacerlos es para ti un tormento».
«Sí, los goces del bruto, y el no poder satisfacerlos es para ti un tormento».
969. ¿Qué debe entenderse cuando se dice que los espíritus puros están reunidos en el seno de Dios, y ocupado en cantar sus alabanzas?
«Esa es una alegoría que pinta la inteligencia que tienen de las perfecciones de Dios, porque lo ven y lo comprenden; pero que no debe tomarse literalmente como tampoco muchas otras. Desde el grano de arena, todo canta, es decir, prodama el poder, la sabiduría y la bondad de Dios; pero no creas que los espíritus bienaventurados estén en eterna contemplación. Esto sería una dicha estúpida y monótona, y además la del egoísta, puesto que su existencia sería una inutilidad sin término. Están libres ya de las tribulaciones de la existencia corporal, lo cual es un goce, y además, según tenemos dicho, conocen y saben todas las cosas y aprovechan la inteligencia que han adquirido para favorecer el progreso de los otros espíritus. Esta es su ocupación y al mismo tiempo un goce».
«Esa es una alegoría que pinta la inteligencia que tienen de las perfecciones de Dios, porque lo ven y lo comprenden; pero que no debe tomarse literalmente como tampoco muchas otras. Desde el grano de arena, todo canta, es decir, prodama el poder, la sabiduría y la bondad de Dios; pero no creas que los espíritus bienaventurados estén en eterna contemplación. Esto sería una dicha estúpida y monótona, y además la del egoísta, puesto que su existencia sería una inutilidad sin término. Están libres ya de las tribulaciones de la existencia corporal, lo cual es un goce, y además, según tenemos dicho, conocen y saben todas las cosas y aprovechan la inteligencia que han adquirido para favorecer el progreso de los otros espíritus. Esta es su ocupación y al mismo tiempo un goce».
970. ¿En qué consisten los sufrimientos de los espíritus inferiores?
«Son tan variados como las causas que los han producido, y proporcionados al grado de inferioridad como los goces lo son al de superioridad. Pueden resumirse así: Envidiar todo lo que les falta para ser felices sin poder obtenerlo; ver la dicha sin poder alcanzarla, pesar, celos, rabia y desesperación producidos por lo que les priva de ser felices; remordimientos y ansiedad moral indefinibles. Desean todos los goces sin poder satisfacerlos, lo cual los atormenta».
«Son tan variados como las causas que los han producido, y proporcionados al grado de inferioridad como los goces lo son al de superioridad. Pueden resumirse así: Envidiar todo lo que les falta para ser felices sin poder obtenerlo; ver la dicha sin poder alcanzarla, pesar, celos, rabia y desesperación producidos por lo que les priva de ser felices; remordimientos y ansiedad moral indefinibles. Desean todos los goces sin poder satisfacerlos, lo cual los atormenta».
971. ¿Es siempre buena la influencia que ejercen unos espíritus en otros?
«Buena siempre de parte de los espíritus buenos, no hay que decirlo; pero los espíritus perversos procuran alejar del camino del bien y del arrepentimiento a los que creen susceptibles de dejarse arrastrar, y a quienes, durante la vida, han arrastrado al mal con frecuencia».
-¿De modo que la muerte no nos libra de la tentación?
«No; pero la acción de los espíritus malos es mucho menor en los otros espíritus que en los hombres, porque no tienen por auxiliares a las pasiones materiales». (996)
«Buena siempre de parte de los espíritus buenos, no hay que decirlo; pero los espíritus perversos procuran alejar del camino del bien y del arrepentimiento a los que creen susceptibles de dejarse arrastrar, y a quienes, durante la vida, han arrastrado al mal con frecuencia».
-¿De modo que la muerte no nos libra de la tentación?
«No; pero la acción de los espíritus malos es mucho menor en los otros espíritus que en los hombres, porque no tienen por auxiliares a las pasiones materiales». (996)
972. ¿De qué medio se valen los espíritus malos para tentar a los otros no teniendo el auxilio de las pasiones?
«Si éstas no existen matenalmente, existen aún en el pensamiento de los espíritus atrasados. Los malos fomentan esos pensamientos, arrastrando a sus victimas a los lugares, donde se les presenta el espectáculo de esas pasiones y de todo lo que puede excitarías».
-Pero ¿de qué sirven semejantes pasiones, pues que no tienen otro objeto real?
«Este es cabalmente su suplicio; el avaro ve oro que no puede poseer; el licencioso orgías en las que no puede tomar parte, y el orgulloso honores que codicia y no puede disfrutar».
«Si éstas no existen matenalmente, existen aún en el pensamiento de los espíritus atrasados. Los malos fomentan esos pensamientos, arrastrando a sus victimas a los lugares, donde se les presenta el espectáculo de esas pasiones y de todo lo que puede excitarías».
-Pero ¿de qué sirven semejantes pasiones, pues que no tienen otro objeto real?
«Este es cabalmente su suplicio; el avaro ve oro que no puede poseer; el licencioso orgías en las que no puede tomar parte, y el orgulloso honores que codicia y no puede disfrutar».
973. ¿Cuáles son los mayores sufrimientos que pueden experimentar los espíritus?
«No hay descripción posible de los tormentos morales con que son castigados ciertos crímenes. El mismo que los experimenta tendría trabajo en daros una idea de ellos; pero el más horrible indudablemente es la creencia de estar eternamente condenado».
El hombre se forma, según el estado de su inteligencia, una idea más o menos elevada de las penas y goces del alma después de la muerte. Mientras más se desarrolla la inteligencia, más se depura y se desmaterializa aquella idea; comprende las cosas desde un punto de vista más racional, y cesa de tomar literalmente las imágenes del lenguaje figurado. La razón más ilustrada, demostrándonos que el alma es un ser del todo espiritual, nos dice, por lo mismo, que no puede ser afectada por las impresiones que sólo en la materia obran. Mas no se sigue de aquí que esté exenta de sufrimientos, ni que no reciba castigo por sus faltas. (237)
Las comunicaciones espiritistas producen el resultado de mostrarnos el estado futuro del alma no como una teoría, sino como una realidad; ponen ante nuestros ojos todas las peripecias de la vida de ultratumba; pero nos las ofrecen también como consecuencias perfectamente lógicas de la vida terrestre, y, aunque desprovistas del aparato fantástico creado por la imaginación de los hombres, no son menos penosas para los que han hecho mal uso de sus facultades. La diversidad de semejantes consecuencias es infinita; pero, en tesis general, puede decirse: cada uno es castigado por donde ha pecado. Así es que unos lo son por la vista incesante del mal que han hecho; otros por los pesares, el temor, la vergüenza, la duda, el alejamiento, las tinieblas, el alejamiento de los seres queridos, etcétera.
«No hay descripción posible de los tormentos morales con que son castigados ciertos crímenes. El mismo que los experimenta tendría trabajo en daros una idea de ellos; pero el más horrible indudablemente es la creencia de estar eternamente condenado».
El hombre se forma, según el estado de su inteligencia, una idea más o menos elevada de las penas y goces del alma después de la muerte. Mientras más se desarrolla la inteligencia, más se depura y se desmaterializa aquella idea; comprende las cosas desde un punto de vista más racional, y cesa de tomar literalmente las imágenes del lenguaje figurado. La razón más ilustrada, demostrándonos que el alma es un ser del todo espiritual, nos dice, por lo mismo, que no puede ser afectada por las impresiones que sólo en la materia obran. Mas no se sigue de aquí que esté exenta de sufrimientos, ni que no reciba castigo por sus faltas. (237)
Las comunicaciones espiritistas producen el resultado de mostrarnos el estado futuro del alma no como una teoría, sino como una realidad; ponen ante nuestros ojos todas las peripecias de la vida de ultratumba; pero nos las ofrecen también como consecuencias perfectamente lógicas de la vida terrestre, y, aunque desprovistas del aparato fantástico creado por la imaginación de los hombres, no son menos penosas para los que han hecho mal uso de sus facultades. La diversidad de semejantes consecuencias es infinita; pero, en tesis general, puede decirse: cada uno es castigado por donde ha pecado. Así es que unos lo son por la vista incesante del mal que han hecho; otros por los pesares, el temor, la vergüenza, la duda, el alejamiento, las tinieblas, el alejamiento de los seres queridos, etcétera.
974. ¿De dónde procede la doctrina del fuego eterno?
«Imagen, como muchas otras, tomada de la realidad».
-¿Pero ese temor no puede producir buen resultado?
«Mira si contiene a muchos, aun entre aquellos que lo predican. Si enseñáis cosas que más tarde rechaza la razón, producís una impresión que no será duradera ni saludable».
El hombre, impotente para dar a comprender con su lenguaje la naturaleza de aquellos sufrimientos, no ha encontrado comparación más enérgica que la del fuego; porque para él el fuego es el tipo de los más crueles suplicios y el símbolo de la acción más enérgica. Por esta razón la creencia en el fuego eterno se remonta a la más alta antigüedad, y los pueblos modernos la han heredado de los antiguos; por esta razón también dice en su lenguaje figurado: el fuego de las pasiones, abrasarse de amor, de celos, etcétera.
«Imagen, como muchas otras, tomada de la realidad».
-¿Pero ese temor no puede producir buen resultado?
«Mira si contiene a muchos, aun entre aquellos que lo predican. Si enseñáis cosas que más tarde rechaza la razón, producís una impresión que no será duradera ni saludable».
El hombre, impotente para dar a comprender con su lenguaje la naturaleza de aquellos sufrimientos, no ha encontrado comparación más enérgica que la del fuego; porque para él el fuego es el tipo de los más crueles suplicios y el símbolo de la acción más enérgica. Por esta razón la creencia en el fuego eterno se remonta a la más alta antigüedad, y los pueblos modernos la han heredado de los antiguos; por esta razón también dice en su lenguaje figurado: el fuego de las pasiones, abrasarse de amor, de celos, etcétera.
975. ¿Los espíritus superiores comprenden la dicha del justo?
«Sí, y esto es lo que origina su suplicio, porque comprenden que están privados de ella por culpa suya. Por esto el espíritu, separado de la materia, aspira a una nueva existencia corporal; porque cada existencia, si la emplea bien, puede abreviar la duración de aquel suplicio. Entonces es cuando elige las pruebas por cuyo medio podrá expiar sus faltas; porque, sabedlo bien, el espíritu sufre por todo el mal que ha hecho, o cuya causa voluntaria ha sido, por todo el bien que hubiera podido hacer y no hizo, y por todo el mal que resulta del bien que no ha hecho.
»El espíritu errante no tiene ya velo, está como fuera de la bruma y ve lo que le aleja de la dicha, sufriendo entonces más, porque comprende cuán culpable ha sido. Para él no existe ya ilusión, sino que ve la realidad de las cosas».
El espíritu errante abarca por una parte, todas sus existencias pasadas, y por otra, ve el porvenir prometido y comprende lo que le falta para llegar a él. Tal como un viajero que ha llegado a la cumbre de la montaña, ve el camino recorrido y el que le falta que recorrer para llegar al término.
«Sí, y esto es lo que origina su suplicio, porque comprenden que están privados de ella por culpa suya. Por esto el espíritu, separado de la materia, aspira a una nueva existencia corporal; porque cada existencia, si la emplea bien, puede abreviar la duración de aquel suplicio. Entonces es cuando elige las pruebas por cuyo medio podrá expiar sus faltas; porque, sabedlo bien, el espíritu sufre por todo el mal que ha hecho, o cuya causa voluntaria ha sido, por todo el bien que hubiera podido hacer y no hizo, y por todo el mal que resulta del bien que no ha hecho.
»El espíritu errante no tiene ya velo, está como fuera de la bruma y ve lo que le aleja de la dicha, sufriendo entonces más, porque comprende cuán culpable ha sido. Para él no existe ya ilusión, sino que ve la realidad de las cosas».
El espíritu errante abarca por una parte, todas sus existencias pasadas, y por otra, ve el porvenir prometido y comprende lo que le falta para llegar a él. Tal como un viajero que ha llegado a la cumbre de la montaña, ve el camino recorrido y el que le falta que recorrer para llegar al término.
976. La presencia de los espíritus que sufren, ¿no es para los buenos causa de aflicción, y qué viene entonces a ser su dicha, estando perturbada?
«No es aflicción, puesto que saben que el mal concluirá; ayudan a los otros a mejorarse y les tienden la mano. Esta es su ocupación y un goce cuando obtienen buen resultado».
-Concíbese esto de los espíritus extraños e indiferentes; pero el espectáculo de los pesares y sufrimientos de aquellos a quienes han amado en la tierra, ¿no perturba su dicha?
«Si no presenciaran esos sufrimientos, sería porque os fueran extraños después de la muerte. La religión os dice que las almas os ven, pero consideran vuestras aflicciones desde otro punto de vista, pues saben que esos sufrimientos son útiles a vuestro progreso, si los soportáis con resignación. Afligense, pues, más de la falta de valor que os detiene, que de los sufrimientos en si mismos que sólo son pasajeros».
«No es aflicción, puesto que saben que el mal concluirá; ayudan a los otros a mejorarse y les tienden la mano. Esta es su ocupación y un goce cuando obtienen buen resultado».
-Concíbese esto de los espíritus extraños e indiferentes; pero el espectáculo de los pesares y sufrimientos de aquellos a quienes han amado en la tierra, ¿no perturba su dicha?
«Si no presenciaran esos sufrimientos, sería porque os fueran extraños después de la muerte. La religión os dice que las almas os ven, pero consideran vuestras aflicciones desde otro punto de vista, pues saben que esos sufrimientos son útiles a vuestro progreso, si los soportáis con resignación. Afligense, pues, más de la falta de valor que os detiene, que de los sufrimientos en si mismos que sólo son pasajeros».
977. No pudiendo los espíritus oculta rse recíprocamente sus pensamientos, y siéndoles conocidos los actos de la vida, ¿parece que el culpable está perpetuamente ante su víctima?
«No puede ser de otro modo, el sentido común lo dice».
-La divulgación de todos nuestros actos reprensibles, y la perpetua presencia de los que de ellos han sido víctimas, ¿son un castigo para el culpable?
«Más grande de lo que se cree, pero hasta que haya expiado sus faltas, ya como espíritu, ya como hombre en nuevas existencias corporales».
Mostrándose a descubierto todo nuestro pasado, cuando estamos en el mundo de los espíritus, el bien y el mal que hayamos hecho serán igualmente conocidos. En vano querrá el que ha hecho mal sustraerse a la mirada de sus victimas: la inevitable presencia de éstas serán para él un castigo y un remordimiento incesante hasta que haya expiado sus culpas, al paso que el hombre de bien, por el contrario, no encontrará por doquiera más que miradas amigas y benévolas.
En la tierra, no hay mayor tormento para el malvado que la presencia de sus víctimas, y por esto la evita sin cesar. ¿Qué no ha de ser, pues, cuando, disipada la ilusión de las pasiones, comprenda el mal que ha hecho, vea descubiertos sus más secretos actos, desenmascarada su hipocresía y no puede evitar ese espectáculo? Al paso que el alma del hombre perverso es presa de la vergüenza, del pesar y del remordimiento, la del lusto goza de perfecta serenidad.
«No puede ser de otro modo, el sentido común lo dice».
-La divulgación de todos nuestros actos reprensibles, y la perpetua presencia de los que de ellos han sido víctimas, ¿son un castigo para el culpable?
«Más grande de lo que se cree, pero hasta que haya expiado sus faltas, ya como espíritu, ya como hombre en nuevas existencias corporales».
Mostrándose a descubierto todo nuestro pasado, cuando estamos en el mundo de los espíritus, el bien y el mal que hayamos hecho serán igualmente conocidos. En vano querrá el que ha hecho mal sustraerse a la mirada de sus victimas: la inevitable presencia de éstas serán para él un castigo y un remordimiento incesante hasta que haya expiado sus culpas, al paso que el hombre de bien, por el contrario, no encontrará por doquiera más que miradas amigas y benévolas.
En la tierra, no hay mayor tormento para el malvado que la presencia de sus víctimas, y por esto la evita sin cesar. ¿Qué no ha de ser, pues, cuando, disipada la ilusión de las pasiones, comprenda el mal que ha hecho, vea descubiertos sus más secretos actos, desenmascarada su hipocresía y no puede evitar ese espectáculo? Al paso que el alma del hombre perverso es presa de la vergüenza, del pesar y del remordimiento, la del lusto goza de perfecta serenidad.
978. El recuerdo de las faltas que el alma haya podido cometer, cuando era imperfecta, ¿no perturba su dicha aun después que se ha purificado?
«No, porque ha redimido sus faltas y salido victoriosa de las pruebas a que con este fin se había sometido».
«No, porque ha redimido sus faltas y salido victoriosa de las pruebas a que con este fin se había sometido».
979. Las pruebas que aún se han de sufrir para terminar la purificación, ¿no son para el alma una amenaza terrible que perturba su dicha?
«Para el alma impura aún, sí, y por esto no puede disfrutar de un a dicha perfecta; pero para la que está ya elevada, la idea de las pruebas que le restan por sufrir nada tiene de penoso».
El alma que ha llegado ya a cierto grado de pureza participa ya de la dicha; penétrala un entimiento de dulce satisfacción; es feliz por todo lo que ve y la rodea; descórrese para ella el velo de los misterios y de las maravillas de la creación, y las perfecciones divinas se le presentan en todo su esplendor.
«Para el alma impura aún, sí, y por esto no puede disfrutar de un a dicha perfecta; pero para la que está ya elevada, la idea de las pruebas que le restan por sufrir nada tiene de penoso».
El alma que ha llegado ya a cierto grado de pureza participa ya de la dicha; penétrala un entimiento de dulce satisfacción; es feliz por todo lo que ve y la rodea; descórrese para ella el velo de los misterios y de las maravillas de la creación, y las perfecciones divinas se le presentan en todo su esplendor.
980. El lazo simpático que une a los espíritus de un mismo orden, ¿es para ellos origen de felicidad?
«La unión de los espíritus que simpatizan para el bien es para ellos uno de los mayores goces; porque no temen ver perturbada esa unión por el egoísmo. Forman, en el mundo completamente espiritual, familias de un mismo sentimiento, y en esto es en lo que consiste la dicha espiritual, como en vuestro mundo os agrupáis por categorías, y disfrutáis de cierto placer cuando os veis reunidos. El afecto puro y sincero que experimentan y de que son objeto es origen de felicidad, porque no hay en ella amigos falsos e hipócritas».
El hombre disfruta de las primicias de esa dicha en la tierra cuando encuentra almas con las cuales puede confundirse en pura y santa unión. En una vida más purificada semejante dicha será inefable e ilimitada, porque no encontrará más que almas simpáticas, a quienes no enfriará el egoísmo: porque todo es amor en la naturaleza, y quien lo mata es el egoísmo.
«La unión de los espíritus que simpatizan para el bien es para ellos uno de los mayores goces; porque no temen ver perturbada esa unión por el egoísmo. Forman, en el mundo completamente espiritual, familias de un mismo sentimiento, y en esto es en lo que consiste la dicha espiritual, como en vuestro mundo os agrupáis por categorías, y disfrutáis de cierto placer cuando os veis reunidos. El afecto puro y sincero que experimentan y de que son objeto es origen de felicidad, porque no hay en ella amigos falsos e hipócritas».
El hombre disfruta de las primicias de esa dicha en la tierra cuando encuentra almas con las cuales puede confundirse en pura y santa unión. En una vida más purificada semejante dicha será inefable e ilimitada, porque no encontrará más que almas simpáticas, a quienes no enfriará el egoísmo: porque todo es amor en la naturaleza, y quien lo mata es el egoísmo.
981. ¿Hay, en el estado futuro del espíritu, alguna diferencia entre el que, durante la vida, temía la muerte, y el que la ve con indiferencia, y hasta con alegría?
«La diferencia puede ser muy grande; pero desaparece, obstante, ante las causas que engendran ese temor o ese deseo. Ya se la tema, ya se la desee, puede uno ser movido a ello por muy diversos sentimientos, y éstos son los que influyen en el estado del espíritu. Es evidente, por ejemplo, que en el que desea la muerte sólo porque en ella ve el término de sus tribulaciones, es ese deseo una especie de murmuración contra la Providencia y contra las pruebas que ha de sufrir».
«La diferencia puede ser muy grande; pero desaparece, obstante, ante las causas que engendran ese temor o ese deseo. Ya se la tema, ya se la desee, puede uno ser movido a ello por muy diversos sentimientos, y éstos son los que influyen en el estado del espíritu. Es evidente, por ejemplo, que en el que desea la muerte sólo porque en ella ve el término de sus tribulaciones, es ese deseo una especie de murmuración contra la Providencia y contra las pruebas que ha de sufrir».
982. ¿Es preciso hacer profesión de espiritismo y de creer en las manifestaciones, para asegurar nuestra suerte en la vida futura?
«Si así fuese, seguiríase que todos los que en él no creen, o que no han estado en disposición de ilustrarse sobre el particular, estarían desheredados, lo que es absurdo. El bien es lo que asegura la suerte venidera, y el bien es siempre bien, cualquiera que sea el camino que a él conduzca». (165-799)
«Si así fuese, seguiríase que todos los que en él no creen, o que no han estado en disposición de ilustrarse sobre el particular, estarían desheredados, lo que es absurdo. El bien es lo que asegura la suerte venidera, y el bien es siempre bien, cualquiera que sea el camino que a él conduzca». (165-799)
La creencia en el espiritismo ayuda a mejorarnos fijando las ideas sobre ciertos puntos del porvenir; apresura el progreso de los individuos y de las masas, porque nos permite hacernos cargo de lo que algún día seremos, es un punto de apoyo, una luz que nos guía. El espiritismo enseña a soportar las pruebas con paciencia y resignación; aparta de los hechos que pueden retardar la dicha futura, y así es como a ésta contríbuye; pero no hay que decir que sin él no pueda conseguirse aquélla.
PENAS TEMPORALES
983. El espíritu que expía sus faltas en una nueva existencia, ¿no experimenta sufrimientos materiales, y si esto es así, es exacto decir que después de la muerte, sólo sufrimientos morales experimenta el alma?
«Es cierto que, cuando el alma está reencarnada, son un sufrimiento para ella las tribulaciones de la vida; pero sólo el cuerpo sufre materialmente.
»Con frecuencia decís del que ha muerto que ya no sufre, y esto no siempre es cierto. Como espíritu, no experimenta dolores físicos; pero, según las faltas que haya cometido, puede sentir dolores morales más agudos, y en una nueva existencia puede ser más desgraciado aún. El mal rico pedirá limosna, siendo presa de todas las humillaciones, y el que abusa de su autoridad y trata a sus subordinados con desprecio y dureza, se verá obligado a obedecer a un amo más duro aún que lo fue él. Todas las penas y tribulaciones de la vida son expiación de faltas de otra existencia, cuando no son consecuencia de las de la actual. Cuando dejéis este mundo lo comprenderéis. (273,393, 399)
»EI hombre que se cree feliz en la tierra, porque puede satisfacer sus pásiones, es el que menos esfuerzos hace para mejorarse. A menudo expía desde esta vida esa dicha efímera, pero indudablemente la expiará en otra existencia de todo punto material».
«Es cierto que, cuando el alma está reencarnada, son un sufrimiento para ella las tribulaciones de la vida; pero sólo el cuerpo sufre materialmente.
»Con frecuencia decís del que ha muerto que ya no sufre, y esto no siempre es cierto. Como espíritu, no experimenta dolores físicos; pero, según las faltas que haya cometido, puede sentir dolores morales más agudos, y en una nueva existencia puede ser más desgraciado aún. El mal rico pedirá limosna, siendo presa de todas las humillaciones, y el que abusa de su autoridad y trata a sus subordinados con desprecio y dureza, se verá obligado a obedecer a un amo más duro aún que lo fue él. Todas las penas y tribulaciones de la vida son expiación de faltas de otra existencia, cuando no son consecuencia de las de la actual. Cuando dejéis este mundo lo comprenderéis. (273,393, 399)
»EI hombre que se cree feliz en la tierra, porque puede satisfacer sus pásiones, es el que menos esfuerzos hace para mejorarse. A menudo expía desde esta vida esa dicha efímera, pero indudablemente la expiará en otra existencia de todo punto material».
984. Las vicisitudes de la vida, ¿son siempre castigo de faltas actuales?
«No; ya hemos dicho que son pruebas impuestas por Dios, o escogidas por vosotros mismos en estado de espíritu y antes de vuestra encarnación, para expiar las faltas cometidas en otra existencia; porque nunca las infracciones a las leyes de Dios; y sobre todo a la ley de justicia, quedan impunes. Si no es en esta vida necesariamente será en otra y por esta razón el que para vosotros es justo es a menudo castigado por su pasado». (393)
«No; ya hemos dicho que son pruebas impuestas por Dios, o escogidas por vosotros mismos en estado de espíritu y antes de vuestra encarnación, para expiar las faltas cometidas en otra existencia; porque nunca las infracciones a las leyes de Dios; y sobre todo a la ley de justicia, quedan impunes. Si no es en esta vida necesariamente será en otra y por esta razón el que para vosotros es justo es a menudo castigado por su pasado». (393)
985. La reencarnación del alma en un mundo menos grosero, ¿es una recompensa?
«Es consecuencia de su purificación; porque, a medida que los espíritus se depuran, se reencarnan en mundos más y más perfectos, hasta que se hayan desprendido de toda clase de materia y lavado de todas sus manchas, para gozar eternamente de la felicidad de los espíritus puros en el seno de Dios».
En los mundos en que es menos material la existencia, las necesidades son menos groseras y menos vivos todos los sufrimientos fisicos. Los hombres no sienten las malas pasiopes que, en los mundos inferiores, siembran la enemistad entre ellos. Careciendo de motivo de odio y celos, viven pacíficamente; porque practican la ley de justicia, de amor y de caridad; y no sienten los disgustos y cuidados que engendran la envidia, el orgullo y el egoísmo, y que atormentan nuestra existencia terrestre. (172-182)
«Es consecuencia de su purificación; porque, a medida que los espíritus se depuran, se reencarnan en mundos más y más perfectos, hasta que se hayan desprendido de toda clase de materia y lavado de todas sus manchas, para gozar eternamente de la felicidad de los espíritus puros en el seno de Dios».
En los mundos en que es menos material la existencia, las necesidades son menos groseras y menos vivos todos los sufrimientos fisicos. Los hombres no sienten las malas pasiopes que, en los mundos inferiores, siembran la enemistad entre ellos. Careciendo de motivo de odio y celos, viven pacíficamente; porque practican la ley de justicia, de amor y de caridad; y no sienten los disgustos y cuidados que engendran la envidia, el orgullo y el egoísmo, y que atormentan nuestra existencia terrestre. (172-182)
986. El espíritu que ha progresado en su existencia terrestre, ¿puede reencarnarse en el mismo mundo?
«Sí, si no ha podido cumplir su misión, y él mismo puede pedir terminarla en una nueva existencia pero entonces no es una expiación». (173)
«Sí, si no ha podido cumplir su misión, y él mismo puede pedir terminarla en una nueva existencia pero entonces no es una expiación». (173)
987. ¿Qué se hace del hombre que, sin hacer mal no hace, empero, nada para sacudir el yugo de la materia?
«Puesto que ningún paso da hacia la perfección, debe empezar una existencia de la clase de la que ha terminado; permanece estacionario, y he aquí cómo puede prolongar los sufrimientos de la expiación».
988. Hay personas cuya vida corre en completa calma y que, no teniendo que hacer nada por si mismas están libres de cuidados. Esa existencia feliz, ¿prueba que nada tienen que expiar de otra anterior?
«¿Conoces muchos de esos? Si lo crees, te engañas, pues sólo aparente es con frecuencia la calma. Pueden haber escogido semejante existencia; pero cuando la terminan, se aperciben de que no les ha servido para progresar, y entonces, como el perezoso, sienten el tiempo que han perdido. Sabed que sólo por medio del trabajo puede el espíritu adquirir conocimientos y elevarse; si se duerme en la incuria, no progresa. Aseméjase a aquel que necesita trabajar (según vuestras costumbres), y que se pone a pasear o se acuesta con la intención de no hacer nada.
Sabed también que cada uno habrá de dar cuenta de la inutilidad voluntaria de su existencia. Esa inutilidad es siempre fatal para la dicha venidera. La suma de ésta, está en razón de la suma del bien que se ha hecho, y la del mal está en razón del mal y de las desgracias causadas».
«¿Conoces muchos de esos? Si lo crees, te engañas, pues sólo aparente es con frecuencia la calma. Pueden haber escogido semejante existencia; pero cuando la terminan, se aperciben de que no les ha servido para progresar, y entonces, como el perezoso, sienten el tiempo que han perdido. Sabed que sólo por medio del trabajo puede el espíritu adquirir conocimientos y elevarse; si se duerme en la incuria, no progresa. Aseméjase a aquel que necesita trabajar (según vuestras costumbres), y que se pone a pasear o se acuesta con la intención de no hacer nada.
Sabed también que cada uno habrá de dar cuenta de la inutilidad voluntaria de su existencia. Esa inutilidad es siempre fatal para la dicha venidera. La suma de ésta, está en razón de la suma del bien que se ha hecho, y la del mal está en razón del mal y de las desgracias causadas».
989. Hay gentes que sin ser positivamente malas, hacen desgraciados a todos los que las rodean, por su carácter. ¿Qué les resultará de ello?
«Ciertamente que esas gentes no son buenas, y expiarán con el espectáculo de aquellos a quienes han hecho desgraciados, lo que será para ellos un reproche. En otra existencia además sufrirán lo que han hecho sufrir».
«Ciertamente que esas gentes no son buenas, y expiarán con el espectáculo de aquellos a quienes han hecho desgraciados, lo que será para ellos un reproche. En otra existencia además sufrirán lo que han hecho sufrir».
EXPIACIÓN Y ARREPENTIMIENTO
990. ¿Tiene lugar el arrepentimiento en estado corporal o espiritual?
«En estado espiritual, pero puede también tener lugar en el corporal cuando comprendáis bien la diferencia entre el bien y el mal».
«En estado espiritual, pero puede también tener lugar en el corporal cuando comprendáis bien la diferencia entre el bien y el mal».
991. ¿Qué consecuencia produce el arrepentimiento en estado espiritual?
«El deseo de una nueva encarnación para purificarse. El espíritu comprende las imperfecciones que le privan de ser feliz, y por esto aspira a una nueva existencia en que podrá expiar sus faltas». «332-975.)
«El deseo de una nueva encarnación para purificarse. El espíritu comprende las imperfecciones que le privan de ser feliz, y por esto aspira a una nueva existencia en que podrá expiar sus faltas». «332-975.)
992. ¿Qué consecuencia produce el arrepentimiento en estado corporal?
«Progresar desde la vida presente, si hay tiempo de reparar las faltas. Cuando la conciencia acusa y señala una imperfección, puede uno siempre mejorarse».
«Progresar desde la vida presente, si hay tiempo de reparar las faltas. Cuando la conciencia acusa y señala una imperfección, puede uno siempre mejorarse».
993. ¿No hay hombres que sólo tienen el instinto del mal y son inaccesibles al arrepentimiento?
«Te he dicho que se ha de progresar incesantemente. El que, en esta vida, sólo tiene el instinto del mal, tendrá el del bien en otra, y por esto renace muchas veces; porque es preciso que todos progresen y alcancen el objeto, los unos en más tiempo, los otros en menos, según su deseo. El que sólo tiene el instinto del bien está ya purificado, porque ha podido tener el del mal en una existencia anterior. (894)
«Te he dicho que se ha de progresar incesantemente. El que, en esta vida, sólo tiene el instinto del mal, tendrá el del bien en otra, y por esto renace muchas veces; porque es preciso que todos progresen y alcancen el objeto, los unos en más tiempo, los otros en menos, según su deseo. El que sólo tiene el instinto del bien está ya purificado, porque ha podido tener el del mal en una existencia anterior. (894)
994. El hombre perverso que no ha reconocido sus faltas durante la vida, ¿las reconoce siempre después de la muerte?
«Si, las reconoce siempre. y entonces sufre más, pues siente todo el mal que ha hecho o del que ha sido causa voluntaria. El arrepentimiento, sin embargo, no siempre es inmediato, hay espíritus que se obstinan en el mal camino a pesar de sus sufrimientos, pero tarde o temprano reconocerán el falso camino en que se han internado, y vendrá el arrepentimiento. Para iluminarlos trabajan los espíritus buenos, y con igual fin podéis trabajar vosotros».
«Si, las reconoce siempre. y entonces sufre más, pues siente todo el mal que ha hecho o del que ha sido causa voluntaria. El arrepentimiento, sin embargo, no siempre es inmediato, hay espíritus que se obstinan en el mal camino a pesar de sus sufrimientos, pero tarde o temprano reconocerán el falso camino en que se han internado, y vendrá el arrepentimiento. Para iluminarlos trabajan los espíritus buenos, y con igual fin podéis trabajar vosotros».
995. ¿Hay espintus que, sin ser malos, son indiferentes respecto de su suerte?
«Hay espíritus que en nada útil se ocupan, están a la expectativa; pero, en tal caso, sufren proporcionalmente, y como en todo debe haber progreso, éste se manifiesta por medio del dolor».
-¿No sienten deseos de abreviar sus sufrimientos?
«Sin duda lo sienten; pero no tienen bastante energía para querer lo que podría aliviarles. ¿Cuántos hay entre vosotros que prefieren morirse de hambre a trabajar?»
«Hay espíritus que en nada útil se ocupan, están a la expectativa; pero, en tal caso, sufren proporcionalmente, y como en todo debe haber progreso, éste se manifiesta por medio del dolor».
-¿No sienten deseos de abreviar sus sufrimientos?
«Sin duda lo sienten; pero no tienen bastante energía para querer lo que podría aliviarles. ¿Cuántos hay entre vosotros que prefieren morirse de hambre a trabajar?»
996. Puesto que los espíritus ven el mal que les sobrevienen de sus imperfecciones, ¿a qué se debe que los haya que agravan su posición y prolongan su estado de inferioridad, haciendo el mal como espíritus, alejando a los hombres del buen camino?
«Los que así obran son aquellos cuyo arrepentimiento es tardío. El espíritu que se arrepiente puede en seguida dejarse arrastrar nuevamente al camino del mal por otros espíritus más atrasados aún». (971)
«Los que así obran son aquellos cuyo arrepentimiento es tardío. El espíritu que se arrepiente puede en seguida dejarse arrastrar nuevamente al camino del mal por otros espíritus más atrasados aún». (971)
997. Se ven espíritus de notoria inferioridad accesibles a los buenos sentimientos y conmoverse con las oraciones que por ellos se hacen. ¿A qué se debe que otros espíritus, a quienes debiera creerse más ilustrados, demuestran un endurecimiento y un cinismo del que nada puede triunfar?
«La oración sólo produce efecto en favor del espíritu que se arrepiente; el que, arrastrado por el orgullo, se subleva contra Dios, y persiste en sus extravíos, exagerándolos aún, como hacen los espíritus desgraciados, no siente efecto alguno de la oración, ni lo sentirá hasta que se manifieste en él la luz del arrepentimiento». (664)
«La oración sólo produce efecto en favor del espíritu que se arrepiente; el que, arrastrado por el orgullo, se subleva contra Dios, y persiste en sus extravíos, exagerándolos aún, como hacen los espíritus desgraciados, no siente efecto alguno de la oración, ni lo sentirá hasta que se manifieste en él la luz del arrepentimiento». (664)
No debe perderse de vista que el espíritu, después de la muerte del cuerpo, no se transforma súbitamente; si su vida ha sido reprensible, débese a que era imperfecto, y la muerte no le hace inmediatamente perfecto. Puede persistir en sus errores, en sus opiniones falsas, en sus preocupaciones, hasta que el estudio, la reflexión y el sufrimiento le ilustren.
998. ¿Se verifica la expiación en estado corporal o en estado de espíritu?
«La expiación se verifica en estado corporal, por medio de las pruebas a que se somete el espíritu, y en la vida espiritual por medio de los sufrimientos morales inherentes al estado de inferioridad del espíritu».
«La expiación se verifica en estado corporal, por medio de las pruebas a que se somete el espíritu, y en la vida espiritual por medio de los sufrimientos morales inherentes al estado de inferioridad del espíritu».
999. El arrepentimiento sincero durante la vida, ¿basta a borrar las faltas y a que Dios nos perdone?
«El arrepentimiento favorece el mejoramiento del espíritu, pero ha de expiarse el pasado».
-Si, según esto, dijese un criminal que, puesto que debe en todo caso expiar su pasado, no tiene necesidad de arrepentirse, ¿qué le sucedería?
«Si se obstina en malos pensamientos, su expiación será más larga y penosa».
«El arrepentimiento favorece el mejoramiento del espíritu, pero ha de expiarse el pasado».
-Si, según esto, dijese un criminal que, puesto que debe en todo caso expiar su pasado, no tiene necesidad de arrepentirse, ¿qué le sucedería?
«Si se obstina en malos pensamientos, su expiación será más larga y penosa».
1000. ¿Podemos redimir nuestras faltas en esta vida?
«Sí, reparándolas; pero no creáis redimirías con algunas pueriles privaciones, o haciendo donaciones para después de vuestra muerte, cuando ya no necesitáis lo que dais. Dios no hace caso alguno del arrepentimiento estéril, fácil siempre y que no cuesta otro trabajo que golpearse el pecho. La pérdida de un dedo haciendo un servicio, borra más faltas que llevar el cilicio durante años enteros, sin más objeto que la propia conveniencia. (726)
»Sólo con el bien se repara el mal, y ningún mérito tiene la reparación, si no afecta al hombre, ni en su orgullo ni en sus intereses materiales.
»¿De qué le sirve, para su justificación, restituir después de su muerte, los bienes mal adquiridos, cuando vienen a serle inútiles y cuando de ellos se ha aprovechado?
»¿De qué le sirven la privación de algunos goces fútiles y de algunas superfluidades, si queda en pie el daño que ha causado?
»¿De qué le sirve, en fin, humillarse ante Dios, si conserva su orgullo para con los hombres?» (720-821)
«Sí, reparándolas; pero no creáis redimirías con algunas pueriles privaciones, o haciendo donaciones para después de vuestra muerte, cuando ya no necesitáis lo que dais. Dios no hace caso alguno del arrepentimiento estéril, fácil siempre y que no cuesta otro trabajo que golpearse el pecho. La pérdida de un dedo haciendo un servicio, borra más faltas que llevar el cilicio durante años enteros, sin más objeto que la propia conveniencia. (726)
»Sólo con el bien se repara el mal, y ningún mérito tiene la reparación, si no afecta al hombre, ni en su orgullo ni en sus intereses materiales.
»¿De qué le sirve, para su justificación, restituir después de su muerte, los bienes mal adquiridos, cuando vienen a serle inútiles y cuando de ellos se ha aprovechado?
»¿De qué le sirven la privación de algunos goces fútiles y de algunas superfluidades, si queda en pie el daño que ha causado?
»¿De qué le sirve, en fin, humillarse ante Dios, si conserva su orgullo para con los hombres?» (720-821)
1001. ¿No tiene ningún mérito asegurar, para después de la muerte, un empleo útil a los bienes que se poseen?
«Ningún mérito no es la palabra, pues siempre vale más algo que nada; pero está el mal en que el que da para después de su muerte, es a menudo más egoísta que generoso; quiere disfrutar del honor del bien, sin haberse tomado ningún trabajo. El que se priva, viviendo aún, tiene doble provecho: el mérito del sacrificio, y el placer de ver aquellos a quienes hace felices. Pero el egoismo dice: Lo que das te lo quitas a tus goces, y como aquél grita más que el desinterés y la caridad, el hombre conserva sus bienes, con el pretexto de sus necesidades y de las exigencias de su posición. ¡Ah, compadeced al que no conoce el placer de dar, pues está desheredado de uno de los más puros y suaves goces! Dios, sometiéndole a la prueba de la fortuna, tan resbaladiza y peligrosa para su porvenir, ha querido darle como compensación la dicha de la generosidad de la cual puede disfrutar desde la tierra». (814)
«Ningún mérito no es la palabra, pues siempre vale más algo que nada; pero está el mal en que el que da para después de su muerte, es a menudo más egoísta que generoso; quiere disfrutar del honor del bien, sin haberse tomado ningún trabajo. El que se priva, viviendo aún, tiene doble provecho: el mérito del sacrificio, y el placer de ver aquellos a quienes hace felices. Pero el egoismo dice: Lo que das te lo quitas a tus goces, y como aquél grita más que el desinterés y la caridad, el hombre conserva sus bienes, con el pretexto de sus necesidades y de las exigencias de su posición. ¡Ah, compadeced al que no conoce el placer de dar, pues está desheredado de uno de los más puros y suaves goces! Dios, sometiéndole a la prueba de la fortuna, tan resbaladiza y peligrosa para su porvenir, ha querido darle como compensación la dicha de la generosidad de la cual puede disfrutar desde la tierra». (814)
1002. ¿Qué debe hacer el que, en artículo de muerte, reconoce sus faltas, y no tiene tiempo de repararlas? ¿Basta el arrepentimiento en este caso?
«El arrepentimiento apresura su rehabilitación, pero no le absuelve. ¿Acaso no tiene ante si el porvenir que nunca le es negado?»
«El arrepentimiento apresura su rehabilitación, pero no le absuelve. ¿Acaso no tiene ante si el porvenir que nunca le es negado?»
DURACIÓN DE LAS PENAS FUTURAS
1003. La duración de los sufrimientos del culpable en la vida futura, ¿es arbitraria o está subordinada a alguna ley?
«Dios no obra nunca por capricho, y todo el universo está regido por leyes en que se revelan su sabiduría y su bondad».
«Dios no obra nunca por capricho, y todo el universo está regido por leyes en que se revelan su sabiduría y su bondad».
1004. ¿En qué se basa la duración de los sufrimientos del culpable?
«En el tiempo necesario para su mejoramiento. Siendo el estado de sufrimiento o de felicidad proporcional al grado de purificación del espíritu, la duración y naturaleza de sus sufrimientos dependen del tiempo que emplea en mejorarse. A medida que progresa y que se purifican sus sentimientos, disminuyen sus sufrimientos y cambian de naturaleza. SAN LUIS».
«En el tiempo necesario para su mejoramiento. Siendo el estado de sufrimiento o de felicidad proporcional al grado de purificación del espíritu, la duración y naturaleza de sus sufrimientos dependen del tiempo que emplea en mejorarse. A medida que progresa y que se purifican sus sentimientos, disminuyen sus sufrimientos y cambian de naturaleza. SAN LUIS».
1005. Al espíritu que sufre, ¿le parece el tiempo tan largo o menos que si cuando vivía en la tierra?
«Antes le parece más largo; para él no existe sueño. Sólo para los espíritus que han llegado a cierto grado de purificación se borra, por decirlo así, el tiempo ante el infinito». (240)
«Antes le parece más largo; para él no existe sueño. Sólo para los espíritus que han llegado a cierto grado de purificación se borra, por decirlo así, el tiempo ante el infinito». (240)
1006. ¿Puede ser eterna la duración de los sufrimientos del espíritu?
«Sin duda, si fuese eternamente malo; es decir, que, si nunca hubiese de arrepentirse y mejorarse, sufriría eternamente; pero Dios no ha creado seres para que se consagren a perpetuo mal. Creólos únicamente sencillos e ignorantes, y todos deben progresar en un tiempo más o menos largo, según su voluntad. Ésta puede ser más o menos tardía, como hay niños más o menos precoces, pero tarde o temprano se despierta por la irresistible necesidad que experimenta el espíritu de salir de su inferioridad, y de ser feliz. La ley que rige la duración de las penas es, pues, eminentemente sabia y benévola, puesto que subordina esta duración a los esfuerzos del espíritu. Jamás le priva de su libre albedrío, y si hace mal uso de él sufre las consecuencias. SAN LUIS».
«Sin duda, si fuese eternamente malo; es decir, que, si nunca hubiese de arrepentirse y mejorarse, sufriría eternamente; pero Dios no ha creado seres para que se consagren a perpetuo mal. Creólos únicamente sencillos e ignorantes, y todos deben progresar en un tiempo más o menos largo, según su voluntad. Ésta puede ser más o menos tardía, como hay niños más o menos precoces, pero tarde o temprano se despierta por la irresistible necesidad que experimenta el espíritu de salir de su inferioridad, y de ser feliz. La ley que rige la duración de las penas es, pues, eminentemente sabia y benévola, puesto que subordina esta duración a los esfuerzos del espíritu. Jamás le priva de su libre albedrío, y si hace mal uso de él sufre las consecuencias. SAN LUIS».
1007. ¿Hay espíritus que nunca se arrepienten?
«Los hay cuyo arrepentimiento es muy tardío, pero pretender que nunca mejorarán, equivaldría a negar la ley del progreso, y a decir que el niño no llegará a ser adulto. SAN LUIS».
«Los hay cuyo arrepentimiento es muy tardío, pero pretender que nunca mejorarán, equivaldría a negar la ley del progreso, y a decir que el niño no llegará a ser adulto. SAN LUIS».
1008. La duración de las penas, ¿depende siempre de la voluntad del espíritu, y no las hay que le son impuestas por determinado tiempo?
«Sí, pueden serle impuesta penas por algún tiempo; pero Dios, que sólo quiere el bien de sus criaturas, acoge siempre el arrepentimiento, y nunca es estéril el deseo de mejorarse. SAN LUIS».
«Sí, pueden serle impuesta penas por algún tiempo; pero Dios, que sólo quiere el bien de sus criaturas, acoge siempre el arrepentimiento, y nunca es estéril el deseo de mejorarse. SAN LUIS».
1009. Según esto, ¿nunca serán eternas las penas impuestas?
«Interrogad a vuestro sentido común, a vuestra razón, y preguntaos si no sería la negación de la bondad de Dios, una condenación perpetua por algunos momentos de error. ¿Qué es, en efecto, la duración de la vida, más que fuese de cien años, comparada con la eternidad? ¡Eternidad! ¿Comprendéis bien esta palabra? ¡Sufrimientos, torturas sin fin y sin esperanza, por algunas faltas! ¿No rechaza vuestro juicio semejante pensamiento? Que los antiguos vieran en el señor del universo un Dios terrible, celoso y vengativo, se comprende. En su ignorancia, atribuyeron a la divinidad las pasiones de los hombres; pero no es ese el Dios de los cristianos, que coloca el amor, la caridad, la misericordia y el olvido de las ofensas, en el número de las principales virtudes. ¿Y podría carecer él de las cualidades que ha constituido sus deberes? ¿No es contradictorio atribuirle la bondad infinita y la infinita venganza? Decís que ante todo es justo, y que el hombre no comprende su justicia; pero ésta no excluye la bondad, y no sería bueno, si condenase a penas horribles, perpetuas, al mayor número de sus criaturas. ¿Pudiera haber impuesto a sus hijos la justicia como una obligación, si no les hubiese dado medios para comprenderla? Por otra parte, el hacer depender la duración de las penas de los esfuerzos del culpable para mejorarse, ¿no es la sublimidad de la justicia unida a la bondad? En esto consiste la verdad de las palabras siguientes: "A cada uno según sus obras". SAN AGUSTÍN».
«Dedicaos, por todos los medios que estén a vuestro alcance, a combatir, a anonadar la idea de las penas eternas, pensamiento blasfematorio de la justicia y de la bondad de Dios, origen más fecundo que otro alguno de la incredulidad, del materialismo y de la indiferencia que han invadido a las masas, desde que su inteligencia ha empezado a desarrollarse. El espíritu, próximo a ilustrarse, aunque sólo estuviese desbrozado, advierte muy pronto esa monstruosa injusticia; su razón la rechaza, y rara vez entonces deja de comprender en el mismo ostracismo a la pena, que le subleva, y al Dios, a quien la atribuye. De aquí los males sinnúmero que han descargado sobre vosotros, y para los cuales venimos a traeros remedio. La tarea que os indicamos os será tanto más fácil, en cuanto las autoridades en que se apoyan los defensores de semejante creencia, han rehuido todas, su declaración formal sobre el particular. Ni los concilios, ni los padres de la Iglesia han decidido esta cuestión. Si, según los mismos evangelistas, y tomando literalmente las palabras emblemáticas de Cristo, amenaza éste a los culpables con un fuego inextinguible, eterno, nada hay en esas palabras que pruebe que los haya condenado eternamente.
»Pobres ovejas descarriadas, aprended a ver cómo llega a vosotros el buen Pastor que, lejos de querer desterraros para siempre de su presencia, sale a vuestro encuentro para volveros a llevar al redil. Hijos pródigos, abandonad vuestro destierro voluntario, encaminad vuestros pasos a la morada paterna. El padre os tiende siempre los brazos y siempre está dispuesto a celebrar vuestro regreso a la familia. LAMENNAIS».
«¡Cuestiones de palabra! ¡Cuestiones de palabra! ¿Aún no habéis hecho derramar bastante sangre? ¿Es, pues, necesario volver a encender las hogueras? Se discute sobre las palabras: eternidad de las penas, eternidad de los castigos. ¿Y acaso no sabéis que lo que vosotros entendéis por eternidad no era entendido del mismo modo por los antiguos? Que consulten los teólogos los orígenes, y como todos vosotros, descubrirán que el texto hebreo no daba el mismo significado a la palabra que los griegos, los latinos y los modernos han traducido por penas sin fin, irremisibles. La eternidad de los castigos corresponde a la eternidad del mal. Sí, mientras el mal exista entre los hombres, subsistirán los castigos. Importa interpretar en sentido relativo los textos sagrados, no en sentido absoluto. Que llegue un día en que todos los hombres vistan, por medio del arrepentimiento, la toga de la inocencia, y ese día concluirán los gemidos y el rechinar de dientes. Cierto que vuestra razón es limitada, pero tal como es, es un regalo de Dios, y con ayuda de esa razón, no hay un solo hombre de buena voluntad que comprenda de otra manera la eternidad de los castigos. ¡Eternidad de los castigos! Sería, pues, preciso admitir que el mal será eterno, pues, de no ser así, necesario sería negarle el más precioso de sus atributos: el poder soberano; porque aquél no es soberanamente poderoso que puede crear un elemento destructor de sus obras. ¡Humanidad! ¡Humanidad! No fijes tus tristes miradas en las profundidades de la tierra para hallar castigos en ellas. Llora, espera, expía, y refúgiate en la idea de un Dios íntimamente bueno, poderoso en absoluto y esencialmente justo. PLATÓN».
«Gravitar hacia la unidad divina, he aquí el objeto de la humanidad. Tres cosas son necesarias para lograrlo: la justicia, el amor y la ciencia; tres le son opuestas y contrarías: la ignorancia, el odio y la injusticia. Pues bien, en verdad os digo que faltáis a aquellos tres principios, comprometiendo la idea de Dios con la exageración de su severidad; la comprometéis doblemete, dejando penetrar en el espíritu de la criatura la creencia de que existe en ella más clemencia, mansedumbre, amor y verdadera justicia que no atribuís al ser infinito, y destruís la idea del infierno, haciéndolo ridículo e inadmisible a vuestras creencias, como lo es a vuestros corazones el horrible espectáculo de los verdugos, hogueras y tormentos de la Edad Media. ¡Pues qué! Cuando la era de las ciegas represalias ha sido desterrada para siempre de las legislaciones humanas, ¿esperáis conservarla en el ideal? ¡Oh! Creedme, hermanos en Dios y en Jesucristo, creedme; o resignaos a ver perecer en vuestras manos todos los dogmas, antes que dejarlos variar, o bien vivificadlos, abriéndolos a los bienhechores efluvios que en estos momentos derraman los buenos. La idea del infierno con sus hornos ardientes y bullidoras calderas, puede ser tolerada, es decir perdonable en un siglo de hierro; pero en el actual no es más que un fantasma que sólo sirve para espantar a los niños, y en el que no creen éstos cuando llegan a hombres. Insistiendo en esa horrorosa mitología, engendráis la incredulidad madre de toda desorganización social; porque temo ver todo un orden social conmovido y hundido por falta de sanción penal. Hombres de fe ardiente y viva vanguardia del día de luz, a la obra, pues, no para mantener vetustas y ya desacreditadas fábulas, sino para reanimar y vivificar la verdadera sanción penal, bajo formas apropiadas a vuestras costumbres, a vuestros sentimientos y a las luces de vuestra época.
»¿Quién es, en efecto, culpable? El que por un extravío, por un movimiento falso del alma, se separa del objeto de la creación, que consiste en el culto armonioso de lo bello y de lo bueno, idealizado por el arquetipo humano, por el Hombre-Dios, por Jesucristo.
»¿Qué es el castigo? La consecuencia natural que deriva de aquel movimiento falso; una suma de dolores necesarios para apartar al hombre de la deformidad, por medio de la experimentación del sufrimiento. El castigo es el aguijón que excita al alma, por medio de la amargura, a reconcentrarse en si misma y a volver a los dominios del bien. El castigo no tiene más objeto que la rehabilitación, la emancipación. Querer que el castigo de una falta no eterna, sea eterno, equivale a negarle toda su razón de ser.
»¡Oh! En verdad os lo digo, cesad, cesad de poner en parangón, respecto de su eternidad, al bien, esencia del Creador, con el mal, esencia de la criatura. Esto equivale a crear una penalidad injustificable. Asegurad, por el contrario, la amortización gradual de los castigos y penas por medio de las transmigraciones, y consagraréis con la razón unida al sentimiento, la unidad divina. PABLO, APÓSTOL».
Se quiere excitar al hombre al bien, y alejarle del mal con el incentivo de las recompensas y el temor de los castigos; pero si éstos se pintan de modo que la razón se niegue a creerlos, no tendrán en aquél ninguna influencia, y lejos de conseguir su objeto, harán que el hombre lo rechace todo, la forma y el fondo. Preséntese, por el contrario de una manera lógica, y no lo rechazará. El espiritismo ofrece esa explicación.
La doctrina de las penas eternas en absoluto convierte al Ser supremo en un Dios implacable. ¿Seria lógico decir de un soberano que es muy bueno, muy bienhechor, muy indulgente y que no quiere más que la dicha de los que le rodean; pero que es al mismo tiempo celoso, vengativo, inflexible en su rigor, y que condena a la última pena a las tres cuartas partes de sus súbditos por una ofensa o infracción a sus leyes, aun a aquellos que faltaron por no conocerlas? ¿No seria esta una contradicción? ¿Y será Dios menos bueno que un hombre?
También existe otra contradicción. Puesto que Dios lo sabe todo, sabia, al crear un alma, que pecaria, y por lo tanto ha sido condenada, desde su formación, a eterna desgracia. ¿Es posible esto? ¿Es racional? Con la doctrina de las penas relativas todo se justifica. Dios sabía indudablemente que el alma delinquiría, pero le da medios de ilustrarse por su propia experiencia, y por sus mismas faltas; es preciso que expíe sus errores para afirmarse más en el bien, pero la puerta de la esperanza no le es cerrada para siempre, y Dios hace depender el instante de su emancipación de los esfuerzos que hace para llegar a ella. Esto lo puede comprender todo el mundo, y lo puede admitir la más rigurosa lógica. Si bajo este aspecto hubiesen sido presentadas las penas futuras, habría menos escépticos.
La palabra eterno se emplea a menudo figuradamente en el lenguaje vulgar, para indicar una cosa de larga duración y cuyo término no se prevea, aunque se sepa perfectamente que ese término existe. Decimos, por ejemplo, los hielos eternos de las altas montailas, de los polos, aunque sabemos, por una párte, que el mundo físico puede tener un fin, y por otra, que el estado de esas regiones puede cambiar por la dislocación normal del eje o por un cataclismo. La palabra eterno en este caso, no quiere decir perpetuo hasta el infinito. Cuando sufrimos una larga enfermedad, decimos que nuestro mal es eterno. ¿Qué extraño, pues, que espíritus que sufren, hace ya años, siglos, hasta millares de aflos, digan otro tanto? No olvidemos sobre todo que, no permitiéndoles su inferioridad ver el término del camino, creen que han de sufrir siempre y que esto es un castigo para ellos.
Además, la doctrina del fuego material, de las hogueras y de los tormentos copiados del tártaro del paganismo, está hoy completamente abandonada por la alta teología, y sólo en las escuelas se dan como verdades positivas esos horribles cuadros alegóricos, por personas más celosas que ilustradas, en lo que proceden equivocadamente, porque, recuperadas de su terror aquellas jóvenes imaginaciones, podrán engrosar el número de los incrédulos. La teología reconoce hoy que la palabra fuego se emplea figuradamente y debe entenderse de un fuego moral (974)
Los que, como nosotros, han seguido las peripecias de la vida y sufrimientos de ultratumba, por medio de las comunicaciones espiritistas, han podido convencerse de que, aunque no son nada materiales, no dejan de ser menos agudos. Bajo el mismo punto de vista de su duración ciertos teólogos empiezan a admitirías en el sentido restrictivo más arriba expresado y creen que, en efecto, la palabra eterno puede entenderse de las penas en si mismas, como consecuencias de una ley inmutáble, y no de su aplicación a cada individuo. El día en que la religión admita esta interpretación, como otras que son también consecuencia del progreso de las luces, se atraerá muchas ovejas descarriadas.
«Interrogad a vuestro sentido común, a vuestra razón, y preguntaos si no sería la negación de la bondad de Dios, una condenación perpetua por algunos momentos de error. ¿Qué es, en efecto, la duración de la vida, más que fuese de cien años, comparada con la eternidad? ¡Eternidad! ¿Comprendéis bien esta palabra? ¡Sufrimientos, torturas sin fin y sin esperanza, por algunas faltas! ¿No rechaza vuestro juicio semejante pensamiento? Que los antiguos vieran en el señor del universo un Dios terrible, celoso y vengativo, se comprende. En su ignorancia, atribuyeron a la divinidad las pasiones de los hombres; pero no es ese el Dios de los cristianos, que coloca el amor, la caridad, la misericordia y el olvido de las ofensas, en el número de las principales virtudes. ¿Y podría carecer él de las cualidades que ha constituido sus deberes? ¿No es contradictorio atribuirle la bondad infinita y la infinita venganza? Decís que ante todo es justo, y que el hombre no comprende su justicia; pero ésta no excluye la bondad, y no sería bueno, si condenase a penas horribles, perpetuas, al mayor número de sus criaturas. ¿Pudiera haber impuesto a sus hijos la justicia como una obligación, si no les hubiese dado medios para comprenderla? Por otra parte, el hacer depender la duración de las penas de los esfuerzos del culpable para mejorarse, ¿no es la sublimidad de la justicia unida a la bondad? En esto consiste la verdad de las palabras siguientes: "A cada uno según sus obras". SAN AGUSTÍN».
«Dedicaos, por todos los medios que estén a vuestro alcance, a combatir, a anonadar la idea de las penas eternas, pensamiento blasfematorio de la justicia y de la bondad de Dios, origen más fecundo que otro alguno de la incredulidad, del materialismo y de la indiferencia que han invadido a las masas, desde que su inteligencia ha empezado a desarrollarse. El espíritu, próximo a ilustrarse, aunque sólo estuviese desbrozado, advierte muy pronto esa monstruosa injusticia; su razón la rechaza, y rara vez entonces deja de comprender en el mismo ostracismo a la pena, que le subleva, y al Dios, a quien la atribuye. De aquí los males sinnúmero que han descargado sobre vosotros, y para los cuales venimos a traeros remedio. La tarea que os indicamos os será tanto más fácil, en cuanto las autoridades en que se apoyan los defensores de semejante creencia, han rehuido todas, su declaración formal sobre el particular. Ni los concilios, ni los padres de la Iglesia han decidido esta cuestión. Si, según los mismos evangelistas, y tomando literalmente las palabras emblemáticas de Cristo, amenaza éste a los culpables con un fuego inextinguible, eterno, nada hay en esas palabras que pruebe que los haya condenado eternamente.
»Pobres ovejas descarriadas, aprended a ver cómo llega a vosotros el buen Pastor que, lejos de querer desterraros para siempre de su presencia, sale a vuestro encuentro para volveros a llevar al redil. Hijos pródigos, abandonad vuestro destierro voluntario, encaminad vuestros pasos a la morada paterna. El padre os tiende siempre los brazos y siempre está dispuesto a celebrar vuestro regreso a la familia. LAMENNAIS».
«¡Cuestiones de palabra! ¡Cuestiones de palabra! ¿Aún no habéis hecho derramar bastante sangre? ¿Es, pues, necesario volver a encender las hogueras? Se discute sobre las palabras: eternidad de las penas, eternidad de los castigos. ¿Y acaso no sabéis que lo que vosotros entendéis por eternidad no era entendido del mismo modo por los antiguos? Que consulten los teólogos los orígenes, y como todos vosotros, descubrirán que el texto hebreo no daba el mismo significado a la palabra que los griegos, los latinos y los modernos han traducido por penas sin fin, irremisibles. La eternidad de los castigos corresponde a la eternidad del mal. Sí, mientras el mal exista entre los hombres, subsistirán los castigos. Importa interpretar en sentido relativo los textos sagrados, no en sentido absoluto. Que llegue un día en que todos los hombres vistan, por medio del arrepentimiento, la toga de la inocencia, y ese día concluirán los gemidos y el rechinar de dientes. Cierto que vuestra razón es limitada, pero tal como es, es un regalo de Dios, y con ayuda de esa razón, no hay un solo hombre de buena voluntad que comprenda de otra manera la eternidad de los castigos. ¡Eternidad de los castigos! Sería, pues, preciso admitir que el mal será eterno, pues, de no ser así, necesario sería negarle el más precioso de sus atributos: el poder soberano; porque aquél no es soberanamente poderoso que puede crear un elemento destructor de sus obras. ¡Humanidad! ¡Humanidad! No fijes tus tristes miradas en las profundidades de la tierra para hallar castigos en ellas. Llora, espera, expía, y refúgiate en la idea de un Dios íntimamente bueno, poderoso en absoluto y esencialmente justo. PLATÓN».
«Gravitar hacia la unidad divina, he aquí el objeto de la humanidad. Tres cosas son necesarias para lograrlo: la justicia, el amor y la ciencia; tres le son opuestas y contrarías: la ignorancia, el odio y la injusticia. Pues bien, en verdad os digo que faltáis a aquellos tres principios, comprometiendo la idea de Dios con la exageración de su severidad; la comprometéis doblemete, dejando penetrar en el espíritu de la criatura la creencia de que existe en ella más clemencia, mansedumbre, amor y verdadera justicia que no atribuís al ser infinito, y destruís la idea del infierno, haciéndolo ridículo e inadmisible a vuestras creencias, como lo es a vuestros corazones el horrible espectáculo de los verdugos, hogueras y tormentos de la Edad Media. ¡Pues qué! Cuando la era de las ciegas represalias ha sido desterrada para siempre de las legislaciones humanas, ¿esperáis conservarla en el ideal? ¡Oh! Creedme, hermanos en Dios y en Jesucristo, creedme; o resignaos a ver perecer en vuestras manos todos los dogmas, antes que dejarlos variar, o bien vivificadlos, abriéndolos a los bienhechores efluvios que en estos momentos derraman los buenos. La idea del infierno con sus hornos ardientes y bullidoras calderas, puede ser tolerada, es decir perdonable en un siglo de hierro; pero en el actual no es más que un fantasma que sólo sirve para espantar a los niños, y en el que no creen éstos cuando llegan a hombres. Insistiendo en esa horrorosa mitología, engendráis la incredulidad madre de toda desorganización social; porque temo ver todo un orden social conmovido y hundido por falta de sanción penal. Hombres de fe ardiente y viva vanguardia del día de luz, a la obra, pues, no para mantener vetustas y ya desacreditadas fábulas, sino para reanimar y vivificar la verdadera sanción penal, bajo formas apropiadas a vuestras costumbres, a vuestros sentimientos y a las luces de vuestra época.
»¿Quién es, en efecto, culpable? El que por un extravío, por un movimiento falso del alma, se separa del objeto de la creación, que consiste en el culto armonioso de lo bello y de lo bueno, idealizado por el arquetipo humano, por el Hombre-Dios, por Jesucristo.
»¿Qué es el castigo? La consecuencia natural que deriva de aquel movimiento falso; una suma de dolores necesarios para apartar al hombre de la deformidad, por medio de la experimentación del sufrimiento. El castigo es el aguijón que excita al alma, por medio de la amargura, a reconcentrarse en si misma y a volver a los dominios del bien. El castigo no tiene más objeto que la rehabilitación, la emancipación. Querer que el castigo de una falta no eterna, sea eterno, equivale a negarle toda su razón de ser.
»¡Oh! En verdad os lo digo, cesad, cesad de poner en parangón, respecto de su eternidad, al bien, esencia del Creador, con el mal, esencia de la criatura. Esto equivale a crear una penalidad injustificable. Asegurad, por el contrario, la amortización gradual de los castigos y penas por medio de las transmigraciones, y consagraréis con la razón unida al sentimiento, la unidad divina. PABLO, APÓSTOL».
Se quiere excitar al hombre al bien, y alejarle del mal con el incentivo de las recompensas y el temor de los castigos; pero si éstos se pintan de modo que la razón se niegue a creerlos, no tendrán en aquél ninguna influencia, y lejos de conseguir su objeto, harán que el hombre lo rechace todo, la forma y el fondo. Preséntese, por el contrario de una manera lógica, y no lo rechazará. El espiritismo ofrece esa explicación.
La doctrina de las penas eternas en absoluto convierte al Ser supremo en un Dios implacable. ¿Seria lógico decir de un soberano que es muy bueno, muy bienhechor, muy indulgente y que no quiere más que la dicha de los que le rodean; pero que es al mismo tiempo celoso, vengativo, inflexible en su rigor, y que condena a la última pena a las tres cuartas partes de sus súbditos por una ofensa o infracción a sus leyes, aun a aquellos que faltaron por no conocerlas? ¿No seria esta una contradicción? ¿Y será Dios menos bueno que un hombre?
También existe otra contradicción. Puesto que Dios lo sabe todo, sabia, al crear un alma, que pecaria, y por lo tanto ha sido condenada, desde su formación, a eterna desgracia. ¿Es posible esto? ¿Es racional? Con la doctrina de las penas relativas todo se justifica. Dios sabía indudablemente que el alma delinquiría, pero le da medios de ilustrarse por su propia experiencia, y por sus mismas faltas; es preciso que expíe sus errores para afirmarse más en el bien, pero la puerta de la esperanza no le es cerrada para siempre, y Dios hace depender el instante de su emancipación de los esfuerzos que hace para llegar a ella. Esto lo puede comprender todo el mundo, y lo puede admitir la más rigurosa lógica. Si bajo este aspecto hubiesen sido presentadas las penas futuras, habría menos escépticos.
La palabra eterno se emplea a menudo figuradamente en el lenguaje vulgar, para indicar una cosa de larga duración y cuyo término no se prevea, aunque se sepa perfectamente que ese término existe. Decimos, por ejemplo, los hielos eternos de las altas montailas, de los polos, aunque sabemos, por una párte, que el mundo físico puede tener un fin, y por otra, que el estado de esas regiones puede cambiar por la dislocación normal del eje o por un cataclismo. La palabra eterno en este caso, no quiere decir perpetuo hasta el infinito. Cuando sufrimos una larga enfermedad, decimos que nuestro mal es eterno. ¿Qué extraño, pues, que espíritus que sufren, hace ya años, siglos, hasta millares de aflos, digan otro tanto? No olvidemos sobre todo que, no permitiéndoles su inferioridad ver el término del camino, creen que han de sufrir siempre y que esto es un castigo para ellos.
Además, la doctrina del fuego material, de las hogueras y de los tormentos copiados del tártaro del paganismo, está hoy completamente abandonada por la alta teología, y sólo en las escuelas se dan como verdades positivas esos horribles cuadros alegóricos, por personas más celosas que ilustradas, en lo que proceden equivocadamente, porque, recuperadas de su terror aquellas jóvenes imaginaciones, podrán engrosar el número de los incrédulos. La teología reconoce hoy que la palabra fuego se emplea figuradamente y debe entenderse de un fuego moral (974)
Los que, como nosotros, han seguido las peripecias de la vida y sufrimientos de ultratumba, por medio de las comunicaciones espiritistas, han podido convencerse de que, aunque no son nada materiales, no dejan de ser menos agudos. Bajo el mismo punto de vista de su duración ciertos teólogos empiezan a admitirías en el sentido restrictivo más arriba expresado y creen que, en efecto, la palabra eterno puede entenderse de las penas en si mismas, como consecuencias de una ley inmutáble, y no de su aplicación a cada individuo. El día en que la religión admita esta interpretación, como otras que son también consecuencia del progreso de las luces, se atraerá muchas ovejas descarriadas.
RESURRECCIÓN DE LA CARNE
1010
-¿Así, pues, la misma Iglesia con el dogma de la resurrección de la carne, enseña la doctrina de la reencarnación?
«Evidentemente. Por otra parte, esa doctrina es consecuencia de muchas cosas que han pasado desapercibidas, y que, dentro de poco, serán comprendidas en este sentido. No tardará mucho en reconocerse que el espiritismo salta a cada paso del texto mismo de las Escrituras sagradas. Los espíritus no vienen, pues, a destruir la religión, como pretenden algunos; vienen, por el contrario, a confirmarla, a sancionarla con irrecusables pruebas. Mas como ha llegado el tiempo de no usar ya el lenguaje figurado, se expresan sin alegorías, y dan a las cosas un sentido claro y preciso que no pueda ser objeto de ninguna falsa interpretación. He aquí por qué, dentro de poco, tendréis gentes más sinceramente religiosas y creyentes que no tenéis hoy. SAN LUIS».
En efecto, la ciencia demuestra la imposibilidad de la resurrección según la idea vulgar. Si los restos del cuerpo humano continuasen siendo homogéneos, aunque fuesen dispersados y reducidos a polvo, aún se concebiría su reunión en un tiempo dado; pero no pasan así las cosas. El cuerpo está formado de elementos diversos: oxígeno, hidrógeno, ázoe, carbono, etcétera; por medio de la descomposición estos elementos se dispersan, pero para servir a la formación de nuevos cuerpos, de modo, que la misma molécula de carbono, por ejemplo, habrá entrado en la composición de muchos miles de cuerpos diferentes (hablamos tan sólo de los humanos, sin contar todos los de los animales); que tal individuo tiene quizá en su cuerpo moléculas que pertenecieron a los hombres de las edades primitivas; que las mismas moléculas orgánicas que absorbéis en los alimentos, provienen quizá del cuerpo de algún individuo a quien habéis conocido, y así sucesivamente. Siendo definida la cantidad de la materia, e indefinidas sus transformaciones, ¿cómo cada uno de esos cuerpos podrán reconstituirse con los mismos elementos? Esto envuelve una imposibilidad material. No puede, pues, admitirse racionalmente la resurrección de la carne más que como una figura que símbolice el fenómeno de la reencarnación y entonces nada en ella repugna a la razón, nada que esté en contradicción con los datos de la ciencia.
Verdad es que según el dogma, la resurrección no ha de verificarse hasta el fin de los tiempos, mientras que según la doctrina espiritista tiene lugar cada dia; pero ese cuadro del juicio final ¿no es también una grande y bella figura que oculta, bajo el velo de la alegoría, una de esas verdades inmutables, para la que no existirán escépticos cuando sea explicada en su verdadero sentido? Medítese bien la teoría espiritista sobre el porvenir de las almas, y sobre su muerte a consecuencia de las diferentes pruebas que han de sufrir, y se verá que, exceptuando la simultaneidad, el juicio que las condena o absuelve no es una ficción como creen los incrédulos. Observemos también que es consecuencia natural de la pluralidad de mundos, hoy completamente admitida, al paso que, según la doctrina del juicio final, la Tierra es el único mundo que se juzga habitado.
En efecto, la ciencia demuestra la imposibilidad de la resurrección según la idea vulgar. Si los restos del cuerpo humano continuasen siendo homogéneos, aunque fuesen dispersados y reducidos a polvo, aún se concebiría su reunión en un tiempo dado; pero no pasan así las cosas. El cuerpo está formado de elementos diversos: oxígeno, hidrógeno, ázoe, carbono, etcétera; por medio de la descomposición estos elementos se dispersan, pero para servir a la formación de nuevos cuerpos, de modo, que la misma molécula de carbono, por ejemplo, habrá entrado en la composición de muchos miles de cuerpos diferentes (hablamos tan sólo de los humanos, sin contar todos los de los animales); que tal individuo tiene quizá en su cuerpo moléculas que pertenecieron a los hombres de las edades primitivas; que las mismas moléculas orgánicas que absorbéis en los alimentos, provienen quizá del cuerpo de algún individuo a quien habéis conocido, y así sucesivamente. Siendo definida la cantidad de la materia, e indefinidas sus transformaciones, ¿cómo cada uno de esos cuerpos podrán reconstituirse con los mismos elementos? Esto envuelve una imposibilidad material. No puede, pues, admitirse racionalmente la resurrección de la carne más que como una figura que símbolice el fenómeno de la reencarnación y entonces nada en ella repugna a la razón, nada que esté en contradicción con los datos de la ciencia.
Verdad es que según el dogma, la resurrección no ha de verificarse hasta el fin de los tiempos, mientras que según la doctrina espiritista tiene lugar cada dia; pero ese cuadro del juicio final ¿no es también una grande y bella figura que oculta, bajo el velo de la alegoría, una de esas verdades inmutables, para la que no existirán escépticos cuando sea explicada en su verdadero sentido? Medítese bien la teoría espiritista sobre el porvenir de las almas, y sobre su muerte a consecuencia de las diferentes pruebas que han de sufrir, y se verá que, exceptuando la simultaneidad, el juicio que las condena o absuelve no es una ficción como creen los incrédulos. Observemos también que es consecuencia natural de la pluralidad de mundos, hoy completamente admitida, al paso que, según la doctrina del juicio final, la Tierra es el único mundo que se juzga habitado.
PARAÍSO, INFIERNO Y PURGATORIO
1012 [1011]. ¿Existe en el universo un lugar circunscrito afecto a las penas y goces de los espíritus, según sus méritos?
«Ya hemos contestado a esta pregunta. Las penas y los goces son inherentes al grado de perfección de los espíritus; cada uno toma de sí mismo el principio de su propia felicidad o desgracia; y como están por todas partes, ningún lugar circunscrito y cerrado está afecto a uno con preferencia a otro. En cuanto a los espíritus encarnados, son más o menos felices o infelices, según que el mundo que habiten esté más o menos adelantado».
Así, pues, el infierno y el paraíso, ¿no existen tales como el hombre se los representa?
«Esas no son más que figuras; en todas partes hay espíritus felices o infelices. No obstante, según también hemos dicho, los espíritus de un mismo orden se reúnen por simpatía; pero cuando son perfectos, pueden reunirse donde quieran».
La localización absoluta de los lugares de castigos y recompensas no existe más que en la imaginación de los hombres. y proviene de la tendencia de éstos a materializar y circunscribir las cosas, cuya esencia infinita no pueden comprender.
«Ya hemos contestado a esta pregunta. Las penas y los goces son inherentes al grado de perfección de los espíritus; cada uno toma de sí mismo el principio de su propia felicidad o desgracia; y como están por todas partes, ningún lugar circunscrito y cerrado está afecto a uno con preferencia a otro. En cuanto a los espíritus encarnados, son más o menos felices o infelices, según que el mundo que habiten esté más o menos adelantado».
Así, pues, el infierno y el paraíso, ¿no existen tales como el hombre se los representa?
«Esas no son más que figuras; en todas partes hay espíritus felices o infelices. No obstante, según también hemos dicho, los espíritus de un mismo orden se reúnen por simpatía; pero cuando son perfectos, pueden reunirse donde quieran».
La localización absoluta de los lugares de castigos y recompensas no existe más que en la imaginación de los hombres. y proviene de la tendencia de éstos a materializar y circunscribir las cosas, cuya esencia infinita no pueden comprender.
1013 [1012]. ¿Qué debe entenderse por purgatorio?
«Dolores físicos y morales; el tiempo de expiación. Casi siempre pasáis en la tierra vuestro purgatorio, donde Dios os hace expiar vuestras faltas».
Lo que el hombre llama el purgatorio, es también una figura por la que debe entenderse, no un lugar cualquiera determinado, sino el estado de los espíritus imperfectos que están expiando, hasta la purificación completa que ha de elevarlos a la categoría de espíritus bienaventurados. Operándose semejante purificación en las diversas encarnaciones, el purgatorio consiste en las pruebas de la vida corporal.
«Dolores físicos y morales; el tiempo de expiación. Casi siempre pasáis en la tierra vuestro purgatorio, donde Dios os hace expiar vuestras faltas».
Lo que el hombre llama el purgatorio, es también una figura por la que debe entenderse, no un lugar cualquiera determinado, sino el estado de los espíritus imperfectos que están expiando, hasta la purificación completa que ha de elevarlos a la categoría de espíritus bienaventurados. Operándose semejante purificación en las diversas encarnaciones, el purgatorio consiste en las pruebas de la vida corporal.
1014 [1013]. ¿A qué se debe que espíritus que, por su lenguaje, revelan su superioridad, hayan respondido a personas muy graves, respecto del infierno y del purgatorio, conformándose a las ideas vulgarmente aceptadas?
«Hablan un lenguaje que comprenden las personas que los interrogan; cuando esas personas están muy afectas a ciertas ideas, no quieren combatirlas bruscamente para no ofender sus convicciones. Si prescindiendo de las condiciones oratorias, un espíritu dijese a un musulmán que Mahoma no es tal profeta, seria muy mal recibido».
-Concibese que suceda así en espíritus que quieran instruirnos; pero ¿cómo puede ser que espíritus a quienes se ha preguntado acerca de su suerte, hayan contestado que sufrían los tormentos del infierno o del purgatorio?
«Cuando son inferiores y no están completamente desmaterializados, conservan una parte de sus ideas terrestres, y expresan sus impresiones en los términos que les son familiares. Se encuentran en un centro que sólo a medias les permite sondear el porvenir, y esto es causa de que a menudo espíritus errantes, o recientemente desprendidos, hablen como durante su vida lo hubiesen hecho. Infierno puede traducirse por una vida de pruebas sumamente penosas, con la incertidumbre acerca de un estado mejor, y purgatorio, también por vida de prueba, pero con conciencia de mejor porvenir. Cuando sufres un gran dolor. ¿no dices que sufres como un condenado? Estas no son más que palabras figuradas».
-Concibese que suceda así en espíritus que quieran instruirnos; pero ¿cómo puede ser que espíritus a quienes se ha preguntado acerca de su suerte, hayan contestado que sufrían los tormentos del infierno o del purgatorio?
«Cuando son inferiores y no están completamente desmaterializados, conservan una parte de sus ideas terrestres, y expresan sus impresiones en los términos que les son familiares. Se encuentran en un centro que sólo a medias les permite sondear el porvenir, y esto es causa de que a menudo espíritus errantes, o recientemente desprendidos, hablen como durante su vida lo hubiesen hecho. Infierno puede traducirse por una vida de pruebas sumamente penosas, con la incertidumbre acerca de un estado mejor, y purgatorio, también por vida de prueba, pero con conciencia de mejor porvenir. Cuando sufres un gran dolor. ¿no dices que sufres como un condenado? Estas no son más que palabras figuradas».
1015 [1014]. ¿Qué debe entenderse por un alma en pena?
«Un alma errante que sufre, incierta de su porvenir, y a la cual podéis procurar algún alivio, que con frecuencia solicita cuando con vosotros se comunica». (664)
«Un alma errante que sufre, incierta de su porvenir, y a la cual podéis procurar algún alivio, que con frecuencia solicita cuando con vosotros se comunica». (664)
1016 [1015]. ¿En qué sentido debe entenderse la palabra cie¡o?
«¿Crees tú que es un lugar, como los Campos Elíseos de los antiguos en que están hacinados en desorden los espíritus buenos, sin más cuidado que el de saborear eternamente una felicidad pasiva? No; es el espacio universal, los planetas, las estrellas y todos los mundos superiores, donde disfrutan los espíritus de todas sus facultades, sin sentir las tribulaciones de la vida material, ni las angustias inherentes a la inferioridad».
«¿Crees tú que es un lugar, como los Campos Elíseos de los antiguos en que están hacinados en desorden los espíritus buenos, sin más cuidado que el de saborear eternamente una felicidad pasiva? No; es el espacio universal, los planetas, las estrellas y todos los mundos superiores, donde disfrutan los espíritus de todas sus facultades, sin sentir las tribulaciones de la vida material, ni las angustias inherentes a la inferioridad».
1017 [1016]. Ciertos espíritus han dicho que habitaban el 4o, el 5o cielo, etc.; ¿qué entienden por eso?
«Vosotros les preguntáis qué cielo habitan, porque tenéis la idea de muchos cielos ordenados como los pisos de una casa, y ellos os contestan acomodándose a vuestro lenguaje. Pero para ellos estas palabras 4o y 5o cielo expresan diferentes grados de purificación y de dicha, por consiguiente. Sucede lo mismo que cuando se pregunta a un espíritu si está en el infierno. Si es desgraciado, contestará afirmativamente, porque para él el infierno es sinónimo de sufrimiento, pero sabe perfectamente que aquél no es un horno. Un pagano hubiese dicho que estaba en el tártaro».
Lo mismo sucede con otras expresiones, análogas tales como las de ciudad de las flores, de los elegidos, primera, segunda o tercera esfera, etcétera, que no son más que alegorías empleadas por ciertos espíritus, ya como figuras, ya por ignorancia a veces de la realidad de las cosas y aun de las más sencillas nociones científicas.
Según la idea estrecha que se tenía en otros tiempos de los lugares de penas y recompensas, y sobre todo opinando que la tierra era el centro del universo, que el cielo formaba una bóveda y que existía una región de las estrellas; se colocaba el cielo en lo alto y el infierno en lo bajo, y de aquí las expresiones: subir al cielo, estar en lo más alto de los cielos, ser precipitado en el infierno. Hoy que la ciencia ha demostrado que la Tierra sólo es uno de los más pequefios mundos, sin importancia especial, entre otros tantos millones; que ha trazado la historia de su formación y descrito su constitución, probado que el espacio es infinito, que en el universo no hay alto ni bajo; ha sido necesariamente forzoso desistir de colocar el cielo encima de las nubes, y en los lugares balos el infierno. En cuanto al purgatorio, ningún sitio se le había señalado. Estaba reservado al espiritismo el dar de todas esas cosas la explicación más racional, más grandiosa, y al mismo tiempo, más consoladora para la humanidad. Así, pues, podemos decir que en nosotros mismos llevamos nuestro infierno y nuestro paraiso; nuestro purgatorio lo hallamos en nuestra encarnación, en nuestras vidas corporales o físicas.
«Vosotros les preguntáis qué cielo habitan, porque tenéis la idea de muchos cielos ordenados como los pisos de una casa, y ellos os contestan acomodándose a vuestro lenguaje. Pero para ellos estas palabras 4o y 5o cielo expresan diferentes grados de purificación y de dicha, por consiguiente. Sucede lo mismo que cuando se pregunta a un espíritu si está en el infierno. Si es desgraciado, contestará afirmativamente, porque para él el infierno es sinónimo de sufrimiento, pero sabe perfectamente que aquél no es un horno. Un pagano hubiese dicho que estaba en el tártaro».
Lo mismo sucede con otras expresiones, análogas tales como las de ciudad de las flores, de los elegidos, primera, segunda o tercera esfera, etcétera, que no son más que alegorías empleadas por ciertos espíritus, ya como figuras, ya por ignorancia a veces de la realidad de las cosas y aun de las más sencillas nociones científicas.
Según la idea estrecha que se tenía en otros tiempos de los lugares de penas y recompensas, y sobre todo opinando que la tierra era el centro del universo, que el cielo formaba una bóveda y que existía una región de las estrellas; se colocaba el cielo en lo alto y el infierno en lo bajo, y de aquí las expresiones: subir al cielo, estar en lo más alto de los cielos, ser precipitado en el infierno. Hoy que la ciencia ha demostrado que la Tierra sólo es uno de los más pequefios mundos, sin importancia especial, entre otros tantos millones; que ha trazado la historia de su formación y descrito su constitución, probado que el espacio es infinito, que en el universo no hay alto ni bajo; ha sido necesariamente forzoso desistir de colocar el cielo encima de las nubes, y en los lugares balos el infierno. En cuanto al purgatorio, ningún sitio se le había señalado. Estaba reservado al espiritismo el dar de todas esas cosas la explicación más racional, más grandiosa, y al mismo tiempo, más consoladora para la humanidad. Así, pues, podemos decir que en nosotros mismos llevamos nuestro infierno y nuestro paraiso; nuestro purgatorio lo hallamos en nuestra encarnación, en nuestras vidas corporales o físicas.
1018 [1017]. ¿En qué sentido deben entenderse estas palabras de Cristo: Mi reino no es de este mundo?
«Respondiendo así Cristo hablaba en sentido figurado. Quería decir que no reina más que en los corazones puros y desinteresados; pero los hombres ávidos de las cosas de ese mundo y apegados a los bienes de la tierra no están con él».
«Respondiendo así Cristo hablaba en sentido figurado. Quería decir que no reina más que en los corazones puros y desinteresados; pero los hombres ávidos de las cosas de ese mundo y apegados a los bienes de la tierra no están con él».
1019 [1018]. ¿Podrá establecerse algún día en la tierra el reino del bien?
«El bien reinará en la tierra, cuando entre los espíritus que vengan a habitarla, los buenos se sobrepondrán a los malos, y entonces harán reinar en ella el amor y la justicia que son el origen del bien y de la felicidad. Por el progreso moral y por la práctica de las leyes de Dios atraerá el hombre a la tierra los espíritus buenos, y alejará a los malos; pero éstos no la abandonarán; hasta que el hombre no destierre el orgullo y el egoísmo. »La transformación de la humanidad ha sido predicha, y vosotros tocáis el momento de aquélla, que apresuran todos los hombres que favorecen el progreso. La transformación se verificará por medio de la encarnación de los espíritus mejores que constituirán en la tierra una nueva generación. Entonces los espíritus de los malos, a quienes la muerte hiere diariamente, y todos los que intentan detener la marcha de las cosas, serán excluidos de la tierra, porque estarían fuera de su centro entre hombres de bien cuya felicidad perturbarían. Irán a mundos nuevos menos adelantados, a cumplir misiones penosas donde podrán trabajar para su propio mejoramiento, al mismo tiempo que para el de sus hermanos más atrasados aún. ¿No veis en esa exclusión de la tierra transformada, la sublime figura del paraíso perdido, y en el hombre venido a la tierra en semejantes condiciones y llevando consigo mismo el germen de sus pasiones y los vestigios de su inferioridad primitiva, la no menos sublime figura del pecado original? El pecado original, desde el punto de vista considerado, arranca de la naturaleza aún imperfecta del hombre, que así sólo es responsable de sí mismo y de sus propias faltas, y no de las de sus padres.
»Vosotros todos, hombres de fe y buena voluntad, trabajad, pues, con celo y ánimo en la gran obra de la regeneración, porque recogeréis centuplicado el grano que hayáis sembrado. Infelices de los que cierran los ojos a la luz, pues se preparan largos siglos de tinieblas y desengaños; infelices de los que cifran todos sus goces en los bienes de ese mundo, pues sufrirán más privaciones que goces hayan tenido; infelices sobre todo los egoístas, pues no encontrarán quien les ayude a llevar la carga de sus miserias. SAN LUIS».
«El bien reinará en la tierra, cuando entre los espíritus que vengan a habitarla, los buenos se sobrepondrán a los malos, y entonces harán reinar en ella el amor y la justicia que son el origen del bien y de la felicidad. Por el progreso moral y por la práctica de las leyes de Dios atraerá el hombre a la tierra los espíritus buenos, y alejará a los malos; pero éstos no la abandonarán; hasta que el hombre no destierre el orgullo y el egoísmo. »La transformación de la humanidad ha sido predicha, y vosotros tocáis el momento de aquélla, que apresuran todos los hombres que favorecen el progreso. La transformación se verificará por medio de la encarnación de los espíritus mejores que constituirán en la tierra una nueva generación. Entonces los espíritus de los malos, a quienes la muerte hiere diariamente, y todos los que intentan detener la marcha de las cosas, serán excluidos de la tierra, porque estarían fuera de su centro entre hombres de bien cuya felicidad perturbarían. Irán a mundos nuevos menos adelantados, a cumplir misiones penosas donde podrán trabajar para su propio mejoramiento, al mismo tiempo que para el de sus hermanos más atrasados aún. ¿No veis en esa exclusión de la tierra transformada, la sublime figura del paraíso perdido, y en el hombre venido a la tierra en semejantes condiciones y llevando consigo mismo el germen de sus pasiones y los vestigios de su inferioridad primitiva, la no menos sublime figura del pecado original? El pecado original, desde el punto de vista considerado, arranca de la naturaleza aún imperfecta del hombre, que así sólo es responsable de sí mismo y de sus propias faltas, y no de las de sus padres.
»Vosotros todos, hombres de fe y buena voluntad, trabajad, pues, con celo y ánimo en la gran obra de la regeneración, porque recogeréis centuplicado el grano que hayáis sembrado. Infelices de los que cierran los ojos a la luz, pues se preparan largos siglos de tinieblas y desengaños; infelices de los que cifran todos sus goces en los bienes de ese mundo, pues sufrirán más privaciones que goces hayan tenido; infelices sobre todo los egoístas, pues no encontrarán quien les ayude a llevar la carga de sus miserias. SAN LUIS».