51. He aquí la respuesta que sobre este asunto dio un
Espíritu:
Lo que los unos llaman periespíritu no es otra cosa que lo
que los otros llaman envoltura material fluídica. Diré, para
hacerme comprender de una manera más lógica, que este fluido
es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de la vista y de
las ideas: hablo de los Espíritus elevados. En cuanto a los Espíritus
inferiores, los fluidos terrestres están todavía completamente
inherentes a ellos, pues es materia como veis; de ahí los
sufrimientos del hambre, del frío, etc., sufrimiento que no pueden
padecer los Espíritus superiores, atendido a que los fluidos
terrestres están depurados alrededor del pensamiento, es decir,
del alma. El alma, para su progreso, tiene siempre necesidad de
un agente; el alma sin agente es nada para vosotros o, por mejor
decir, no la podéis concebir. El periespíritu para nosotros,
Espíritus errantes, es el agente por el cual nos comunicamos con
vosotros, ya sea indirectamente por vuestro cuerpo a vuestro
periespíritu, o directamente con vuestra alma; de ahí la infinita
variedad de médiums y de comunicaciones. Queda ahora el punto
de vista científico, esto es, la esencia misma del periespíritu; este
es otro asunto. Primero comprended moralmente y sólo quedará
una discusión sobre la naturaleza de los fluidos, lo que es
inexplicable por ahora; la ciencia no conoce bastante, pero lo
conseguiremos si ésta quiere marchar con el Espiritismo. El
periespíritu puede variar y cambiar hasta lo infinito; el alma es el pensamiento; no cambia de naturaleza; bajo este aspecto no
vayáis más lejos, es un punto que no puede explicarse. ¿Creéis,
acaso, que yo no busco como vosotros? Vosotros buscáis el
periespíritu: nosotros ahora buscamos el alma. Esperad, pues. –
LAMENNAIS.
Pues si los Espíritus que pueden considerarse como
avanzados no han podido aún sondear la naturaleza del alma,
¿cómo podríamos hacerlo nosotros mismos? Es, pues, perder el
tiempo en querer escudriñar el principio de las cosas, que así como
hemos dicho en El libro de los Espíritus (números 17 y 49) está
en los secretos de Dios. Pretender ojear con ayuda del Espiritismo
lo que aún no es competencia de la Humanidad, es separarle de su
verdadero objeto; es hacer como el niño que quisiere saber tanto
como el anciano. Que el hombre haga servir el Espiritismo para
su mejoramiento moral, es lo esencial; lo demás es sólo una
curiosidad estéril y muchas veces orgullosa, cuya satisfacción no
le hará hacer ningún paso, el sólo medio de avanzar es volverse
mejor. Los Espíritus que han dictado el libro que lleva su nombre,
han probado su sabiduría encerrándose, por lo que concierne al
principio de las cosas, en los límites que Dios nos permite penetrar,
dejando a los Espíritus sistemáticos y presuntuosos la
responsabilidad de las teorías anticipadas y erróneas, más
seductoras que sólidas, y que caerán un día ante la razón como
tantas otras salidas de los cerebros humanos. Sólo han dicho
precisamente lo necesario para hacer comprender al hombre el
porvenir que le espera, y por tanto animarle al bien. (Véase a
continuación, en la Segunda Parte, el capítulo Primero: Acción
de los Espíritus sobre la materia).