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El Libro de los Espíritus > LIBRO SEGUNDO — MUNDO ESPIRITISTA O DE LOS ESPIRITUS > CAPÍTULO I — DE LOS ESPÍRITUS > ESCALA ESPIRITISTA
ESCALA ESPIRITISTA
100. Observaciones preliminares. La clasificación de los espíritus está basada en su grado de progreso, en las cualidades que han adquirido y en las imperfecciones de que han de despojarse aún. Esta clasificación, además, no es absoluta; cada categoría no ofrece en su conjunto más que un carácter saliente; pero la transición es insensible de un grado a otro, y en los límites desaparece el matiz como en los reinos de la naturaleza, en los colores del arco iris y también como en los diferentes períodos de la vida d'el hombre. Se puede, pues, formar un número mayor o menor de clases, según el aspecto que se elija para considerar esta cuestión. Sucede esto como en los sistemas de clasificaciones científicas, que pueden ser más o menos completos, más o menos racionales y cómodos para la inteligencia, sin que, cualesquiera que sean, cambien en nada el fondo de la ciencia. Los espíritus consultados sobre el particular han podido, pues, discordar en el número de categorías, sin que esto tenga trascendencia. Algunos han hecho un arma de esta contradicción aparente, sin reflexionar que los espíritus no dan importancia a lo que es puramente convencional, ya que para ellos el pensamiento lo es todo, dejando a nuestra voluntad la forma, la elección de los términos, las clasificaciones, los sistemas, en una palabra.
Añadamos otra consideración que nunca debe perderse de vista, a saber: que entre los espíritus, lo mismo que entre los hombres, los hay muy ignorantes, y que nunca se estará bastante prevenido contra la tendencia de creer que todos han de ser sabios, porque son espíritus. Toda clasificación requiere método, análisis y conocimiento profundo del asunto, y en el mundo de los espíritus, los que tienen conocimientos limitados no son. como no lo son los ignorantes en la tierra, hábiles para abarcar el conjunto y formular un sistema, y no conocen o sólo comprenden imperfectamente las clasificaciones. Para ellos, todos los espíritus que les son superiores pertenecen al primer orden; sin que puedan apreciar los matices de saber, capacidad y moralidad que los distinguen, como entre nosotros se distingue el rústico del ilustrado, y hasta los mismos que son capaces de hacerlo pueden variar en los pormenores según su punto de vista. mayormente cuando nada de absoluto tienen las divisiones. Linneo, Jussieu y Tournefort han tenido un sistema peculiar, sin que haya variado la botánica; porque no inventaron ellos las plantas y sus caracteres, sino que observaron las analogías con arreglo a las cuales formaron los grupos o clases. Asi hemos procedido nosotros; no hemos inventado los espíritus ni sus cáracteres, sino que los hemos visto y observado, los hemos juzgado por sus palabras y hechos y clasificado con arreglo a sus semejantes, apoyándose en los datos que nos han proporcionado.
Los espíritus admiten generalmente tres categorías principales o tres grandes divisiones. En la última que está al principio de la escala, vienen comprendidos los espíritus imperfectos, caracterizados por el predominio de la materia sobre el espíritu y la propensi6n al mal.. Los de la segunda están caracterizados por el predominio del espíritu sobre la materia y por el deseo del bien, y comprende los espíritus buenos. La primera, en fin, comprende los espíritus puros, que han alcanzado el grado máximo de perfección.
Esta división nos parece que es perfectamente racional y que presenta caracteres bien distintos, y no nos tocaba a nosotros más que hacer visibles, por medio de un número suficiente de subdivisiones, los principales matices del conjunto, y es lo que hemos hecho con el concurso de los espíritus, cuyas benévolas instrucciones nunca nos han faltado.
Utilizando este cuadro será fácil determinar la categoría y grado de superioridad o de inferioridad de los espíritus con quienes podemos establecer relaciones, y por tanto, el grado de confianza y de estimación que merecen. De cierta manera es la clave de la ciencia espiritista; porque sólo él puede explicarnos las anomalías que presentan las comunicaciones, ilustrándonos acerca de las desigualdades intelectuales y morales de los espíritus. Advertimos empero, que los espíritus no pertenecen siempre y exclusivamente a tal o cual clase, y realizándose gradualmente su progreso, y a menudo en una dirección con preferencia a otra, pueden reunir caracteres de diversas categorías, lo que fácilmente puede comprenderse por su lenguaje y por sus hechos.
Añadamos otra consideración que nunca debe perderse de vista, a saber: que entre los espíritus, lo mismo que entre los hombres, los hay muy ignorantes, y que nunca se estará bastante prevenido contra la tendencia de creer que todos han de ser sabios, porque son espíritus. Toda clasificación requiere método, análisis y conocimiento profundo del asunto, y en el mundo de los espíritus, los que tienen conocimientos limitados no son. como no lo son los ignorantes en la tierra, hábiles para abarcar el conjunto y formular un sistema, y no conocen o sólo comprenden imperfectamente las clasificaciones. Para ellos, todos los espíritus que les son superiores pertenecen al primer orden; sin que puedan apreciar los matices de saber, capacidad y moralidad que los distinguen, como entre nosotros se distingue el rústico del ilustrado, y hasta los mismos que son capaces de hacerlo pueden variar en los pormenores según su punto de vista. mayormente cuando nada de absoluto tienen las divisiones. Linneo, Jussieu y Tournefort han tenido un sistema peculiar, sin que haya variado la botánica; porque no inventaron ellos las plantas y sus caracteres, sino que observaron las analogías con arreglo a las cuales formaron los grupos o clases. Asi hemos procedido nosotros; no hemos inventado los espíritus ni sus cáracteres, sino que los hemos visto y observado, los hemos juzgado por sus palabras y hechos y clasificado con arreglo a sus semejantes, apoyándose en los datos que nos han proporcionado.
Los espíritus admiten generalmente tres categorías principales o tres grandes divisiones. En la última que está al principio de la escala, vienen comprendidos los espíritus imperfectos, caracterizados por el predominio de la materia sobre el espíritu y la propensi6n al mal.. Los de la segunda están caracterizados por el predominio del espíritu sobre la materia y por el deseo del bien, y comprende los espíritus buenos. La primera, en fin, comprende los espíritus puros, que han alcanzado el grado máximo de perfección.
Esta división nos parece que es perfectamente racional y que presenta caracteres bien distintos, y no nos tocaba a nosotros más que hacer visibles, por medio de un número suficiente de subdivisiones, los principales matices del conjunto, y es lo que hemos hecho con el concurso de los espíritus, cuyas benévolas instrucciones nunca nos han faltado.
Utilizando este cuadro será fácil determinar la categoría y grado de superioridad o de inferioridad de los espíritus con quienes podemos establecer relaciones, y por tanto, el grado de confianza y de estimación que merecen. De cierta manera es la clave de la ciencia espiritista; porque sólo él puede explicarnos las anomalías que presentan las comunicaciones, ilustrándonos acerca de las desigualdades intelectuales y morales de los espíritus. Advertimos empero, que los espíritus no pertenecen siempre y exclusivamente a tal o cual clase, y realizándose gradualmente su progreso, y a menudo en una dirección con preferencia a otra, pueden reunir caracteres de diversas categorías, lo que fácilmente puede comprenderse por su lenguaje y por sus hechos.
Tercer orden. Espíritus imperfectos
101. Caracteres generales. Predominio de la materia sobre el espíritu, propensión al mal, ignorancia, orgullo, egoísmo y todas las malas pasiones que de el derivan.
Tienen intuición de Dios; pero no lo comprenden.
Todos no son esencialmente malos, y en algunos abunda más la ligereza, la inconsecuencia y la malicia que la verdadera perversidad. Unos no hacen bien ni mal; pero por lo mismo que no practican el bien, demuestran su inferioridad. Otros, por el contrario, se complacen en el mal, y están satisfechos cuando hallan ocasión de hacerlo.
Pueden reunir la inteligencia a la perversidad y a la malicia; pero, cualquiera que sea su desarrollo intelectual, sus ideas son poco elevadas y sus sentimientos más o menos abyectos.
Sus conocimientos sobre las cosas del mundo espiritista son limitados, y lo poco que de ellas saben lo confunden con las ideas y preocupaciones de la vida corporal, no pudiendo darnos sobre el particular más que nociones falsas e incompletas; pero el observador atento encuentra con frecuencia en sus comunicaciones, aunque imperfectas, confirmadas las grandes verdades que nos enseñan los espíritus superiores.
Su carácter se revela en su lenguaje, y todo espíritu que deje escapar en sus comunicaciones un pensamiento malo, puede ser incluido en el tercer orden, y por lo tanto, todo pensamiento malo que se nos sugiera, procede de un espíritu de este orden.
Semejantes espíritus ven la dicha de los buenos, siendoles este espectáculo un tormento incesante, puesto que experimentan todas las angustias que pueden producir la envidia y los celos.
Conservan el recuerdo y la percepción de los sufrimientos de la vida corporal, impresión que es a menudo más penosa que la realidad. Sufren, pues, verdaderamente no sólo por los males que han experimentado, sino que tambien por los que han ocasionado a otros, y como sufren por largo tiempo, creen que sufrirán siempre, permitiendo Dios, para castigarlos, que conserven esa creencia.
Puede dividírseles en cinco clases principales.
Tienen intuición de Dios; pero no lo comprenden.
Todos no son esencialmente malos, y en algunos abunda más la ligereza, la inconsecuencia y la malicia que la verdadera perversidad. Unos no hacen bien ni mal; pero por lo mismo que no practican el bien, demuestran su inferioridad. Otros, por el contrario, se complacen en el mal, y están satisfechos cuando hallan ocasión de hacerlo.
Pueden reunir la inteligencia a la perversidad y a la malicia; pero, cualquiera que sea su desarrollo intelectual, sus ideas son poco elevadas y sus sentimientos más o menos abyectos.
Sus conocimientos sobre las cosas del mundo espiritista son limitados, y lo poco que de ellas saben lo confunden con las ideas y preocupaciones de la vida corporal, no pudiendo darnos sobre el particular más que nociones falsas e incompletas; pero el observador atento encuentra con frecuencia en sus comunicaciones, aunque imperfectas, confirmadas las grandes verdades que nos enseñan los espíritus superiores.
Su carácter se revela en su lenguaje, y todo espíritu que deje escapar en sus comunicaciones un pensamiento malo, puede ser incluido en el tercer orden, y por lo tanto, todo pensamiento malo que se nos sugiera, procede de un espíritu de este orden.
Semejantes espíritus ven la dicha de los buenos, siendoles este espectáculo un tormento incesante, puesto que experimentan todas las angustias que pueden producir la envidia y los celos.
Conservan el recuerdo y la percepción de los sufrimientos de la vida corporal, impresión que es a menudo más penosa que la realidad. Sufren, pues, verdaderamente no sólo por los males que han experimentado, sino que tambien por los que han ocasionado a otros, y como sufren por largo tiempo, creen que sufrirán siempre, permitiendo Dios, para castigarlos, que conserven esa creencia.
Puede dividírseles en cinco clases principales.
102. Décima classe. Espíritos impuros. – São inclinados ao mal, de que fazem o objeto de suas preocupações. Como Espíritos, dão conselhos pérfidos, sopram a discórdia e a desconfiança e se mascaram de todas as maneiras para melhor enganar. Ligam-se aos homens de caráter bastante fraco para cederem às suas sugestões, a fim de induzi-los à perdição, satisfeitos com o conseguirem retardar-lhes o adiantamento, fazendo-os sucumbir nas provas por que passam.
Nas manifestações dão-se a conhecer pela linguagem. A trivialidade e a grosseria das expressões, nos Espíritos, como nos homens, é sempre indício de inferioridade moral, senão também intelectual. Suas comunicações exprimem a baixeza de seus pendores e, se tentam iludir, falando com sensatez, não conseguem sustentar por muito tempo o papel e acabam sempre por se traírem.
Alguns povos os arvoraram em divindades maléficas; outros os designam pelos nomes de demônios, maus gênios, Espíritos do mal.
Quando encarnados, os seres vivos que eles animam se mostram propensos a todos os vícios gerados pelas paixões vis e degradantes: a sensualidade, a crueldade, a felonia, a hipocrisia, a cupidez, a avareza sórdida. Fazem o mal por prazer, as mais das vezes sem motivo, e, por ódio ao bem, quase sempre escolhem suas vítimas entre as pessoas honestas. São flagelos para a humanidade, pouco importando a categoria social a que pertençam, e o verniz da civilização não os forra ao opróbrio e à ignomínia.
Nas manifestações dão-se a conhecer pela linguagem. A trivialidade e a grosseria das expressões, nos Espíritos, como nos homens, é sempre indício de inferioridade moral, senão também intelectual. Suas comunicações exprimem a baixeza de seus pendores e, se tentam iludir, falando com sensatez, não conseguem sustentar por muito tempo o papel e acabam sempre por se traírem.
Alguns povos os arvoraram em divindades maléficas; outros os designam pelos nomes de demônios, maus gênios, Espíritos do mal.
Quando encarnados, os seres vivos que eles animam se mostram propensos a todos os vícios gerados pelas paixões vis e degradantes: a sensualidade, a crueldade, a felonia, a hipocrisia, a cupidez, a avareza sórdida. Fazem o mal por prazer, as mais das vezes sem motivo, e, por ódio ao bem, quase sempre escolhem suas vítimas entre as pessoas honestas. São flagelos para a humanidade, pouco importando a categoria social a que pertençam, e o verniz da civilização não os forra ao opróbrio e à ignomínia.
103. Nona classe. Espíritos levianos. – São ignorantes, travessos, irrefletidos e zombeteiros. Metem-se em tudo, a tudo respondem, sem se incomodarem com a verdade. Gostam de causar pequenos desgostos e ligeiras alegrias, de aborrecer, de induzir maliciosamente em erro, por meio de mistificações e de espertezas. A esta classe pertencem os Espíritos vulgarmente tratados de duendes, trasgos, gnomos, diabretes. Acham-se sob a dependência dos Espíritos superiores, que muitas vezes os empregam, como fazemos com os nossos servidores.
Em suas comunicações com os homens, a linguagem de que se servem é, por vezes, espirituosa e faceta, mas quase sempre sem profundidade. Exploram as falhas e o lado ridículo dos homens e da coisas, comentando-os em traços mordazes e satíricos. Se tomam nomes supostos, geralmente é mais por malícia do que por maldade.
Em suas comunicações com os homens, a linguagem de que se servem é, por vezes, espirituosa e faceta, mas quase sempre sem profundidade. Exploram as falhas e o lado ridículo dos homens e da coisas, comentando-os em traços mordazes e satíricos. Se tomam nomes supostos, geralmente é mais por malícia do que por maldade.
104. Oitava classe. Espíritos pseudo-sábios. – Dispõem de conhecimentos bastante amplos, porém, creem saber mais do que realmente sabem. Tendo realizado alguns progressos sob diversos pontos de vista, a linguagem deles aparenta um cunho de seriedade, de natureza a iludir com respeito às suas capacidades e luzes. Mas, em geral, isso não passa de reflexo dos preconceitos e ideias sistemáticas que nutriam na vida terrena. É uma mistura de algumas verdades com os erros mais absurdos, através dos quais penetram a presunção, o orgulho, o ciúme e a obstinação, de que ainda não puderam despir-se.
105. Sétima classe. Espíritos neutros. – Nem bastante bons para fazerem o bem, nem bastante maus para fazerem o mal. Pendem tanto para um como para o outro e não ultrapassam a condição comum da Humanidade, quer no que concerne ao moral, quer no que toca à inteligência. Apegam-se às coisas deste mundo, de cujas grosseiras alegrias sentem saudades.
106. Sexta classe. Espíritos batedores e perturbadores. – Estes Espíritos, propriamente falando, não formam uma classe distinta pelas suas qualidades pessoais. Podem caber em todas as classes da terceira ordem. Manifestam geralmente sua presença por efeitos sensíveis e físicos, como pancadas, movimento e deslocamento anormal de corpos sólidos, agitação do ar, etc. Afiguram-se, mais do que outros, presos à matéria. Parecem ser os agentes principais das vicissitudes dos elementos do globo, quer atuem sobre o ar, a água, o fogo, os corpos duros, quer nas entranhas da terra. Reconhece-se que esses fenômenos não derivam de uma causa fortuita ou física, quando denotam caráter intencional e inteligente. Todos os Espíritos podem produzir tais fenômenos, mas os de ordem elevada os deixam, de ordinário, como atribuições dos subalternos, mais aptos para as coisas materiais do que para as coisas da inteligência; quando julgam úteis as manifestações desse gênero, lançam mão destes últimos como seus auxiliares.
Segundo orden. Espíritus buenos
107. Caracteres generales. Predominio del espíritu sobre la materia y deseo de hacer bien. Sus cualidades y poder para practicarlo están en proporción del grado a que han llegado. poseyendo unos la ciencia, otros la prudencia y la bondad, y reuniendo los más adelantados el saber y las cualidades morales. No estando aún completamente desmaterializados, conservan más o menos, según su jerarquía, los vestigios de la existencia corporal, ora en la forma del lenguaje, ora en sus costumbres, en las que se llega a descubrir algunas desus manías, ías, y a no ser así, serían espíritus perfectos.
Comprenden a Dios y el infinito, y gozan ya de la felicidad de los buenos; son dichosos cuando hacen el bien e impiden el mal, y el amor que los une es para ellos origen de una dicha inefable no alterada por la envidia, por los remordimientos. ni por ninguna de las malas pasiones, que atormentan a los espíritus imperfectos; pero todos han de sufrir pruebas hasta que alcancen la perfección absoluta.
Como espíritus, suscitan buenos pensamientos, alejan a los hombres del camino del mal, protegen, durantela vida, a los que se hacen merecedores de protección y neutralizan la influencia de los espíritus imperfectos en aquellos individuos que no se complacen en tolerarla.
Las personas en quienes se encarnan son buenas y benevolas para con sus semejantes no ceden al orgullo, al egoísmo y a la ambición, y no sienten odio, rencor, envidia ni celos, practicando el bien, porque es el bien.
A este orden pertenecen los espíritus conocidos en las creencias vulgares con los nombres de genios buenos, genios protectores y espíritus del bien; En tiempo de superstición y de ignorancia se les ha elevado a la categoría de divinidades bienhechoras.
Se les puede dividir en cuatro grupos principales.
Comprenden a Dios y el infinito, y gozan ya de la felicidad de los buenos; son dichosos cuando hacen el bien e impiden el mal, y el amor que los une es para ellos origen de una dicha inefable no alterada por la envidia, por los remordimientos. ni por ninguna de las malas pasiones, que atormentan a los espíritus imperfectos; pero todos han de sufrir pruebas hasta que alcancen la perfección absoluta.
Como espíritus, suscitan buenos pensamientos, alejan a los hombres del camino del mal, protegen, durantela vida, a los que se hacen merecedores de protección y neutralizan la influencia de los espíritus imperfectos en aquellos individuos que no se complacen en tolerarla.
Las personas en quienes se encarnan son buenas y benevolas para con sus semejantes no ceden al orgullo, al egoísmo y a la ambición, y no sienten odio, rencor, envidia ni celos, practicando el bien, porque es el bien.
A este orden pertenecen los espíritus conocidos en las creencias vulgares con los nombres de genios buenos, genios protectores y espíritus del bien; En tiempo de superstición y de ignorancia se les ha elevado a la categoría de divinidades bienhechoras.
Se les puede dividir en cuatro grupos principales.
108. Quinta clase. ESPÍRITUS BENÉVOLOS. Su cualidad dominante es la bondad; se complacen en prestar servicios a los hombres y protegerlos; pero su saber es limitado, pues han progresado más moral que intelectualmente.
109. Cuarta clase. ESPÍRITUS SABIOS. Lo que principalmente los distingue es la extensión de sus conocimientos. Se ocupan menos de las cuestiones morales que de las científicas, para las cuales tienen más aptitud, pero sólo consideran la ciencia utilitariamente, y no obedecen, al hacerlo, a ninguna de las pasiones propias de los espíritus imperfectos.
110. Tercera clase. ESPÍRITUS PRUDENTES. Las más elevadas cualidades morales son su carácter distintivo. Sin que sus conocimientos sean limitados, están dotados de aquella capacidad que proporciona un juicio recto de los hombres y de las cosas.
111. Segunda clase. ESPÍRITUS SUPERIORES. Reúnen la ciencia, la prudencia y la bondad. Su lenguaje, que sólo benevolencia respira, es constantemente digno, elevado y a menudo sublime. Su superioridad los hace más aptos que los otros para darnos las nociones más exactas acerca de las cosas del mundo incorporal, dentro de los límites de aquello que es lícito saber al hombre. Se comunican voluntariamente con los que de buena fe buscan la verdad y cuya alma está bastante emancipada de los lazos terrestres para comprenderla; pero se separan de los que sólo obran por curiosidad, o a quienes la influencia de la materia distrae de la práctica del bien.
Cuando, por excepción, se encarnan en la tierra, es para realizar una misión de progreso y nos ofrecen el tipo de perfección, a que puede aspirar la humanidad en este mundo.
Cuando, por excepción, se encarnan en la tierra, es para realizar una misión de progreso y nos ofrecen el tipo de perfección, a que puede aspirar la humanidad en este mundo.
Primer orden. Espíritus puros
112. Caracteres generales. Influencia de la materia, nula; superioridad intelectual y moral, absoluta con respecto a los espíritus de los otros órdenes.
113. Primera y única clase. Han recorrido todos los giados de la escala y se han despojado de todas las impurezas de la materia. Habiendo alcanzado la suma de perfección de que es susceptible la criatura, no han de sufrir pruebas ni expiaciones, y no estando obligados a la reencarnación en cuerpos perecederos viven la vida eterna en el seno de Dios.
Gozan de una dicha inalterable, porque no sienten las necesidades ni están expuestos a las vicisitudes de la vida material; pero aquella dicha no consiste en la ociosidad monótona de una contemplación perpetua. Son mensajeros y ministros de Dios, cuyas órdenes, acerca de la conservación de la armonía universal, ejecutan; mandan a todos los espíritus que les son inferiores, les ayudan a perfeccionarse y les señalan su misión. Para ellos, es ocupación agradable la de asistir a los hombres en sus apuros y excitarlos al bien o a la expiación de las faltas que les alejan de la felicidad suprema. Se les designa a veces con los nombres de ángeles, arcángeles o serafines.
Los hombres pueden comunicarse con ellos, pero sería muy presuntuoso el que pretendiese tenerlos constantemente a sus órdenes.
Gozan de una dicha inalterable, porque no sienten las necesidades ni están expuestos a las vicisitudes de la vida material; pero aquella dicha no consiste en la ociosidad monótona de una contemplación perpetua. Son mensajeros y ministros de Dios, cuyas órdenes, acerca de la conservación de la armonía universal, ejecutan; mandan a todos los espíritus que les son inferiores, les ayudan a perfeccionarse y les señalan su misión. Para ellos, es ocupación agradable la de asistir a los hombres en sus apuros y excitarlos al bien o a la expiación de las faltas que les alejan de la felicidad suprema. Se les designa a veces con los nombres de ángeles, arcángeles o serafines.
Los hombres pueden comunicarse con ellos, pero sería muy presuntuoso el que pretendiese tenerlos constantemente a sus órdenes.