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CAPÍTULO XI - SEMASIOLOGÍA Y TYPTOLOGÍA
Lenguaje de los signos y de los golpes. – Typtología alfabética.
139. Las primeras manifestaciones inteligentes se obtuvieron
por los golpes o la typtología. Este medio primitivo, que se resentía
de la infancia del arte, no ofrecía más que recursos muy limitados,
y en las comunicaciones estaba uno reducido a las respuestas por
monosílabos de sí o no, con la ayuda de un número convenido de
golpes. Se le perfeccionó más tarde, como hemos dicho. Los golpes
se obtienen de dos maneras por médiums especiales; generalmente
para este modo de operar es necesaria cierta aptitud para las
manifestaciones físicas. La primera, que se podría llamar
typtología por báscula, consiste en el movimiento de la mesa
que se levanta de un lado y vuelve a caer golpeando con el pie.
Basta para esto que el médium ponga la mano sobre el borde de la
mesa; si desea entrar en conversación con un espíritu determinado,
es menester hacer la evocación del mismo; en caso contrario el
primero que llega es el que se presenta o el que tiene la costumbre
de comunicarse. Conviniéndose, por ejemplo, en que un golpe
quiera decir sí y dos golpes no, lo que es indiferente, se dirigen al
Espíritu las preguntas que se desean; más adelante veremos las
que no deben hacerse. El inconveniente está en la brevedad de las
respuestas y en la dificultad de formular la pregunta de modo que conduzca al Espíritu a contestar un sí o un no. Supongamos que
se pregunta al Espíritu: ¿Qué deseas? No podría responder sino
por una frase; es preciso entonces decirle; ¿deseas tal cosa? No;
¿tal otra? Sí; y así sucesivamente.
140. Se debe observar que en el empleo de este medio, el
Espíritu añade muchas veces una especie de mímica, esto es,
que expresa la energía de la afirmación o de la negación por la
fuerza de los golpes. Expresa también la naturaleza de los
sentimientos que le animan; la violencia por lo brusco de los
movimientos, la cólera e impaciencia, dando con fuerza golpes
reiterados como una persona que patea con furia, echando algunas
veces la mesa por el suelo. Si es benévolo y cortés, al principio
y al fin de la sesión inclina la mesa en forma de saludo; si quiere
ir directamente a una persona de la sociedad, dirige la mesa hacia
ella con dulzura o violencia, según lo que quiere demostrar,
afección o antipatía. Esto es, hablando con propiedad, la
semasiología o lenguaje de los signos, como la typtología es el
lenguaje de los golpes. He aquí un notable ejemplo de la
espontaneidad de la semasiología:
Un caballero conocido nuestro, estando un día en su salón,
donde muchas personas se ocupaban de manifestaciones, recibió
a la sazón una carta nuestra. Mientras que la leía, el velador que
servía para los experimentos se dirigió repentinamente hacia él.
Acabada la lectura de la carta, fue a ponerla sobre una mesa en el
otra extremidad del salón; el velador le siguió y se dirigió hacia la
mesa en que estaba la carta. Sorprendido de esta coincidencia,
pensó que había alguna relación entre este movimiento y la carta;
interrogando el Espíritu respondió ser nuestro Espíritu familiar.
Habiéndonos informado este caballero de esta circunstancia,
suplicamos por nuestra parte a dicho Espíritu que nos dijera el
motivo de la visita que había hecho, y respondió: “Es natural que
vaya a ver las personas con las cuales estás en relación, a fin de
dar, en caso necesario, los avisos convenientes tanto a los unos
como a los otros”.
Es, pues, evidente, que el Espíritu quiso llamar la atención
de este caballero, y buscaba una ocasión de hacerle saber que
estaba allí. Un mudo no se hubiera explicado mejor.
141. La typtología no tardó en perfeccionarse y se
enriqueció con un medio de comunicación más completo: el de
la typtología alfabética. Consiste en hacer designar las letras del
alfabeto por medio de golpes; entonces se pudieron obtener
palabras, frases y aun discursos enteros. Siguiendo cierto método,
la mesa da tantos golpes como es preciso para indicar cada letra,
esto es, un golpe por a dos por b y así consecutivamente; durante
este tiempo una persona escribe las letras a medida que se
designan. Cuando el Espíritu ha concluido, lo hace saber por un
signo convenido.
Este modo de proceder, como se ve, es muy largo y necesita
un tiempo enorme para las comunicaciones de alguna extensión;
sin embargo hay personas que han tenido la paciencia de servirse
de él para obtener dictados de muchas páginas; pero la práctica
hizo descubrir medios abreviados que permitieron ir con cierta
rapidez. El que está más en uso consiste en tener delante un
alfabeto escrito, así como la serie de los números marcando las
unidades. Mientras que el médium está en la mesa, otra personas
recorre sucesivamente las letras del alfabeto si se trata de una
palabra, o la de las cifras si se trata de un número; llegando
sobre la letra necesaria, la misma mesa da golpe y se escribe la
letra; después se vuelve empezar por la segunda, la tercera y así
sucesivamente. Si se ha equivocado en una letra, el Espíritu lo
advierte por muchos golpes o por un movimiento de la mesa y
se vuelve a empezar. Con la práctica se va con bastante rapidez;
pero se abrevia mucho adivinando el fin de una palabra
comenzada, y que el sentido de la frase hace conocer; si se está
en la incertidumbre, se pregunta al Espíritu si ha querido poner
tal palabra, y él responde por sí o por no.
142. Todos los efectos que acabamos de indicar pueden obtenerse aún de una manera más sencilla por los golpes que se
hacen oír en la misma madera de la mesa, sin ninguna especie de
movimiento, y que hemos descrito en el capítulo de las
manifestaciones físicas, número 64; esto es, la typtología íntima.
Todos los médiums no son igualmente apropiados para este último
modo de comunicación, porque los hay que no obtienen más que
los golpes por báscula; sin embargo, con el ejercicio pueden
conseguirlo la mayor parte, y esta manera tiene la doble ventaja
de ser más rápida y de prestarse menos a la sospecha que la báscula,
que se puede atribuir a una presión voluntaria. Es verdad que los
golpes íntimos podrían también imitarse por médiums de mala fe.
Las mejores cosas pueden sofisticarse; lo que no prueba nada
contra ellas. (Véase al final de este volumen el capítulo titulado
“Fraudes y supercherías”).
Cualesquiera que sean las perfecciones que se hayan podido
alcanzar en esta manera de proceder, no puede jamás conseguirse
la rapidez y facilidad que presenta la escritura; así es que se emplea
ahora muy poco; sin embargo es algunas veces muy interesante al
punto de vista del fenómeno, principalmente para los novicios, y
tiene, sobre todo, la ventaja de probar de una manera perentoria
la independencia absoluta del pensamiento del médium. Se
obtienen muchas veces así respuestas tan imprevistas, tan a
propósito, que sería preciso haber tomado un partido muy
determinado, para no convencerse hasta la evidencia. Por lo tanto
esto es para muchas personas un poderoso motivo de convicción;
pero por este medio, como tampoco por los otros, los Espíritus
no quieren prestarse a los caprichos de los curiosos que desean
ponerlos a prueba con preguntar fuera del caso.
143. Con el fin de asegurar mejor la independencia del
médium, se han imaginado diversos instrumentos consistentes en
cuadrantes sobre los cuales están trazadas las letras a la manera
de los cuadrantes de los telégrafos eléctricos. Una aguja movible,
puesta en movimiento por influencia del médium, con ayuda de
un hilo conductor y una polea, indica las letras. No conocemos estos
instrumentos sino por los dibujos y las descripciones que se
han publicado en América; no podemos, pues, hablar sobre su
mérito, pero creemos que su misma complicación es un
inconveniente; que la independencia del médium está del todo
bien atestiguada por los golpes íntimos, y que lo es mucho más
aún por lo imprevisto de las contestaciones que por todos los
medios materiales. Por otra parte, los incrédulos, que están siempre
dispuestos a ver por todas partes hilos y preparaciones, están aún
más inclinados en suponer a éstas un mecanismo especial, que en
la primera mesa desprovista de todo accesorio.
144. Un aparato más sencillo, pero del cual la mala fe puede
fácilmente abusar, como lo veremos en el capítulo de los fraudes,
es el que nosotros designaremos bajo el nombre de Mesa Girardín,
en recuerdo del uso que hacía de ella madama Emilia de Girardín
en las numerosas comunicaciones que obtuvo como médium;
porque madama Girardín, aun cuando era mujer de genio, tenia
la debilidad de creer en los Espíritus y en sus manifestaciones.
Este instrumento consiste en un sobrevelador movible, de treinta
o cuarenta centímetros de diámetro, girando libre y fácilmente
sobre su eje a manera de ruleta. Sobre la superficie y en la
circunferencia están trazadas, como sobre un cuadrante, las letras,
los números y las palabras si y no. Al centro hay una aguja fija.
Colocando el médium sus dedos sobre el borde de la mesita, ésta
gira y se detiene cuando la letra deseada está bajo la aguja. Se
toma nota de las letras indicadas y se forman así bastante
rápidamente las palabras y las frases.
Es de observar que la mesita no se escurre bajo los dedos,
sino que los dedos quedan en ella aplicados siguiendo el
movimiento de la mesita. Puede ser que un médium poderoso
pudiese obtener un movimiento independiente, lo creemos posible,
pero no hemos sido jamás testigos. Si la experiencia pudiera
hacerse de esta manera, sería infinitamente más concluyente,
porque apartaría toda posibilidad de superchería.
145. Nos queda por destruir un error bastante extendido, y que consiste en confundir a todos los Espíritus que se comunican
por golpes con los Espíritus golpeadores. La typtología es un medio
de comunicación como otro, y que no es más indigno de los
Espíritus elevados que la escritura o la palabra. Todos los Espíritus,
buenos o malos, pueden, pues, servirse de él como de los otros
modos. Lo que caracteriza a los Espíritus superiores es la elevación
del pensamiento y no el instrumento del que se sirven para
transmitirlo; sin duda prefieren los medios más cómodos y sobre
todo más rápidos; pero a falta de lápiz y papel, se servirán sin
escrúpulo de la vulgar mesa parlante, y la prueba de esto es que se
obtienen por este medio las cosas más sublimes. Si nosotros no
nos servimos, pues, de ella, no es que la despreciemos, sino
únicamente porque, como fenómeno, nos ha enseñado todo lo que
podíamos saber, que no puede añadir nada a nuestras convicciones
y que la extensión de las comunicaciones que recibimos exige
una rapidez incompatible con la typtología.
Todos los Espíritus que golpean no son, pues, Espíritus
golpeadores; este nombre debe quedar reservado para aquellos
que se pueden llamar golpeadores de profesión, y que con ayuda
de este medio se complacen en hace r jugarretas para divertir a
una sociedad o vejar con su importunidad. De su parte puede
esperarse algunas veces cosas espirituales pero nunca cosas
profundas; así es que será perder el tiempo en dirigirles preguntas
de cierto alcance científico o filosófico; su ignorancia y su
inferioridad les han valido con justo título, de parte de otros
Espíritus, la calificación de Espíritus titiriteros o saltimbanquis
del mundo espiritista. Añadamos que si obran muchas veces por
su propia cuenta son, a menudo también, instrumentos de que se
sirven los Espíritus superiores cuando éstos quieren producir
efectos materiales.