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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO XIV - DE LOS MÉDIUMS > 5. Médiums videntes > 169
169. Asistimos una noche a la presentación de la ópera
Oberon con un médium vidente muy bueno. Había en el teatro
gran número de localidades vacantes, muchas de las cuales estaban
ocupadas por Espíritus que, según parecía, tomaban parte en el
espectáculo; algunos iban al lado de ciertos espectadores y parecía
que escuchaban su conversación. En las tablas pasaba otra escena;
detrás de los actores había muchos espectadores de humor jovial
que se divertían remedando e imitando sus gestos de una manera
grotesca; otros, más formales, parecía que inspiraban a los cantores
y hacían esfuerzos para darles energía. Uno de ellos estaba
constantemente al lado de una de las principales cantatrices;
nosotros le creímos intenciones un poco ligeras; habiéndole
llamado después de la caída del telón, vino a nosotros y nos reprendió con alguna severidad por nuestro juicio temerario. Yo
no soy lo que creéis, dijo; soy su guía y su espíritu protector; yo
soy quien está encargado de dirigirla. Después de algunos minutos
de una conversación muy grave nos dejó diciendo: Adiós; está en
su camerino; es necesario que vaya a velar sobre ella. Evocamos
en seguida al Espíritu de Weber, autor de la ópera, y le preguntamos
lo que pensaba de la ejecución de su obra. “No es muy mala,
contestó, pero es floja; los actores cantan, he aquí todo; no hay
inspiración, Esperad, añadió, voy a darles un poco de fuego
sagrado”. Entonces se le vio sobre la escena, cerniéndose encima
de los actores; un efluvio parecía salir de él y derramarse sobre
ellos; en este momento hubo en los mismos una recrudescencia
visible de energía.