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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO V - MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS > Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones > 90
90. Los Espíritus superiores, así como entre nosotros los
hombres graves y serios, no se divierten en dar cencerradas.
Muchas veces hemos evocado para preguntarles el motivo que
les conduce a alterar así el reposo. La mayor parte no tiene otro
objeto que el de divertirse; son Espíritus más bien ligeros que
malos, que se ríen de los sustos, que ocasionan y de las
investigaciones inútiles que se hacen para descubrir la causa del
desorden. A menudo se encarnizan con un individuo que se
complacen en vejar y que persiguen de casa en casa; otras veces
se aficionan a un local, sin otro motivo que su capricho. Algunas
veces también es una venganza que ejercen, como tendremos
ocasión de verlo. En ciertos casos su intención es saludable;
quieren llamar la atención y ponerse en relación, ya sea para dar
una advertencia útil a la persona a la cual se dirigen, ya sea para
pedirle alguna cosa para ellos mismos. Hemos visto muchas veces
pedir oraciones; otras solicitar el cumplimiento en su nombre de
un voto que no habían podido cumplir; otras, en fin, querer, en
interés de su propio reposo, reparar una mala acción cometida
por ellos en vida. En general se hace mal en asustarse; su presencia
puede ser importuna, pero no peligrosa. Por los demás se concibe
el deseo que se tiene de desembarazarse de esto, y se hace
generalmente todo lo contrario de lo que sería menester. Si son
Espíritus que se divierten, cuánto más se toma la cosa en serio
tanto más persisten, como los muchachos traviesos que hostigan,
tanto más cuanto más ven que incomodan, y asustan a los
medrosos. Si se toma el prudente partido de reírse uno mismo de
sus bromas pesadas acabarán por cansarse y quedar tranquilos.
Conocemos a uno que, lejos de irritarse, les excitaba, les ponía en
el caso de que hicieran tal o cual cosa y al cabo de algunos días ya
no volvían. Pero como hemos dicho, los hay cuyo motivo es menos
frívolo. Por esto es siempre útil saber lo que quieren. Si piden alguna
cosa se puede estar seguro que cesarán sus visitas después
de estar satisfecho su deseo. El mejor medio de enterarse sobre el
particular es el de evocar al Espíritu por conducta de un buen
médium escribiente; en sus contestaciones se verá en seguida con
quién se trata y se obrará en consecuencia; si es un Espíritu infeliz,
la caridad exige que se le trate con las consideraciones que merece;
si es un bromista de mal género, se puede obrar con él sin
cumplimiento; si es malévolo, es preciso rogar a Dios que se
mejore. De cualquier modo que sea, la oración siempre tendrá un
buen resultado. Pero se ríen de la gravedad de las fórmulas del
exorcismo y no hacen ningún caso de ellas. Si se puede entrar en
comunicación con ellos es menester desconfiar de las
calificaciones burlescas o medrosas que ellos mismos se dan
algunas veces para divertirse de la credulidad.
Volveremos a tratar más detalladamente sobre este objeto y
sobre las causas que muchas veces hacen ineficaces las plegarias,
en los capítulos de los lugares frecuentados por los fantasmas y
de la obsesión.