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El Libro de los Espíritus > LIBRO CUARTO — ESPERANZAS Y CONSUELOS > CAPÍTULO I — PENAS Y GOCES TERRENALES > DICHA Y DESGRACIA RELATIVAS > 921
921. Se concibe que el hombre será feliz en la tierra cuando la humanidade haya sido transformada; pero, en el ínterin, ¿pude cada uno constituirse una dicha relativa?
»Las más de las veces el hombre es causante de su propia desgracia. Practicando la ley de Dios, se evitan muchos males, y se proporciona la mayor felicidad de que es susceptible su grosera existencia».
El hombre que está bien penetrado de su destino futuro no ve en la vida corporal más que una permanencia temporal. Es para él una parada momentánea en un mal mesón, y se conforma fácilmente con algunos disgustos pasageros de un viaje, que ha de conducirle a posición tanto mejor cuanto mejores preparativos haya hecho antecipadamente.
Desde esta vida somos castigados por la infracción de las leyeS de la existencia corporal por medio de los males, que son consecuencia de esa infracción y de nuestros propios excesos. Si paso a paso nos remontamos al origen de lo que llamamos nuestras desgracias terrestres, encontraremos que, en su mayor parte, son consecuencia de la primera desviación del camino recto. Por semejante desviación hemos entrado en un mal sendero, y de consecuencia en consecuencia caemos en la desgracia.
»Las más de las veces el hombre es causante de su propia desgracia. Practicando la ley de Dios, se evitan muchos males, y se proporciona la mayor felicidad de que es susceptible su grosera existencia».
El hombre que está bien penetrado de su destino futuro no ve en la vida corporal más que una permanencia temporal. Es para él una parada momentánea en un mal mesón, y se conforma fácilmente con algunos disgustos pasageros de un viaje, que ha de conducirle a posición tanto mejor cuanto mejores preparativos haya hecho antecipadamente.
Desde esta vida somos castigados por la infracción de las leyeS de la existencia corporal por medio de los males, que son consecuencia de esa infracción y de nuestros propios excesos. Si paso a paso nos remontamos al origen de lo que llamamos nuestras desgracias terrestres, encontraremos que, en su mayor parte, son consecuencia de la primera desviación del camino recto. Por semejante desviación hemos entrado en un mal sendero, y de consecuencia en consecuencia caemos en la desgracia.