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CAPÍTULO II MANIFESTACIONES FÍSICAS – MESAS GIRATORIAS
60. Se da el nombre de manifestaciones físicas a las que
se traducen por efectos sensibles, tales como los ruidos, el
movimiento y la traslación de los cuerpos sólidos. Los unos
son espontáneos, esto es, independientes de toda voluntad; los
otros pueden ser provocados. Primero hablaremos de estos
últimos.
El efecto más sencillo, y uno de los primeros que se han
observado, consiste en el movimiento circular impreso a una mesa.
Este efecto se produce igualmente con todos los objetos; pero
habiéndose practicado más con la mesa esta clase de ejercicios,
porque era el más cómodo, el nombre de “mesas giratorias” ha
prevalecido para designar esta clase de fenómenos.
Cuando decimos que este efecto es uno de los primeros que
se han observado, nos referimos a estos últimos tiempos, porque
se sabe que todos los géneros de manifestaciones han sido
conocidos desde los tiempos más remotos, y no puede ser de otra
manera; pues siendo efectos naturales, han debido producirse en
todas épocas. Tertuliano habla en términos explícitos de las mesas
giratorias y parlantes.
Este fenómeno, durante algún tiempo, ha alimentado la
curiosidad de los salones; después se ha dejado por otras distracciones porque no era más que un objeto de distracción.
Dos causas han contribuido al abandono de las mesas giratorias:
la moda para las gentes frívolas que raramente consagran dos
inviernos a la misma diversión, siendo prodigioso el que hayan
empleado en este tres o cuatro. Para las gentes graves y
observadoras ha salido de ella alguna cosa seria que ha
prevalecido; si abandonaron las mesas giratorias fue para
ocuparse de las consecuencias mucho más importantes en sus
resultados: han dejado el alfabeto por la ciencia: he aquí todo el
secreto de este abandono aparente que tanta algazara ha movido
entre los burlones.
Sea de ello lo que quiera, las mesas giratorias no dejan de
ser el punto de partida de la Doctrina Espírita, y bajo este título
les debemos algún desarrollo, tanto más que presentando los
fenómenos en su mayor sencillez, el estudio de las causas será
mucho más fácil, y una vez establecida la teoría, nos dará la llave
de los efectos más complicados.
61. Para la producción del fenómeno es necesaria la
intervención de una o muchas personas dotadas de una aptitud
especial que se designan bajo el nombre de médiums. El número
de los que cooperan es indiferente, a no ser que en la cantidad
pueden encontrarse algunos médiums desconocidos. En cuanto a
aquellos cuya mediumnidad es nula, su presencia es de ningún
resultado y aún más nociva que útil, por la disposición de espíritu
que traen muchas veces.
Los médiums poseen, bajo este aspecto, un poder más o
menos grande, y producen, por consecuencia, efectos más o
menos pronunciados; muchas veces una persona, médium
poderoso, producirá por sí sola mucho más que otras veinte
reunidas; le bastará colocar las manos sobre la mesa para que al
instante se mueva, se levante, se caiga, dé saltitos o gire con
violencia.
62. No hay ningún indicio de la facultad mediúmnica; la
experiencia sólo puede hacerla conocer. Cuando en una reunión
se quiere ensayar, es preciso sentarse simplemente alrededor de
una mesa y colocar las manos extendidas encima, sin presión ni
contracción muscular. Al principio, como se ignoraban las causas
del fenómeno, se indicaron muchas precauciones, reconocidas
después absolutamente inútiles; tal es, por ejemplo, la alternativa
de los sexos, y también el contacto de los dedos pequeños de las
diferentes personas, formando una especie de cadena no
interrumpida. Esta última precaución había parecido necesaria
cuando se creía en la acción de una especie de corriente eléctrica;
después la experiencia ha demostrado su inutilidad. La sola
prescripción rigurosamente obligatoria es el recogimiento, un
silencio absoluto, y sobre todo la paciencia, si el efecto se hace
esperar. Puede ser que se produzca en algunos minutos, como
puede tardar media hora o una; esto depende de la potencia
mediúmnica de los cooperantes.
63. Decimos, además que la forma de la mesa, la sustancia
de que está hecha, la presencia de los metales, de la seda, de los
vestidos de los asistentes, los días, las horas, la obscuridad o la
luz, etc., son tan indiferentes como la lluvia o el buen tiempo.
Sólo el volumen de la mesa es de alguna importancia, pero
únicamente en el caso de que la potencia mediúmnica fuese
insuficiente para vencer la resistencia; en caso contrario una sola
persona aun niño puede hacer levantar una mesa de cien
kilogramos, mientras que con condiciones menos favorables, doce
personas no harían mover el más pequeño velador.
En este estado, cuando el efecto empieza a manifestarse,
generalmente se oye un pequeño crugido en la mesa se siente
como un estremecimiento que es el preludio del movimiento;
parece que hace esfuerzos para destacarse; después se pronuncia
el movimiento de rotación y se acelera hasta el punto de adquirir
una rapidez tal que los asistentes casi no pueden seguirla. Una vez establecido el movimiento, pueden también separarse de la
mesa, la que continúa moviéndose en diversos sentidos, sin
contacto.
En otras circunstancias la mesa se levanta y se endereza,
tan pronto sobre un solo pie como sobre otro; después vuelve a
tomar con suavidad su posición natural. Otras, veces se balancea
imitando el movimiento de ondulación de un buque; otras, en
fin, pero para esto es preciso una potencia mediúmnica
considerable, se destaca enteramente del suelo y se mantiene en
equilibrio en el espacio, sin punto de apoyo, levantándose
también algunas veces hasta el techo, de modo que puede pasarse
por debajo; después vuelve a descender lentamente, meciéndose
como lo haría una hoja de papel, o bien cae violentamente y se
rompe, lo que prueba de una manera patente, que uno no es
juguete de una ilusión óptica.
64. Otro fenómeno que se produce muy a menudo, según
la naturaleza del médium, es el de los golpes dados en el mismo
tejido de la madera, sin ningún movimiento de la mesa; estos
golpes, algunas veces muy débiles, otras veces bastante fuertes,
se hacen oír igualmente en los otros muebles de la habitación,
contra las puertas, las paredes y el techo. Luego volveremos a
tratar de esto. Cuando han tenido lugar en la mesa, producen en
ésta una vibración muy sensible para los dedos, y sobre todo muy
clara cuando se aplica el oído.