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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO XXV - DE LAS EVOCACIONES > Consideraciones generales > 273
273. Los médiums, generalmente, son mucho más buscados para las evocaciones de un interés privado que para las comunicaciones de un interés general; esto se explica por el deseo muy natural de conversar con los seres que nos son queridos. Creemos deber hacer, con este motivo, muchas recomendaciones importantes a los médiums. En primer lugar no acceder a este deseo, sino con reserva, delante de personas sobre cuya sinceridad no estén bien seguros, y ponerse en guardia contra las trampas que pudieran tenderles gentes malévolas. En segundo lugar no prestarse, bajo ningún pretexto, si entrevén un objeto de curiosidad o de interés, y no una intención formal de parte del evocador; rehusar toda pregunta ociosa o que saliese del círculo de aquellas que pueden dirigirse racionalmente a los Espíritus. Las preguntas deben ser puestas con claridad, limpieza y sin segunda intención, si se quieren respuestas categóricas. Es, pues, menester rechazar todas aquellas que tengan un carácter insidioso, porque se sabe que los Espíritus no quieren a los que tienen por objeto es ponerles a prueba; insistir sobre las preguntas de esta naturaleza es querer ser engañado. El evocador debe marchar franca y abiertamente al objeto, sin subterfugios y sin medios capciosos; si teme explicarse, haría mejor que se abstuviera.
Conviene, además, no hacer evocaciones en ausencia de las personas que hacen la demanda, sino con mucha prudencia, y a menudo es preferible el abstenerse del todo, siendo estas personas las solas aptas para examinar las respuestas, juzgar de su identidad, provocar aclaraciones si hay lugar a ello y hacer las preguntas incidentales que traen consigo las circunstancias. Además su presencia es un lazo que atrae al Espíritu, muchas veces poco dispuesto a comunicarse con extraños, por los cuales no tiene ninguna simpatía. El médium, en una palabra, debe evitar todo lo que pudiera transformarle en un agente de consulta, lo que a los ojos de mucha gente es sinónimo de decidor de la buenaventura.