El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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957. ¿Cuáles son, en general, las consecuencias del suicidio en el estado del espíritu?

«Las consecuencias del suicidio son muy diversas; no hay penas fijas, y en todos los casos son siempre relativas a las causas que lo han producido; pero una de las consecuencias inevitables al suicida es la contrariedad. Por lo demás, no es una misma la suerte de todos ellos, depende de las circunstancias. Algunos expían su falta inmediatamente, y otros en una nueva existencia que será peor que aquella cuyo curso ha interrumpido».

La observación demuestra, en efecto, que las consecuencias del suicidio no son siempre las mismas; pero las bay que son comunes a todos los casos de muerte violenta y resultado de la interrupción brusca de la vida. Ante todo lo es la persistencia más prolongada y más tenaz del lazo que une el espíritu al cuerpo, pues tiene casi siempre toda su fuerza en el momento en que se ha cortado, al paso que en la muerte natural se afloja gradualmente, y a menudo se suelta antes de que esté completamente extinguida la vida. Las consecuencias de este estado de cosas son la prolongación de la turbación espiritista, y luego la de la ilusión que, durante un tiempo más o menos largo, hace creer al espíritu qae es aún del número de los vivos. (155 y 165)

La afinidad que persiste entre el espíritu y el cuerpo produce en algunos suicidas, una especie de repercusión del estado del cuerpo en el espíritu, quien, a pesar suyo, siente los efectos de la descomposición, y experimenta una sensación llena de angustias y de horror, y este estado puede persistir tanto tiempo como hubiera debido durar la vida que han interrumpido. Este efecto no es general; pero en ningún caso se ve el suicída libre de las consecuencias de su falta de valor, y tarde o temprano expía su culpa de uno u otro modo. De aquí que ciertos espíritus, que habrían sido muy desgraciados en la tierra, han dicho que se habían suicidado en la existencia anterior, y que voluntariamente sc habían sometido a nuevas pruebas para intentar soportarlas con más resigna ción. En algunos el castigo consiste en una especie de apego a la materia de la cual procura deshacerse en vano, para volar a mejores mundos, cuyo acceso les está prohibido; en la mayor parte en el pesar de haber hecho una cosa inútil, puesto que sólo desenganos tienen.

La religión, la moral, todas las filosofías condenan el suicidio como contrarío a la ley natural; todos nos dicen en principio que no tenemos derecho a abreviar voluntariamente nuestra vida; pero ¿por qué no lo tenemos? ¿Por qué no es libre el hombre de poner término a sus sufrimientos? Estaba reservado al espiritismo demostrar, con el ejemplo de los que han muerto, que no sólo el suicidio es una falta como infracción de una ley moral, consideración de poco peso para ciertos individuos, sino que es un acto estúpido, puesto que nada se gana y antes se pierde. No nos ensena la teoría, sino que presenta ante nosotros los hechos.