222. La práctica del Espiritismo, como lo veremos más
adelante, pide mucho tacto para librarse de las astucias de los
Espíritus mentirosos; si los hombres son sus juguetes, la infancia
y la juventud están aún más expuestos por razón de su
inexperiencia. Se sabe, además, que el recogimiento es una
condición sin la cual no se pueden tener relaciones con los
Espíritus formales; las evocaciones hechas con aturdimiento y a
manera de diversión, son una verdadera profanación que abre
fácil acceso a los Espíritus burlones o malévolos; como no se
puede esperar de un niño la gravedad necesaria para un acto
semejante, sería de temer que hiciese de ella un juego si quedase
entregado a sí mismo. Aun en las condiciones más favorables,
es de desear que un niño dotado de la facultad mediúmnica no la
ejerza sino a la vista de personas experimentadas que le enseñarán
con su ejemplo el respecto que se debe a las almas de aquellos
que han vivido. Se ve, según eso, que la cuestión de la edad está
subordinada a las circunstancias del temperamento, como del
carácter. Sin embargo, lo que resalta claramente de las respuestas
anteriores, es que no se debe excitar el desenvolvimiento de esta
facultad en los niños cuando no es espontánea, y que en todos los
casos es preciso usar de esta con gran circunspección; que no se
debe tampoco excitarla ni alentarla entre las personas débiles. Es
necesario desviar de esto, por todos los medios posibles, a los que
hubiesen dado los menores síntomas de excentricidad en las ideas
o debilidad de las facultades mentales, porque hay en ellas
predisposición evidente a la locura que cualquiera causa
sobreexcitante puede desenvolver. Las ideas espiritistas no tienen
bajo este aspecto una influencia mayor, pero viniendo a declararse
la locura, tomaría el carácter de la preocupación dominante, como
tomaría un carácter religioso si la persona se daba con exceso a
las prácticas de devoción y se haría de esto responsable al
Espiritismo. Lo que mejor puede hacerse con cualquier individuo
que muestre una tendencia a la idea fija, es el dirigir sus
preocupaciones por otra parte, a fin de procurar el descanso a los
órganos debilitados.
Llamamos acerca de lo mismo la atención de nuestros
lectores sobre el párrafo XII de la Introducción de El libro de los
Espíritus.