El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Usted esta en: El Libro de los Espíritus > LIBRO TERCERO — LEYES MORALES > CAPÍTULO VIII — LEY DEL PROGRESO > MARCHA DEL PROGRESO


MARCHA DEL PROGRESO

779. ¿El hombre toma en si mismo la fuerza progresiva, o es el progreso producto de una enseñanza?

«El hombre se desarrolla naturalmente a sí mismo, pero no todos progresan al mismo tiempo y de la misma manera. Entonces es cuando los más adelantados ayudan al progreso de los otros por medio del contacto social».

780. ¿El progreso moral sigue siempre al intelectual?


«Es su consecuencia, pero no siempre le sigue inmediatamente». (192-365)


-¿Cómo puede conducir el progreso intelectual al moral?


«Haciendo resaltar la diferencia entre el bien y el mal; el hombre puede entonces elegir. El desarrollo del libre albedrío sigue al de la inteligencia y aumenta la responsabilidad de los actos».

-¿A qué se debe entonces que los pueblos más ilustrados sean a menudo los más pervertidos?

«El progreso completo es el objeto; pero los pueblos, como los individuos no llegan a él más que paso a paso. Mientras no esté desarrollado en ellos el sentido moral, hasta pueden servirse de su inteligencia para hacer mal, La m9ral y la inteligencia son dos fuerzas que sólo a la larga se equilibran». (365-751)

781. ¿Es dado al hombre poder detener la marcha del progreso?

«No; pero si estorbarlo a veces».

-¿Qué debe pensarse de los hombres que intentan detener la marcha del progreso, y hacer retrogradar a la humanidad?

«Pobres seres, a quienes Dios castigará, serán arrastrados por la corriente que quieren detener».

Siendo el progreso una condición de la naturaleza humana, no es posible a nadie oponerse a él. Es una fuerza viva que pueden retardar, pero no ahogar, las malas leyes. Cuando éstas son incompatibles con él, las barrena y arrastra con ellos a todos los que intentan mantenerlas, y sucederá asi hasta que el hombre haya puesto sus leyes en relación con la justicia divina, que quiere el bien para todos, y no leyes hechas por el fuerte en perjuicio del débil.

782. ¿No hay hombres que reta?dan de buena fe el progreso, creyendo favorecerlo, porque lo consideran desde su punto de vista, y con frecuencia donde no está?

«Piedrecita colocada bajo la rueda de un gran coche, que no le impide avanzar».

783. ¿El perfeccionamiento de la humanidad sigue siempre una marcha progresiva y lenta?

«Existe el progreso regular y lento; pero cuando un pueblo no avanza bastante aprisa, Dios le suscita de vez en cuando una sacudida física o moral que lo transforma».

El hombre no puede permanecer perpetuamente en la ignorancia; porque debe llegar al fin marcado por la Providencia. Se ilustra por la fuerza de las cosas. Las revoluciones morales, como las sociales, se infiltran poco a poco en las ideas; germinan durante siglos enteros y luego, estallan de repente y hacen que se hunda el carcomido edificio del pasado, que no está ya en armonia con las nuevas necesidades y las aspiraciones nuevas.

A menudo el hombre no descubre en esas conmociones más que la confusión y el desorden momentáneos que lastiman sus intereses materiales, mas, el que levanta su pensamiento por cima de la personalidad, admira los designios de la Providencia que del mal hace salir el bien. Es la tempestad y el huracán que sanean la atmósfera, después de haberla agitado.

784: La perversidad del hombre es muy grande, ¿y no parece que retrocede en vez de adelantar, por lo menos desde el punto de vista moral?

«Te engañas. Observa bien el conjunto y verás como avanza, pues comprende mejor lo que es malo y cada día reforma abusos, El exceso del mal es necesario para hacer comprender la necesidad del bien y de las reformas».

785. ¿Cuál es el mayor obstáculo del progreso?

«El orgullo y el egoísmo. Hablo del progreso moral, pues el intelectual avanza siempre, y al principio parece que da a aquellos vicios un aumento de actividad. desarrollando la ambición y el amor de las riquezas que, a su vez, excitan al hombre a las investigaciones que ilustran su espíritu. Así es como todo se eslabona en el mundo moral y en el físico, y como del mismo mal puede salir el bien. Pero semejante estado de cosas no tendrá más que una época, y cambiará a medida que el hombre comprenda mejor que. fuera del goce de los bienes terrenos, hay una dicha infinitamente más grande y duradera». (Véase Egoísmo, capítulo XII.»


Hay dos especies de progresos que se prestan mutuo apoyo y que sin embargo, no caminan paralelos, tales son el progreso Intelectual y el moral. El primero cuenta en los pueblos civilizados y en el siglo actual con todas las emulaciones qué pueden desearse, y de aqui que haya logrado un desarrollo desconocido hasta nuestros días. Mucho falta para que el otro se encuentre al mismo nivel, y si se comparan, no obstante, las costumbres sociales con las de siglos algo distantes, seria preciso ser ciego para negar el progreso. ¿Por qué, pues, la marcha ascendente ha de detenerse antes respecto de la moral que de la inteligencia? ¿Por qué no ha de haber entre el siglo diez y nueve y el vigésimo cuarto tanta diferencia, como entre el décimo cuarto y el diez y nueve? Dudar de ello equivaldría a pretender que la humanidad ha líegado al apogeo de la perfección, lo que seria absurdo, o que no es moralmente perfectible, lo que desmiente la experiencia.