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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO VII - BICORPOREIDAD Y TRANSFIGURACIÓN > Apariciones de Espíritus de personas vivas
Apariciones de Espíritus de personas vivas
114. Estos dos fenómenos son variedades de las manifestaciones visuales, y aunque desde luego puedan parecer maravillosos, se reconocerá fácilmente, por la explicación que pueda darse de los mismos, que no salen del orden de los fenómenos naturales. Uno y otro descansan sobre este principio, a saber: que todo lo que sea dicho sobre las propiedades del periespíritu después de la muerte, se aplica al periespíritu de los vivos. Sabemos que durante el sueño el Espíritu recupera parte de su libertad, quiere decir, se aisla del cuerpo, y fue en este estado que tuvimos muchas ocasiones de observarlo. Pero el Espírito, sea el hombre muerto o vivo, tiene siempre su envoltura semimaterial, que por las mismas causas que hemos descrito puede adquirir la visibilidad y al tangibilidad. Hechos muy positivos nos dejan ninguna duda en cuanto a esto; sólo citaremos algunos ejemplos que conocemos personalmente, cuya exactitud podemos garantizar, y todos pueden recoger ejemplos análogos consultando su memoria.
115. La esposa de uno de nuestros amigos vio diferentes veces durante la noche entrar en su cuarto, con luz o sin ella, una
vendedora de fruta de las cercanías, que conocía de vista, pero a
la cual no había hablado jamás. Esta aparición le causó un espanto
tanto más grande, cuanto que en esta época esta señora no tenía
ningún conocimiento del Espiritismo, y que este fenómeno se
repitió muy a menudo. Pues la vendedora estaba perfectamente
viva, a esta hora probablemente dormía; mientras que su cuerpo
material estaba en casa, su Espíritu y su cuerpo fluídico estaban
en la de esta señora; ¿por qué motivo? Esto es lo que no se sabe.
En semejante caso, un espiritista iniciado en esta clase de cosas
se lo hubiera preguntado, pero dicha señora no tuvo tal idea. Cada
vez la aparición se eclipsaba sin que supiera cómo, y siempre que
desaparecía iba a asegurarse que todas las puertas estaban
perfectamente cerradas, y que nadie había podido introducirse en
su habitación. Esta precaución le probaba que estaba bien despierta
y que no era juguete de un sueño. Otras veces vio de la misma
manera un hombre que no conocía, pero un día vio a su hermano
que estaba en California; tenía de tal modo la apariencia de una
persona real, que en primer momento creyó en su vuelta y quería
dirigirle la palabra, pero desapareció sin darle tiempo. Una carta
recibida posteriormente le acreditó que no había muerto. Esta
señora era lo que se puede llamar un médium vidente natural,
pero como hemos dicho en aquella época no había oído jamás
hablar de médiums.
116. Otra señora que habita en la provincia, estando
gravemente enferma, vio una noche, a eso de las diez, un caballero
anciano, habitante en la misma ciudad, y que veía algunas veces
en la sociedad, pero sin ninguna relación de intimidad. Este
caballero estaba sentado en un sillón al pie de su cama, y de cuando
en cuando tomaba un polvo, aparentando que la cuidaba.
Sorprendida de tal visita a semejante hora, quiso preguntarle el
motivo, pero el caballero le hizo señas para que no hablase y de
que durmiera; varias veces quiso dirigirle la palabra y siempre le
hizo la misma recomendación. Al fin se durmió. Después de
algunos días, estando restablecida, recibió la visita de este mismo
caballero pero en una hora más conveniente, y esta vez era
verdaderamente él; tenía el mismo traje, la misma caja de tabaco
y exactamente las mismas maneras. Persuadida de que había
venido durante su enfermedad, le dio las gracias por la molestia
que se había tomado. El caballero, muy sorprendido, le dijo que
no había tenido el gusto de verla hacía bastante tiempo. La señora,
que conocía los fenómenos espiritistas, comprendió lo que era
esto; pero no queriéndoselo explicar, se contentó con decirle que
probablemente lo habría soñado.
Esto es lo probable, dirán los incrédulos, los Espíritus
fuertes, lo que para ellos es sinónimo de gentes de genio; pero es
cierto que esta señora no dormía esta vez ni la precedente. –
Entonces sería que soñaba despierta o, de otro modo, que estaba
alucinada. – He aquí la gran palabra, la explicación universal de
todo lo que no se comprende. Como hemos ya refutado
suficientemente esta objeción, continuaremos dirigiéndonos a
aquellos que pueden comprendernos.
117. Sin embargo, he aquí otro hecho más característico, y
nos alegraríamos al ver cómo podría explicarse por el solo juego
de la imaginación.
Un caballero habitante en provincia no había querido jamás
casarse, a pesar de las instancias de su familia. Se le había insistido
notablemente a favor de una persona que residía en una ciudad
vecina, y que él no había visto nunca. Un día, estando en su cuarto,
se admiró al verse en presencia de una joven vestida de blanco y
la cabeza adornada con una corona de flores. Le dijo que era su
desposada; le tendió la mano, que tomó, y en la cual vio un anillo.
Al cabo de algunos instantes todo desapareció. Sorprendido de
esta aparición, y asegurándose que se hallaba bien despierto, se
informó si alguien había venido aquel día, pero se le contestó que
no se había visto a nadie. Un año después, cediendo a las nuevas
instancias de una parienta, se decidió ir a ver a la que se le proponía.
Llegó el día de Corpus; volviendo de la procesión, una de las
primeras personas que se presentó a su vista entrando en la casa
fue una joven que reconoció por la que se le había aparecido,
vestida de la misma manera, porque el día de la aparición era
también el del Corpus. Quedó anonadado, y por su parte la joven
dio un grito de sorpresa y se puso enferma. Vuelta en sí, dijo que
había visto a este caballero en semejante día del año precedente.
Se efectuó el casamiento. Esto ocurrió hacia el año de 1835; en
aquella epoca no se trataba de Espíritus, y por otra parte uno y
otro son personas de un positivismo extremo y de una imaginación
nada exaltada.
Puede ser que se diga que uno y otro tenían el Espíritu
afectado con la idea de la unión propuesta, y que esta preocupación
determinó una alucinación; pero es preciso no olvidar que el
marido era tan indiferente a esto, que estuvo un año sin ir a ver a
su pretendida. Aun admitiendo esta hipótesis, quedaría por explicar
la doble aparición, la coincidencia del traje con el día de Corpus
y, en fin, el reconocimiento físico entre personas que no se había
visto jamás, circunstancias que no pueden ser producto de la
imaginación.
118. Antes de ir más lejos debemos responder
inmediatamente a una pregunta que no dejarán de hacernos: es
saber cómo el cuerpo puede vivir mientras que el Espíritu está
ausente. Podríamos decir que el cuerpo puede vivir con la vida
orgánica que es independiente de la presencia del Espíritu, y la
prueba de esto es que las plantas viven y no tienen Espíritu; pero
debemos añadir que durante la vida el Espíritu nunca está
desprendido completamente del cuerpo. Los Espíritus, lo mismo
que ciertos médiums videntes, reconocen el Espíritu de una persona
viviente por medio de un cordón luminoso que termina en su
cuerpo fenómeno que no tiene nunca lugar cuando el cuerpo está
muerto, porque entonces la separación es completa. Por medio de
esta comunicación el Espíritu es advertido instantáneamente de
la necesidad que el cuerpo puede tener de su presencia, y entonces
vuelve con la prontitud del relámpago desde cualquier distancia
que esté. Resulta de esto que el cuerpo jamás puede morir mientras
dure la ausencia del Espíritu, y que no puede nunca acontecer que
éste, a su vuelta, encuentre la puerta cerrada como lo han dicho
algunos novelistas en las historias de su invención. El libro de los
Espíritus, núms. 400 y siguientes).