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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO VII - BICORPOREIDAD Y TRANSFIGURACIÓN > Apariciones de Espíritus de personas vivas > 116
116. Otra señora que habita en la provincia, estando
gravemente enferma, vio una noche, a eso de las diez, un caballero
anciano, habitante en la misma ciudad, y que veía algunas veces
en la sociedad, pero sin ninguna relación de intimidad. Este
caballero estaba sentado en un sillón al pie de su cama, y de cuando
en cuando tomaba un polvo, aparentando que la cuidaba.
Sorprendida de tal visita a semejante hora, quiso preguntarle el
motivo, pero el caballero le hizo señas para que no hablase y de
que durmiera; varias veces quiso dirigirle la palabra y siempre le
hizo la misma recomendación. Al fin se durmió. Después de
algunos días, estando restablecida, recibió la visita de este mismo
caballero pero en una hora más conveniente, y esta vez era
verdaderamente él; tenía el mismo traje, la misma caja de tabaco
y exactamente las mismas maneras. Persuadida de que había
venido durante su enfermedad, le dio las gracias por la molestia
que se había tomado. El caballero, muy sorprendido, le dijo que
no había tenido el gusto de verla hacía bastante tiempo. La señora,
que conocía los fenómenos espiritistas, comprendió lo que era
esto; pero no queriéndoselo explicar, se contentó con decirle que
probablemente lo habría soñado.
Esto es lo probable, dirán los incrédulos, los Espíritus
fuertes, lo que para ellos es sinónimo de gentes de genio; pero es
cierto que esta señora no dormía esta vez ni la precedente. –
Entonces sería que soñaba despierta o, de otro modo, que estaba
alucinada. – He aquí la gran palabra, la explicación universal de
todo lo que no se comprende. Como hemos ya refutado
suficientemente esta objeción, continuaremos dirigiéndonos a
aquellos que pueden comprendernos.