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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO X - NATURALEZA DE LAS COMUNICACIONES > NATURALEZA DE LAS COMUNICACIONES > 133
133. Hemos dicho que todo efecto que revela en su causa
un acto de libre voluntad, por insignificante que sea este acto,
acusa por esto mismo una causa inteligente. De este modo, un
simple movimiento de una mesa que responde a nuestro
pensamiento, o presenta un carácter intencional, puede
considerarse como una manifestación inteligente. Si el resultado
se limitara a esto solo, tendría para nosotros un interés muy
secundario; sin embargo, algo sería ya el habernos dado una prueba
de que hay en estos fenómenos otra cosa más que una acción
puramente material; pero la utilidad práctica que sacaríamos de
eso sería para nosotros nula, o al menos muy restringida; otra
cosa sucede cuando esta inteligencia adquiere un desarrollo que
permite un cambio regular y seguido de pensamientos; entonces
ya no son simples manifestaciones inteligentes, sino verdaderas
comunicaciones. Los medios de que disponemos hoy día permiten
el obtenerlas tan extensas, tan explícitas y tan rápidas como las
que nos comunicamos con los hombres.
Si nos penetramos bien, según la Escala Espírita (El Libro
de los Espíritus, núm. 100), de la variedad infinita que existe entre
los Espíritus, bajo el doble aspecto de la inteligencia y de la
moralidad, se concebirá fácilmente la diferencia que debe haber
en sus comunicaciones; en las que debe reflejarse la elevación o
la bajeza de sus ideas, su saber y su ignorancia, sus vicios y sus
virtudes; en una palabra no deben parecerse las unas a las otras, ni
más ni menos que las de los hombres, desde el salvaje al europeo
más ilustrado. Todos los matices que presentan pueden agruparse
en cuatro categorías principales; según sus caracteres más
marcados, son, pues, groseras, frívolas, formales e instructivas.