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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO IV - TEORÍA DE LAS MANIFESTACIONES FÍSICAS > Movimientos y suspensiones. – Ruidos. – Aumento y disminución del peso de los cuerpos > 81
81. Acabamos de hablar del aumento posible del peso; en
efecto, es un fenómeno que se produce algunas veces y sólo tiene
de anómalo la misma resistencia prodigiosa de la campana, bajo
la presión de la columna atmosférica. Se ha visto bajo la influencia de
ciertos médiums que, objetos bastante ligeros, ofrecían la misma
resistencia, y después ceder de repente al menor esfuerzo. En la
referida experiencia, la campana no pesa en realidad ni más ni
menos por sí misma, pero parece más pesada por efecto de la
causa exterior que obra sobre ella; probablemente en esto sucede
lo mismo. La mesa tiene siempre el mismo peso intrínseco, porque
su masa no ha aumentado, pero una fuerza extraña se opone a su
movimiento, y esta causa puede estar en los fluidos ambientes
que la penetran, como la que aumenta o disminuye el peso aparente
de la campana, está en el aire. Haced la experiencia de la campana
neumática delante de un campesino ignorante, y no comprendiendo
que es el aire que no ve él que obra, no será difícil persuadirle de
que es el diablo.
Puede que se diga que, siendo este fluido imponderable, su
acumulación no puede aumentar el peso de un objeto: conforme,
pero observad que si nos hemos servido de la palabra acumulación
es por comparación y no por asimilación absoluta con el aire; este
es imponderable, convenido; pero nada lo prueba; su naturaleza
íntima no es desconocida, y estamos lejos de conocer todas sus
propiedades. Antes que se hubiera experimentado el peso del aire,
no se sospechaban los efectos de este mismo peso. La electricidad
está también colocada entre los fluidos imponderables; sin
embargo, un cuerpo puede ser detenido por una corriente eléctrica
y ofrecer una resistencia grande al que quiera levantarlo; es, pues,
que se ha vuelto más pesado en apariencia. Porque no se vea lo
que le sostiene, sería ilógico decir que no existe. El Espíritu puede,
pues, tener palancas que nos son desconocidas; la Naturaleza nos
prueba todos los días que su potencia no se detiene en el testimonio
de los sentidos.
No puede explicarse sino por una causa semejante el
fenómeno singular, del que se han visto muchos ejemplos, de una
joven débil y delicada, levantando con dos dedos, sin refuerzo y
como una pluma, a un hombre fuerte y robusto, con el asiento en
que estaba. Lo que prueba una causa extraña a la persona, son las
intermitencias de la facultad.