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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO II MANIFESTACIONES FÍSICAS – MESAS GIRATORIAS > 63
63. Decimos, además que la forma de la mesa, la sustancia
de que está hecha, la presencia de los metales, de la seda, de los
vestidos de los asistentes, los días, las horas, la obscuridad o la
luz, etc., son tan indiferentes como la lluvia o el buen tiempo.
Sólo el volumen de la mesa es de alguna importancia, pero
únicamente en el caso de que la potencia mediúmnica fuese
insuficiente para vencer la resistencia; en caso contrario una sola
persona aun niño puede hacer levantar una mesa de cien
kilogramos, mientras que con condiciones menos favorables, doce
personas no harían mover el más pequeño velador.
En este estado, cuando el efecto empieza a manifestarse,
generalmente se oye un pequeño crugido en la mesa se siente
como un estremecimiento que es el preludio del movimiento;
parece que hace esfuerzos para destacarse; después se pronuncia
el movimiento de rotación y se acelera hasta el punto de adquirir
una rapidez tal que los asistentes casi no pueden seguirla. Una vez establecido el movimiento, pueden también separarse de la
mesa, la que continúa moviéndose en diversos sentidos, sin
contacto.
En otras circunstancias la mesa se levanta y se endereza,
tan pronto sobre un solo pie como sobre otro; después vuelve a
tomar con suavidad su posición natural. Otras, veces se balancea
imitando el movimiento de ondulación de un buque; otras, en
fin, pero para esto es preciso una potencia mediúmnica
considerable, se destaca enteramente del suelo y se mantiene en
equilibrio en el espacio, sin punto de apoyo, levantándose
también algunas veces hasta el techo, de modo que puede pasarse
por debajo; después vuelve a descender lentamente, meciéndose
como lo haría una hoja de papel, o bien cae violentamente y se
rompe, lo que prueba de una manera patente, que uno no es
juguete de una ilusión óptica.