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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > PRIMERA PARTE - NOCIONES PRELIMINARES > CAPÍTULO I - ¿HAY ESPÍRITUS? > 3
3. Esto no es, en verdad, sino una teoría más racional que la
otra; pero ya es mucho una teoría que no contradiga ni a la razón
ni a la ciencia; si además está corroborada por los hechos, tiene
para sí la sanción del razonamiento y de la experiencia. Estos
hechos, nosotros los encontramos en el fenómeno de las
manifestaciones espiritistas, que son así la prueba patente de la
existencia y de la supervivencia del alma. Pero para muchas gentes,
su creencia no va más allá, admiten la existencia de las almas
y como consecuencia la de los Espíritus pero niegan la posibilidad
de comunicarse con ellos, por la razón, dicen, que seres
inmateriales, no pueden obrar sobre la materia. Esta duda está
fundada sobre la ignorancia de la verdadera naturaleza de los
Espíritus, de la cual se forma generalmente una idea muy falsa,
que se les considera sin razón como seres abstractos, vagos e indefinidos,
lo que no es así.
Figurémonos desde luego al Espíritu en su unión con el
cuerpo; el Espíritu es el ser principal, puesto, que es el ser pensador
y superviviente; el cuerpo no es, por conseguiente, más que
un accesorio del Espíritu, una envoltura, un vestido que deja
cuando está usado. Además de esta envoltura material, el Espíritu
tiene una segunda, semimaterial que le une a la primera; en la
muerte, el Espíritu se despoja de ésta, pero no de la segunda a la
que nosotros damos el nombre de periespíritu. Esta envoltura
semimaterial que afecta la forma humana, constituye para él un
cuerpo fluídico, vaporoso, pero que, por ser invisible para nosotros
en su estado normal no deja de poseer algunas de las propiedades de la materia. El Espíritu no es, pues, un punto, una abstracción,
sino un ser limitado y circunscripto, al cual sólo falta ser visible y
palpable para parecerse a los seres humanos. ¿Por qué no obraría
sobre la materia? ¿Por qué su cuerpo es fluídico? ¿Pero no es
entre los fluidos más rarificados, los mismos que se miran como
imponderables, la electricidad, por ejemplo, que el hombre
encuentra sus más poderosos motores? ¿Es que la luz imponderable
no ejerce una acción química sobre la materia ponderable?
Nosotros no conocemos la naturaleza íntima del periespíritu; pero
supongámosle formado de materia eléctrica, o de otra tan sutil
como ésta, ¿por qué no tendría la misma propiedad siendo dirigida
por una voluntad?