El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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LIBRO TERCERO — LEYES MORALES



CAPÍTULO I — LEY DIVINA O NATURAL



CARACTERES DE LA LEY NATURAL

614. ¿Qué debe entenderse por ley natural?

«La ley natural es la ley de Dios y la única verdadera para la dicha del hombre. Le indica lo que debe hacer o dejar de hacer, y es desgraciado aquel porque de ella se separa».

615. ¿Es eterna la ley de Dios?

«Es eterna e inmutable como el mismo Dios».
616. ¿Ha podido Dios prescribir en una época a los hombres lo que les hubiese prohibido en otra?

«Dios no puede engañarse, y únicamente los hombres se ven obligados a cambiar sus leyes, porque son imperfectas; pero las de Dios son perfectas. La armonía que arregla al universo material y al moral está fundada en las leyes que Dios ha establecido para siempre».

617. ¿Qué objetos abrazan las leyes divinas? ¿Conciernen a algo más que a la conducta moral?

«Todas las leyes de la naturaleza son divinas, puesto que Dios es autor de todas las cosas. El sabio estudia las leyes de la materia, el hombre de bien las del alma, y las practica».

-¿Es dado al hombre profundizar las unas y las otras?

«Sí, pero no basta una sola existencia».

¿Qué son, en efecto, algunos años para adquirir todo lo que constituye al ser perfecto, si no se considera más que la distancia que separa al salvaje del hombre civilizado? La más larga existencia posible es insuficiente, y con mayor razón aún cuando es abreviada, como sucede en un gran número de casos.

Entre las leyes divinas, las unas reglamentan el movimiento y las relaciones de la materia bruta, tales son las leyes físicas, cuyo estudio es del dominio de la ciencia.

Las otras conciernen especialmente al hombre en si mismo y en sus relaciones con Dios y sus semelantes, y comprenden así las regias de la vida del cuerpo, como las de la del alma. Tales son las leyes morales.

618. ¿Las leyes divinas son unas mismas para todos los mundos?

«La razón dice que deben ser apropiadas a la naturaleza de cada mundo y proporcionadas al grado de adelanto de los seres que los habitan».




ORIGEN Y CONOCIMIENTO DE LA LEY NATURAL

619. ¿Dios ha dado a todos los hombres medios de conocer su ley?

«Todos pueden conocerla; pero no todos la comprenden. Los que mejor la comprenden son los hombres de bien y los que quieren buscarla. Todos no obstante, la conocerán un día, porque es preciso que se realice el progreso».

La justicia de las diversas encarnaciones del hombre es consecuencia de este principio; porque a cada nueva existencia su inteligencia está más desarrollada, y comprende mejor lo bueno y lo malo. Si todo para él debiese efectuarse en una sola existencia ¿cuál seria la suerte de tantos miles de seres que mueren cada día en el embrutecimiento del estado salvaje, o en las tinieblas de la ignorancia, no habiendo dependido de ellos el ilustrarse? (171-222)

620. Antes de su unión con el cuerpo, ¿comprende el alma mejor la ley de Dios que después de su encarnación?

«La comprende con arreglo al grado de perfección a que ha llegado y conserva el recuerdo intuitivo después de su unión con el cuerpo; pero los malos instintos del hombre se la hacen olvidar con frecuencia».

621. ¿Dónde está escrita la ley de Dios?

«En la conciencia».

-Puesto que el hombre lleva en la conciencia la ley de Dios, ¿qué necesidad tenía de revelársela?

«La habiá olvidado y desconocido, y Dios quiso que le fuese recordada».
622. ¿Dios ha dado a ciertos hombres la misión de revelar su ley?

«Ciertamente que si y en todos los tiempos ha habido encargados de esa misión. Son espíritus superiores encarnados al objeto de hacer progresar a la humanidad».

623. Los que han pretendido instruir a los hombres en la ley de Dios, ¿no se han engañado a veces, y no los han extraviado frecuentemente con principios falsos?

«Los que no estaban inspirados por Dios y que por ambición se han atribuido una misión que no tenían, pudieron ciertamente extraviarlos. No obstante, como eran en definitiva hombres de genio, en medio de los mismos errores que han enseñado, se encuentran con frecuencia grandes verdades».

624. ¿Cuál es el carácter del verdadero profeta?

«El verdadero profeta es un hombre de bien inspirado por Dios. Puede conocérsele por sus palabras y por sus hechos. Dios no puede servirse de los labios del mentiroso para enseñar la verdad».

625. ¿Cuál es el tipo más perfecto que Dios ha ofrecido al hombre, para que le sirviese de guía y modelo?

«Contemplad a Jesús».

Jesús es para el hombre el tipo de la perfección moral a que puede aspirar la humanidad en la tierra. Dios nos lo ofrece como el modelo más perfecto, y la doctrina que enseñó es la más pura expresión de su ley; porque estaba animado del espíritu divino y es el ser más puro que ha venido a la tierra.

Si algunos de los que han pretendido instruir al hombre en la ley de Dios lo han extraviado a veces con principios falsos, es porque ellos mismos se han dejado dominar por sentimientos demasiado terrestres, y por haber confundido las leyes que rigen las condiciones de la vida del alma con las que rigen la vida del cuerpo. Muchos han dado como leyes divinas las que sólo eran leyes humanas, creadas para favorecer las pasiones y dominar a los hombres.

626. ¿Las leyes divinas y naturales sólo han sido reveladas a los hombres por Jesús, y antes de él no las conocieron más que por intuición?

«¿No hemos dicho que están escritas en todas partes? Los hombres que han meditado sobre la sabiduría han podido, pues, comprenderlas y enseñarlas desde los más remotos siglos, y con su enseñanza, aunque incompleta, han preparado el terreno para recibir la semilla. Estando escritas las leyes divinas en el libro de la naturaleza, el hombre ha podido conocerlas, cuando ha querido buscarlas, y por esto los preceptos que ella consagra han sido proclamados en todas las épocas por los hombres de bien, y por esto también se encuentran sus elementos en la doctrina moral de todos los pueblos que han salido de la barbarie, aunque incompletos o alterados por la ignorancia y la superstición».

627. Puesto que Jesús enseñó las verdaderas leyes de Dios, ¿cuál es la utilidad de la enseñanza dada por los espíritus? ¿Tienen algo nuevo que enseñarnos?

«La palabra de Jesús era a veces alegórica y en forma de parábola; porque hablaba con arreglo a los tiempos y lugares. Hoy es preciso que la verdad sea inteligible para todos. Es necesario explicar y desarrollar esas leyes, puesto que hay pocas personas que las comprendan y menos aún que las practiquen. Nuestra inisión es la de impresionar los ojos y los oídos para confundir a los orgullosos y desenmascarar a los hipócritas, a los que practican las exterioridades de la virtud y de la religión para encubrir sus vicios. La enseñanza de los espíritus debe ser clara e inequívoca, a fin de que nadie pueda pretextar ignorancia y de que sea posible a cada uno juzgarla y apreciarla con su propia razón. Estamos encargados de preparar el reino del bíen anunciado por Jesús, y por esto no ha de ser lícito que pueda cada cual interpretar la ley de Dios a gusto de sus pasiones, ni falsear el sentido de una ley que es toda amor y caridad».

628. ¿Por qué la verdad no ha sido puesta siempre al alcance dé todo el mundo?

«Es preciso que todo llegue a su tiempo. La verdad es como la luz, a la cual es necesario acostumbrarse poco a poco, pues de otra manera deslumbra».

«Nunca ha sucedido que Dios haya permitido al hombre recibir comunicaciones tan completas e instructivas como las que hoy recibe. Como sabéis, habla en los antiguos tiempos algunos individuos que poseían lo que consideraban como una ciencia sagrada, y de la cual hacían un misterio para los que reputaban profanos. Por lo que conocéis de las leyes que rigen esos fenómenos, debéis comprender que no recibían más que algunas verdades diseminadas en medio de un conjunto equívoco y emblemático la mayor parte de las veces. Sin embargo, para el hombre estudioso no hay ningún sistema filosófico antiguo, ninguna tradición, ni ninguna religión que deba despreciarse; porque todo contiene gérmenes de grandes verdades que, aunque parezcan contradictorias entre sí, aunque esparcidas en medio de infundados accesorios, son fáciles de coordinar, gracias a que el espiritismo os da la clave de una multitud de cosas que, hasta ahora, pudieron pareceros irracionales, y cuya realidad os es demostrada actualmente de un modo irrecusable. No dejéis, pues, de tomar en esos materiales asuntos de estudio, puesto que son muy abundantes y pueden contribuir notablemente a vuestra instrucción».




EL BIEN Y EL MAL

629. ¿Qué definición puede darse de la moral?

«La moral es la regla para portarse bien, es decir, la distinción entre el bien y el mal. Está fundada en la observación de la ley de Dios. El hombre se porta bien cuando todo lo hace con la mira y para bien de todos; porque entonces observa la ley de Dios».

630. ¿Cómo puede distinguirse el bien del mal?

«El bien es todo lo que está conforme con la ley de Dios, y el mal todo lo que de ella se separa. Así, pues, hacer el bien es conformarse con la ley de Dios; hacer el mal es infringirla».

631. ¿El hombre tiene por si mismo medios de distinguir lo que es bueno de lo que es malo?

«Sí, cuando cree en Dios y quiere saberlo. Dios le ha dado la inteligencia para discernir lo uno de lo otro».
632. El hombre sujeto al error como está, ¿no puede equi vocarse en la apreciación del bien y del mal, y creer que obra bien cuando en realidad obra mal?

«Jesús os lo dijo: mirad lo que quisierais que se os hiciese o no se os hiciese; todo se reduce a esto. No os engañaréis nunca».

633. La regla del bien y del mal que podría llamarse de reciprocidad o de solidaridad, no puede aplicarse a la conducta del hombre para consigo mismo. ¿Le sirve la ley natural de regla para esa conducta y de guía seguro?

«Cuando coméis mucho os indigestáis. Pues bien, Dios es quien os da la medida de lo que os es necesario, y cuando la traspasáis, sois castigados. En todo sucede lo mismo. La ley natural traza al hombre el limite de sus necesidades, y cuando lo salva, es castigado con el sufrimiento. Si el hombre escuchase en todo, esa voz que le dice basta, se excusana la mayor parte de los males que achacan a la naturaleza».

634. ¿Por qué está el mal en la naturaleza de las cosas? Hablo del moral. ¿No podría Dios haber creado a la humanidad en mejores condiciones?

«Ya te lo hemos dicho: Los espíritus fueron creados sencillos e ignorantes. (115) Dios deja al hombre la elección del camino, y tanto peor para él, si toma el malo, pues será más larga su peregrinación. Si no existiesen montes,. el hombre no podría comprender que se puede subir y bajar, y si no existiesen rocas, no comprendería que hay cuerpos duros. Es preciso que el espíritu adquiera experiencia, y para.ello ha de conocer el bien y el mal. De aquí que haya unión entre el espíritu y el cuerpo». (119)

635. Las diferentes posiciones sociales crean nuevas necesidades que no son las mismas para todos los hombres. ¿Parece, pues, que la ley natural no es una regla uniforme?

«Las diferentes posiciones son naturales y están conformes con la ley del progreso, lo que no quebranta la unidad de la ley natural que se aplica a todos.

Las condiciones de la existencia del hombre cambian según los tiempos y los lugares, y resultan de ello necesidades diferentes y posiciones sociales apropiadas a estas necesidades. Puesto que semejante diversidad está en el orden de las cosas, es conforme a la ley de Dios, que no deja de ser una en su principio. A la razón toca distinguir las necesidades reales de las ficticias o de convención.

636. ¿El bien y el mal son absolutos para todos los hombres?

«La ley de Dios es igual para todos; pero el mal depende especialmente de la volúntad de hacerlo. El bi'en siempre es bien y el mal es siempre mal, cualquiera que sea la posicióri del hombre. La diferencia está en el grado de responsabilidad».

637. ¿El salvaje que, cediendo a su instinto, se alimenta de carne humana, es culpable?

«He dicho que el mal depende de la voluntad. Pues bien, el hombre es más culpable, cuanto mejor sabe lo que hace».

Las circunstancias dan al bien y al mal una gravedad relativa. El hombre comete a veces faltas, que no por ser consecuencia de la posición en que le ha colocado la sociedad, son menos reprensibles; pero la responsabilidad está en proporción de los medios que tiene de comprender el bien y el mal. Así es que el hombre ilustrado que comete una simple injusticia es más culpable ante Dios que el salvaje ignorante que se entrega a sus instintos.

638. El mal parece a veces ser una consecuencia de la fuerza de las cosas, y tal sucede, por ejemplo, en ciertos casos, cuando es necesaria la destrucción hasta de nuestro prójimo. ¿Puede decirse entonces que hay infracción de la ley de Dios?

«Aunque necesario, no deja de ser un mal; pero semejante necesidad desaparece a medida que el alma se purifica pasando de una existencia a otra, y entonces el hombre es más culpable, cuando falta, porque comprende mejor».

639. El mal que hacemos, ¿no es a menudo resultado de la poskión que nos han creado los otros hombres, y quienes son en este caso los más culpables?

«El mal recae en quien lo causa. Así el hombre que es llevado al mal por la posición que le han creado sus semejantes, es menos culpable que los que lo han causado; porque cada uno sufrirá la pena no sólo del mal que haya hecho, sino que también del que haya provocado».

640. El que no hace el mal, pero que se aprovecha del que otro ha hecho, ¿es culpable en el mismo grado?

«Es como si lo cometiera, porque el que se aprovecha participa de él. Quizá hubiese retrocedido ante la ejecución; pero, si encontrándola realizada, la aprovecha, es porque la aprueba y porque hubiese hecho otro tanto, si hubiese podido, o si se hubiese atrevido».

641. ¿El deseo del mal es tan reprensible como el mal mismo?

«Según y cómo: hay virtud en resistir voluntariamente al mal cuyo deseo siente, sobre todo cuando se tiene posibilidad de realizarlo. Pero si sólo se deja de hacer por falta de ocasión, se es culpable».

642. ¿Basta no hacer mal para ser grato a Dios y asegurar su posición futura?

«No; es preciso hacer el bien según la posibilidad; porque cada uno responderá de todo el mal que haya sido hecho a consecuencia del bien que no haya hecho».

643. ¿Hay personas que por su posición no tengan posibilidad de hacer el bien
«No hay nadie que no pueda hacer el bien, sólo el egoísta carece siempre de ocasión. Basta estar en relación con otros hombres para tener ocasión de hacer el bien, y cada día de la vida ofrece la posibilidad todo el que no esté cegado por el egoísmo; porque hacer el bien no consiste únicamente en ser caritativo, sino en ser útil con arreglo a la posibilidad, siempre que vuestro socorro pueda ser necesario».

644. El centro en que se encuentran ciertos hombres, ¿no es para ellos el primitivo origen de muchos vicios y crímenes?

«Sí; pero también esta es una prueba escogida por el espíritu en estado de libertad, quien ha querido exponerse a la tentación para adquirir mérito resistiéndole».
645. Cuando el hombre está en cierto modo sumergido en la atmósfera delvicio, ¿no viene a ser el mal para él una atracción casi irresistible?

«Atracción, sí; irresistible, no; porque en medio de esa atmósfera de vicio encuentras a veces grandes virtudes. Estos son espíritus que han tenido fuerzas para resistir, y que al mismo tiempo han tenido la misión de ejercer una buena influencia en sus semejantes».

646. El mérito del bien que se hace, ¿está subordinado a ciertas condiciones, o de otro modo, hay diferentes grados en el mérito del bien?

«El mérito del bien está en la dificultad, y no lo hay en hacerlo sin trabajo y cuando nada tuesta. Dios atiende más al pobre que parte su único pedazo de pan, que no al rico, que sólo da lo superfluo. Jesús lo dijo con motivo del donativo de la viuda».




DIVISÓN LA LEY NATURAL

647. ¿Toda la ley de Dios está contenida en la máxima del amor al prójimo enseñada por Jesús?

«Ciertamente que esta máxima contiene todos los deberes de los hombres entre si pero es preciso enseñarles la aplicación, pues de otro modo la descuidarían como hoy lo hacen. Además, la ley natural comprende todas las circunstancias de la vida, y esta máxima no es más que una parte. Son necesarias al hombre reglas precisas, pues los preceptos generales y muy vagos dejan demasiadas puertas abiertas a la interpretación».

648. ¿Qué pensáis de la división de la ley moral en diez partes, comprendiendo las leyes sobre la adoración, el trabajo, la reproducción, la conservación, la destrucción, la so- ciedad, el progreso, la igualdad, la libertad, y en fin, las leyes de justicia, amor y caridad?

«Esta división de la ley de Dios en diez partes es la de Moisés, y puede abarcar todas las circunstancias de la vida, lo cual es esencial. Puedes, pues, adoptarla, sin que por ello tenga nada de absoluto lo mismo que todos los otros sistemas de clasificación, que dependen del aspecto bajo el cual se considera una cosa. La última ley es la más importante, y por su medio es como más puede adelantar el hombre en la vida espiritual, porque las resume todas».





CAPITULO II — LEY DE ADORACIÓN



OBJETO DE LA ADORACIÓN

649. ¿En qué consiste la adoración?

«Es la elevación del pensamiento a Dios. Por medio de la adoración se aproxima el alma a Él».

650. ¿La adoración es resultado de un sentimiento innato, o producto de una enseñanza?

«Sentimiento innato como el de la Divinidad. La conciencia de la propia debilidad induce al hombre a inclinarse ante aquel que puede protegerle».

651. ¿Ha habido pueblos desprovistos de todo sentimiento de adoración?

«No, porque nunca ha habido pueblos ateos. Todos comprenden que hay por encima de ellos un Ser supremo».
652. ¿Puede considerarse que la adoración tiene su origen en la ley natural?

«Está en la ley natural, puesto que es resultado de un sentimiento innato en el hombre, y por esto se la encuentra en todos los
pueblos, aunque bajo diferentes formas».




ADORACIÓN EXTERNA

653. ¿Necesita la adoración de manifestaciones externas?

«La verdadera adoración reside en el corazón. Siempre que hagáis algo, pensad que el Señor os está mirando»

-¿La adoración externa es útil?

«Sí, cuando no es un vano simulacro. Siempre es útil dar buenos ejemplos: pero lós que sólo lo hacen por afectación y amor propio y cuya conducta desmiente la piedad aparente, dan más bien mal ejemplo que bueno, y causan más mal del que creen».

654. ¿Da preferencia Dios a los que le adoran de tal o cual manera?

«Dios prefiere a los que le adoran desde lo intimo del corazón con sinceridad, haciendo el bien y evitando el mal, a aquellos que creen honrarle con ceremonias que no les hacen mejores para con sus semejantes.

»Todos los hombres son hermanos e hijos de Dios, quien llama así a todos los que siguen sus leyes, cualquiera que sea la forma en que las exprese.

»El que sólo tiene apariencias de piedad es un hipócrita, y aquel cuya adoración no pasa de ser afectada y está en contradicción con su conducta, da mal ejemplo.

»El que hace profesión de adorar a Cristo y es orgulloso, envidioso, celoso, duro e implacable para con los otros o ambicioso de los bienes de este mundo, es religioso, os lo aseguro, de boca y no de corazón. Dios que todo lo ve dirá:

El que conoce la verdad es cien veces más culpable del mal que hace que el salvaje ignorante del desierto, y será castigado con arreglo á este principio el día del juicio. Si al pasar un ciego tropieza con vosotros, le disculpáis: pero si es un hombre que tiene completa vista, os quejaréis y con razón.

»No preguntéis, pues. si existe una forma de adoración más conveniente que otra: porque es lo mismo que preguntar si es más grato a Dios que se le adore antes en este que en aquel idioma. Vuelvo a deciros, que sólo por la puerta del corazón se elevan hasta él los cánticos».

655. ¿Es, pues, censurable uno porque practique una religión en la cual no cree en el fondo de su alma, cuando se hace por humano respeto y para no escandalizar a los que piensan de distinto modo?

«En esta como en otras muchas cosas, la regla es la intención. El que no tiene otra mira que respetar las creencias ajenas, no hacen mal, y procede mejor que el que las ridiculice, porque éste no sería caritativo; pero el que las practica por interés y ambición, es despreciable a los ojos de Dios y de los hombres. No pueden ser gratos a Dios aquellos que sólo aparentan humillarse ante él para captarse la aprobación de los hombres».

656. ¿La adoración en común es preferible a la individual?

«Los hombres reunidos por la comunidad de pensamientos y sentimientos tienen más fuerza para atraerse a los espíritus buenos. Lo mismo sucede cuando se reúnen para adorar a Dios. Mas no creá'is por esto que sea menos buena la adoración particular puesto que cada uno puede adorar a Dios pensando en Él».




VIDA CONTEMPLATIVA

657. Los hombres que se entregan a la vida contemplativa, sin hacer mal alguno y sólo pensando en Dios, ¿son meritorios a sus ojos?

«No; porque si no hacen mal, tampoco hacen bien y son inútiles y dejar de hacer bien es ya un mal. Dios quiere que se piense en él: pero no quiere que sólo en él se piense, porque ha señalado al hombre deberes que cumplir en la tierra. El que se consume en la meditación y en la contemplación nada meritorio hace para Dios; porque su vida es completamente personal e inútil a la humanidad, y Dios le pedirá cuentas del bien que no haya hecho». (640)





DE LA ORACIÓN

658. ¿La oración es agradable a Dios?

«La oración es agradable a Dios cuando la dicta el corazón porque todo para él se reduce a la intención, y la oración que sale del corazón es preferible a la que puede leerse, por bella que sea, si se lee más con los labios que con el pensamiento. La oración es agradable a Dios cuando es hecha con fe, fervor y sinceridad; pero no creas que le conmueve la del hombre vano, orgulloso y egoista, a menos que no constituya un acto de sincero arrepentimiento y de verdadera humildad».

659. ¿Cuál es el carácter general de la oración?

«La oración es un acto de adoración. Rogar a Dios, es pensar en él, acercarse a él, ponerse en comunicación con él. Tres cosas puede uno proponerse en la oración: alabar, pedir y dar gracias».

660. ¿La oración hace mejor al hombre?

«Sí; porque el que ora con fervor y confianza es más fuerte contra las tentaciones del mal, y Dios le envía buenos espíritus para que le asistan. La oración es un auxilio que nunca se niega, cuando es pedido con sinceridad».

-¿A qué se debe que ciertas personas que oran mucho, tienen sin embargo, muy mal carácter, son celosas, envidiosas, acres, carecen de benevolencia, de indulgencia y hasta llegan a ser viciosas a veces?

«Lo esencial no es orar mucho, sino orar bien. Esas personas creen que todo el mérito está en la extensión de la oración, y cierran los ojos a sus propios defectos. La oración es para ellas una ocupación, un empleo de tiempo, pero no un estudio de si mismas. Lo ineficaz no es el remedio, sino el modo de emplearlo».

661. ¿Puede suplicarse con provecho a Dios que nos perdone nuestras faltas?

«Dios sabe discernir el bien del mal; la oración no encubre las faltas. El que pide a Dios el perdón de las que ha cometido, no lo obtiene sino mudando de conducta. Las buenas acciones son la mejor oración; porque valen más los actos que las palabras».

662. ¿Puede orarse con provecho por otro?

«El espíritu del que ora obra en virtud de la voluntad de hacer bien. Por medio de la oración atrae a los espíritus buenos q'ue se asocian al bien que quieren hacer»,

Poseemos en nosotros mismos por medio del pensamiento y de la voluntad, una potencia de acción que se extiende mucho más allá de los limites de nuestra esfera corporal. La oración hecha para otro es un acto de esa voluntad. Si es ardiente y sincera, puede atraer en ayuda de aquél a los espíritus buenos, a fin de sugerirle buenos pensamientos y darle la fuerza de cuerpo y alma que necesita. Pero también en este caso la única valedera es la oración del corazón, no significando nada la de labios afuera.

663. Las oraciones que hacemos para nosotros mismos. ¿pueden cambiar la naturaleza de nuestras pruebas y su curso?

«Vuestras pruebas están en manos de Dios y las hay que deben ser sufridas hasta lo último; pero Dios entonces toma siempre en cuenta la resignación. La oración os atrae a los espíritus buenos que os dan fuerzas para soportarlas con valor, y os parecen menos duras. Lo hemos dicho, nunca es inútil la oración cuando se hace bien; porque da fuerzas, lo cual es de por si un gran resultado. Ya lo sabes, ayúdate y el Cielo te ayudará. Por otra parte, Dios no puede cambiar el orden de la naturaleza a gusto de cada uno; porque lo que es un gran mal desde vuestro punto de vista mezquino y desde vuestra efímera vida, es con frecuencia un gran bien en el orden general del universo. Y además; ¡cuántos males no hay cuyo autor es el mismo hombre por causa de su imprevisión o de sus faltas! El hombre es así castigado por donde él mismo ha pecado. Las peticiones justas son, empero, más escuchadas de lo que creéis; os figuráis que Dios no os ha oído, porque no os ha regalado un milagro, mientras él os asiste por medios de tal modo naturales, que os parecen resultado de la casualidad o de la fuerza de las cosas, y a menudo también, y es lo más frecuente, os sugiere aquel pensamiento que necesitáis para salir por vosotros mismos del aprieto».

664. ¿Es inútil orar por los muertos y por los espíritus que sufren, y en caso afirmativo, cómo pueden aliviarlos nuestras oraciones y abreviar sus padecimientos? ¿Tienen la fuerza para hacer que se desvíe la justicia de Dios?

«La oración n'o puede producir el efecto de cambiar los designios de Dios; pero el alma por la cual se ora, expenmenta alivio; porque la oración es una prueba del interés que se le da, y el desgraciado se siente aliviado siempre que halla almas caritativas que compadecen sus dolores. Por otra parte, por medio de la oración se le excita al árrepentimiento y al deseo de hacer aquello que es necesario para ser feliz. En este sentido es como puede abreviarse su pena, si a su vez secunda con su buena voluntad. El deseo de mejorarse, excitado por la oración, atrae al espíritu que sufre, espíritus mejores que vienen a ilustrarle, a consolarle y a darle esperanza. Jesús oraba por las ovejas descarriadas, y os enseña de este modo que seríais culpables, si no lo hicieseis por aquellos que más lo necesitan».

665. ¿Qué debe pensarse de la opinión que rechaza la oración por los muertos, porque no está prescrita en el Evangelio?

«Cristo dijo a los hombres: "Amaos los unos a los otros", recomendación que envuelve la de emplear todos los medios posibles de demostrarles afecto, sin descender a los pormenores para el logro de semejante objeto. Si es cierto que nada puede apartar al Creador de aplicar la justicia, cuyo tipo es, a todas las acciones del espíritu, no lo es menos que la oración que le dirigís por aquel que os inspira afecto, es para éste una prueba de que le recordáis, la cual no puede menos de aliviar sus sufrimientos y consolarle. Desde el momento en que da seiíales del más leve arrepentimiento, y solamente entonces, es socorrido; pero nunca se le hace ignorar que un alma simpática se ha ocupado de él, y se le concede el grato pensamiento de que aquella intercesión le ha sido útil. Resulta necesariamente un sentimiento de gratitud y de afecto hacia el que le ha dado la prueba de simpatía o de piedad, y por consiguiente, el amor recomendado por Cristo a los hombres que se ha acrecentado entre ellos; ambos han obedecido a la ley de amor y de unión entre todos los seres, ley divina que ha de producir la unidad, objeto y fin del espíritu».*
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* Respuesta dada por el espíritu de M. Monod, pastor protestante de París, muerto en abril de 1856. La precedente respuesta, número 664, es del espíritu de San Luis.
666. ¿Puede suplicarse en oración a los espíritus?

«Puede suplicarse a los espíritusbuenos porque son mensajeros de Dios y ejecutores de su voluntad; pero su poder está siempre en proporción de su superioridad y depende siempre del Señor de todas las cosas, sin cuyo permiso nada se hace, y por esto las oraciones que se les dirigen son eficaces únicamente cuando merecen la aprobación de Dios».




POLITEÍSMO

667. ¿Por qué el politeísmo es una de las creencias más antiguas y más esparcidas, siendo falsa?

«El hombre no podía concebir el pensamiento de un Dios único, sino a consecuencia del desarrollo de sus ideas. Incapaz en su ignorancia de concebir un ser inmaterial, sin forma determinada y obrando en la materia, le había dado los atributos dé la naturaleza corporal, es decir, una forma y una figura, y desde entonces todo lo que le parecía iue iraspasaba las proporciones de la inteligencia vulgar era para él una divinidad. Todo lo que no comprendia debía ser obra de un poder sobrenatural, y de esto a creer en tantos poderes distintos cuantos efectos veía, no había más que un paso. Pero en todos tiempos ha hahido hombres ilustrados que han comprendido la imposibilidad de esa multitud de poderes para el gobierno del mundo sin una dirección superior, y se han elevado al pensamiento de un Dios único».

668. Habiéndose producido los fenómenos espiritistas en todos los tiempos y siendo conocidos desde las primeras edades del mundo, ¿no han podido hacer creer en la pluralidad de los dioses?

«Indudablemente; porque llamando los hombres dios a todo lo que era sobrehumano, los espíritus eran dioses para ellos, y por esto cuando un hombre se distinguía por sus acciones de todos los otros, por su genio, o por un poder oculto incomprensible para el vulgo, se le hacía un dios y se le tributaba culto después de muerto». (603)

La palabra dios tení a entre los antiguos una acepción muy lata. No era, como en nuestros días, una personificación del autor de la naturaleza, sino una calificación genérica dada a todo ser que estuviese fuera de las condiciones de la humanidad. Habiéndoles, pues, revelado las manifestaciones espiritistas la existencia de seres incorporales que obraban como fuerzas de la naturaleza, los habían llamado dioses, asi como nosotros los llamamos espíritus, - simple cuestión de palabra, aunque con la diferencia de que en su ignorancia, sostenida expresamente por los que tenian interés en ello, les elevaban templos y altares muy lucrativos, al paso que para nosotros no son más que simples criaturas más o menos perfectas, despojadas de su envoltura terrestre. Si se estudian con atención los diversos atributos de las divinidades paganas, sin trabajo se reconocerán en ellos todos los de los espíritus que ocupan los grados de la escala espiritista, su estado fisico en los mundos supe- riores, todas las propiedades del periespirítu y la parte que toman en las cosas de la tierra.

El cristianismo, al derramar sobre el mundo su divina luz, no pudo destruir una cosa que está en la naturaleza; pero hizo que se dirigiese la adoración a Aquél a quien pertenece. Respecto de los espíritus, su recuerdo se ha perpetuado bajo diferentes nombres, según los pueblos, y sus manifestaciones, que jamás han faltado, han sido diversamente interpretadas y explotadas con frecuencia bajo el prestigio de lo misterioso, y al paso que la religión ha visto en ellas fenómenos milagrosos, los incrédulos han visto supercherías. Hoy. gracias a un estudio más serio, hecho públicamente, el espíritismo, libre de las ideas supersticiosas que lo han oscurecido durante muchos siglos nos revela uno de los más grandes y sublimes principios de la naturaleza.




SACRIFICIOS

669. El uso de los sacrificios humanos data de la más remota antigüedad. ¿Cómo pudo el hombre ser inducido a creer que semejantes cosas pudiesen ser gratas a Dios?

«Ante todo, porque no comprendía a Dios como origen de toda bondad. En los pueblos primitivos la materia se sobrepone al espíritu; se entregan a los instintos del bruto, y de aquí que sean generalmente crueles; porque aún no se ha desarrollado en ellos el sentimiento moral. Además, los hombres primitivos debían creer naturalmente que una criatura animada era de mucho más valor a los ojos de Dios que un cuerpo material. Esto fue lo que les indujo a inmolar en un principio animales y más tarde hombres, puesto que, siguiendo su falsa creencia, creían que el valor del sacrificio estaba en relación con la importancia de la víctima. En la vida material, tal como la practicáis la mayor parte. si hacéis un regalo a alguien, lo elegís siempre de tanto más valor cuanta más simpatía y consideración queréis demostrar a la persona. Lo mismo, con respecto de Dios, hacían los hombres ignorantes»


-¿De modo que los sacrificios de animales precedieron a los humanos?

«No es dudoso».

-Según esta explicación, ¿los sacrificios humanos no tienen su origen en un sentimiento de crueldad?

«No, sino en una idea falsa de agradar a Dios. Contemplad a Abraham. Con el tiempo los hombres abusaron inmolando a sus enemigos, hasta a sus enemigos particulares. Por lo demás, Dios nunca ha exigido sacrificios, ni de animales, ni de hombres, y no puede honrársele con la destrucción inútil de su propia criatura».

670. Los sacrificios humanos llevados a cabo con intención piadosa, ¿han podido ser a veces agradables a Dios?

«No, nunca; pero Dios juzga la intención. Siendo ignorantes los hombres podían creer que hacían un acto laudable inmolando a uno de sus semejantes, y en este caso, Dios no se fijaba más que en él pensamiento y no en el hecho. Mejorándose los hombres, debían reconocer su error y reprobar esos sacrificios que no habían de formar parte de las ideas de las inteligencias ilustradas. Y digo ilustradas, porque las inteligencias estaban envueltas entonces en el velo material; pero por medio del libre albedrío podían tener una noción de su origen y de su fin, y muchos comprendían ya por intuición el mal que hacían; pero, por satisfacer sus pasiones, no dejaban de hacerlo».

671. ¿Qué hemos de pensar de las guerras llamadas sagradas? El sentimiento que induce a los pueblos fanáticos a exterminar lo más que les es posible, con la mira de ser agradables a Dios. a los que no participan de sus creencias, ¿parece que tienen el mismo origen que el que en otros tiempos les excitaba al sacnficío de sus semejantes?

«Son impelidos por los espíritus malos, y al hacer la guerra a sus semejantes, se oponen a la voluntad de Dios, que dice que debe amarse al hermano como a sí mismo. Todas las religiones, o mejor, todos los pueblos, adoran a un mismo Dios ya sea con éste, ya con aquel nombre, ¿y por qué, pues, hacerles una guerra de exterminio, porque su religión es diferente o no ha llegado al progreso de la religión de los pueblos civilizados? Los pueblos son excusables de que no creen la palabra de aquel que estaba animado del espíritu de Dios y fue por él enviado, sobre todo los que no le vieron, ni fueron testigos de sus actos, ¿y cómo queréis que crean esa palabra de paz, cuando se la lleváis espada en mano? Deben ilustrarse y nosotros debemos procurar hacerles conocer la doctrina de Aquél por medio de la persuasión y dulzura, y no por medio de la fuerza y de la, sangre. La mayor parte de vosotros no creéis en las comunicaciones que tenemos con ciertos mortales, ¿cómo queréis, pues, que los extraños crean vuestras palabras, cuando vuestros actos desmienten la doctrina que predicáis?»

672. La ofrenda de frutos de la tierra hecha a Dios, ¿era más meritoria a sus ojos que los sacrificios de animales?

«Ya os he respondido diciéndoos que Dios juzgaba la intención y que el hecho tenía poca importancia para él. Evidentemente érale más agradable ver que le Qfrecían los frutos de la tierra en vez de la sangre de las víctimas. Como os hemos dicho, y siempre os repetimos, la oración que sale de lo íntimo del corazón es cien veces más grata a Dios que todas las ofrendas que podéis hacerle. Repito que todo lo es la intención y nada el hecho».

673. ¿No seria un medio de hacer esas ofrendas más agradables a Dios consagrándolas al alivio de los que carecen de lo necesario, y en este caso, el sacrificio de animales, hecho con un fin útil, no seria más meritorio, al paso que era abusivo cuando para nada servia, o sólo era prove choso a personas a quienes nada hacia faltá? ¿No habría algo de piadoso verdaderamente en consagrar a los pobres las primicias de los bienes que Dios nos concede en la tierra?

«Dios bendice siempre a los que hacen bien, y el mejor medio de honrarle es el de aliviar a los pobres y afligidos. No quiero decir con esto que Dios desapruebe las ceremonias que hacéis para suplicarle: pero mucho dinero hay que podría emplearse con más utilidad de la que se emplea. Dios aprecia la sencillez en todo. El hombre que se apega a las exterioridades y no al espíritu es una inteligencia de mezquinas aspiraciones. Juzgad, pues, si Dios ha de fijarse más en la forma que en el fondo».





CAPÍTULO III — LEY DEL TRABAJO



NECESIDAD DEL TRABAJO

674. ¿La necesidad del trabajo es una ley de la naturaleza?

«El trabajo es una ley natural por lo mismo que es una necesidad, y la civilización obliga al hombre a mayor trabajo, porque aumenta sus necesidades y sus goces».

675. ¿Sólo deben entenderse por trabajo las ocupaciones materiales?

«No, el espíritu trabaja como el cuerpo. Toda ocupación útil es trabajo».
676. ¿Por qué es impuesto el trabajo al hombre?

«Es consecuencia de su naturaleza corporal; una expiación y al mismo tiempo un medio de perfeccionar su inteligencia. Sin el trabajo, el hombre no saldría de la infancia de la inteligencia y por esto sólo a su trabajo y actividad debe su subsistencia, su seguridad y su bienestar. Al que es débil de cuerpo Dios le da, en cambio, la inteligencia, pero siempre es trabajo».

677. ¿Por qué la naturaleza provee por si misma a todas las necesidades de los animales?

«Todo trabaja en la naturaleza, los animales trabajan corno tú, pero su trabajo, como su inteligencia, está limitado a las atenciones de su conservación, y he aquí por qué no es progresivo en ellos, al paso que en el hombre tiene un doble objeto: la conservación del cuerpo y el desarrollo del pensámiento que también es una necesidad, y que le eleva por encima de sí mismo. Cuando digo que el trabajo de los animales está limitado a las atenciones de su conservación, entiendo hablar del objeto que se proponen al trabajar, pero a su pesar, y al mismo tiempo que proveen a sus necesidades materiales, son agentes que secundan las miras del Creador, y su trabajo no deja de concurrir al objeto final de la naturaleza, aunque, con mucha frecuencia, no descubráis vosotros el resultado inmediato».

678. En los mundos más perfeccionados, ¿el hombre está sometido a las mismas necesidades del trabajo?

«La naturaleza del trabajo es relativa a la de las necesidades, y cuanto menos materiales son éstas, menos lo es también aquél. No creas, sin embargo, que el hombre permanezca inactivo e inútil, pues la ociosidad sería un suplicio en vez de ser un beneficio».

679. El hombre que posee bienes suficientes para asegurarse la existencia, ¿está libre de la ley del trabajo?

«Del trabajo material, quizá; pero no de la obligación de hacerse útil según sus medios, de perfeccionar su inteligencia o la de otros, lo que también es trabajo. Si el hombre a quien Dios ha confiado bienes suficientes para asegurarse la existencia, no está obligado a mantenerse con el sudor de su frente, la obligación de ser útil a sus semejantes es tanto mayor para él en cuanto la parte que anticipadamente le ha sido asignada, le concede más desahogo para hacer bien».

680. ¿No hay hombres impotentes para toda clase de trabajo y cuya vida es inútil?

«Dios es justo y no condena más que aquel cuya existencia es voluntariamente inútil; porque éste vive a expensas del trabajo ajend. Quiere que cada uno se haga útil según sus facultades». (643)

681. ¿La ley natural impone a los hijos la obligación de trabajar por sus padres?

«Ciertamente, como los padres deben trabajar por sus hijos, y por esto Dios ha hecho del amor filial y del paternal ñn sentimiento natural, con el fin de que por medio de este afecto reciproco los miembros de una misma familia fuesen inducidos a ayudarse mutuamente, lo cual se olvida con frecuencia en vuestra actual sociedad». (205)




LÍMITE DEL TRABAJO. DESCANSO

682. Siendo natural el descanso después del trabajo, ¿no es una ley natural?

«Sin duda, el descanso sirve para reparar las fuerzas del cuerpo, y es necesario también para dejar un poco de libertad a la inteligencia con el fin de que se levante por encima de la materia».


683. ¿Cuál es el limite del trabajo?

«El límite de las fuerzas. Por lo demás, Dios deja al hombre en libertad».

684. ¿Qué debemos pensar de los que abusan de su autoridad para imponer a sus inferiores un trabajo excesivo?

«Es una de las acciones más malas. Todo hombre que tiene mando es responsable del exceso de trabajo que impone a sus inferiores, porque viola la ley de Dios». (273)

685. ¿Tiene el hombre derecho al descanso en la vejez?


«Sí, pues sólo está obligado según sus fuerzas».


-Pero, ¿qué recurso tiene el anciano que ha de trabajar para vivir y no puede hacerlo?


«El fuerte ha de trabajar por el débil, y a falta de familia, la sociedad ha de hacer sus veces. Esta es la ley de caridad».

No basta decir al hombre que ha de trabajar, sino que también es preciso que el que cifra la existencia en su trabajo encuentre ocupación, lo cual no sucede siempre. Cuando la suspensióa del trabajo se generaliza, toma las proporciones de una calamidad como la miseria. La ciencia económica busca el remedio en el equilibrio de la producción y el consumo; pero este equilibrio, aun suponiendo que sea posible, tendrá siempre intermitencias, duránte cuyos intervalos no deja de tener necesidades de vivir el obrero. Hay un elemento con el cual no se ba contado bastante y sin él, la ciencia económica no pasa de ser una teoria. Este elemento es la educación, no la intelectual, sino la inoral, y tampoco la educación moral que enseñan los libros, sino la que consiste en el arte de formar el carácter, la educación que da costumbres; porque la educación es el conjunto de costumbres adquiridas. Cuando u piensa en la masa de individuos lanzados diariamente al torrente de la población, sin freno y sin ptindpios y entregados a sus propios instintos, ¿hay que admirarse de sus desastrosas consecuencias? Cuando se conozca, comprenda y practique aquel arte, el hombre llevará a la sociedad costumhres de orden y de previsión para sí y los suyos, de respeto hacia lo respetable, costumbres que le permitirán pasar menos penosamente los malos dias inevitables. El desorden y la ímprevisiózi son dos cánceres que sólo una educación bien entendida puede curar; este es el punto de partida, el elemento, real del bienestar, la prenda de seguridad para todos.





CAPÍTULO IV — LEY DE REPRODUCCIÓN



POBLACIÓN DEL GLOBO

686. ¿La reproducción de los seres vivientes es una ley natural?

«Es evidente, pues sin la reproducción perecería el mundo corporal».
687. Si la población sigue siempre la progresión creciente que se observa, ¿llegará el día en que sea exuberante en la tierra?

«No; Dios provee siempre a ello y mantiene, el equilibrio. Nada hace inútil, y el hombre que sólo ve un retazo del cuadro de la naturaleza, no puede ápreciar la armonía del conjunto».




SUCESIÓN Y PERFECCIONAMIENTO DE LAS RAZAS

688. En la actualidad hay razas humanas que disminuyen evidentemente, ¿llegará el día en que desaparezcan de la tierra?

«Cierto; pero otras han ocupado su puesto, como otras ocuparán el vuestro algún día».

689. Los hombres actuales, ¿son de nueva creación, o los descendientes perfeccionados de los seres primitivos?

«Son los mismos espíritus que han vuelto para perfeccionarse en cuerpos nuevos, pero que están lejos aún de la perfección. De este modo la raza humana actual que con su aumento tiende a invadir tóda la tierra y a reemplazar a las razas que desaparecen, tendrán su período de descenso y desaparición. Otras más perfeccionadas la reemplazarán, razas descendientes de la actual como los hombres civilizados de hoy descienden de los seres rudos y salvajes de los tiempos primitivos».

690. Bajo el aspecto puramente físico, ¿los cuerpos de la raza actual son de creación especial o proceden de los primitivos por vía de reproducción?

«El origen de las razas se pierde en la oscuridad de los tiempos; pero como todas ellas pertenecen a la gran familia humana, cualquiera que sea el origen primitivo de cada una, han podido cruzarse y producir nuevos tipos».

691. Bajo el aspecto físico, ¿cuál es el carácter distintivo y dominante de las razas primitivas?

«Desarrollo de la fuerza brutal a expensas de la intelectual. Hoy sucede lo contrario: el hombre hace más con la inteligencia que con la fuerza del cuerpo, y hace más, porque ha aprovechado las fuerzas de la naturaleza, lo que no hacen los animales».

692. El perfeccionamiento por medio de la ciencia, de las razas animales y vegetales, ¿es contraria a la ley natural? ¿Sería más conforme a esta ley dejar seguir las cosas un curso normal?

«Todo debe hacerse para llegar a la perfección, y el mismo hombre es un instrumento de que se sirve Dios para lograr sus fines. Siendo la perfección el objeto a que tiende la naturaleza, se responde a sus miras cuando se favorece esa perfección».

- Pero generalmente el hombre no se esfuerza en el mejoramiento de la raza sino por un sentimiento personal, y no tiene otro objeto que el aumento de sus goces. ¿no disminuye esto su mérito?

«¿Qué importa que sea nulo su mérito, siempre que se realice el progreso? A él le toca hacer meritorio su trabajo por medio de la intención. Por otra parte, con semejante trabajo ejerce y desarrolla su inteligencia, y en este concepto es en el que sale más beneficiado».




OBSTÁCULOS DE LA REPRODUCCIÓN

693. Las leyes que tienen por objeto o producen el efecto de crear obstáculos a la reproducción, ¿son contrarias a la ley natural?

«Todo lo que entorpece a la naturaleza en su marcha es contrario a la ley general».

-Hay, no obstante, especies de seres vivientes, animales y plantas, cuyá reproducción indefinida seria perjudicial a otros, y de los cuales sería víctima el mismo hombre en poco tiempo, ¿comete un acto reprensible, conteniendo esa reproducción?

«Dios ha dado al hombre sobre todos los seres vivientes un poder del cual debe usar pará el bien, pero no abusar. Puede reglamentar la reproducción según las necesidades, mas no debe entorpecería sin necesidad. La acción inteligente del hombre es un contrapeso establecido por Dios a fin de equilibrar las fuerzas de la naturaleza, y esto también le distingue de los animales, porque lo hace con conocimiento de causa; pero los mismos animales concurren a este equilibrio; porque el instinto de destrucción que les ha sido dado hace que, al mismo tiempo que atienden a su propia conservación, contienen el desarrollo excesivo, y acaso peligroso, de las especies animales y vegetales de que se alimentan».


694. ¿Qué debemos pensar de los usos que tienen por efecto contener la reproducción con la mira de satisfacer la sensualidad?

«Prueban el predominio del cuerpo sobre el alma y lo material que es el hombre».




MATRIMONIO Y CELIBATO

695. El matrimonio, es decir, la unión permanente de dos seres, ¿es contrario a la ley natural?

«Es un progreso en la marcha de la humanidad».
696. ¿Qué efecto producirla en la sociedad humana la abolición del matrimonio?

«El regreso a la vida de los brutos».

La unión libre y fortuita de los sexos es el estado natural. El matrimonio es uno de los primeros actos de progreso en las sociedades humanas; porque establece la solidaridad fraternal y se halla en todos los pueblos, aunque en diversas condiciones. La abolición del matrimonio sería, pues, el regreso a la infancia de la humanidad, y haria al hombre inferior a ciertos animales que le dan ejemplo de uniones constantes.

697. La indisolubilidad absoluta del matrimonio, ¿es de ley natural o únicamente humana?

«Es una ley humana muy contraria a la natural, pero los hombres pueden cambiar sus leyes. Sólo las naturales son inmutables».

698. El celibato voluntario, ¿es un estado de perfección meritorio ante Dios?

«No, y los que viven así por egoísmo desagradan a Dios y engañan a todo el mundo».
699. Respecto de ciertas personas, ¿no es el celibato un sacrificio con el fin de consagrarse más completamente al servicio de la humanidad?

«Esto es muy diferente. Yo he dicho por egoísmo. Todo sacrificio personal es meritorio cuando es por el bien, y mientras mayor es aquél, mayor es el mérito».

Dios no puede contradecirse nl encontrar malo lo que é1 ha hecho, y no puede, pues, ver un mérito en la violación de su ley; pero si el celibato no es por si mismo un estado meritorio, no sucede lo mismo cuando constituye, por renuncla de los goces de la familia, un sacrificio hecho en provecho de la humanidad. Todo sacrificio personal con la mira del bien, y sin premeditación de egoísmo, eleva al hombre por encima de su condición material.




POLIGAMIA

700. La igualdad numérica que aproximadamente existe entre los sexos, ¿es un indicio de la proporción en que han de unirse?

«Sí, porque todo tiene un objeto en la naturaleza».

701. De la poligamia y de la monogamia, ¿cuál está más conforme con la ley natural?

«La poligamia es una ley humana cuya abolición senala un progreso social. El matrimonio, según las miras de Dios, debe estar fundado en el afecto de los seres que se unen. En la poligamia no hay afecto verdaderamente real, sino sensualidad».

Si la poligamia fuera conforme a la ley natural, debiera poder ser universal, lo que sería materialmente imposible, vista la igualdad numérica de los sexos.

La poligamia debe ser considerada como un uso, o una legislación particular apropiada a ciertas costumbres, y que el perfeccionamiento social va haciendo desaparecer poco a poco.





CAPÍTULO V — LEY DE CONSERVACIÓN



INSTINTO DE CONSERVACIÓN

702. ¿El instinto de conservación es una ley natural?

«Sin duda. Ha sido dada a todos los seres vivientes, cualquiera que sea su grado de inteligencia; en los unos es puramente maquinal y en los otros racional».

703. ¿Con qué objeto ha dado Dios a todos los seres vivientes el instinto de conservación?

« Porque todos deben concurrir a las miras de la Providencia, y, por esto Dios les ha dado la necesidad de vivir. Y además, la vida es necesaria al perfeccionamiento de los seres, que lo sienten instintivamente sin darse cuenta de ello».




MEDIOS DE CONSERVACIÓN

704. Al dar Dios al hombre la necesidad de vivir, ¿le ha proporcionado siempre los medios?

«Sí, y si no los encuentra, es porque no los comprende. Dios no ha podido dar al hombre la necesidad de vivir sin proporcionarle los medios, y por esto hace producir a la tierra lo que es necesario a todos sus habitantes; porque sólo lo necesario es útil, lo superfluo no lo es nunca».

705. ¿Por qué la tierra no produce siempre lo bastante para proporcionar lo necesario al hombre?

«Es porque el hombre, ¡ingrato!, la descuida, y sin embargo, es una excelente madre. Con frecuencia también acusa a la naturaleza de lo que es efecto de su impericia o de su imprevisión. La tierra produciría siempre lo necesario, si el hombre supiese contentarse con ello. Si no basta a todas las necesidades, es porque el hombre emplea en lo superfluo lo que pudiera darse a lo necesario. Mira al árabe del desierto, siempre encuentra con qué vivir, porque no se crea necesidades ficticias; pero cuando la mitad de los productos se malbarata en satisfacer caprichos, ¿debe admirarse el hombre de no encontrar nada al día siguiente, y tiene razón para quejarse de encontrarse desprovisto cuando viene el tiempo de la escasez? En verdad os digo, que no es la naturaleza la imprevisora, sino el hombre que no sabe gobernarse».

706. ¿Los bienes de la tierra no se reducen más que a los productos del suelo?

«El suelo es el origen primero de donde emanan todos los otros recursos; porque en definitiva éstos no son más que una transformación de los productos del suelo, y de aquí que por bienes de la tierra deben entenderse todos aquellos de que el hombre puede gozar en este mundo».

707. Con frecuencia faltan a ciertos individuos los medios de subsistencia, aun en medio de la abundancia que les rodea, ¿de quién deben quejarse?

«Del egoísmo de los hombres, que no siempre hacen lo que deben, y luego y lo más frecuentemente, de ellos mismos. Buscad y encontraréis: estas palabras no quieren decir que basta mirar al suelo para encontrar lo que se desea, sino que se ha de buscar con ardor y perseverancia, y no con molicie, sin desanimarse ante los obstáculos que con mucha frecuencia no son más que medios de poner a prueba vuestra constancia, paciencia y firmeza». (534)

Si la civilización multiplica las necesidades, multiplica también los origenes de trabajo y los medios de vivir; pero preciso es convenir en que bajo este aspecto, mucho le resta aún por hacer. Cuando haya redondeado su obra, nadie podrá decir que carece de lo necesario, a no ser por culpa suya. La desgracia de muchos consiste en que van por un camino que no es el que les ha trazado la naturaleza, y entonces escuando les falta inteligencia para llegar al término. Para todos hay lugar, pero con la condición de que cada uno ocupe el suyo, y no el de los otros. La naturaleza no puede ser responsable de los vicios de la organización social y de las consecuencias de la ambición y del amor propio.

Preciso es, sin embargo, ser ciego para no conocer el progreso realizado bajo este aspecto en los pueblos más adelantados. Gracias a los laudables esfuerzos que la filantropía y las ciencias reunidas no cesan de hacer para el mejoramiento del estado material de los hombres, y a pesar del acrecentamiento incesante de las poblaciones, es atenuada la insuficiencia de la producción, en gran parte, por lo menos, y los años más calamitosos no tienen comparación con los de otros tiempos. La higiene pública, ese elemento tan esencial de la fuerza y de la salud, desconocido de nuestros padres, es objeto de una solicitud esclarecida, el infortunio y el sufrimiento encuentran asilos, y en todas partes se beneficia la ciencia para el acrecentamiento del bienestar. ¿Quiere esto decir que se haya llegado a la perfección? Oh! ciertamente que no; pero lo que se hace da la medida de lo que puede hacerse con perseverancia, si el hombre es bastante prudente para buscar su dicha en las cosas positivas y graves, y no en utopías que le retrasan en vez de adelantarle.

708. ¿No hay posiciones en las que los medios de subsistencia no dependen en modo alguno de la voluntad del hombre, y la privación de lo más indispensablemente necesario es consecuencia de la fuerza de las cosas?

«Es una prueba con frecuencia cruel que debe sufrir y a la cual sabía que estaría expuesto, y su mérito consiste en someterse a la voluntad de Dios, si su inteligencia no le ofrece medio alguno de salir del apuro. Si debe morir, ha de resolverse sin murmurar, pensando que le ha llegado la hora de la verdadera libertad y que la desesperación del último momento puede hacerle perder el fruto de su resignación».

709. Los que en ciertas situaciones criticas, se han visto precisados a sacrificar a sus semejantes para alimentarse con ellos, ¿han cometido un crimen, y siendo así, es atenuado por la necesidad de vivir que les da el instinto de conservación?

«Ya he respondido, diciendo que lo más meritorio es sufrir todas las pruebas de la vida con dolor y abnegación. Existe un homicidio y un crimen de lesa naturaleza, falta que debe ser doblemente castigada».

710. En los mundos donde está más depurada la organización, ¿tienen necesidad de alimentación los seres vivientes?

«Sí, pero su alimentación está en relación con su naturaleza. Estos alimentos no serían bastante sustanciosos para vuestros estómagos groseros, lo mismo que ellos no podrían digerir los vuestros».




​GOCE DE LOS BIENES DE LA TIERRA

711. ¿Tienen derechos todos los hombres a usar de los bienes de la tierra?

«Este derecho es consecuencia de la necesidad de vivir. Dios no puede haber impuesto un deber sin haber dado los medios de cumplirlo».

712. ¿Con qué objeto ha dado Dios atractivos a los goces de los bienes materiales?

«Para excitar al hombre al cumplimiento de su misión, y también para probarle por medio de la tentación».

-¿Qué objeto tiene esta tentación?


«Desarrollar su razón que debe preservarle de los excesos».

Si el hombre no hubiese sido excitado al uso de los bienes de la tierra más que con la mira de su utilidad, su indiferencia hubiera podido comprometer la armonía del universo. Dios le ha dado el atractivo del placer que le solicita al cumplimiento de las miras de la Providencia. Pero por este mismo atractivo, Dios ha querido además probarle con la tentación que le arrastra al abuso, de que su razón ha de preservarle.

713. ¿Los goces tienen límites fijados por la naturaleza?

«Sí, para indicaros el límite de lo necesario; pero con vuestros excesos llegáis a la saciedad y vosotros mismos os castigáis».

714. ¿Qué hemos de pensar del hombre que busca en los excesos de todas clases un refinamiento de sus goces y placeres?

«¡Pobre naturaleza, que debe compadecerse y no envidiarse, porque está muy cercana a la muerte!»

-¿Se acerca a la muerte física o a la moral?

«A ambas».

El hombre que busca en los excesos de todas clases un refinamiento de los goces se hace inferior al bruto; porque éste sabe limitarse a la satisfacción de la necesidad. Abdica de la razón que Dios le ha dado por guía, y mientras mayores son sus excesos, mayor imperio da a su naturaleza animal sobre la espiritual Las enfermedades, los achaques, la misma muerte, consecuencia de los abusos, son al mismo tiempo castigo de la transgresión de la ley de Dios.




NECESARIO Y SUPERFLUO

715. ¿Cómo puede conocer el hombre el limite de lo necesario?

«El prudente lo conoce por intuición, y muchos por experiencia adquirida a sus expensas».
716. ¿La naturaleza no ha trazado límites a nuestras necesidades por medio de nuestra organización?

«Sí, pero el hombre es insaciable. La naturaleza ha trazado el límite de sus necesidades por medio de la organización; pero los vicios han alterado su constitución y le han creado necesidades que no son reales».

717. ¿Qué debe pensarse de los que amontonan bienes terrestres para conseguir lo superfluo, en perjuicio de los que carecen de lo necesario?

«Desconocen la ley de Dios y habrán de responder de las privaciones que hayan hecho sufrir».

El limite de lo necesario y de lo superfluo nada tiene de absoluto. La civilización ha creado necesidades de que carece el salvaje, y los espíritus que han dictado estos preceptbs no pretenden que el hombre civilizado deba vivir como el salvaje. Todo es relativo, y a la razón toca hacer la justa distribución. La civilización desarrolla el sentido moral y al mismo tiempo el sentimiento de caridad que introduce a los hombres a prestarse mutuo apoyo. Las que viven a expensas de las privaciones de los otros. explotan en provecho suyo los beneficios de la civilización; no tienen de ésta más que un barniz, como hay gentes que de la religión sólo tienen el antifaz.




PRIVACIONES VOLUNTARIAS. MORTIFICACIONES

718. ¿La ley de conservación obliga a atender a las necesidades del cuerpo?

«Sí pues sin fuerza y salud es imposible trabajar».
719. ¿ Es censurable que el hombre busque el bienestar?

«El bienestar es un deseo natural, y Dios no prohibe más que el abuso, porque éste es contrario a la conservación. No mira como un crimen el que se busque el bienestar, si no es adquirido a expensas de otro, y si no ha contribuido a mermar vuestras fuerzas morales y físicas».

720. Las privaciones voluntarias con la mira de una expiación voluntaria también, ¿tiene mérito ante Dios?

«Haced bien a los otros y tendréis más méritos».


-¿Hay privaciones voluntarias que son meritorias?


«Sí, la privación de los goces inútiles; porque desprende al hombre de la materia y eleva su alma. Lo meritorio es, resistir a la tentación que solicita a los excesos o al goce de las cosas inútiles; disminuir lo necesario para dar a los que no tienen bastante. Si la privación no es más que un vano simulacro, es una irrisión».

721. La vida de mortificaciones ascéticas ha sido practicada desde muy antiguo y en diferentes pueblos, ¿es me ritoria bajo algún aspecto?

«Preguntad a quien aprovecha y tendréis la contestación. Si no aprovecha más que al que la practica y le impide hacer el bien, es egoísmo, cualquiera que sea su pretexto. La verdadera mortificación, según la caridad cristiana, consiste en privarse y en trabajar por los otros».

722. ¿Está fundada en la razón la abstención de ciertos alimentos prescrita en diversos pueblos?

«Todo aquello de que pueda alimentarse el hombre sin perjuicio de su salud, está permitido; pero los legisladores han podido prohibir ciertos alimentos con un fin útil, y para dar más crédito a sus leyes, las han presentado como emanadas de Dios».

723. ¿La alimentación animal es contraria en el hombre a la ley natural?

«En vuestra constitución física la carne alimenta a la carne, pies de otro modo el hombre se deterioraría. La ley de conservación constituye al hombre en el deber de mantener sus fuerzas y su salud para realizar la ley del trabajo. Debe, pues, alimentarse según lo exija su organización».

724. ¿Es meritoria la abstención de la alimentación animal o de otra clase por vía de expiación?

«Si se priva por los otros, si pero Dios no puede fijarse en la mortificación cuando no existe privación seria y útil, y de aquí que digamos que son hipócritas los que sólo se privan en apariencia». (720)

725. ¿Qué debemos pensar de las mutilaciones del cuerpo del hombre o de los animales?
«¿A qué semejante pregunta? Preguntad otra vez si una cosa es útil. Lo inútil no puede ser agradable a Dios, y lo nocivo le es siempre desagradable; porque sabedlo, Dios es sensible únicamente a los sentimientos que hacia él elevan las almas. Practicando su ley, y no violándola, podréis sacudir vuestra materia terrestre».

726. Si los sufrimientos de este mundo nos elevan según el modo como se soportan, ¿nos elevamos por los que voluntariamente nos creamos?

«Los únicos sufrimientos que elevan son los naturales, porque proceden de Dios; los sufrimientos voluntarios para nada sirven cuando ningún bien reportan a los otros. ¿Crees tú que los que acortan su vida con rigores sobrehumanos, como los bonzos, los fakires y ciertos fanáticos de muchas sectas, adelantan en su camino? ¿Por qué no trabajan mejor en bien de sus semejantes? Que vistan al indigente, que consuelen al que llora, que trabajen por el enfermo, que sufran privaciones para alivia a los desgraciados, y entonces su vida será útil y agradable a Dios. Cuando en los sufrimientos voluntarios que se experimentan, no se mira más que a sí mismo, es egoísmo; cuando se sufre por los otros, es caridad. Estos son los preceptos de Cristo».

727. Si no se deben crear sufrimientos voluntarios, que no tienen utilidad alguna para los otros. ¿se debe procurar preservarse de los que se prevén o amenazan?

«El instinto de conservación ha sido dado a todos los seres contra los peligros y sufrimientos. Castigad vuestro espíritu y no vuestro cuerpo, mortificad vuestro orgullo, ahogad vuestro egoísmo semejante a una serpiente que os roe el corazón, y haréis más por vuestro adelanto que no con rigores que ya no son de este siglo»





CAPÍTULO VI - LEY DE DESTRUCCIÓN



DESTRUCCIÓN NECESARIA Y DESTRUCCIÓN ABUSIVA

728. ¿La destrucción es una ley natural?

«Es preciso que todo sea destruido para que renazca y sea regenerado, porque lo que vosotros llamáis destrucción no es más que una transformación, cuyo objeto es la renovación y mejoramiento de los seres vivientes».

-¿El instinto de destrucción ha sido, pues, dado a los seres vivientes con miras providenciales?

«Las criaturas de Dios son instrumentos de que se sirve para llegar a sus fines. Para alimentarse, los seres vivientes se destruyen entre sí, con el doble objeto de mantener el equilibrio en la reproducción, que pudiera llegar a ser excesiva, y de utilizar los restos de la envoltura exterior. Pero siempre es destruida únicamente la envoltura, envoltura que sólo es lo accesorio y no la parte esencial del ser pensante, pues este es el principio inteligente indestructible, y que se elabora en las diferentes metamorfosis que experimenta».

729. Si la destrucción es necesaria para la regeneración de los seres, ¿por qué la naturaleza los rodea de medios de preservación y de conservación?

«Para que la destrucción no tenga lugar antes del tiempo necesario. Toda destrucción anticipada estorba el desarrollo del principio inteligente, y por esto Dios ha dado a cada ser la necesidad de vivir y reproducirse».

730. Puesto que la muerte ha de conducirnos a mejor vida, nos libra de los males de ésta, y puesto que en consecuencia es más de desear que de temer, ¿por qué el hombre le tiene un horror instintivo qu se la hace temer?

«Ya lo hemos dicho, el hombre debe tratar de prolongar su vida para cumplir su tarea, y por esto le ha dado Dios el instinto de conservación, instinto que le sostiene en las pruebas, y sin el cual se abandonaría a menudo al decaimiento. La voz secreta que le hace rechazar la muerte le dice, que algo puede hacer aún por su adelantamiento. Cuando le amenaza algún peligro, se le advierte con él que aproveche el tiempo que Dios le concede; pero el ingrato lo agradece con frecuencia más a su estrella que a su Creador».

731. ¿Por qué junto a los medios de conservación, la naturaleza ha colocado al mismo tiempo los agentes destructores?

«Junto al mal, el remedio. Ya lo hemos dicho, para mantener el equilibrio y para que sirva de contrapeso».

732. ¿La necesidad de destrucción es la misma en todos los mundos?

«Es proporcional al estado más o menos material de los mundos, y cesa en un estado físico y moral más depurado. En los mundos más adelantados que el vuestro, son totalmente diferentes las condiciones de existencia».

733. ¿La necesidad de destrucción existirá siempre entre los hombres de la tierra?

«La necesidad de destrucción se debilita en el hombre a medida que el espíritu se sobrepone a la materia, y por esto veis que el horror a la destrucción sigue el desarrollo intelectual y moral».

734. En su actual estado, ¿tiene el hombre derecho ilimitado de destrucción sobre los animales?

«Este derecho está reglamentado por la necesidad de atender a su alimentación y seguridad. El abuso nunca ha sido un derecho».

735. ¿Qué ha de pensarse de la destrucción que traspasa los limites de las necesidades y de la seguridad, de la caza, por ejemplo, cuando no tiene otro objeto que el placer de destruir sin utilidad?

«Predominio de la bestialidad sobre la naturaleza espiritual. Toda destrucción que traspasa los límites de la necesidad es una violación de la ley de Dios. Los animales no destruyen más que para satisfacer sus necesidades; pero el hombre, que tiene libre albedrío, destruye sin necesidad y dará cuenta del abuso de la libertad que se le ha dado, porque cede entonces a los malos instintos».

736. Los pueblos que llevan al extremo el escrúpulo relativo a la destrucción de los animales, ¿tienen un mérito particular?

«Es un exceso de un sentimiento laudable en sí mismo, pero que llega a ser abusivo, y cuyo mérito queda neutralizado por abusos de otras muchas clases. Mas es en ellos el miedo supersticioso que la verdadera bondad».




CALAMIDADES DESTRUCTORAS

737. ¿Con qué objeto castiga Dios a la humanidad con calamidades destructoras?

«Para hacerla adelantar con más rapidez. ¿No hemos dicho que la destrucción es necesaria para la regeneración moral de los espíritus, que adquieren en cada nueva existencia un nuevo grado de perfección? Es preciso ver el fin para apreciar los resultados. Vosotros no los juzgáis más que desde vuestro punto de vista personal, y los llamáis calamidades a consecuencia del perjuicio que os ocasionan; pero estos trastornos son necesarios a veces para hacer que se establezca más prontamente un orden de cosas mejor, y en algunos años lo que hubiese exigido muchos siglos». (744)

738. ¿No podría emplear Dios otros medios que las calamidades destructoras para el mejoramiento de la humanidad?

«Sí, y los emplea cada día, puesto que ha dado a cada uno los medios de progresar con el conocimiento del bien y del mal. El hombre es quien no los aprovecha, y es preciso castigarle en su orgullo y hacerle comprender su debilidad».

-Pero en esas calamidades sucumbe lo mismo el hombre de bien que el perverso, ¿es esto justo?

«Durante la vida, el hombre lo refiere todo al cuerpo; pero después de la muerte, piensa de distinto modo, y según hemos dicho, la vida del cuerpo es poca cosa. Un siglo de vuestro mundo es un relámpago en la eternidad, y los sufrimientos que llamáis de algunos meses o de algunos días no son nada, son para vosotros una enseñanza que os aprovecha en el porvenir. Los espíritus, he aquí el mundo real, preexistente y sobreviviente a todo. (85) Ellos son los hijos de Dios y objeto de toda su predilección; los cuerpos no son más que los disfraces con que aquéllos aparecen en el mundo. En las grandes calamidades que diezman a los hombres, resulta lo que un ejército que, durante la guerra, ve sus vestidos gastados, rotos o perdidos. El general cuida más de sus soldados que de sus vestidos».

-Pero las víctimas de esas calamidades, ¿no dejan de ser víctimas?


«Si se considera la vida tal como es, y cuán poca cosa es con relación al infinito, se le daría menos importancia. Esas víctimas hallarán en otras existencias la completa compensación de sus sufrimientos, si saben soportarlos sin murmurar».

Que muramos a consecuencia de una calamidad, o de una causa or dinaria, no deja de sernos indispensable morir, cuando nos toca la hora de marchar; sólo hay la diferencia de que marcha a la vez mayor número.

Si pudiéramos elevarnos con el pensamiento, de modo que dominásemos la humanidad y la abrazásemos en su conjunto, esas terribles calamidades no nos parecerían más que huracanes pasajeros en el destino del mundo.

739. ¿Las calamidades destructoras tienen una utilidad físicamente consideradas a pesar de los males que ocasionan?

«Si; pues a veces cambian el estado de una comarca; pero el bien que de ellas resulta no es apreciado con frecuencia más que por las generaciones futuras».

740. ¿No serán igualmente las calamidades pruebas morales para el hombre, que le ponen en lucha con las más duras necesidades?

«Las calamidades son pruebas que proporcionan al hombre ocasión de ejercer su inteligencia, de probar su paciencia y resignación a la voluntad de Dios, y le ponen en condición de desplegar sus sentimientos de abnegación, de desinterés y de amor al prójimo, si no está dominado por el egoísmo».

741. ¿Es dado al hombre conjurar las calamidades que le afligen?

«Por una parte, sí; pero no como generalmente se entiende. Muchas calamidades son consecuencia de su imprevisión, y a medida que adquieren conocimientos y experiencias, puede conjurarlas, es decir, prevenirlas, si sabe buscar sus causas. Pero entre los males que afligen a la humanidad, los hay generales que pertenecen a los secretos de la Providencia, y cuyas consecuencias afectan más o menos a todos los individuos. A éstos el hombre no puede oponer más que resignación a la voluntad de Dios, pero aun estos mismos males son agravados por la incuria humana».

Entre las calamidades destructoras, naturales e independientes del hombre, deben colocarse, en primer término, la peste, la carestía, las inundaciones, las intemperies fatales a los productos de la tierra. Pero en la ciencia, en los trabajos, del arte, en el perfeccionamiento de la agricultura, en las amelgas y regadios y en el estudio de las condiciones higiénicas, ¿no ha encontrado el hombre medios de neutralizar, o por lo menos, de atenuar muchos desastres? Ciertas comarcas en otros tiempos asoladas por terribles calamidades, ¿no están hoy libres de ellas? ¿Qué no conseguirá, pues, el hombre para su bienestar, cuando sepa aprovechar todos los recursos de su inteligencia, y cuando a los cuidados de su conservación personal sepa unir el sentimiento de una verdadera caridad para con sus semejantes? (707)




GUERRAS

742. ¿Qué causa arrastra al hombre a la guerra?

«Predominio de la naturaleza animal sobre la espiritual y dominación de las pasiones. En estado de barbarie, los pueblos no conocen otro derecho que el del más fuerte, y de aquí que la guerra sea su estado normal. A medida que el hombre progresa, se hace menos frecuente aquélla; porque éste evita sus causas, y cuando la guerra es necesaria, el hombre la hace con humanidad».

743. ¿Desaparecerá algún día la guerra de la tierra?

«Sí, cuando los hombres comprendan la justicia, y practiquen la ley de Dios; entonces serán hermanos todos los pueblos».

744. ¿Cuál ha sido el objeto de la Providencia, haciendo necesaria la guerra?

«La libertad y el progreso».

-Si la guerra ha de producir el efecto de llegar a la libertad, ¿a qué se debe que tenga con frecuencia por fin y resultado la dominación?

«Dominación momentánea para cansar a los pueblos, a fin de hacerles llegar más pronto».

745. ¿Qué debemos pensar del que suscita la guerra en beneficio suyo?

«Este es el verdadero culpable, y le serán precisas muchas existencias para expiar todos los asesinatos, que con su conducta habrá originado, porque responderá de cada hombre cuya muerte haya causado por satisfacer su ambición».




ASESINATO

746. ¿El asesinato es un crimen a los ojos de Dios?

«Sí, un gran crimen; porque el que quita la vida a su semejante corta una vida de expiación o de misión, y en esto consiste el mal».

747. ¿El asesinato tiene siempre el mismo grado de culpabilidad?

«Ya lo hemos dicho, Dios es justo, y juzga más la intención que el hecho».
748. ¿Dios excusa el asesinato en caso de legítima defensa?

«Sólo la necesidad puede excusarlo; pero, si se puede salvar la vida sin atentar a la del agresor, debe hacerse».
749. ¿Es culpable el hombre de los asesinatos que comete en la guerra?

«No, cuando se ve obligado a ello; pero es culpable de las crueldades que comete, y le será tomada en cuenta su humanidad».

750. ¿Cuál es más culpable ante Dios, el infanticidio o el parricidio?

«Ambos lo son igualmente; porque todo crimen es un crimen».
751. ¿De dónde procede que en ciertos pueblos, ya adelantados bajo el punto de vista intelectual, sea una costumbre el infanticidio y esté consagrado por la legislación?

«El desarrollo intelectual no lleva consigo la necesidad del bien, y el espíritu superior en inteligencia puede ser malo. Así sucede al que ha vivido mucho sin mejorarse: sabe».




CRUELDAD

752. ¿Puede referirse el sentimiento de crueldad al instinto de destrucción?

«Es el instinto de destrucción en lo que tiene de más malo; porque si la destrucción es a veces una necesidad, no lo es nunca la crueldad, que siempre es resultado de una mala naturaleza».

753. ¿De dónde procede que la crueldad es el carácter dominante de los pueblos primitivos?

«En los pueblos primitivos, como tú los llamas, la materia predomina sobre el espíritu; se entregan a los instintos del bruto, y como no tienen otras necesidades que las de la vida del cuerpo, sólo piensan en su conservación personal, y esto es lo que les hace generalmente crueles. Y además los pueblos, cuyo desarrollo es imperfecto, están bajo el dominio de los espíritus igualmente imperfectos, que les son simpáticos, hasta que otros pueblos más adelantados destruyen o amenguan esa influencia».

754. ¿La crueldad no se origina en la ausencia del sentido moral?

«Di que el sentido moral no está desarrollado; pero no que está ausente, puesto que existe en principio en todos los hombres, y este sentido moral es el que más tarde los convierte en seres buenos y humanitarios. Existe, pues, el salvaje; pero reside en él como el principio del perfume está en el germen de la flor antes de que ésta se abra».

Todas las facultades existen en el hombre en estado rudimentario o latente, y se desarrollan según que las circunstancias les son más o menos favorables. El desenvolvimiento excesivo de las unas contiene o neutraliza el de las otras. La sobreexcitación de los instintos materiales ahoga, por decirlo asi, el sentido moral, como el desarrollo de éste debilita poco a poco las facultades puramente animales.

755 ¿A qué se debe que en el seno de la más adelantada civilización, se encuentren seres tan crueles a veces como los salvajes?

«Como en un árbol cargado de buen fruto se encuentran abortos. Esos tales son, si así lo quieres, salvajes que sólo tienen la capa de la civilización, lobos extraviados en medio de los corderos. Espíritus de un orden inferior y muy atrasados pueden encarnarse entre hombres adelantados con la esperanza de progresar; pero, si la prueba es muy pesada, la índole primitiva domina».

756. ¿La sociedad de los hombres de bien estará purificada algún día de esos seres malhechores?

«La humanidad progresa. Esos hombres dominados por el instinto del mal y que están fuera de su centro, hallándose entre las gentes de bien, desaparecerán poco a poco, como el grano malo es separado del bueno, cuando éste ha sido echado; pero para renacer bajo otra envoltura y como tendrán más experiencias, comprenderán mejor el mal y el bien. Tienes un ejemplo en las plantas y los animales que el hombre tiene el arte de perfeccionar, y en los cuales desarrolla nuevas cualidades. Pues bien, el perfeccionamiento no es completo hasta después de muchas generaciones. Esta es la imagen de las diferentes existencias del hombre».




DUELO

757. ¿El duelo puede considerarse como un caso de legítima defensa?

«No; es un asesinato y una costumbre absurda digna de bárbaros. Con una civilización más avanzada y moral, el hombre comprenderá que el duelo es tan ridículo como los combates, que en otros tiempos se; miraban como juicios de Dios».

758. ¿El duelo puede ser considerado como un asesinato por parte de aquel que, conociendo su propia debilidad, está casi seguro de sucumbir?

«Es un suicidio».

-Y cuando son Iguales las probabilidades, ¿es un asesinato o un suicidio?
«Lo uno y lo otro».

En todos los casos, aun en aquel que son iguales las probabih'da des, el duelista es culpable, ante todo, porque atenta friamente y de intento deliberado a la vida de su semelante, y despues, porque expone su propia vida inútilmente y sin provecho de nadie.

759. ¿Qué valor tiene lo que en materia de duelo se llama el punto de honor?

«Orgullo y vanidad; dos plagas de la humanidad».

-¿Pero no hay casos en que verdaderamente se encuentra comprometido el honor, y en los cuales sería una cobardía no aceptar el duelo?

«Eso depende de los usos y costumbres; cada país y cada siglo tienen sobre el particular distinta manera de ver. Cuando los hombres sean mejores y estén más adelantados en moral, comprenderán que el verdadero punto de honor está por encima de las pasiones terrestres, y que no se reparan agravios matando o haciéndose matar».

Hay más grandeza y verdadero honor en confesarse culpable si uno lo es, o en perdonar, si se tiene razón; y en todos los cnsos, en despreciar los insultos que no pueden alcanzarnos.




PENA DE MUERTE

760. ¿La pena de muerte desaparecerá algún día de la legislación humana?

«La pena de muerte desaparecerá incuestionablemente, y su supresión marcará un verdadero progreso en la humanidad. Cuando los hombres estén más ilustrados, la pena de muerte será completamente abolida en la tierra, y los hombres no tendrán necesidad de ser juzgados por los hombres. Hablo de un tiempo que aún está bastante lejano de vosotros».

El progreso social deja sin duda mucho que desear aún; pero seria uno inlusto respecto de la sociedad moderna, si no viese un progreso de las restricciones puestas a la pena de muerte en los pueblos más adelantados, y en la naturaleza de los crimenes a los cuales se limita su aplicación. Si se comparan las garantías de que en esos mismos pueblos, se esfuerza la justicia en rodear al acusado, la humanidad con que le trata, aun cuando le considera culpable, con lo que se practicaba en tiempos que todavia no están muy lelos, no puede desconocerse el camino progresivo porque marcha la humanidad.

761. ¿La ley de conservación da al hombre derecho de preservar su propia vida, y no usa de él cuando quita de la sociedad un miembro peligroso?

«Hay otros medios de preservarse del peligro sin matarle. Es preciso, además abrir al criminal la puerta del arrepentimiento, y no cerrársela».

762. Si la pena de muerte puede ser desterrada de las sociedades civilizadas, ¿no ha sido necesaria en tiempos menos adelantados?

«Necesaria no es la palabra. El hombre cree siempre necesaria una cosa, cuando no encuentra nada mejor. A medida que se ilustra, comprende mejor lo justo y lo injusto y repudia los excesos cometidos a nombre de la justicia en épocas de ignorancia».

763. La restricción de casos en que se aplica la pena de muerte, ¿es un indicio de progreso en la civilización?

«¿Puedes dudarlo? ¿No se subleva tu espíritu, leyendo el relato de las carnicerías humanas, realizadas en otros tiempos a nombre de la justicia, y con frecuencia en honor de la divinidad, de los tormentos que se imponían al condenado, y hasta al acusado pará arrancarle, con el exceso de sufrimientos, la confesión de un crimen que a menudo no había cometido? Pues bien, si tú hubieses vivido en aquellos tiempos, todo eso lo hubieses encontrado muy natural, y quizá como juez hubieras hecho lo mismo. Así es como lo que parecía justo en un tiempo, parece bárbaro en otro. Sólo las leyes divinas son eternas, las humanas cambian con el progreso. y cambiarán aún hastai que estén armonizadas con las divinas».

764. Jesús lo dijo: El que matase con espada morirá por espada. ¿No son estas palabras la consagración de la pena del talión, y la muerte impuesta al asesino no es la aplicación de aquella pena?

«Andad con cuidado; porque os habéis equivocado acerca de estas palabras como acerca de otras muchas. La pena del talión es la justicia de Dios, y él es quien la aplica. Todos vosotros la sufrís a cada instante; porque sois castigados por donde habéis pecado en esta o en otra vida. El que ha hecho sufrir a sus semejantes, se encontrará en posición en que sufrirá lo mismo que ha hecho sufrir. Tal es el sentido de las palabras de Jesús; pero también os dijo: Perdonad a vuestros enemigos y os enseño a pedir a Dios que os perdone vuestras ofensas como vosotros las habréis perdonado, es decir en la misma proporción en que hayáis perdonado. Entended bien esto».

765. ¿Qué ha de pensarse de la pena de muerte impuesta a nombre de Dios?

«Eso es hacer las veces de Dios respecto de la justicia. Los que así obran demuestran cuán lejos están de comprender a Dios, y que han de expiar aún muchas cosas. La pena de muerte, aplicada a nombre de Dios, es un crimen, y a los que la imponen se les imputarán las veces que lo hagan, como otros tantos asesinatos».





CAPÍTULO VII — LEY DE SOCIEDAD



NECESIDAD DE LA VIDA SOCIAL

766. ¿La vida social es natural?

«Indudablemente. Dios ha hecho al hombre para vivir en sociedad, y no le ha dado inútilmente la palabra y todas las otras facultades necesarias a la vida de relación».

767. El aislamiento absoluto, ¿es contrario a la ley natural?

«Sí; puesto que los hombres buscan por instinto la sociedad y puesto que todos deben concurrir al progreso ayudándose mutuamente».

768. El hombre, al buscar la sociedad, ¿obedece únicamente a un sentimiento personal, o bien tiene ese sentimiento un fin providencial más general?

«El hombre debe progresar. Solo, no puede hacerlo; porque no tiene todas las facultades, y le es preciso el contacto de los otros hombres. En el aislamiento se embrutece y languidece».

Ningún hombre tiene facultades completas. Por medio de la unión social se completan los unos a los otros para asegurarse el bienestar y progresar. De aquí que, necesitándose unos a otros, han sido hechos para vivir en sociedad y no aislados.




VIDA DE AISLAMIENTO. VOTO DE SILENCIO

769. Se concibe que en tesis general, la vida social sea natural; pero como también son naturales todos los gustos, ¿por qué ha de ser punible el del aislamiento absoluto, si en él halla el hombre su satisfacción?

«Satisfacción egoísta. También hay hombres que hallan placer en embriagarse, ¿se les aprueba semejante gusto? Dios no puede admitir como agradable una vida por la cual se condena uno a no ser útil a nadie».

770. ¿Qué hemos de pensar de los hombres que viven en reclusión absoluta, para huir del contacto pernicioso del mundo?

«Doble egoísmo».

-Pero si esa reclusión tiene por objeto una expiación, imponiéndose una privación penosa, ¿no es meritoria?

«La mejor expiación consiste en hacer más bien que mal se ha hecho. Evitando un mal, cae en otro, pues olvida la ley de amor y de caridad».

771. ¿Qué pensar de los que se alejan del mundo para consagrarse al alivio de los desgraciados?

«Éstos se elevan, humillándose. Tienen el doble mérito de colocarse por encima de los goces materiales y de hacer el bien, cumpliendo la ley del trabajo».

-¿Y los que buscan en el retiro la tranquilidad que requieren ciertos trabajos?

«Este no es el retiro absoluto del egoísta. No se aíslan de la sociedad, puesto que trabajan por ella».

772. ¿Qué debe pensarse del voto de silencio prescrito desde la más remota antiguedad, por ciertas sectas?

«Preguntad si es natural la palabra y para qué la ha dado Dios. Éste condena el abuso, pero no el uso de las facultades que ha concedido. El silencio, empero, es útil, porque en el silencio te recoges; tu espíritu se hace más libre y puede entrar entonces en comunicación con nosotros; pero el voto de silencio es una majadería. Es indudable que los que consideran esas privaciones voluntarias como actos de virtud, tienen buena intención; pero se engañan, porque no comprenden bastante las verdaderas leyes de Dios».

El voto absoluto de silencio, como el aislamiento, priva al hombre de las relaciones sociales que pueden ofrecerle ocasión de hacer bien y cumplir la ley del progreso.




LAZOS DE FAMILIA

773. ¿Por qué entre los animales, no se conocen entre sí padres e hijos, cuando éstos no necesitan los cuidados de aquéllos?

«Los animales viven la vida material y no la moral. La ternura de la madre hacia sus pequeños reconoce como principio el instinto de conservación de los seres a quienes ha dado a luz. Cuando éstos pueden bastarse a si mismos, su misión está cumplida y la naturaleza no le exige más. Por esto los abandona para ocuparse de otros nuevos».

774. Hay personas que del abandono de los animalillos por sus padres, infieren que en el hombre los lazos de la familia no son más que resultado de las costumbres sociales, y no una ley natural. ¿Qué debemos pensar de esto?

«El hombre tiene diferente destino que los animales; ¿por qué, pues, querer siempre asimilarlo a ellos? En él hay algo más que necesidades fisicas, hay la necesidad del progreso, al cual son necesarios los lazos sociales, y los de familia estrechan a aquéllos. He aquí por qué los lazos sociales son una ley natural. Dios ha querido que los hombres aprendiesen así a mirarse como hermanos». (205.)

775. Respecto de la sociedad, ¿qué resultado daría la relación de los lazos de familia?

«Una recrudescencia de egoísmo».





CAPÍTULO VIII — LEY DEL PROGRESO



ESTADO NATURAL

776. ¿Son una misma cosa el estadQ natural y la ley natural?

«No; el estado natural es el estado primitivo. La civilización es incompatible con el estado natural, al paso que la ley natural contribuye al progreso de la humanidad».

El estado natural es la infancia de la humanidad y el punto de partida de su desarrollo intelectual y moral. Siendo perfectible el hombre y llevando en si el germen de su mejoramiento no está destinado a vivir perpetuamente en estado natural, como no está destinado a vivir perpetuamente en la infancia. El estado natural es transitorio y el hombre sale de el por medio del progreso y de la civilización. La ley natural por el contrario, rige a la humanidad entera, y el hombre se mejora a medida que la comprende y practica mejor.

777. Teniendo el hombre menos necesidades en estado natural, no siente todas las tribulaciones que se crea en estado más adelantado; ¿qué debe pensarse de la opinión de los que miran a aquél como el de más perfecta felicidad en la tierra?

«¿Qué quieres que te diga? Es la felicidad del bruto, y hay gentes que no comprenden otra. Eso es ser feliz a la manera de las bestias. También los niños son más felices que los hombres hechos».

778. ¿Puede el hombre retroceder al estado natural?

«No; el hombre debe progresar incesantemente, y no puede volver al estado de infancia. Si progresa. es porque Dios así lo quiere, y creer que pueda retrogradar hacia su condición primitiva, sería negar la ley del progreso».




MARCHA DEL PROGRESO

779. ¿El hombre toma en si mismo la fuerza progresiva, o es el progreso producto de una enseñanza?

«El hombre se desarrolla naturalmente a sí mismo, pero no todos progresan al mismo tiempo y de la misma manera. Entonces es cuando los más adelantados ayudan al progreso de los otros por medio del contacto social».

780. ¿El progreso moral sigue siempre al intelectual?


«Es su consecuencia, pero no siempre le sigue inmediatamente». (192-365)


-¿Cómo puede conducir el progreso intelectual al moral?


«Haciendo resaltar la diferencia entre el bien y el mal; el hombre puede entonces elegir. El desarrollo del libre albedrío sigue al de la inteligencia y aumenta la responsabilidad de los actos».

-¿A qué se debe entonces que los pueblos más ilustrados sean a menudo los más pervertidos?

«El progreso completo es el objeto; pero los pueblos, como los individuos no llegan a él más que paso a paso. Mientras no esté desarrollado en ellos el sentido moral, hasta pueden servirse de su inteligencia para hacer mal, La m9ral y la inteligencia son dos fuerzas que sólo a la larga se equilibran». (365-751)

781. ¿Es dado al hombre poder detener la marcha del progreso?

«No; pero si estorbarlo a veces».

-¿Qué debe pensarse de los hombres que intentan detener la marcha del progreso, y hacer retrogradar a la humanidad?

«Pobres seres, a quienes Dios castigará, serán arrastrados por la corriente que quieren detener».

Siendo el progreso una condición de la naturaleza humana, no es posible a nadie oponerse a él. Es una fuerza viva que pueden retardar, pero no ahogar, las malas leyes. Cuando éstas son incompatibles con él, las barrena y arrastra con ellos a todos los que intentan mantenerlas, y sucederá asi hasta que el hombre haya puesto sus leyes en relación con la justicia divina, que quiere el bien para todos, y no leyes hechas por el fuerte en perjuicio del débil.

782. ¿No hay hombres que reta?dan de buena fe el progreso, creyendo favorecerlo, porque lo consideran desde su punto de vista, y con frecuencia donde no está?

«Piedrecita colocada bajo la rueda de un gran coche, que no le impide avanzar».

783. ¿El perfeccionamiento de la humanidad sigue siempre una marcha progresiva y lenta?

«Existe el progreso regular y lento; pero cuando un pueblo no avanza bastante aprisa, Dios le suscita de vez en cuando una sacudida física o moral que lo transforma».

El hombre no puede permanecer perpetuamente en la ignorancia; porque debe llegar al fin marcado por la Providencia. Se ilustra por la fuerza de las cosas. Las revoluciones morales, como las sociales, se infiltran poco a poco en las ideas; germinan durante siglos enteros y luego, estallan de repente y hacen que se hunda el carcomido edificio del pasado, que no está ya en armonia con las nuevas necesidades y las aspiraciones nuevas.

A menudo el hombre no descubre en esas conmociones más que la confusión y el desorden momentáneos que lastiman sus intereses materiales, mas, el que levanta su pensamiento por cima de la personalidad, admira los designios de la Providencia que del mal hace salir el bien. Es la tempestad y el huracán que sanean la atmósfera, después de haberla agitado.

784: La perversidad del hombre es muy grande, ¿y no parece que retrocede en vez de adelantar, por lo menos desde el punto de vista moral?

«Te engañas. Observa bien el conjunto y verás como avanza, pues comprende mejor lo que es malo y cada día reforma abusos, El exceso del mal es necesario para hacer comprender la necesidad del bien y de las reformas».

785. ¿Cuál es el mayor obstáculo del progreso?

«El orgullo y el egoísmo. Hablo del progreso moral, pues el intelectual avanza siempre, y al principio parece que da a aquellos vicios un aumento de actividad. desarrollando la ambición y el amor de las riquezas que, a su vez, excitan al hombre a las investigaciones que ilustran su espíritu. Así es como todo se eslabona en el mundo moral y en el físico, y como del mismo mal puede salir el bien. Pero semejante estado de cosas no tendrá más que una época, y cambiará a medida que el hombre comprenda mejor que. fuera del goce de los bienes terrenos, hay una dicha infinitamente más grande y duradera». (Véase Egoísmo, capítulo XII.»


Hay dos especies de progresos que se prestan mutuo apoyo y que sin embargo, no caminan paralelos, tales son el progreso Intelectual y el moral. El primero cuenta en los pueblos civilizados y en el siglo actual con todas las emulaciones qué pueden desearse, y de aqui que haya logrado un desarrollo desconocido hasta nuestros días. Mucho falta para que el otro se encuentre al mismo nivel, y si se comparan, no obstante, las costumbres sociales con las de siglos algo distantes, seria preciso ser ciego para negar el progreso. ¿Por qué, pues, la marcha ascendente ha de detenerse antes respecto de la moral que de la inteligencia? ¿Por qué no ha de haber entre el siglo diez y nueve y el vigésimo cuarto tanta diferencia, como entre el décimo cuarto y el diez y nueve? Dudar de ello equivaldría a pretender que la humanidad ha líegado al apogeo de la perfección, lo que seria absurdo, o que no es moralmente perfectible, lo que desmiente la experiencia.




PUEBLOS DEGENERADOS

786. La historia nos señala una multitud de pueblos que, después de los sacudimientos que los han trastornado, han vuelto a caer en la barbarie. ¿Dónde está el progreso?

«Cuando amenaza ruina tu casa, la derribas para levantarla más sólida y más cómoda; pero hasta que está terminada todo es turbación y confusión en tu morada.

»Comprende también esto: eras pobre y vivías en una casucha, llegas a rico y la abandonas para habitar en un palacio. Después un pobre diablo como eras tú, ocupa tu casucha de lo que está muy contento, porque antes no tenía albergue. Pues bien, sabe que los espíritus encarnados en ese pueblo degenerado, no son los que lo formaban en los tiempos de su esplendor. Los anteriores que estaban adelantados, han ido a ocupar habitaciones más perfectas y han progresado, al paso que otros menos adelantados han ocupado su puesto que también abandonarán a su vez».

787. ¿No hay razas por naturaleza rebeldes al progreso?

«Sí, pero cada día se anonadan corporalmente».

-¿Cuál será la suerte venidera de las almas que animan esas razas?

«Como todas las otras llegarán a la perfección, pasando por otras existencias. Dios no deshereda a nadie».

-¿Así, pues, los hombres más civilizados han podido ser salvajes y antropófagos?

«Tú mismo lo has sido más de una vez, antes de ser lo que eres».

788. Los pueblos son individualidades colectivas que, como los individuos, pasan por la infancia, la madurez y la decrepitud. Esta verdad demostrada por la historia, ¿no puede dar lugar a creer que los pueblos más adelantados de este siglo tendrán su decadencia y fin, como los de la antiguedad?

«Los pueblos que sólo viven la vida del cuerpo, aquellos cuya grandeza está únicamente fundada en la fuerza y la extensión, nacen, crecen y mueren; porque la fuerza de un pueblo se agota como la de un hombre. Aquellos cuyas leyes egoístas pugnan con el progreso de las luces y la caridad, mueren; porque la luz disipa las tinieblas y la caridad mata al egoísmo. Pero existe para los pueblos, como para los individuos, la vida del alma, y aquellos cuyas leyes se armonizan con las leyes eternas del Creador, vivirán y serán la lumbrera de los otros pueblos».

789. ¿El progreso unirá un día a todos los pueblos de la tierra en una sola nación?

«En una sola nación no, es imposible; porque de la diversidad de climas nacen costumbres y necesidades diferentes, que constituyen las nacionalidades, y por esto les serán siempre precisas leyes apropiadas y sus costumbres y necesidades. Pero la caridad no reconoce latitudes y no establece distinciones entre los colores de los hombres. Cuando la ley de Dios sea en todas partes la base de la ley humana, los pueblos practicarán entre si la caridad, como los hombres entre ellos, y entonces vivirán felices y en paz; porque nadie procurará perjudicar a su vecino, ni vivir a sus expensas».

La humanidad progresa por medio de los individuos que se mejoran poco a poco y se ilustran, y cuando estos últimos son mayores en número, se hacen superiores y arrastran en pos de si a los otros. De tiempo en tiempo, surgen entre ellos hombres de genio que dan el impulso, y luego vienen otros revestidos de autoridad, instrumentos de Dios, que en algunos atios la hacen progresar en muchos siglos.

El progreso de los pueblos hace resaltar la justicia de la reencarnación. Los hombres de bien se esfuerzan porque una nación adelante moral e intelectualmente; la nación transformada será más dichosa en este mundo y en el otro, convenido; pero durante su marcha lenta a través de los siglos, mueren cada dia millares de individuos, ¿cuál es la suerte de todos los que sucumben por el camino? ¿Su inferioridad relativa les priva de la reservada a los últimos que han llegado? ¿O bien es relativa su felicidad? La justicia divina no podria consagrar tamaña injusticia. Por medio de la pluralidad de existencias, el derecho a la felicidad es uno para todos; porque nadie es desheredado del progreso, pues, pudiendo volver en tiempo de la civilización, ya al mismo pueblo, ya a otro, los que vivieron en tiempos de barbarie, resulta que todos disfrutan de la marcha ascendente.

Pero el sistema de la unidad de existencias ofrece en este punto otra dificultad. Según él, el alma es creada en el instante del nacimiento, y por lo tanto, si un hombre está más adelantado que otro, es porque Dios le crea un alma más adelantada. ¿Por qué este favor? ¿Qué mérito tiene, el que no ha vivido más que otro, menos acaso, para estar dotado de un alma superior? Pero no es esta la principal dificultad. En mil años, una nación pasa de la barbarie a la civilización. Si los hombres viviesen mil años, se concibe que, durante ese intervalo, hubiesen tenido tiempo de progresar; pero cada día mueren a todas las edades, y se renuevan sin cesar. de tal modo, que cada día aparecen y desaparecen hombres. Al cabo de los mil años, no queda vestigio de los antiguos habitantes, y la nación de bárbara que era, se ha trocado en civilizada. ¿Quiénes han progresado? ¿Los individuos bárbaros en otro tiempo? pero éstos murieron ya. ¿Los nuevamente nacidos? pero, si sus almas son creadas en el instante de su nacimiento, no existían en los tiempos de la barbarie. y entonces se hace preciso admitir que los esfuerzos que se hacen para civilizar un pueblo tienen el poder, no de mejorar almas imperfectas, sino de hacer que Dios cree almas más perfectas.

Comparemos esta teoría del progreso con la dada por los espíritus. Las almas llegadas en tiempos de civilización han tenido su infancia como todas las otras; pero han vivido ya, y han llegado adelantadas a consecuencia de un progreso anterior. Vienen a traídas por un medio que les es simpático, y que está en relación con su estado actual, de modo, que los cuidados empleados en la civilización de un pueblo no producen el efecto de hacer crear para el porvenir almas más perfectas. sino el de atraer a las que ya han progresado, ora hayan vivido en el mismo pueblo en sus tiempos de barbarie, ora vengan de otra parte. Esta es también la clave del progreso de toda la humanidad. Cuando todos los pueblos estén al mismo nivel respecto del sentimiento del bien, la tierra será el asilo de espíritus buenos únicamente, que vivirán entre si en unión fraternal, y encontrándose repelidos los malos y fuera de su esfera, irán a buscar en mundos inferiores el centro que les conviene, hasta que sean dignps de volver al nuestro transformado ya. También es consecuencia de la teoría vulgar, que los trabajos de mejoramiento social sólo son provechosos a las generaciones presentes y futuras, siendo nulo su resultado para las pasadas, que cometieron el error de venir demasiado pronto y que son lo que pueden ser, cargadas como están de sus actos de barbarie. Según la doctrina de los espíritus, los progresos ulteriores son igualmente provechosos a estas últimas generaciones, que reviven en condiciones mejores, y pueden así perfeccionarse en el seno de la civilización. (222)




CIVILIZACIÓN

790. ¿Es un progreso la civilización o, según algunos filósofos, una decadencia de la humanidad?

«Progreso incompleto. El hombre no pasa de súbito de la infancia a la madurez».

-¿Es racional condenar a la civilización?

«Condenad más bien a los que abusan de ella, y no la obra de Dios».

791. ¿La civilización llegará a depurarse, hasta que desaparezcan los males que haya producido?

«Sí; cuando la moralidad esté tan desarrollada como la inteligencia. El fruto no puede aparecer antes que la flor».

792. ¿Por qué la civilización no realiza inmediatamente todo el bien que podría producir?

«Porque los hombres no están aún prestos y dispuestos a obtener ese bien».

-¿No será también porque, creando nuevas necesidades, sobreexcita nuevas pasiones?

«Sí, y porque todas las facultades del espíritu no progresan a un mismo tiempo. Todo requiere tiempo. No podéis esperar frutos perfectos de una civilización incompleta». (751-780)

793. ¿En qué señales puede reconocerse la civilización completa?

«La reconoceréis en el desarrollo moral. Os creéis muy adelantados; porque habéis hecho grandes descubrimientos e inventos maravillosos; porque estáis mejor alojados y vestidos que los salvajes; pero no tendréis verdadero derecho a llamaros civilizados, hasta que no hayáis desterrado de vuestra sociedad los vicios que la deshonran, y hasta que viváis como hermanos, practicando la caridad cristiana. Hasta entonces no seréis más que pueblos ilustrados, y no habréis recorrido más que la primera fase de la civilización».

La civilización tiene sus grados como todas las cosas. Una civilización incompleta es un estado de transición que engendra males especiales, desconocidos en el estado primitivo; pero no deja de constituir un progreso natural, necesario, que lleva en sí el remedio del mal que produce. A medida que la civilización se perlecciona, hace cesar algunos de los males que ha engendrado, males que desaparecerán con el progreso moral.

De dos pueblos llegados a la cima de la escala social, aquel únicamente puede llamarse más civilizado, en la verdadera acepción de la palabra, en que se encuentra menos egoísmo, codicia y orgullo; donde los hábitos son más intelectuales y morales que materiales; donde la inteligencia puede desarrollarse con mayor libertad; donde hay más bondad, buena fe, benevolencia y generosidad recíprocas; dónde están menos arraigadas las preocupaciones de casta y nacimiento, pues esas preocupaciones son incompatibles con el verdadero amor al prójimo; donde las leyes no consagran ningún privilegio, y son las mismas así para el último, como para el primero, donde se distribuye la justicia con menos parcialidad; donde el débil encuentra siempre apoyo contra el fuerte; donde mejor se respeta la vida, creencias y opiniones del hombre; donde menos infelicidad hay y donde, en fin, todo hombre de buena voluntad está siempre seguro de no carecer de lo necesario.




PROGRESO DE LA LEGISLACIÓN HUMANA

794. ¿Podría estar regida la sociedad sólo por las leyes naturales, sin el concurso de las humanas?

«Podría estarlo, si se las comprendiese bien, y si se tuviese el deseo de practicarlas, ellas bastarían. Pero la sociedad tiene sus exigencias, y le son necesarias leyes particulares».

795. ¿Cuál es la causa de la inestabilidad de las leyes humanas?

«En tiempo de barbarie son los más fuertes los que hacen las leyes, y las hacen en provecho suyo. Ha sido preciso modificarlas a medida que los hombres han comprendido mejor la justicia. Las leyes humanas son más estables, a medida que se aproximan a la verdadera justicia, es decir, a medida que son hechas en provecho de todos, y que se identifican con la ley natural».

La civilización ha creado nuevas necesidades al hombre, y aquellas son relativas a la posición social que éste se ha labrado. Ha debido arreglar los derechos y los deberes de semejante posición por las leyes humanas; pero bajo la Influencia de sus pasiones, ha creado con frecuencia derechos y deberes imaginarios que la ley natural condena, y que borran de sus códigos los pueblos a medida que progresa. La ley natural es inmutable y la misma para todos; la ley humana es variable y progresiva, y sólo ella ha podido consagrar en la infancia de las sociedades el derecho del más fuerte.

796. La severidad de las leyes penales, ¿no es necesaria en el estado actual de la sociedad?

«Una sociedad depravada ciertamente necesita leyes más severas. Por desgracia esas leyes se dirigen más a castigar el mal hecho ya, que a cegar la fuente del mismo mal. Sólo la educación puede reformar a los hombres, y entonces no se necesitarán leyes tan rigurosas».

797. ¿Cómo podrá ser llevado el hombre a la reforma de sus leyes?

«Esto viene naturalmente per la fuerza de las cosas y el influjo de las gentes honradas, que le guían por el camino del progreso. Muchas ha reformado ya y aún reformará muchas otras. ¡Espera!»




INFLUENCIA DEL ESPIRITISMO EN EL PROGRESO

798. ¿Llegará el espÍritismo a ser una creencia vulgar o continuará siendo patrimonio de algunas personas?

«Ciertamente llegará a ser una creencia vulgar, y señalará una nueva era en la historia de la humanidad; porque está en la naturaleza, y porque ha llegado el tiempo en que debe ingresar en los conocimientos humanos. Habrán de sostenerse, empero, grandes luchas, más contra el interés que contra la convicción; porque es preciso convencerse de que hay gentes interesadas en combatirlo, las unas por amor propio y las otras por causas completamente materiales. Pero hallándose cada día más aislados los contradictores, se verán obligados a pensar como todo el mundo, so pena de ponerse en ridículo».

Sólo a la larga y nunca súbitamente se transforman las ideas. Se debilitan de generación en generación y concluyen por desaparecer poco a poco con los que las profesan, y que son reemplazados por otros individuos imbuidos de los nuevos principios, lo mismo que acontece con las ideas politicas. Recordad el paganismo, ciertamente no existen personas hoy que profesen las ideas religiosas de aquellos tiempos, y no obstante, muchos siglos después del advenimiento del cristianismo se encontraban aún vestigios de ellas que sólo la completa renovación de razas pudo borrar. Lo mismo acontecerá con el espiritismo. Hace mu chos progresos, pero aún habrá por espacio de dos o tres generaciones un resto de incredulidad, que sólo disipará el tiempo. Como quiera que sea, su marcha será más rápida que la del cristianismo; porque este mismo le abre el camino y en él se apoya aquél. El cristianismo tenia que destruir; el espiritismo sólo tiene que edificar.

799. ¿De qué modo puede coadyuvar el espiritismo al progreso?

«Destruyendo el materialismo, que es una de las plagas de la sociedad, hacer ver a los hombres donde está su verdadero interés. No estando el porvenir velado por la duda, el hombre comprenderá mejor que puede asegurarlo por medio del presente. Destruyendo las preocupaciones de secta, de castas y de colores, enseñará a los hombres la gran solidaridad que ha de unirlos como hermanos».

800. ¿No es de temer que el espiritismo no pueda triunfar de la negligencia de los hombres y de su apego a las cosas materiales?

«Se conocería muy poco a los hombres, pensando que una causa cualquiera puede transformarlos como por encanto. Las ideas se modifican poco a poco según los individuos y se necesitan generaciones para borrar completamente los vestigios de los hábitos antiguos. Sólo a la larga puede, pues, operarse la transformación, gradualmente y poco a poco. A cada generación desaparece una parte del velo, el espiritismo viene a rasgarlo del tódo. Pero, mientras llega este caso, aunque no produjese otro efecto respecto de un hombre que el de corregirle un solo defecto, sería un paso que le habría hecho dar, y por lo mismo un gran bien; porque este primer paso le hará más fáciles los restantes».

801. ¿Por qué los espíritus no han enseñado en todos los tiempos lo que enseñan ahora?

«Vosotros no enseñáis a los niños lo que a los adultos, ni dais al recién nacido un alimento que no podría digerir. Cada cosa a su tiempo. Han enseñado muchas cosas que los hombres no han comprendido o desnaturalizado; pero que pueden comprender ahora. Por medio de su enseñanza, imperfecta aún, prepararon el terreno para recibir la semilla que actualmente fructificará».

802. Puesto que el espiritismo ha de señalar un progreso en la humanidad, ¿por qué los espíritus no apresuran ese progreso por medio de manifestaciones tan generales y patentes, que produjesen convencimiento en los más incrédulos?

«Vosotros quisierais milagros. Dios los derrama a manos llenas ante vosotros, y aun tenéis hombres que reniegan de él. ¿El mismo Cristo convenció a sus contemporáneos con los prodigios que hizo? ¿No veis hombres que niegan los hechos más patentes que ocurren a su presencia? ¿No los tepiéis que dicen que no creerían, aunque viesen? No, no por medio de prodigios conducirá Dios a los hombres. En su bondad, quiere dejarles el mérito de que se convenzan por la razón».





CAPÍTULO IX — LEY DE IGUALDAD



IGUALDAD NATURAL

803. ¿Todos los hombres son iguales ante Dios?

«Sí: todos tienden a un mismo fin, y Dios ha hecho sus leyes para todos. Vosotros decís con frecuencia: El sol sale para todos, y decís una verdad más grande y general de lo que creéis».

Todos los hombres están sometidos a las mismas leyes naturales; todos nacen igualmente débiles, están expuestos a los mismos dolores, y el cuerpo del rico se destruye lo mismo que el del pobre. Dios no ha dado, pues, a ningún hombre superioridad natural, ni en cuanto al nacimiento, ni en cuanto a la muerte. Todos son iguales ante Él.




DESIGUALDAD DE APTITUDES

804. ¿Por qué no ha dado Dios a todos los hombres las mismas aptitudes?

«Dios ha creado iguales a todos los espíritus; pero cada uno de ellos ha vivido más o menos, y por consiguiente ha adquirido más o menos. La diferencia proviene de su grado de experiencia y de su voluntad que es el libre albedrío. De aquí que unos se perfeccionan más rápidamente, lo cual les da aptitudes diversas. La mezcla de aptitudes es necesaria, a fin de que cada uno pueda concurrir a las miras de la Providencia, en el límite del desarrollo de sus fuerzas físicas e intelectuales. Lo que no hace uno lo hace otro, y así es como cada uno tiene su misión útil. Además, siendo los mundos solidarios unos a otros, preciso es que los habitantes de los superiores, y que en su mayor parte fueron creados antes que el vuestro, vengan a habitar a éste para daros ejempío». (361)

805. Al pasar de un mundo superior a otro inferior, ¿conserva el espíritu la integridad de las facultades adquiridas?

«Sí, ya lo hemos dicho; el espíritu que ha progresado no vuelve a descender. Puede elegir en estado de espíritu una envoltura más pesada, o una posición más precaria que la que tuvo; pero todo ello para que le sirva de enseñanza y le ayude a progresar». (180)

Así, pues, las diversas aptitudes del hombre no dependen de la naturaleza íntima de su creación, sino del grado de perfeccionamiento a que han llegado los espíritus encarnados en él. Dios no ha creado, por lo tanto, la desigualdad de facultades; pero ha permitido que los diferentes grados de desarrollo estuviesen en contacto, a fin de que los más adelantados pudiesen favorecer el progreso de los más atrasados, y también a fin de que los hombres, necesitándose unos a otros, comprendiesen la ley de caridad que ha de unirlos.




DESIGUALDADES SOCIALES

806. ¿La desigualdad de condiciones sociales es una ley natural?

«No; es obra del hombre y no de Dios».

-¿Esta desigualdad desaparecerá algún día?

«Sólo las leyes de Dios son eternas. ¿No ves cómo cada día se borra poco a poco?

Semejante desigualdad desapare cerá junto con el predominio del orgullo y del egoísmo, y no subsistirá más que la desigualdad de mérito. Día vendrá en que los miembros de la gran familia de los hijos de Dios no se mirarán como de sangre más o menos pura. Sólo el espíritu es más o menos puro, y esto no depende de la posición social».

807. ¿Qué debe pensarse de los que abusan de la superioridad de su posición social, para oprimir, en provecho suyo, al débil?

«Merecen ser anatematizados. ¡Infelices de ellos! Serán oprimidos a su vez, y renacerán a una existencia en que sufrirán todo lo que han hecho sufrir». (684)




DESIGUALDAD DE RIQUEZAS

808. ¿La desigualdad de riquezas no tiene por origen la desigualdad de facultades, que da a unos más medios de adquirir que a otros?

«Sí, y no: ¿Qué me dices de la astucia y del robo?»

-La riqueza hereditaria, ¿no es, empero, fruto de malas pasiones?


«¿Qué sabes tú? Remóntate hasta su origen y verás si siempre es puro. ¿Sabes tú si en su principio no fue fruto de una expoliación o de una injusticia? Pero sin hablar del origen que puede ser malo, ¿crees tú que la codicia del bien, aun del mejor adquirido, los deseos secretos que se conciben de poseerlo más antes, son sentimientos laudables? Esto es lo que Dios juzga, y te aseguro que su juicio es más severo que el de los hombres».

809. Si una fortuna ha sido mal adquirida en su origen, ¿los que más tarde la heredan son responsables?

«Es indudable que no lb son del mal que otros hicieron, tanto más cuando pueden ignorarlo; pero sabe que con mu-cha frecuencia no le sobreviene la fortuna al hombre, más que para ofrecerle ocasi6n de reparar una injusticia. ¡Dichoso de él, si así lo comprende! Y si lo hace en nombre dé aquel que la ha cometido, a ambos se les tendrá en cuenta la reparación: porque con frecuencia este último es quien la provoca».

810. Sin apartarse de la legalidad. uno puede disponer de sus bienes de un modo más o menos equitativo. ¿Es uno responsable. después de la muerte, de las disposiciones que ha dictado?

«Cada acción produce sus frutos: los de las buenas son dulces y siempre amargos los de las otras. Siempre, entiéndelo bien».

811. ¿Es posible la igualdad absoluta de riquezas, y ha existido en alguna ocasión?

«No: no es posible. La diversidad de facultades y caracteres se opone a ella».

-Hay, sin embargo, hombres que creen que este es el remedio de los males de la sociedad. ¿Qué pensáis sobre él particular?

«Esos tales son sistemáticos o ambiciosos celosos, y no comprenden que la igualdad que sueñan sería muy pronto destruida por la fuerza de las cosas. Combatid el egoísmo, que es vuestra plaga social, y no busquéis quimeras».


812. Si la igualdad de riquezas no es posible! ¿sucede lo mismo con el bienestar?

«No; pero el bienestar es relativo, y cada cual podría disfrutar de él, si os entendieseis; porque el verdadero bienestar cónsiste en el empleo del tiempo a gusto de cada uno, y no en trabajos que no son de su agrado, y corno cada cual tiene aptitudes diferentes, ningún trabajo útil se quedaría por hacer. Todo está equilibrado, y el hombre es quien quiere desequilibrarlo».

-¿Es posible entendernos?

«Los hombres se entenderán cuando practiquen la ley de justicia».

813. Hay gentes que caen en la infelicidad y en la miseria por culpa suya. ¿No puede ser responsable de ello la sociedad?

«Sí, ya lo hemos dicho, ella es con frecúencia la primera responsable de esas faltas. ¿Acaso no debe velar por su educación moral? A menudo la mala educación es la que ha falseado el juicio, en vez de ahogar las tendencias perniciosas». (685)




PRUEBAS DE LA RIQUEZA Y DE LA MISERIA

814. ¿Por qué ha dado Dios a unos las riquezas y el poder y a otros la miseria?

«Para probar a cada uno de un modo diferente. Ya sabéis, por otra parte. que los mismos espíritus son los que han elegido esas pruebas, en las cuales sucumben con frecuencia».

815. ¿Cuál de las dos pruebas. es más ímproba para el hombre, la de la desgracia o la de la fortuna?

«Tanto lo es una como la otra. La miseria provoca la murmuración contra la Providencia, la riqueza excita a todos los excesos».

816. Si al rico le rodean más tentaciones, ¿no tiene también más medios de hacer bien?

«Justamente eso es lo que no hace siempre; se convierte en egoísta, orgulloso e insaciable; sus necesidades aumentan con su fortuna, y nunca cree tener bastante para si solo».

La elevación en este mundo y la autoridad sobre sus semejantes, son pruebas tan peligrosas y grandes como la desgracia; porque míen tras más rico y poderoso es un hombre, más obligaciones tiene que cumplir, y mayores son los medios de hacer bien y mal. Dios prueba al pobre por medio de la resignación, y al rico por el uso que hace de sus bienes y poderio.

La riqueza y el poder engendran todas las pasiones que nos apegan a la materia y nos alelan de la perfección espiritual, y por esto dijo Jesús: «En verdad os digo, que es más fácil el pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios». (266.)




IGUALDAD DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y LA MUJER

817. ¿El hombre y la mujer son iguales ante Dios, y tienen los mismos derechos?

«¿No ha dado Dios a ambos la inteligencia del bien y del mal y la facultad de progresar?»
818. ¿De dónde procede la inferioridad moral de la mujer en ciertas comarcas?

«Del imperio injusto y cruel que el hombre se ha tomado sobre ella. Es resultado de las instituciones sociales y del abuso de la fuerza respecto de la debilidad. Entre hombres poco avanzados moralmente, la fuerza es el derecho».

819. ¿Con qué objeto la mujer es más débil físicamente que el hombre?

«Para señalarle funciones particulares. El hombre es para los trabajos rudos, como más fuerte que es; la mujer para los trabajos ligeros, y ambos para ayudarse mutuamente a pasar las pruebas de una vida llena de amarguras».

820. ¿La debilidad física de la mujer no la pone naturalmente bajo la dependencia del hombre?

«Dios ha dotado a unos de fuerza para que protejan al débil, y no para que lo esclavicen».

Dios ha apropiado la organización de cada ser a las funciones que ha de desempeñiar. Si ha dado a la mujer menos fuerza física, la ha dotado al mismo tiempo de mayor sensibilidad, en relación con la de licadeza de las funciones materiales, y con la debilidad de los seres confiados a su guarda.

821. Las funciones a que está destinada la mujer por la naturaleza, ¿tienen tanta importancia como las reservadas al hombre?

«Sí, y aún mayor. Ella es quien le da las primeras nociones de la vida».

822. Siendo iguales los hombres ante la ley de Dios, ¿debén serlo así mismo anté la de los hombres?

«Este es el primer principio de justicia: No hagáis a los otros lo que no quisierais que se os hiciese».

-Según esto, una legislación, para ser perfectamente justa, ¿debe consagrar la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer?

«De derechos sí; de funciones, no. Es preciso que cada uno tenga su lugar señalado, que el hombre se ocupe de lo exterior y la mujer de lo interior, cada cual según su aptitud. Para ser equitativa la ley humana, debe consagrar la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, y todo privilegio concedido al uno o a la otra es contrario a la justicia. La emancipación de la mujer sigue el progreso de la civilización. Su esclavitud camina con la barbarie. Por otra parte, los sexos no se deben más que a la organización física. y puesto que los espíritus pueden tomar uno u otro, no existe diferencia entre ellos sobre este particular, y por lo tanto, deben gozar de los mismos derechos».




IGUALDAD ANTE LA TUMBA

823. ¿De dónde procede el deseo de perpetuar su memoria con monumentos fúnebres?

«Último acto de orgullo».

-Pero la suntuosidad de los monumentos fúnebres, ¿no se debe con frecuencia más a los parientes, que quieren honrar la memoria del difunto, que al mismo difunto?

«Orgullo de los parientes que quieren glorificarse a si mismos. ¡Oh!, no siempre se hacen esas demostraciones por consideración al muerto, sino por amor propio y por consideración al mundo, y para hacer alarde de riquezas. ¿Crees que el recuerdo de un ser querido sea menos duradero en el corazón de un pobre, porque no puede depositar más que una flor en la tumba? ¿Crees tú que los mármoles salvan del olvido al que ha sido útil en la tierra?»

824. ¿Censuráis en absoluto la pompa de los funerales?

«No, y cuando es en honor de la memoria de un hombre de bien, es justa y ejemplar».

La tumba es la reunión de todos los hombres, y en ella terminan despiadadamente todas las distinciones humanas. En vano quiere el rico perpetuar su memoria con fastuosos monumentos; el tiempo los destruirá como el cuerpo, pues asi lo quiere la naturaleza. El recuerdo de sus buenas y de sus malas acciones será menos perecedero que su tumba; la pompa de sus funerales no le lavará sus impurezas, ni le hará ascender un escalón en la jerarquía espiritual. (320 y siguiente)





CAPÍTULO X — LEY DE LIBERTAD



LIBERTAD NATURAL

825. ¿Hay posiciones en el mun~o en que el hombre pueda vanagloriarse de gozar de una libertad absoluta?

«No; porque todos, así los grandes como los pequeños os necesitáis unos a otros».

826. ¿Cuál sería la condición en que el hombre podría gozar de libertad absoluta?

«El ermitaño en el desierto. Desde el momento en que se reúnen dos hombres, tienen derechos que respetar, y no tienen, por consiguiente, libertad absoluta».

827. La obligación de respetar derechos ajenos, ¿quita al hombre el derecho de pertenecerse a si mismo?

«De ningún modo, pues es un derecho que procede de la naturaleza».
828. ¿Cómo pueden conciliarse las opiniones liberales de ciertos hombres con el despotismo que a menudo ejercen en su casa con sus subordinados?
«Tienen la inteligencia de la ley natural; pero está neutralizada por el orgullo y el egoísmo. Comprenden lo que debe ser, cuando sus principios no son una comedia hecha por interés, pero no lo hacen».

-¿Les serán tomados en cuenta en la otra vida los principios que han profesado en la tierra?

«Mientras más inteligente es uno para comprender un principio, menos excusable es de no aplicársele a si mismo. En verdad os digo, que el hombre sencillo, pero sincero, está más adelantado en el camino de Dios que el que quiere parecer lo que no es».




ESCLAVITUD

829. ¿Hay hombres que están por la naturaleza condenados a ser propiedad de otros hombres?

«Toda sujeción absoluta de un hombre a otro es contraria a la ley de Dios. La esclavitud es un abuso de fuerza, que desaparece con el progreso, como desaparecerán poco a poco todos los abusos».

La ley humana que consagra la esclavitud es contraria a la naturaleza, puesto que asimila el hombre al bruto y le degrada moral y físicamente.

830. Cuando la esclavitud forma parte de las costumbres de un pueblo, ¿los que se aprovechan de ella son responsables, ya que se limitan a conformarse con un uso que les parece natural?

«El mal siempre es mal, y todos vuestros sofismas no lograrán que una mala acción se trueque en buena; pero la responsabilidad del mal es relativa a los medios que se tienen para comprenderlo. El que saca provecho de la ley de esclavitud es siempre culpable de una violación de la ley natural; pero en esto, como en todo, la culpabilidad es relativa. Habiendo llegado la esclavitud a ser costumbre en algunos pueblos, el hombre ha podido aprovechar de buena fe una cosa que le parecía natural; pero, desde que su razón más desarrollada, e ilustrada sobre todo por las luces del cristianismo, le ha hecho ver en el esclavo un igual suyo ante Dios, no tiene disculpa».

831. La natural desigualdad de aptitudes, ¿no pone a ciertas razas humanas bajo la dependencia de las más inteligentes?

«Sí, para ilustrarías y no para embrutecerías más aún con lá servidumbre. Los hombres han considerado, durante mucho tiempo, a ciertas razas humanas, como animales trabajadores, dotados de brazos y manos, a quienes tenían derecho a vender como bestias de carga. Se creen de mejor sangre, insensatos que sólo ven la materia! No es la sangre la más o menos pura, sino el espíritu». (361-803)

832. Hay hombres que tratan a sus esclavos con humanidad; que no permiten que carezcan de nada, y que creen que la libertad les expondría a mayores privaciones. ¿Qué decís de ellos?

«Digo que comprenden mejor sus intereses. También cuidan mucho sus bueyes y caballos, a fin de venderlos a mejor precio. No son tan culpables como los que los maltratan, pero no dejan de disponer de ellos como de una mercancía, privándoles del derecho de pertenecerse».




LIBERTAD DE PENSAR

833. ¿Hay algo en el hombre que se sustraiga a toda violencia, y por lo cual disfrute de libertad absoluta?

«Por el pensamiento disfruta el hombre de libertad sin limites, puesto que no reconoce trabas. Puede contenerse su manifestación, pero no anonadarlo».

834. ¿Es responsable el hombre de su pensamiento?

«Lo es ante Dios, y pudiendo él sólo conocerlo, lo condena o absuelve según su justicia».



LIBERTAD DE CONCIENCIA

835. La libertad de conciencia, ¿es consecuencia de la del pensar?

«La conciencia es un pensamiento íntimo que pertenece al hombre, como todos los otros pensam¡entos».
836. ¿Tiene el hombre derecho a poner trabas a la libertad de conciencia?

«Lo mismo que a la de pensar, pues sólo a Dios pertenece el derecho de juzgar la conciencia. Si el hombre con sus leyes arregla las relaciones de los hombres entre sí, Dios con las leyes de la naturaleza arregla las relaciones del hombre con Dios».

837. ¿Cuál es el resultado de las trabas puestas a la libertad de conciencia?

«Obligar a los hombres a obrar de otro modo que piensan, es hacer hipócritas. La libertad de conciencia es uno de los caracteres de la verdadera civilización y del progreso».

838. ¿Toda creencia, aunque fuese notoriamente falsa, es respetable?

«Toda creencia es respetable, cuando es sincera y conduce a la práctica del bien. Las creencias censurables son las que conducen al mal».

839. ¿Somos reprensibles por escandalizar en su creencia a aquel que no piensa como nosotros?

«Es faltar a la caridad y atentar a la libertad de pensar».
840. ¿Se atenta a la libertad de conciencia, poniendo trabas a creencias capaces de perturbar la sociedad?

«Se pueden reprimir los actos; pero la creencia íntima es inaccesible».

Reprimir los actos externos de una creencia, cuando perjudican en cualquier sentido a otro, no es atentar a la libertad de conciencia; porque semejante represión deja la creencia en completa libertad.

841. ¿Se debe, por respeto a la libertad de conciencia, dejar que se propaguen doctrinas perniciosas, o bien se puede, sin atentar aquella libertad, procurar atraer al camino de la verdad a los que están fuera de él por falsos principios?

«Ciertamente que se puede y se debe; pero enseñad a ejemplo de Cristo, por medio de la dulzura y de la persuasión, y no de la fuerza, lo cual sería peor que la creencia de aquel a quien se quisiera convencer. Si es perniitido imponer algo es el bien y la fraternidad; pero no creemos que el medio de hacerlos admisibles sea el de obrar con violencia: la convicción no se impone».

842. Teniendo todas las doctrinas la pretensión de ser la única expresión de la verdad, ¿en qué señales puede reconocerse la que tiene derecho de presentarse como tal?

«Será la que haga más hombres de bien y menos hipócritas, es decir, que practiquen la ley de amor y de caridad en su mayor pureza y en su más alta aplicación. En esto conoceréis que una doctrina es buena; porque toda la que produjese la consecuencia.de sembrar la desunión y establecer una demarcación entre los hijos de Dios, no puede menos de ser falsa y perniciosa».





LIBRE ALBEDRÍO

843. ¿Tiene el hombre libre albedrío de sus actos?

«Puesto que tiene libertad de pensar, tiene la de obrar. Sin libre albedrío, el hombre sería una máquina».
844. ¿Disfruta el hombre libre albedrío desde su nacimiento?

«Tiene libertad de obrar desde que tiene voluntad de hacer. En los primeros tiempos de la vida, la libertad es casi nula; se desarrolla y cambia de objeto con las facultades. Teniendo el niño pensamientos en relación con las necesidades de su edad, aplica su libre albedrío a las cosas que le son necesarias».

845. Las predisposiciones instintivas que trae el hombre, al nacer, ¿no son obstáculos al ejercicio de su libre albedrío?

«Las predisposiciones instintivas son las que tenía el espíritu antes de su encarnación. Según que sea más o menos adelantado, pueden solicitarle a actos reprensibles, en lo cual será secundado por los espíritus que simpatizan con aquellas disposiciones; pero no existe solicitación irresistible, cuando se tiene voluntad de resistir. Recordad que querer es poder». (361)

846. ¿No tiene influencia la organización en los actos de la vida, y si alguna tiene, no se ejerce a expensas del libre albedrío?

«El espíritu sufre ciertamente la influencia de la materia. que puede entorpecerle en sus manifestaciones. He aquí por qué, en los mundos menos materiales que la tierra, las facultades se desarrollan con más libertad;. pero el instrumento no da la facultad. Por lo demás, deben distinguirse aquí las facultades morales de las intelectuales. Si un hombre tiene el instinto del asesinato, seguramente es su propio espíritu quien lo posee y quien se lo da; pero no sus órganos. El que anonada su pensamiento para no ocuparse más que de la materia, se hace semejante al bruto y peor aún; porque no piensa prevenirse contra el mal, y en esto es en lo que falta, puesto que obra así voluntariamente». (Véanse el 367 y siguientes, Influencia del organismo.)

847. La aberración de las facultades, ¿quita al hombre el libre albedrío?

«Aquel cuya inteligencia está turbada por una causa cualquiera, no es dueño de su pensamiento, y por lo tanto carece de libertad. Esta aberración es a menudo un castigo para el espíritu que, en otra existencia, puede haber sido vano y orgulloso, y hecho mal uso de sus facultades. Puede renacer en el cuerpo de un idiota, como el déspota en el de un esclavo y el mal rico en el de un pordiosero; pero el espíritu sufre con esta violencia, de la cual tiene perfecto conocimiento. Tal es la acción de la materia». (371 y siguiente)

848. La aberración de las facultades intelectuales a consecuencia de la embriaguez, ¿excusa los actos reprensibles?

«No; porque el ebrio se ha privado voluntariamente de su razón por satisfacer pasiones brutales. En vez de una sola, comete dos faltas».

849. ¿Cuál es la facultad dominante en el hombre salvaje, el instinto o el libre albedrío?

«El instinto, lo cual no le priva de obrar con entera libertad respecto de ciertas cosas; pero, como el niño, aplica esa libertad a sus necesidades, y se desarrolla con la inteligencia. 'Por consiguiente, tú que eres más ilustrado que un s'alvaje, eres más responsable de lo que haces, que él».

850. La posición social, ¿no es a veces un obstáculo a la entera libertad de los actos?

«La sociedad tiene sus exigencias sin duda. Dios es justo, y todo lo toma en cuenta; pero os hace responsables de vuestros escasos esfuerzos para vencer los obstáculos».




FATALIDAD

851. Existe fatalidad en los acontecimientos de la vida, según el sentido dado a aquella palabra, es decir, todos los sucesos están determinados anticipadamente, y si es así, ¿qué se hace el libre albedrío?

«La fatalidad existe sólo en virtud de la elección que ha hecho el espíritu, al encarnarse, de sufrir tal o cual prueba. Eligiéndola, se constituye una especie de destino, consecuencia de la misma posición en que se encuentra cplocado. Hablo de las pruebas físicas; porque en cuanto a las morales y a la tentación, conservando el espíritu su libre albedrío en el bien y en el mal, es siempre dueño de ceder o de resistir. Un espíritu bueno, viéndole flaquear, puede venir en su ayuda; pero no influir en él hasta el punto de dominar su voluntad. Un espíritu malo, esto es, inferior, enseñándole y exagerándole un peligro físico, puede conmoverle y espantarle; pero no dejará por ello de quedar libre de toda traba a la voluntad del espíritu encarnado».

852. Hay personas a quienes parece perseguir la fatalidad, independientemente de su manera de obrar, ¿no forma parte de su destino la desgracia?

«Acaso son pruebas que deben sufrir y que han elegido; pero, os lo repito, vosotros achacáis al destino lo que a menudo no es más que una consecuencia de vuestra propia falta. Cuando te aflijan males, procura que tu conciencia esté pura, y estarás medio consolado».

Las ideas falsas o exactas que nos formamos de las cosas, nos hacen triunfar o sucumbir según nuestro carácter y posición social. Encontra mos más sencillo y menos humillante nuestro amor propio atribuir nuestros descalabros a la suerte o al destino que a nuestra propia falta. Si a veces contribuye a ello la influencia de los espíritus, podemos siempre substraemos a esa influencia, rechazando las ideas que nos sugieren, cuando son, malas.

853. Ciertas personas se libran de un peligro mortal para caer en otro, y parece que no podían escapar de la muerte. ¿No es esto la fatalidad?

«Sólo es fatal, en el verdadero sentido de la palabra, el instante de la muerte, llegado el cual, ya por uno, ya por otro medio, no podéis substraeros a él».

-Así, pues, cualquiera que sea el peligro que nos amenace, ¿no moriremos si no ha llegado aún nuestra hora?

«No, no perecerás, y de ello tienes miles de ejemplos; pero llegada tu hora de marchar, nada puede librarte. Dios sabe anticipadamente de qué clase de muerte sucumbirás, y a menudo también lo sabe tu espíritu; porque le es revelado, cuando elige tal o cual existencia».

854. ¿Síguese de la infalibilidad de la hora de la muerte que son inútiles las precauciones que se toman para evitarla?

«No; porque las precauciones que tomáis, os son sugeridas con la mira de evitar la muerte que os amenaza. Son uno de los medios para que no se verifique».

855. ¿Cuál es el objeto de la Providencia, haciéndonos correr peligros, que no han de producirnos consecuencias?

«El peligro que tu vida ha corrido es una advertencia que tú mismo has deseado, con el fin de alejarte del mal, y volverte mejor. Cuando te libras de él, estando aún bajo la influencia del peligro que has corrido, piensas más o menos decididamente, según la acción más o menos caracterizada de tus espíritus buenos, hacerte mejor de lo que eres. Al sobrevenir los espíritus malos (digo malos sobreentendiendo el mal que aún en ellos existe), te figuras que saldrás igualmente ileso de otros peliqros, y dejas que tus pasiones se desenfrenen nuevamente. Por medio de los peligros que corréis, Dios os recuerda vuestra debilidad y la fragilidad de vúestra existencia. Si se examina la causa y naturaleza del peligro, se verá que, la máyor parte de las veces, sus consecuencias hubieran sido castigo de una falta cometida o de un deber descuidado. De este modo Dios os amonesta a que os reconcentréis en vosotros mismos y os corrijáis». (526-532)

856. ¿Sabe el esniritu de antemano la clase de muerte de que ha de sucumbir?

«Sabe que la clase de vida que ha elegido le expone a morir de este modo antes que de aquel otro; pero sabe igualmente las luchas que habrá de sostener para evitarlo, y que, si Dios lo permite. no sucumbirá».

857. Hay hombres que desafían los peligros de los combates, en la persuasión de que aún no ha llegado su hora, ¿tiene algún fundamento esa creencia?

«El hombre tiene con mucha frecuencia presentimiento de su fin, como puede tener el de que no moritá aún. Este presentimiento procede de sus espíritus protectores, que quieren avisarle de que esté presto a partir, o que fortalecen su ánimo en los momentos en que más lo necesita. Puede procedee también de la intuición que tiene de la existencia que ha elegido, o de la misión que ha aceptado y que sabe que ha de cumplir». (411-522)

858. ¿De dónde procede que los que presienten su muerte la temen generalmente menos que los otros?

«El hombre, y no el espíritu es quien teme la muerte, y el que la presiente piensa más como espíritu que como hombre. Comprende su emancipación, y la espera».

859. Si la muerte no puede ser evitada, cuando ha de tener lugar, ¿sucede lo mismo con todos los accidentes que nos sobrevienen durante el curso de la vida?

«A menudo son cosas bastante pequeñas para que podamos preveniros, y evitároslas a veces, dirigiendo vuestro pensamiento, porque nos disgusta el sufrimiento material; pero esas cosas importan poco a la vida que habéis elegido. La fatalidad no consiste más que en la hora en que debéis aparecer y desaparecer de la tierrá».

-¿Existen hechos que forzosamente han de acontecer, y que no pueden conjurar la voluntad de los espíritus?

«Sí; pero tú, en estado de espíritu, los viste y presentiste cuando hiciste tu elección. No creas, sin embargo, que todo lo que suceda está escrito, como se dice. Un acontecimiento es a menudo consecuencia de una cosa que has hecho por un acto de tu libre voluntad, de modo, que si no la hubieses hecho, el acontecimiento no hubiera tenido lugar. Si te quemas un dedo, eso no es nada; es consecuencia de tu imprudencia y de la materia. Sólo los grandes dolores y los acontecimientos importantes y que pueden influir en la moral, están previstos por Dios; porque son útiles a tu purificación e instrucción».

860. ¿Puede el hombre, mediante su voluntad y sus actos, lograr que ciertos acontecimientos que debían tener lugar, no lo tengan y viceversa?

«Lo puede, si esa desviación aparente puede entrar en la vida que ha elegido. Y además, para hacer bien, como así debe ser, y como este es el único objeto de la vida, puede impedir el mal, sobre todo aquel que podría contribuir a un mal mayor».

861. El hombre que comete un asesinato, ¿sabe, al escoger su existencia, que llegará a ser asesino?

«No, sabe que, eligiendo una vida de lucha, corre riesgo de matar a uno de sus semejantes, pero ignora si lo hará; porque casi; siempre delibera antes de cometer el crimen, y aquel que delibera sobre algo es siempre libre de hacerlo o no hacerlo. Si el espíritu supiese de antemano que, como hombre debe cometer un asesinato, sería porque estaba predestinado para ello. Sabed, pues, que nadie está predestinado para un crimen y que todo crimen o cualquiera otro acto es siempre resultado de la voluntad y del libre albedrío.

»Por lo demás, vosotros confundís siempre dos cosas muy diferentes: los acontecimientos materiales de la vida y los actos de la vida moral. Si fatalidad existe a veces es respecto de aquellos acontecimientos materiales cuya causa está fuera de vosotros y que son independientes de vuestra voluntad. En cuanto a los actos de la vida moral, dimanan siempre del hombre, quien tiene siempre, por lo tanto, la libertad de elegir. Respecto de estos actos, no existe nunca, fatalidad».

862. Hay personas a quienes nada sale bien y a quienes parece que persigue un genio malo en todas sus empresas. ¿No es cierto que se puede llamar fatalidad?

«Es fatalidad, si así quieres llamarlo, pero depende de la elección de la clase de existencia; porque semejantes personas han querido ser probadas por una vida de desengaño. con el fin de ejercitar su paciencia y su resignación. No creas, empero, que semejante fatalidad sea absoluta, pues a menudo es resultado del camino equivocado que han tomado, y que no está en relación con su inteligencia y sus aptitudes. El que quiere atravesar un rio a nado, sin saber nadar, corre mucho peligro de ahogarse, y lo mismo sucede en la mayor parte de los acontecimientos de la vida. Si el hombre no emprendiese otras cosas que las que están en relación con sus facultades, llegaría a buen término casi siempre. Lo que le pierde es su amor propio y su ambición que le hacen salir del camino, y tomar por vocación el deseo de satisfacer ciertas pasiones. Fracasa y es culpa suya; pero en vez de censurarse a si mismo, prefiere acusar a su estrella. Tal hay que hubiese sido un buen obrero y se hubiera ganado honradamente la vida, que es un mal poeta y se muere de hambre. Para todos habría puesto, si cada uno supiera ocupar su lugar».

863. ¿Las costumbres sociales no obligan con frecuencia al hombre a tomar una dirección, con preferencia a otra, y no está sometido a la censura de la opinión en la elección de sus ocupaciones? Lo que se llama respeto humdno, ¿no es un obstáculo al ejercicio del libre albedrío?

«Las hombres son los que crean las costumbres sociales y no Dios. Si a ellas se someten, es porque les conviene, lo cual es también un acto de su libre albedrío, puesto que, si lo quisieran, podrían emanciparse. ¿De qué se quejan entonces? No es a las costumbres sociales a las que deben acusar, sino a su vano amor propio que los obliga a que prefieren morirse de hambre a faltar a ellas. Nadie les toma en cuenta ese sacrificio hecho al orgullo, al paso que Dios les tomará el de su vanidad. No quiere esto decir que haya de desafiar-se innecesariamente la opinión pública, como lo hacen ciertas personas que son más originales que filósofos. Tan ilógico es exponerse a que le señalen con el dedo, o a que le miren como un animal raro, como sabio descender voluntariamente y sin murmurar, cuando no se puede permanecer en los escalones superiores de la escala».

864. Si hay personas a quienes se muestra contraria la suerte, hay otras a quienes parece favorable, pues todo les sale bien. ¿De qué depende esto?

«A menudo sucede así, porque saben arreglarse mejor; pero también puede ser eso una clase de prueba. El triunfo les embriaga; se fían de su destino, y con frecuencia pagan más tarde esos mismos triunfos por los cruelts reveses que con prudencia hubieran podido evitar».

865. ¿Cómo puede explícarse la suerte que favorece a ciertas personas en circunstancias en que ninguna parte toman la voluntad y la inteligencia. en el juego, por ejemplo?

«Ciertos espíritus han elegido de antemano cierta clase de placeres. La suerte que les favorece es una tentación. El que gana como hombre pierde como espíritu. Es una prueba para su orgullo y su codicia».

866. La fatalidad que parece presidir a los destinos materiales de nuestra vida, ¿es también, pues, efecto de nuestro libre albedrío?

«Tú mismo has elegido tu prueba. Mientras más ruda sea la soportes mejor, te elevas más. Los que pasan la vida en la abundancia y la felicidad humana son espíritus cobardes, que permanecen estacionarios. Así el número de los infortunados sobrepuja en mucho al de los felices de este mundo, dado que el mayor número de los espíritus procuran la prueba que les sea más fructífera. Aprecian con harta exactitud la futilidad de vuestras grandezas y goces. Por otra parte, la vida más feliz es siempre agitada, siempre turbada, aunque no fuese más que por la ausencia del dolor». (525 y siguiente)

867. ¿De dónde proviene el dicho: Nacer con buena estrella?

«Antigua superstición que relacionaba las estrellas con el destino de cada hombre; alegoría que ciertas personas cometen la majadería de tomar literalmente».




CONOCIMIENTO DEL PORVENIR

868. ¿Puede ser revelado el porvenir al hombre?

«En principio el porvenir está oculto para él, y sólo en casos raros y excepcionales Dios permite su revelación».

869. ¿Con qué objeto se le oculta el porvenir al hombre?

«Si el hombre conociese el porvenir, descuidaría la idea y no obraría con la libertad actual; porque le dominaría la idea de que. si una cosa ha de suceder, no debe ocuparse de ella, o bien procuraría estorbarla. Dios no ha querido que así fuese, con el fin de que cada uno contribuyese a la realización de las cosas, aun de aquellas a que quisiera oponerse. Así, pues, tú preparas con frecuencia, y sin sospecharlo, los acontecimientos que tendrán lugar durante el curso de tu vida».

870. Puesto que es útil que esté oculto el porvenir, ¿por qué permite Dios su revelación en ciertas ocasiones?

«Sucede eso cuando semejante conocimiento anticipado debe facilitar, en vez de estorbar, el cumplimiento de la cosa, induciendo a obrar de modo distinto que no se hubiese obrado sin tener aquel conocimiento. Con frecuencia, además, es una prueba. La perspectiva de un suceso puede sugerir pensamientos más o menos buenos. Si un hombre debe saber, por ejemplo, que recibirá una herencia con que no contaba, podrá ser solicitado por el sentimiento de codicia, por el placer de aumentar sus goces terrestres, por el deseo de poseer antes, anhelando acaso la muerte de aquel que ha de legarle la fortuna, o bien semejante perspectiva le despertará buenos sentimientos y pensamientos generosos. Si la predicción no se cumple, es otra prueba, la del modo cómo sobrellevará el desengafio; pero no dejará por eso de tener el mérito o demérito de los pensamientos buenos o malos, que la creerícia en el acontecimiento le ha sugerido».

871. Puesto que Dios lo sabe todo, sabe igualmente si un hombre sucumbirá o no en una prueba determinada. ¿Cuál es entonces la necesidad de esa prueba, puesto que respecto de tal hombre, nada puede enseñarle a Dios que ya no sepa?

«Tanto valdría preguntar por qué Dios no ha creado al hombre perfecto y completo (119); por qué el hombre pasa por la infancia antes de llegar a ser adulto. (379) El objeto de la prueba no es el de instruir a Dios sobre el tal hombre; porque Dios sabe perfectamente lo que vale aquél, sino el de dejarle toda la responsabilidad de su acción, puesto que es libre de ejecutarla o no ejecutarla. Pudiendo el hombre elegir entre el bien y el mal, la prueba produce el efecto de ponerle en lucha con la tentación del mal, dejándole todo el mérito de la resistencia. Luego, aunque Dios sepa muy bien de antemano si triunfará o no, no puede en su justicia, ni castigarle ni recompensarle por un acto no realizado aún». (258)

Lo mismo sucede entre los hombres. Por capaz que sea un aspirante, cualquiera que sea la certeza que se tenga de que triunfará, no se le confiere grado alguno sin examen, es decir, sin prueba. De igual manera el juez no condena al acusado sino en virtud de un hecho consumado, y no por previsión de que puede o dehe consumarlo.

Mientras más se reflexiona sobre las consecuencias que resultarian para el hombre del conocimiento del porvenir, más se comprende lo sabia que ha sido la Providencia en ocultárselo. La certeza de un acontecimiento feliz le sumiría en la inacción; en el abatimiento la de uno desgraciado, y en ambos casos quedarían paralizadas sus fuerzas. He aquí por qué el porvenir no le es revelado al hombre más que como un fin que debe alcanzar con sus esfuerzos; pero ignorando la serie de peripecias porque ha de pasar para lograrlo. El conocimiento de todos los accidentes del camino le privaría de iniciativa y del uso de su libre albedrío, y se dejaría deslizar por la pendiente fatal de los sucesos, sin ejercer sus facultades. Seguros del éxito de una cosa, no nos ocupamos más de ella.




RESUMEN TEÓRICO DEL MÓVIL DE LAS ACCIONES DEL HOMBRE

872. La cuestión del libre albedrío puede resumirse de este modo: El hombre no es fatalmente arrastrado al mal, los actos que realiza no están escritos de antemano: los crímenes que comete no son resultado de un fallo del destino. Como prueba y como expiación, puede elegir una existencia en la que sentirá las solicitaciones del crimen, ya a consecuencia del medio en que esté colocado, ya en virtud de las circunstancias que sobrevengan; pero siempre es libre de obrar o de no obrar. Así pues, el libre albedrío existe en el estado de espíritu para la elección de la existencia y de las pruebas, y en estado corporal en la facultad de ceder o de resistir a las solicitudes a que voluntariamente nos hemos sometido. A la educación toca combatir esas malas tendencias, y lo hará provechosamente cuando esté basada en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre. Mediante el conocimiento de las leyes que rigen esa naturaleza moral, se llegará a modificarla, como la inteligencia por medio de la instrucción, y el temperamento por medio de la higiene.

El espíritu desprendido de la materia y en estado errante, elige sus futuras existencias corporales según el grado de perfección a que ha llegado, y en esto, como tenemos dicho, consiste especialmente su libre albedrío. Semejante libertad no queda anulada por la reencarnación; si cede a la influencia de la materia, es porque sucumbe a las pruebas que él mismo ha elegido, y para que le ayuden a dominarlas, puede invocar la asistencia de Dios y de los espíritus buenos. (337)

Sin libre albedrío el hombre no tiene culpa del mal, ni mérito por el bien, lo cual está de tal modo reconocido, que en el mundo se proporciona siempre la censura o el elogio a la intención, es decir, a la voluntad, y quien dice voluntad dice libertad. El hombre no puede, pues, buscar excusa a sus faltas en su organización, sin abdicar de su razón y de su condición de ser humano para asimilarse al bruto. Si de tal manera aconteciese respecto del mal, igualmente sucedería respecto del bien; pero cuando el hombre realiza éste, se da buen cuidado en hacerse un mérito de ello, sin atribuirlo a sus órganos, lo cual prueba que instintivamente no renuncia, a pesar de la opinión de algunos sistemáticos, al más bello privilegio de su especie, la libertad de pensar.

La fatalidad, tal como vulgarmente se la comprende, supone la decisión anticipada e irrevocable de todos los sucesos de la vida, cualquiera que sea su importancia. Si este fuese el orden de las cosas, el hombre sería una máquina sin voluntad. ¿De qué le serviría su inteligencia, puesto que estaría invariablemente dominado en todos sus actos por la fuerza del destino? Si semejante doctrina fuese verdadera, seria la destrucción de toda libertad moral: no existiría responsabilidad para el hombre, y por consiguiente, ni bien, ni mal, ni crímenes, ni virtudes, Dios, soberanamente justo, no podría castigar a su criatura por faltas que no dependía de ella dejar de cometer, ni recompensarla por virtudes, cuyo mérito no le corresponderia. Semejante ley sería además la négación del progreso; porque el hombre que todo lo esperase de la suerte, nada intentaría para mejorar su posición, puesto que no seria ni de mejor, ni de peor condición.

La fatalidad no es, sin embargo, una palabra hueca, existe en la posición que el hombre ocupa en la tierra, y en las funciones que desempeña, a consecuencia de la clase de existencia que su espíritu ha elegido como prueba, expiación o misión. Sufre fatalmente todas las vicisitudes de esa existencia, y todas las tendencias buenas o malas que le son inherentes; pero hasta aquí llega la fatalidad; porque depende de su voluntad el ceder o no a aquellas tendencias. Los detalles de los acontecimientos están subordinados a las circunstancias que el hombre prouoca por si mismo con sus actos, y en los cuales pueden influir los espíritus por medio de los pensamientos que le sugieren. (459)

La fatalidad consiste, pues, en los sucesos que se presentan, puesto que son consecuencia de la elección de la existencia hecha por el espíritu. No puede consistir en el rcsultado de aquellos sucesos, puesto que puede depender del hombre el modificar su curso con su prudencia, y no consiste nunca en los hechos de la vida moral.

Respecto de la muerte, si que está el hombre sometido de un modo absoluto a la inexorable ley de la fatalidad; porque no puede substraerse al fallo que fija el término de su existencia, ni al género de muerte que debe interrumpir su curso.

Según la doctrina vulgar, el hombre toma en si mismo todos sus instintos; éstos provienen, ora de su organización física, de la que no puede ser responsable, ora de su propia naturaleza en la cual puede buscar una excusa, diciéndose que no es culpa suya el ser como es. Evidentemente es más natural la doctrina espiritista: admite en el hombre el libre albedrío en toda su plenitud, y al decirle que, si hace mal. cede a una mala sugestión extraña, le abandona toda la responsabilidad, puesto que le reconoce fuerza para resistirla, lo que es evidentemente más fácil que si tuviese que luchar con su propia naturaleza. Así, según la doctrina espiritista, no existe solicitación irresistible; el hombre puede negar siempre oídos a la voz oculta que en su fuero interno le solicita al mal, como puede negarlos a la voz material del que habla, y lo puede en virtud de su voluntad, pidiendo a Dios la fuerza necesaria y reclamando a este efecto la asistencia de los espíritus buenos. Esto es lo que nos enseña Jesús en la sublime súplica de la Oración dominical, cuando nos hace decir: «Y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos de mal».

Esta teoría de la causa excitante de nuestros actos se desprende evidentemente de toda la enseñanza dada por los espíritus. No sólo es sublime por su moralidad, sino que añadimos que ensalza al hombre: lo presenta libre de sacudir un yugo obsesor, como libre es de cerrar su casa a los import unos; no es ya una máquina que obra por un impulso independiente de su voluntad, sino un ser, dotado de razón que escucha, que juzga y escoge libremente entre dos consejos. Añadamos que, a pesar de esto, el hombre no queda privado de iniciativa, y no deja de obrar por movimiento propio, puesto que en definitiva no es más que un espíritu encarnado que conserva bajo la envoltura corporal, las cualidades buenas o malas que poseía como espíritu. Las faltas que cometemos tienen, pues, su primer origen en la imperfección de nuestro espíritu, que no ha conseguido aún la superioridad moral que tendrá un día; pero que no carece por ello de libre albedrío. La vida corporal le es dada para que se purgue de sus imperfecciones por medio de las pruebas que sufre, y precisamente las mismas imperfecciones son las que le hacen más débil y accesible a las sugestiones de los otros espíritus imperfectos, que de ellas se aprovechan para procurar que sucumba en la lucha que ha emprendido. Si de ella sale victorioso, se eleva; si sucumbe, se queda como era, ni mejor, ni peor. Habrá de empezar una nueva prueba, lo que puede prolongarse durante mucho tiempo. Mientras más se purifica, más disminuyen sus lados vulnerables y menos pie da a los que le solicitan al mal. Su fuerza moral crece en proporción de su elevación, y los malos espíritus se alejan de él.

Todos los espíritus. más o menos buenos, una vez encarnados, constituyen la especie humana, y como nuestra tierra es uno de los mundos menos adelantados, se encuentran más espíritus malos que buenos, y he aquí por qué vemos en ella tanta perversidad. Esforcémonos, pues, por no volver a este mundo, después de la presente residencia, y por merecer ir a descansar en otro mejor, en un de esos mundos privilegiados donde el bien reina sin rival, y en el cual no recordamos nuestro tránsito por la Tierra más que como un período de destierro.





CAPÍTULO XI — LEY DE JUSTICIA, DE AMOR Y CARIDAD



JUSTICIA Y DERECHOS NATURALES

873. ¿El sentimiento de justicia es natural, o resultado de ideas adquiridas?

«De tal modo es natural, que os subleváis a la idea de una injusticia. El progreso moral desarrolla sin duda ese sentimiento, pero no lo produce. Dios lo ha puesto en el corazón del hombre, y he aqui por qué encontráis a menudo en hombres sencillos y primitivos nociones más exactas de la justicia que en los que saben mucho».

874. Si la justicia es una ley natural, ¿a qué se debe que los hombres la entiendan de tan diferente manera, y que en-encuentre uno justo lo que al otro parece injusto?

«Es porque a ese sentimiento se mezclan a menudo pasiones que lo alteran, como a la mayor parte de los otros sentimientos naturales, y hacen que se vean las cosas desde un punto de vista falso».

875. ¿Cómo puede definirse la justicia?

«La justicia consiste en el respeto de los derechos de cada uno».

-¿Qué determinan esos derechos?

«Lo son por dos cosas: por la ley humana y por la ley natural. Habiendo hecho los hombres leyes apropiadas a sus costumbres y carácter, esas leyes han establecido derechos que han podido variar con el progreso de las luces. Ved si vuestras leyes, aunque imperfectas aún, consagran hoy los mismos derechos que en la Edad Media. Esos derechos caí-dos en desuso, y que os parecen monstruosos, parecían justos y naturales en aquella época. El derecho establecido por los hombres no está, pues, conforme siempre con la justicia. No reglamenta, por otra parte, más que ciertas relaciones sociales, al paso que, en la vida privada, hay una multitud de actos que son únicamente de la competencia del tribunal de la conciencia».

876. Fuera del derecho consagrado por la ley humana, ¿cuál es la base de la justicia fundada en la ley natural?

«Cristo os lo dijo: Querer para los otros lo que quisierais para vosotros mismos. Dios ha depositado en el corazón del hombre la regla de la verdadera justicia, por el deseo que siente cada uno, de ver que se le respetan sus derechos. En la incertidumbre de lo que debe hacer respecto de su semejante, en una circunstancia dada, pregúntese el hombre cómo quisiera que se portasen con él en tal circunstancia. Dios no podía darle guía más seguro que su misma conciencia».

El verdadero criterio de la justicia es, en efecto, el de querer, para los otros lo que para si mismo se quiere, y no el de querer para sí lo que para los otros se quisiera, lo cual no es de mucho lo mismo, como no es natural desearse mal, tomando por tipo, o punto de partida. su deseo personal, se está seguro de querer siempre el bien para su prójimo. En todos los tiempos y creencias. el hombre ha procurado que prevaleciese su derecho personal. La sublimidad de la religión cristiana consiste en haber tomado el derecho personal por base del derecho del prójimo.

877. La necesidad del hombre de vivir en sociedad, ¿le impone obligaciones particulares?

«Sí, y la primera de todas es la de respetar los derechos de sus semejantes. Quien los respete será siempre justo. En vuestro mundo donde tantos hombres no practican la ley de justicia, cada uno usa de represalias, y esto es lo que produce la perturbación y confusión de vuestra sociedad. La vida social da derechos e impone deberes recíprocos».

878. Pudiendo engañarse el hombre ace?ca de la extensión de su derecho, ¿qué le puede dar a conocer su límite?

«El límite del derecho que reconoce a su semejante para con él en la misma circunstancia y recíprocamente».

-Pero si cada uno se atribuye los derechos de su semejante, ¿qué se hace la subordinación a los superiores? ¿No es esto la anarquía de todos los poderes?

«Los derechos naturales son unos mismos para todos los hombres desde os más pequeño al más grande; Dios no ha hecho a unos de barro más puro que a los otros, y todos ante él son iguales. Esos derechos son eternos y los establecidos por el hombre desaparecen con las instituciones. Por lo demás, cada uno conoce muy bien su fuerza o su debilidad, y sabrá siempre tener una especie de deferencia hacia aquel que merecerá por su virtud y ciencia. Importa consignar esto, para que los que se crean superiores conozcan sus deberes a fin de merecer esa deferencia. La subordinación no se verá comprometida, cuando la autoridad sea conferida a la sabiduría».

879. ¿Cuál sería el carácter del hombre que practicase la justicia en toda su pureza?

«El verdadero justo, a ejemplo de Jesús; porque practicaría también el amor del prójimo y la caridad, sin lo que no existe verdadera justicia».




DERECHO DE PROPIEDAD. ROBO

880. ¿Cuál es el primero entre todos los derechos naturales del hombre?

«El derecho a la vida, y por esto nadie tiene derecho a atentar a la vida de su semejante, ni hacer nada que pueda comprometer su existencia corporal».

881. El derecho a la vida, ¿da al hombre el de reunir medios para vivir y descansar cuando no pueda ya trabajar?

«Sí, pero debe hacerlo en familia, como la abeja, por medio de un trabajo honrado, y no amontonar como un egoísta. Hasta ciertos animales le dan el ejemplo de la previsión».

882. ¿Tiene el hombre derecho a defender lo que ha reunido con su trabajo?

«¿No ha dicho Dios: No hurtarás, y Jesús: Dad al César lo que es del César?»

Lo que el hombre reúne por medio del trabajo honrado es una propiedad legítima que tiene derecho a defender; porque la propiedad que es fruto del trabajo es un derecho tan sagrado como el de trabajar y vivir .

883. ¿El deseo de poseer es natural?

«Sí; pero cuando es para sí exclusivamente y para satisfacción personal, es egoísmo».
-¿No es, empero, legítimo el derecho de poseer, ya que el que tiene con qué vivir no es gravoso a nadie?

«Hay hombres insaciables que acumulan sin provecho de nadie, o para satisfacer sus pasiones. ¿Crees que esto puede ser bien visto por Dios? Por el contrario, aquel que reúne con su trabajo con la mira de ayudar a sus semejantes, practica la ley de amor y de caridad, y su trabajo es bendecido por Dios».


885. ¿Es indefinido el derecho de propiedad?

«No hay duda en que todo lo que es legítimamente adquirido es una propiedad; pero, según hemos dicho, siendo imperfecta la legislación de los hombres, consagra a menudo derechos convencionales que reprueba la justicia natural. Por esto reforman sus leyes a medida que se realiza el progreso y comprenden mejor la justicia. Lo que a un siglo parece perfecto, al siguiente le parece bárbaro». (795)




CARIDAD Y AMOR AL PRÓJIMO

886. ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra caridad tal como la entendía Jesús?

«Benevolencia para con todos, indulgencia con las imperfecciones de los otros, perdón de las ofensas».

El amor y la caridad son complemento de la ley de justicia; porque amar al prójimo es hacerle todo el bien que nos es posible y que quisiéramos que a nosotros se nos hiciese. Tal es el sentido de las palabras de Jesús: Amaos los unos a los otros como hermanos.

La caridad, según Jesús, no está reducida a la limosna, sino que comprende todas las relaciones que tenemos con nuestros semejantes, ya sean nuestros inferiores, iguales o superiores. Nos ordena la indulgencia; porque de ella necesitamos nosotros, y nos prohibe humillar al desgraciado, muy al contrario de lo que se hace con harta frecuencia. Si es rica la persona que se presenta, se le tienen mil miramientos y consideraciones; pero, si es pobre, parece que no hay necesidad de tomarse por ella ninguna molestia. Y, por el contrario, mientras más lastimera es su situación, más debe temerse aumentar con la humillación su desgracia. El hombre verdaderamente bueno procura, disminuyendo la distancia, realzar al inferior.

887. Jesús dijo también: Amad a vuestros enemigos. Y el amor a nuestros enemigos, ¿no es contrario a nuestras naturales tendencias, y no proviene la enemistad de falta de simpatía entre los espíritus?

«Es indudable que no se puede tener a los enemigos un amor tierno y apasionado, y no quiso decir esto. Amar a los enemigos es perdonarles y devolverles bien por mal. Así se hace superior a ellos, al paso que con la venganza se hace inferior».

888. ¿Qué debe pensarse de la limosna?

«El hombre precisado a pedir limosna se degrada moral y físicamente, se embrutece. En una sociedad basada en la ley de Dios y en la justicia, debe proveerse a la subsistencia del débil sin humillarle. Debe asegurarse la existencia a los que no pueden trabajar, sin dejar su vida a merced de la casualidad y de la buena voluntad».

-¿Censuráis la limosna?

«No, lo censurable no es la limosna, sino el modo como se hace a menudo. El hombre de bien que comprende la caridad según Jesús. sale al encuentro de la desgracia, sin esperar que le tienda la mano.

»La verdadera caridad es siempre buena y benévola, y consiste tanto en la forma como en el acto. Un favor hecho con delicadeza tiene doble precio; pero si se hace con altanería. puede hacerlo aceptable la necesidad, mas el corazón no se conmueve.

»Recordad también que la ostentación quita ante Dios todo el mérito al beneficio. Jesús dijo: "Que vuestra mano izquierda ignore lo que dé vuestra derecha", enseñándoos de este modo a no manchar con el orgullo la caridad.

»Es preciso distinguir la limosna propiamente dicha de la beneficencia. No siempre el que pide es el más necesitado. El temor a la humillación retiene al verdadero indigente, y a menudo sufre sin quejarse. A éste es a quien el hombre verdaderamente humanitario sabe ir a buscar sin ostentación.

»Amaos unos a otros. Esta es toda ley, ley divina por medio de la cual Dios gobierna a los mundos. El amor es la ley de atracción para los seres vivientes y organizados: la atracción es la ley de amor para la materia inorgánica.

»No olvidéis nunca que el espíritu, cualesquiera que sean su grado de talento y su situación en la reencarnación o en la erraticidad, está siempre entre un superior que le guía y perfecciona, y un inferior respecto del cual ha de cumplir idénticos deberes. Sed, pues, caritativos, no sólo con esa caridad que os induce a sacar de vuestro bolsillo el óbolo que dais con frialdad al que se atreve a pedíroslo, sino que debéis salir al encuentro de las miserias ocultas. Sed indulgentes con las extravagancias de vuestros semejantes; en vez de despreciar la ignorancia y el vicio, instruid y moralizad; sed afables y benévolos con todos los que os son inferiores, practicad lo mismo respecto de los seres más ínfimos de la creación, y habréis obedecido a la ley de Dios.

SAN VICENTE DE PAÚL».

889. ¿No hay hombres miserables por culpa suya?

«Sin duda: pero, si una buena educación moral les hubiese enseñado a practicar la ley de Dios, no caerían en los excesos que ocasionan su perdición. De esto depende especialmente el mejoramiento de vuestro globo». (707)




AMOR MATERNAL Y FILIAL

890. ¿El amor maternal es una virtud, o un sentimiento instintivo común a los hombres y a los animales?

«Lo uno y lo otro. La naturaleza ha dado a la madre el amor a sus hijos con la mira de la conservación de éstos: pero semejante amor en los animales está limitado a las necesidades materiales. Cesa cuando los cuidados son inútiles. En el hombre dura toda la vida, y es susceptible de una desinterés y de una abnegación que constituyen la virtud.

Sobrevive hasta la muerte, y sigue al hijo hasta más allá de la tumba. Ya veis, pues, que hay en él algo más que en el animal». (205-385)

891. Puesto que el amor maternal es natural, ¿cómo hay madres que aborrecen a sus hijos a menudo desde el nacimiento?

«A veces es una prueba elegida por el espíritu del niño, o una expiación, si ha sido un padre malo, o mala madre, o mal hijo en otra existencia. (392) En todo caso, la madre mala no puede estar animada más que por un espíritu malo que trata de entorpecer al del hijo, a fin de que sucumba en la prueba que ha elegido. Pero esta violación de las leyes de la naturaleza no quedará impune, y el espíritu del hijo será recompensado por los obstáculos que haya vencido».

892. Cuando los padres tienen hijos que les causan pesares, ¿no son excusables si no sienten por ellos la ternura que hubiesen sentido en el caso contrario?

«No; porque es una carga que se les ha confiado, y su misión consiste en esforzarse por atraerlos al bien. (582-583) Pero esos pesares son con frecuencia resultado de la mala tendencia que les han dejado adquirir desde la infancia. Los padres cosechan entonces lo que han sembrado».





CAPÍTULO XII—PERFECCIÓN MORAL



LAS VIRTUDES Y LOS VICIOS

893. ¿Cuál es la más meritoria de todas las virtudes?

«Todas las virtudes tienen su mérito, porque todas son sefiales de progreso en el camino del bien. Hay virtud siempre que hay resistencia voluntaria a las solicitaciones de las malas inclinaciones; pero la sublimidad de la virtud consiste en el sacrificio voluntario del interés personal por el bien del prójimo. La virtud más meritoria está fundada en la caridad más desinteresada».

894. Hay personas que hacen el bien espontáneamente, sin que hayan de vencer ningún sentimiento contrario, ¿tienen éstos tanto mérito como los que han de luchar con su propia naturaleza, y la vencen?

«Los que no tienen que luchar es porque en ellos se ha realizado ya el progreso. Han luchado en otro tiempo y han vencido, y de aquí que los buenos sentimientos no les cuesten ningún esfuerzo y les parezcan muy naturales sus acciones; el bien se ha convertido para ellos en hábito. Débeseles honrar, pues, como a viejos guerreros que han ganado sus grados.

»Como estáis lejos aún de la perfección, esos ejemplos os sorprenden por el contraste, y los admiráis tanto más cuanto más raros son; pero sabed que en los mundos más adelantados que el yuestro, es regla general lo que es excepción en el vuestro. En ellos es espontáneo por todas partes el sentimiento del bien; porque no están habitados más que por los espíritus buenos, y una sola mala intención sería allí una excepción monstruosa. He aquí por qué en ellos los hombres son felices, y así sucederá en la Tierra cuando la humanidad se haya transformado, y cuando comprenda y practíque la caridad en su verdadera acepción».

895. Aparte de los defectos y vicios, respecto de los cuales nadie puede equivocarse, ¿cuál es la señal más característica de la imperfección?

«El interés personal. Las cualidades morales son a menudo como el dorado de un objeto de cobre, que no resiste la piedra de toque. Un hombre puede poseer cualidades reales que le hacen un hombre de bien a los ojos de los otros; pero, aunque semejantes cualidades sean un progreso, no resisten siempre a ciertas pruebas, y basta a veces tocar la fibra del interés personal para descubrir la realidad. El verdadero desinterés es una cosa rara en el mundo, que cuando se presenta se le admira como un fenómeno.

»El apego a las cosas mater¡ales es una señal notoria de inferioridad; porque cuanto más se apega el hombre a los bienes del mundo, menos comprende su destino. Con el desinterés prueba, por el contrario, que contempla el porvenir desde más elevado punto».

896. Hay gentes desinteresadas sin discernimiento, que prodigan su hacienda sin provecho real y sin emplearla racionalmente; ¿tienen algún mérito?

«Tienen el del desinterés, pero no el del bien que podrían hacer. Si el desinterés es una virtud, la prodigalidad irreflexiva es siempre una falta de juicio por lo menos. No se da a los unos la fortuna para que la despilfarren, como no se da a los otros para que la encierren en sus arcas. Es un depósito del que habrán de dar cuenta; porque habrán de responder de todo el bien que estaba en sus manos hacer, y que no hicieron; de todas las lágrimas que hubieran podido enjugar con el dinero que han dado a los que no lo necesitaban».

897. El que hace el bien, no con la mira de una recompensa terrena, sino con la esperanza de que se le tomará en cuenta en la otra vida, y de que su posición será mejor en consecuencia, ¿es reprensible y perjudica a su adelanto semejante pensamiento?

«Es preciso hacer el bien por caridad, es decir, con desinterés».

-Cada uno, empero, tiene el natural deseo de adelantar para salir del penoso estado de esta vida; los mismos espíritus nos enseñan a practicar el bien con este objeto. ¿Es. pues, un mal el pensar que, haciendo el bien, puede esperarse mejor vida que en la tierra?

«Ciertamente que no, pero el que hace el bien desinteresadamente y por el solo place? de ser agradable a Dios y a su prójimo que sufre, se encuentra ya en un grado de adelanto que le permitirá llegar a la dicha mucho antes que su hermano que, más positivista, hace el bien por reflexión, y no por el natural impulso de su corazón». (894)

-¿No ha de establecerse aquí una distinción entre el bien que pueda hacerse al prójimo y el cuidado que uno pone en corregirse de sus defectos? Concebimos que hacer el bien con la idea de que se nos tomará en cuenta en la otra vida, es poco meritorio; pero enmendarse, vencer sus pasiones, corregir su carácter con la mira de aproximarse a los espíritus buenos y elevarse ¿es igualmente señal de inferioridad?

«No, no. Por hacer el bien entendemos el ser caritativo. El que calcula lo que cada buena acción puede reportarle así en la vida futura como en la terrestre, procede como un egoísta; pero no existe egoísmo en mejorarse con la mira de acercarse a Dios, pues este es el objeto a que debe propender cada uno».

898. Puesto que la vida corporal no es más que una permanencia temporal en la tierra, y que nuestro principal cuidado ha de ser el porvenir, ¿es útil esforzarse en adquirir conocimientos científicos que sólo se relacionan con las cosas y necesidades materiales?

«Sin duda. Ante todo porque os pone en disposición de aliviar a vuestros hermanos, y después porque vuestro espíritu progresará más de prisa, si ha progresado ya intelectualmente. En el intervalo de las encarnaciones, aprendéis en una hora lo que os costaría años en la tierra. No hay conocimiento alguno inútil; todos contribuyen más o menos al progreso, porque el Espíritu perfecto debe saberlo todo, y porque, debiendo realizarse el progreso en todos los sentidos, todas las ideas adquiridas favorecen el desarrollo del espíritu».

899. De dos hombres ricos que el uno ha nacido en la opulencia y nunca ha conocido la necesidad, y que el otro debe su fortuna al trabajo, y ambos la emplean exclusivamente en su satisfacción personal, ¿cuál es más culpable?

«El que ha conocido el sufrimiento. Sabe lo que es sufrir, conoce el dolor que no alivia, aunque con mucha frecuencia no se acuerde de ello».

900. El que acumula sin cesar y sin hacer bien a nadie, ¿tiene excusa valedera en la idea de que amontona para legar más a sus herederos?

«Eso es un compromiso con la mala conciencia».

901. De dos avaros, el uno se priva de lo necesario y muere de hambre junto a su tesoro, y el segundo sólo es avaro respecto de los otros. Es pródigo para si mismo, y mientras retrocede ante el más pequeño sacrificio para hacer un servicio o algo útil, nada le cuesta satisfacer sus gustos y pasiones. Si se le pide un favor, siempre está en mala situación; pero siempre tiene lo suficiente para complacerse en sus caprichos. ¿Cuál de los dos es más culpable, y cuál tendrá peor lugar en el mundo de los espíritus?

«El que goza. Es más egoísta que avaro. El otro ha encontrado ya parte de su castigo».

902. ¿Es reprensible envidiar la riqueza, cuando sucede por deseo de hacer bien?

«El sentimiento, cuando es puro, es laudable, no cabe duda; pero semejante deseo, ¿es siempre completamente desinteresado y no encuentrá alguna pretensión personal? La primera persona a quien se desea hacer bien, ¿no es con frecuencia a si mismo?»

903. ¿Hay culpabilidad en estudiar los defectos de los otros?

«Si es para criticarlos y divulgarlos, hay mucha culpabilidad, porque es faltar a la caridad; si es para sacar provecho del estudio y evitarlos en si mismo, puede ser útil a veces, pero es preciso no olvidar que la indulgencia para con todos los defectos ajenos es una de las virtudes comprendidas en la caridad. Antes de reprochar a los otros sus imperfecciones, ved si puede decirse otro tanto de vosotros. Procurad, pues, tener las cualidades opuestas a los defectos que criticáis en otro, que este es el medio de haceros superiores. Le censuráis la avaricia, sed generosos; el orgullo, sed humildes y modestos; la dureza, sed amables; la pequeñez en las acciones, sed grandes en todas las vuestras, en una palabra: haced de modo que no se os pueda aplicar esta frase de Jesús: Ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo».

904. ¿Hay culpabilidad en sondear los defectos de la sociedad y en descubrirlos?

«Depende del sentimiento que conduce a hacerlo. Si el escritor no tiene otra mira que producir escándalo, se procura un goce personal, presentando esos cuadros que antes sirven de malo que de buen ejemplo. El espíritu aprecia, pero no puede ser castigado por esa clase de placer que experimenta revelando el mal».

-¿Cómo podrá juzgarse, en caso semejante, de la pureza de las intenciones y de la sinceridad del escritor?

«Eso no siempre es útil. Si escribe cosas buenas, aprovechaos de ellas, pues si él obra mal, esa es cuestión de conciencia que sólo a él atafle. Por lo demás, sI desea probar su sinceridad, tócale apoyar el precepto con el ejemplo propio».

905. Ciertos autores han publicado obras muy bellas y morales que favorecen el progreso de la humanidad; pero de las cuales se han aprovechado muy poco sus autores; ¿se les toma en cuenta, como a espíritus, el bien que han hecho sus obras?

«La moral sin las acciones, es la semilla sin trabajo. ¿De qué os sirve la semilla si no la hacéis fructificar para alimentaros? Esos hombres son los más culpables, porque tenían inteligencia para comprender. No practicando las máximas que daban a los otros, han renunciado a recoger el fruto».

906. ¿El que hace bien es censurable de conocerlo y confesárselo a si mismo?

«Puesto que puede tener conciencia del mal que hace, debe tener asimismo la del bien, a fin de saber si obra mal o bien. Pesando todas sus acciones en la balanza de la ley de Dios, y sobre todo en la de la ley de justicia, de amor y de caridad, es como podrá decirse si son buenas o malas, aprobarlas o desaprobarías. No puede, pues, ser reprensible porque conozca que ha triunfado de las malas tendencias, y de estar satisfecho por ello, siempre que no se envanezca, pues entonces caeria en otro escollo». (919)




DE LAS PASIONES

907. Puesto que el principio de las pasiones está en la naturaleza, ¿es malo en si mismo?

«No, la pasión consiste en el exceso unido a la voluntad; porque el principio ha sido dado al homb?e para el bien, y ellas pueden conducirle a grandes cosas. El abuso que se hace de las pasiones es lo que causa el mal».

908. ¿Cómo puede fijarse el límite donde cesan las pasiones de ser buenas o malas?

«Las pasiones son como un caballo que es útil, cuando está gobernado; pero peligroso cuando es él el que gobierna. Reconoced, pues, que una pasión se hace perniciosa desde el momento en que cesáis de poderla gobernar y origina un perjuicio cualquiera, ya a vosotros, ya a otro».

Las pasiones son palancas que duplican las fuezas del hombre, y le ayudan a cumplir las miras de la Providencia, pero si en vez de dirigirlas, el hombre se deja dirigir por ellas, cae en el exceso, y la fuerza que en su mano podía hacer el bien, se vuelve contra él y lo aplasta.


Todas las pasiones tienen su principio en un sentimiento o necesidad natural. El principio de las pasiones no es, pues, un mal, puesto que se apoya en una de las condiciones providenciales de nuestra existencia. La propiamente dicha, es la exageración de una necesidad o de un sentimiento; reside en el exceso, no en la causa, y semelante exceso se convierte en mal cuando da como consecúencia un mal cualquiera.

Toda pasión que aproxima al hombre a la naturaleza animal le aleja de la espiritual.
Todo sentimiento que eleva al hombre por encima de la naturaleza animal, revela el predominio del espíritu sobre la materia y la proximidad de la perfección.

909. ¿El hombre podría con sus esfuerzos yencer siempre sus malas pasiones?

«Sí, y a vecés con pequeños esfuerzos. Lo que le falta es voluntad. ¡Ah, cuán pocos sois los que hacéis esfuerzos!»

910. ¿Puede hallar el hombre en los espíritus una asistencia eficaz para vencer las pasiones?

«Si lo pide sinceramente a Dios y a su buen genio, los espíritus buenos vendrán sin duda a ayudarle, porque esta es su misión». (459)

911. ¿No hay pasiones tan vivas e irresistibles, que la voluntad es impotente para vencerlas?

«Muchas personas hay que dicen: Lo quiero; pero la voluntad no les pasa de los labios, lo quieren, y están muy contentos de que no suceda. Cuando se cree no poder vencer sus pasiones, es porque el espíritu, a causa de su inferioridad, se complace en ellas. El que procura reprimirlas comprende su naturaleza espiritual y el vencerlas es para él un triunfo del espíritu sobre la materia».

912. ¿Cuál es el medio más éficaz para combatir el predominio de la naturaleza corporal?

«Hacer abnegación de si mismo».




DEL EGOÍSMO

913. Entre los vicios, ¿cuál puede considerarse como radical?

«Muchas veces lo hemos dicho, el egoísmo; de él arrancan todos los males. Estudiad todos los vicios, y encontraréis que en el fondo de todos ellos reside el egoísmo. En vano los combatiréis, y no conseguiréis extirparlos hasta que no hayáis atacado el mal en su raíz, hasta que no hayáis destruido la causa. Dirigid, pues, todos vuestros esfuerzos hacia este objeto, porque él es el verdadero cáncer de la sociedad. Cualquiera que desee aproximarse desde esta vida a la perfección moral, debe arrancar de su corazón todo sentimiento de egoísmo; porque éste es incompatible con la justicia, con el amor y con la caridad; neutraliza todas las otras cualidades».

914. Fundándose el egoísmo en el sentimiento de interés personal, parece muy difícil extirparlo completamente en el corazón humano, ¿llegará a conseguirse?

«A medida que los hombres se ilustran sobre las cosas espirituales, dan menos importancia a las materiales. Además es preciso reformar las instituciones que excitan y mantienen el egoísmo. Esto depende de la educación».

915. Siendo el egoísmo inherente a la especie humana, ¿no será siempre un obstáculo para el reino del bien absoluto en la tierra?

«Cierto que el egoísmo es vuestro mal mayor, pero depende de la inferioridad de los espíritus encarnados en la tierra, y no de la misma humanidad. Luego; purificándose los espíritus en encarnaciones sucesivas, se desprenden del egoísmo como de sus otras impurezas. ¿No tenéis en la tierra ningún hombre que, libre de egoismo, practique la caridad? Hay más de los que vosotros creéis, pero vosotros no los conocéis; porque la virtud no busca el ruido de la publicidad. Y si hay uno, ¿por qué no ha de haber diez? Si díez, ¿por qué no mil? Y así sucesivamente».

916. Lejos de disminuir el egoísmo, crece con la civilización que parece excitarlo y mantenerlo. ¿Cómo pues, la causa destruirá el efecto?

«Mientras más grande es el mal, más horrible se presenta, y preciso era que el egoísmo originase mucho mal, para que se conociese la necesidad de extirparlo. Cuando los hombres hayan sacudido el egoísmo que los domina, vivirán como hermanos sin hacerse mal, ayudándose mutuamente por el mutuo sentimiento de la solidaridad. Entonces el fuerte será apoyo del débil y no su opresor, y no se verán hombres faltos de lo necesario; porque todos practicarán la ley de justicia. Este es el reino del bien de cuya preparación están encargados los espíritus». (784)

917. ¿Qué medio hay para destruir el egoísmo?

«De todas las humanas imperfecciones, la más difícil de desarraigar es el egoísmo, porque deriva de la influencia de la materia de la cual el hombre, que está muy prórimo aun a su origen, no ha podido emanciparse, y todo contribuye a sostener esa influencia; las leyes, la organización social y la educación. El egoísmo amenguará con el predominio de la vida moral sobre la material, y sobre todo con la inteligencia que os da el espiritismo de vuestro estada futuro real, y no desnaturalizado por ficciones alegóricas. Bien comprendido el espiritismo, y una vez identificado con las costumbres y creencias trastornará los hábitos, los usos y las relaciones sociales. El egoísmo se funda en la importancia de la personalidad, y el espiritismo bien comprendido, lo repito, hace ver las cosas desde tan alto que el sentimiento de la personalidad desaparece hasta cierto punto ante la inmensidad. Destruyendo semejante importancia, o por lo menos haciendo que se la considere tal cual es, el espiritismo combate necesariamente el egoísmo.

»Lo que a menudo hace egoísta al hombre es el roce del egoísmo de los otros, porque siente la necesidad de estar a la defensiva. Viendo que los otros piensan en sí mismos y no en él, se ve arrastrado a pensar en él y no en los otros. Pero sea el principio de caridad y de fraternidad base de las instituciones sociales, de las relaciones legales de pueblo a pueblo y de hombre a hombre, y éste cuidará menos de su persona, viendo que otros piensan en ellá. Sentirá la influencia moralizadora del ejemplo y del contacto. En presencia de ese desbordamiento de egoísmo, necesítase una verdadera virtud para hacer abnegación de su personalidad en provecho de los otros, que a menudo nada lo agradecen. A los que poseen semejante virtud es a quienes está abierto el reino de los cielos, y a ellos sobre todo está reservada la dicha de los elegidos; porque en verdad os digo que el día de la justicia, todo el que sólo en sí mismo haya pensado será separado y sufrirá por su abandono. (785)

FENELÓN».



Indudablemente se hacen laudables esfuerzos para hacer que la humanidad progrese; se alientan, se estimulan, le honran los buenos sentimientos más que en época alguna, y sin embargo el gusano roedor del egoísmo es siempre el cíncer social. Es un mal real que brota por todo el mundo, y del que todos somos más o menos víctimas. Preciso es, pues, combatirlo como se combate una enfermedad epidémica, y para ello es necesario proceder como los médicos, remontarnos al origen. Búsquense en todas las partes de la organización social desde la familia a los pueblos, desde la caballa al palacio, todas las causas, todas las influencias patentes u ocultas, que excitan, mantienen y desarrollan el egoísmo, y una vez conocidas las causas, el remedio se presentará por si mismo. No se tratará más que de combatirlas, si no todas a la vez, parcialmente, a lo menos, y poco a poco se extirpará el veneno. La curación podrá ser larga, porque las causas son numerosas, pero no es imposible. Por lo demás no se conseguirá, si no se corta la raíz del mal por medio de la educación, no de esa que propende a hacer hombres instruidos, pero si de la que tiende a hacer hombres honrados. La educación, cuando se la entiende bien, es la clave del progreso moral, y cuando se conozca el arte de manejar los caracteres como se conoce el de manejar las inteligencias, se podrán enderezar como se enderezan los arbustos. Pero ese arte requiere mucho tacto, mucha experiencia y una observación profunda; es erróneo creer que basta tener ciencia para ejercerlo con provecho. Cualquiera que, desde el nacimiento, sigue así al hijo del rico, como al del pobre, y observa todas las perniciosas influencias que operan en él a causa de la debilidad, de la incuria y de la ignorancia de los que le dirigen, y cuán a menudo son improductivos los medios que para moralizarle se emplean, no puede admirarse de hallar tantos defectos en el mundo. Hágase para lo moral otro tanto que para la inteligencia, y se verá que, si hay naturalezas refractarias hay más de las que se creen, que no esperan más que una buena cultura para dar frutos buenos. (872)

El hombre quiere ser feliz, y este sentimiento es natural. Por esta razón trabaja sin cesar por mejorar su posición en la tierra; busca las causas de sus males para remediarlas. Cuando comprenda que el egoismo es una de ellas - la que engendra el orgullo, la ambición, la codicia, la envidia, el odio y los celos, que le perjudican a cada instante-, que perturba todas las relaciones sociales, provoca las disensiones y destruye la confianza, obliga a estar siempre a la defensiva contra su vecino, que hace, en fin, del amigo un enemigo, comprenderá también entonces que ese vicio es incompatible con su propia felicidad, y hasta añadimos con su propia seguridad. Mientras más sufra a consecuencia de él, más sentirá la necesidad de combatirlo, como combate la peste, los animales nocivos y demás calamidades. Será solicitado a ello por su propio interés. (784)

El egoísmo es el origen de todos los vicios, como la caridad es el de todas las virtudes. Destruir el uno y fomentar la otra, tal debe ser el objeto de todos los esfuerzos del hombre, si quiere asegurar su dicha así en la tierra, como en el porvenir.




CARACTERES DEL HOMBRE DE BIEN

918. ¿Qué señales dan a conocer en un hombre el progreso real que ha de elevar su espíritu en la jerarquía espiritista?

«El espíritu prueba su elevación cuando todos los actos de su vida corporal son la práctica de la ley de Dios, y cuando anticipadamente comprende la vida espiritual».

El verdadero hombre de bien es el que practica la ley de justicia, de amor y de caridad en su mayor pureza. Si interroga su conciencia sobre los hechos realizados, se preguntará si no ha violado aquella ley, si no ha hecho mal, si ha hecho todo el bien que ha podido, si nadie ha tenido que quejarse de él, y en fin, si ha hecho a otro todo lo que hubiese querido que por él se hiciera.

El hombre penetrado del sentimiento de caridad y de amor al prójimo hace el bien por el bien, sin esperar recompensas, y sacrifica su interés a la justicia.

Es bueno, humano y benévolo para con todo el mundo, porque en todos los hombres ve hermanos, sin excepción de razas y creencias.

Si Dios le ha dado poder y riqueza, ve en esas cosas UN DEPÓSITO que debe emplear para el bien y no se envanece de ello, porque sabe que Dios, que se lo ha dado, puede quitárselo.

Si el orden social ha puesto hombres bajo su dependencia, los trata con bondad y benevolencia, porque ante Dios son iguales suyos, y emplea su poder para moralizar a aquellos y no para abrumarlos con su orgullo.

Es indulgente con las ajenas debilidades, porque sabe que él mismo necesita indulgencias y recuerda estas palabras de Cristo: El que no tenga pecado arrójele la primera piedra.

No es vengativo: a ejemplo de Jesús, perdona las ofensas para no recordar más que los favores; porque sabe que se le perdonará como él haya perdonado.

Respeta, en fin, en sus semejantes todos los derechos que dan las leyes de la naturaleza, como quiere que se le respeten a él.




CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO

919. ¿Cuál es el medio práctico más eficaz para mejorar se en esta vida y resistir a la solicitación del mal?

«Un sabio de la antigüedad os lo dijo: Conócete a ti mismo».


-Comprendemos toda la sabiduría de esta máxima; pero la dificultad consiste en conocerse a sí mismo. ¿Qué medio hay para conseguirlo?


«Haced lo que durante mi vida terrena: al terminar el día interrogaba a mi conciencia, pasaba revista a lo que había hecho y me preguntaba si no había infringido algún deber, si nadie había tenido que quejarse de mi. Así fue como llegué a conocerme y a ver lo que en mí debía reformarse.


Aquel que cada noche, recordase todas sus acciones de durante el día y se preguntase el mal o el bien que ha hecho, suplicando a Dios y a su ángel guardián que le iluminasen, adquiriría una gran fuerza para perfeccionarse, porque, creedlo, Dios le asistiría. Proponeos, pues, cuestiones, y pregun taos lo que habéis hecho, y el objeto con qué, en circunstancia tal, habéis obrado; si habéis hecho algo que en otro hubieseis censurado; si habéis ejecutado alguna acción que no os atreveríais a confesar. Preguntaos también lo siguiente: Si a Dios le pluguiese llamarme en este momento, ¿tendría, al entrar en el mundo de los espíritus donde nada hay oculto, que temer la presencia de alguien? Examinad lo que hayáis podido hacer contra Dios, contra vuestro prójimo y contra vosotros mismos, en fin. Las contestaciones serán reposo para vuestra conciencia, o indicación de un mal que es preciso curar.


»El conocimiento de sí mismo es, pues, la clave del mejoramiento individual, pero diréis ¿cómo juzgarse uno a si mismo? ¿No tenemos la ilusión del amor propio que amengua las faltas y las excusa? El avaro se cree económico y previsor, el orgulloso no cree tener más que dignidad. Esto es muy cierto, pero tenéis un medio de comprobación que no puede engañaros. Cuando estéis indecisos acerca del valor de una de vuestras acciones, preguntaos cómo la calificaríais, si fuese de otra persona. Si la censuráis en otro, no podrá ser más legítima en vosotros, pues no tiene Dios dos medidas para la justicia. Procurad también saber lo que piensan los otros, y no olvidéis la opinión de vuestros enemigos; porque éstos no tienen interés en falsear la verdad, y a menudo Dios los pone a vuestro lado como un espejo, para advertiros con mayor franqueza que un amigo. Aquel, pues, que tenga la voluntad decidida de mejorarse, explore su conciencia a fin de arrancar de ella las malas inclinaciones, como de un jardín las plantas nocivas; pase balance moral del día transcurrido, como lo pasa el comerciante de sus ganancias y pérdidas, y yo le aseguro que el uno le será más provechoso que el otro. Si puede decirse que ha sido buena su jornada, puede dormir tranquilo y esperar sin temor el despertar a otra vida.


»Haceos, pues, preguntas claras y terminantes y no temáis el multiplicarías, que bien puede emplearse algunos minutos para lograr una dicha eterna. ¿Acaso no trabajáis diariamente con la mira de recoger medios que os permitan descansar en la ancianidad? ¿No es semejante descanso objeto de todos vuestros deseos, objeto que os hace sufrir trabajos y privaciones momentáneas? Pues bien, ¿qué es ese descanso de algunos días, interrumpido por las flaquezas del cuerpo, en comparación del que espera al hombre de bien? ¿No vale esto la pena de hacer algunos esfuerzos? Ya sé que muchos dicen que el presente es positivo, e incierto el porvenir, mas precisamente esta es la idea que estamos encargados de desvanecer en vosotros, porque queremos haceros comprender aquel porvenir de tal modo, que no deje duda alguna en vuestra alma. Por esto, al principio, llamamos vuestra atención con fenómenos aptos para excitar vuestros sentidos, y luego os damos instrucciones que cada uno de vosotros está obligado a propagar. Con este objeto hemos dictado El libro de los espíritus.


SAN AGUSTÍN«.


Muchas faltas que cometemos nos pasan desapercibidas. En efecto, si siguiendo el consejo de San Agustín, interrogásemos con más frecuencia nuestra conciencia, veríamos cuántas veces hemos faltado sin pensarlo por no examinar la naturaleza y móvil de nuestras acciones. La forma interrogativa es algo más precisa que una máxima que a menudo no nos aplicamos. Exige réspuestas categóricas, afirmativas o negativas que no consienten alternativa; son otros tantos argumentos persónales, y por la suma de las respuestas puede computarse la suma del bien y del mal que en nosotros existe.