CAPÍTULO XX - INFLUENCIA MORAL DEL MÉDIUM
Cuestiones diversas.
226. 1. ¿El desarrollo de la mediumnidad está en razón del
desarrollo moral del médium?
No; la facultad propiamente dicha depende del organismo;
es independiente de la moral; no sucede lo mismo con el uso,
que puede ser más o menos bueno, según las cualidades del
médium.
2. Se ha dicho siempre que la mediumnidad es un don de
Dios, una gracia, un favor. ¿Por qué, pues, no es el privilegio de
los hombres de bien y por qué se ven hombres indignos que están
dotados de ella al más alto grado y de la que hacen un mal uso?
Todas las facultades son favores de que debe darse gracias
a Dios, puesto que hay hombres que son privados de ellos.
¿Podrías también preguntar por qué Dios concede buena vista a
los malhechores, destreza a los tramposos, la elocuencia a aquellos
que se sirven de ella para decir cosas malas? Lo mismo sucede
en la mediumnidad; son dotadas de ellas personas indignas,
porque tienen necesidad de esta facultad para mejorarse. ¿Acaso
pensáis que Dios rehusa al culpable los médiums de salvación?
Los multiplica a su paso, se los pone en las manos; a ellos toca el
aprovecharse. ¿Judas, el traidor, no hizo milagros y sanó enfermos como apóstol? Dios quiso que tuviese este don, para que su
traición fuese más odiosa.
3. Los médiums que hacen mal uso de su facultad, que no
se sirven de ella con las miras del bien o que no se aprovechan
para su instrucción, ¿sufrirán las consecuencias?
Si, hacen mal uso de esta facultad, serán doblemente
castigados, porque tienen un medio más para ilustrarse y no se
aprovechan. El que ve claro y tropieza es más vituperable que el
ciego que cae en el hoyo.
4. Hay médiums a quienes éstos dan espontáneamente y
casi constantemente comunicaciones sobre un mismo motivo,
sobre ciertas cuestiones morales, por ejemplo: sobre ciertos
defectos determinados. ¿Tiene esto objeto?
Sí; este objeto es el de iluminarles sobre este punto muchas
veces repetido, o para corregirles de ciertos defectos; por esto a
los unos les hablarán incesantemente de orgullo, a otros de
caridad; sólo la saciedad puede al fin abrirle os ojos. No hay
médiums que hagan mal uso de su facultad, por ambición o por
interés, o comprometiéndola por una falta capital, como el orgullo,
el egoísmo, la ligereza etcétera, que no reciba de tiempo en tiempo
algunas amonestaciones de parte de los Espíritus; lo malo es que
la mayor parte de las veces no toman esto para sí.
Observación. – Los Espíritus usan muchas veces la prudencia en su
lecciones, las dan de un modo indirecto para dejar el mérito al que sabe
aplicarlas y sacar provecho; pero la ceguedad y el orgullo son tales entre
ciertas personas, que no se reconocen en el cuadro que se les pone delante
de los ojos; tanto más el Espíritu les da a entender que se dirige a ellas, se
enfadan y tratan al Espíritu de mentiroso o bromista de mal género. Esto
solo prueba que el Espíritu tienen razón.
5. En las lecciones que se dictan a un médium de una manera
general y sin aplicación personal, ¿no obra éste como instrumento
pasivo para servir a la instrucción de otro? Muchas veces estos avisos y consejos no se dictan para él
personalmente, sino para los otros, a los cuales no podemos
dirigirnos sino por la intervención de este médium, pero el mismo
debe tomar su parte si no le ciega el amor propio.
No creáis que la facultad medíanímica se haya dado para
corregir sólo a una o dos personas, no; el fin es más grande: se
trata de la Humanidad. Un médium es un instrumento muy poco
importante como a individuo; por esto, cuando damos
instrucciones que deben aprovechar a la generalidad, nos servimos
de aquellos que poseen facilidades necesarias, pero admitid como
cierto que vendrá un tiempo en que los buenos médiums serán
bastante comunes, para que los buenos Espíritus no tengan
necesidad de servirse de malos instrumentos.
6. Puesto que las cualidades morales del médium alejan a
los Espíritus imperfectos, ¿en qué consiste que un médium dotado
de buenas cualidades transmita contestaciones falsas y groseras?
¿Conoces tú, todos los pliegues de tu alma? Por lo demás,
sin ser vicioso puede ser ligero y frívolo; y algunas veces tiene
necesidad de una lección a fin de que esté preparado.
7. ¿Por qué permiten los Espíritus superiores que las
personas dotadas de un gran poder como médiums, y que podrían
hacer mucho bien, sean los instrumentos del error?
Ellos procuran influirles, pero cuando se dejan arrastrar
por el mal camino les dejan ir. Por esto se sirven de ello con
repugnancia, porque “la verdad no puede ser interpretada por la
mentira.”
8. ¿Es absolutamente imposible tener buenas comunicaciones
por un médium imperfecto?
Un médium imperfecto puede, algunas veces, obtener cosas
buenas, porque si tiene una hermosa facultad, los Espíritus buenos
pueden servirse de él a falta de otro en una circunstancia
particular; pero esto sucede sólo momentáneamente, porque desde
que encuentra uno que les conviene mejor le dan la preferencia.
Observación – Debe observarse que cuando los buenos Espíritus
juzgan que un médium cesa de estar bien asistido, y por sus imperfecciones
viene a ser presa de los Espíritus mentirosos, provocan casi siempre
circunstancias que descubren sus faltas y les separan de las personas
formales, y bien intencionadas, de cuya buena fe podría abusarse. En este
caso cualquiera que sean sus facultades no son de envidiar.
9. ¿Cuál es el médium que podríamos llamar perfecto?
¡Perfecto! ¡Ah! Vosotros sabéis que la perfección no está
sobre la Tierra; de otro modo no estarías en ella; di, pues, médium
bueno, y esto será ya mucho, porque son raros. El médium perfecto
sería aquel a quien los malos Espíritus no se hubieran atrevido
jamás a hacer una tentativa para engañarle; el mejor es aquel
que, no simpatizando, sino con buenos Espíritus, ha sido engañado
menos veces.
10. ¿Si solo simpatiza con buenos Espíritus, cómo éstos
pueden permitir que sea engañado?
Los buenos Espíritus lo permiten algunas veces con los
mejores médiums para ejercitar su juicio y enseñarles a discernir
lo verdadero de lo falso; además, que por bueno que sea un médium
nunca es tan perfecto que no pueda dar lugar a ser atacado por
algún flanco débil; esto debe servirle de lección. Las falsas
comunicaciones que recibe de vez en cuando son advertencias
para que no se crea infalible y no se enorgullezca, porque el
médium que obtiene las cosas más notables no puede envanecerse
por ello, pues le sucede como al que toca el organillo, que produce
muy buenos aires dando vueltas al manubrio de su instrumento.
11. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que la
palabra de los Espíritus superiores nos llegue pura de toda
alteración?
Querer el bien, desterrar el egoísmo y el orgullo, lo uno y
lo otro es necesario.
12. Si la palabra de los Espíritus superiores no llega a nosotros pura, sino con las condiciones que con dificultad se
encuentran ¿no es esto un obstáculo para la propagación de la
verdad?
No, porque la luz llega siempre para aquel que quiere
recibirla. El que quiere ver claro debe huir de las tinieblas y las
tinieblas están en la impureza del corazón.
Los Espíritus que vosotros miráis como la personificación
de bien no se presentan de buena gana al llamamiento de aquellos
cuyo corazón está manchado por el orgullo, la ambición y la falta
de caridad.
Aquellos, pues, que quieren ver claro que se despojen de
toda vanidad humana y humillen su razón ante el poder infinito
del Creador; esta será la mejor prueba de su sinceridad, y esta
condición cada uno puede llenarla.
227. Si el médium, desde el punto de vista de la ejecución,
sólo es un instrumento, ejerce con relación a la moral una gran
influencia. Puesto que para comunicarse el Espíritu extraño se
identifica con el Espíritu del médium, esta identificación no puede
tener lugar sino cuando entre los dos hay simpatía y, sí puede
decirse así, afinidad. El alma ejerce sobre el Espíritu extraño una
especie de atracción o de repulsión, según el grado de su semejanza
o diferencia; así, pues, los buenos tienen afinidad por los buenos
y los malos por los malos; de donde se sigue que las cualidades
morales del médium tienen una influencia capital sobre la
naturaleza de los Espíritus que se comunican por su intermediario.
Si es vicioso, los Espíritus inferiores vienen a agruparse a su
alrededor y están siempre prontos para tomar el puesto de los
buenos que se han llamado. Las cualidades que atraen con
preferencia a los buenos Espíritus son: la bondad, la benevolencia,
la sencillez de corazón, el amor al prójimo, el desprendimiento de
las cosas materiales; los defectos que les alejan son: el orgullo, el
egoísmo, la envidia, los celos, la ira, la ambición, la sensualidad y
todas las pasiones por las cuales el hombre se une a la materia.
228. Todas las imperfecciones morales son otras tantas
puertas abiertas que dan entrada a los malos Espíritus, pero lo que
ellos explotan con más habilidad es el orgullo, porque es el que
menos deja conocerse a sí mismo; el orgullo ha perdido a muchos
médiums dotados de las más bellas facultades, y que, sin esto,
hubieran podido ser sujetos notables y muy útiles; mientras que,
habiendo sido presa de Espíritus mentirosos, sus facultades se
han pervertido en primer lugar, después aniquilado, y más de uno
se ha visto humillado por las más amargas decepciones.
El orgullo se traduce en los médiums por señales no
equívocas sobre las cuales es tanto más necesario el llamar la
atención como que es una de las extravagancias que deben inspirar
desconfianza sobre la veracidad de sus comunicaciones. En primer
lugar es una confianza ciega en la superioridad de estas mismas
comunicaciones y en la infabilidad del Espíritu que se los da; de
aquí dimana cierto desdén por todo lo que no viene de ellos por
que se creen el privilegio de la verdad. El prestigio de los grandes
nombres con los cuales se adornan los espíritus para justificar
que les protegen, les ofusca, y como su amor propio sufriría
confesando que son engañados, rechazan toda clase de consejos;
los evitan aun alejándose de sus amigos y de cualquiera que pudiese
abrirles los ojos; si son condescendientes en escucharles, no hacen
caso de sus avisos, porque dudar de la superioridad de su Espíritu,
es casi una profanación. Se ofuscan por la menor contradicción,
por una simple observación crítica, y, algunas veces llegan hasta
aborrecer a las personas que les han hecho favores. Merced a este
aislamiento provocado por los Espíritus que no quieren tener
contradictores, éstos están satisfechos con entretenerles en sus
ilusiones; de este modo les hacen aceptar a su gusto los más grandes
absurdos por cosas sublimes. Así, pues, confianza absoluta en la
superioridad de lo que obtienen, desprecio de lo que no viene de
ellos, importancia irreflexiva dada a los grandes nombres, no
admitir consejos, tomar mal toda crítica, alejamiento de aquellos
que puedan dar avisos desinteresados, creencia en su habilidad a pesar de su falta de experiencia; tales son los caracteres de los
médiums orgullosos.
Es menester convenir también que el orgullo está excitado
en el médium por aquellos que le rodean. Si tiene facultades un
poco transcentales, es buscado y elogiado; se cree indispensable
y muy pronto afecta el aire de suficiencia y desdén cuando presta
su concurso. Más de una vez, nos lamentamos, por los elogios
que dimos a ciertos médiums, con el objetivo de animarlos.
229. Al lado de eso pongamos a la vista el cuadro del médium
verdaderamente bueno, aquel en que se puede tener confianza.
Supongamos, en primer lugar, una facilidad de ejecución bastante
grande para permitir a los Espíritus el comunicarse libremente y
sin inconvenientes por ninguna dificultad material. Obtenido esto
lo que más interesa considerar es la naturaleza de los Espíritus
que habitualmente le asisten, y para esto no es al nombre al que se
debe atender, sino al lenguaje. Jamás se debe perder de vista que
las simpatías que se granjeará entre los Espíritus buenos, estarán
en razón de lo que hará para alejar a los malos. Persuadido de que
su facultad es un don, que le ha sido concedido para el bien, no
abusa y no se hace de ello ningún mérito. Acepta las
comunicaciones buenas que se le hacen, como una gracia de la
que es menester que se esfuerce en hacerse digno por su bondad,
por su benevolencia y su modestia. El primero se enorgullece por
sus relaciones con los Espíritus superiores; éste se humilla, porque
nunca se cree merecedor de este favor.
Disertaciones de un Espíritu sobre la influencia moral
230. La instrucción siguiente se nos ha dado con este objeto
por un Espíritu del que ya hemos dado algunas comunicaciones.
Ya lo hemos dicho: los médiums, en su calidad de médiums,
sólo tienen una influencia secundaria en las comunicaciones de
los Espíritus; sus funciones son las de una máquina eléctrica que
transmite los despachos telegráficos de un punto distante a otro
de la Tierra. De este modo, cuando nosotros queremos dictar una
comunicación, obramos sobre el médium como el empleado del telégrafo sobre su aparato; es decir, de la misma manera que el
tac-tac telégrafo designa a distancia de millares de leguas sobre
una tira de papel los signos reproductores del despacho, de la
misma manera nosotros también comunicamos a través de
distancias inconmensurables, que separan el mundo visible del
mundo invisible, el mundo inmaterial del mundo encarnado, lo
que nosotros queremos enseñaros por medio del aparato
mediúmnico. Pero también así como las influencias atmosféricas
obran y turban a menudo la transmisión del telégrafo eléctrico,
la influencia moral del médium, obra y turba algunas veces la
transmisión de nuestros despachos de ultratumba, porque nos
vemos obligados a hacerles pasar por un ambiente que les es
contrario. Sin embargo, esta influencia se anula por nuestra
energía y nuestra voluntad y ningún acto perturbador se
manifiesta. En efecto, los dictados de una alta importancia
filosófica, las comunicaciones de una perfecta moralidad son
transmitidas algunas veces por médiums poco a propósito para
estas enseñanzas superiores; mientras que por otro lado se
transmiten algunas veces comunicaciones poco edificantes por
conducto de médiums que se avergüenzan de haberles servido de
conductor.
En tesis general, se puede afirmar que los Espíritus
semejantes llaman a sus semejantes y que rara vez los Espíritus
de pléyades elevadas se comunican por aparatos malos
conductores, cuando tienen a la mano buenos instrumentos
mediúmnicos, buenos médiums, en una palabra.
Los médiums ligeros y poco formales llaman, pues, a los
Espíritus de la misma naturaleza; por esto sus comunicaciones
están llenas de elogios, frivolidades, ideas sin continuidad y a
menudo muy heterodoxas, espiritísticamente hablando.
Ciertamente pueden decir y dicen algunas veces cosas buenas;
pero sobre todo en esto caso es menester practicar un examen
severo y escrupuloso; porque entre estas cosas buenas, ciertos
Espíritus hipócritas insinúan con habilidad y con una perfidia calculada hechos calumniosos y aserciones mentirosas, a fin de
engañar la buena fe de sus oyentes. Entonces debe uno quitar, sin
consideración, toda palabra, toda frase equívoca, y no conservar
del dictado sino lo que la lógica acepta o lo que la doctrina ha
enseñado ya. Las comunicaciones de esta naturaleza sólo son
temibles para los espiritistas aislados, los grupos recientes o poco
instruidos; porque en las reuniones en que los adeptos están más
adelantados o han adquirido la experiencia, el grajo que se adorna
con las plumas del pavo real es siempre irremisiblemente
despedido.
No hablaré de los médiums que se complacen en solicitar y
escuchar comunicaciones obscenas; dejemos que se complazcan
en la sociedad de los Espíritus cínicos. Por lo demás, las
comunicaciones de este orden por ellas mismas buscan la soledad
y el aislamiento; en todo caso, sólo podrían despertar el desdén y
el disgusto entre los hombres de los grupos filosóficos y formales.
Pero donde se hace sentir realmente la influencia moral del
médium, es cuando éste sustituye sus ideas personales a las que
los Espíritus esfuerzan en sugerirle; igualmente, cuando saca de
su imaginación teorías fantásticas que el mismo cree de buena fe
que resultan de una buena comunicación intuitiva. En tal caso
puede entonces hacerse la apuesta de mil contra uno que esto
sólo es el reflejo del Espíritu personal del médium; acontece
también el hecho curioso de que la mano del médium se mueve
algunas veces casi mecánicamente impulsada por un Espíritu
secundario y burlón. Contra esta piedra de toque vienen a
estrellarse las imaginaciones ardientes; porque arrastrados por
el ardor de sus propias ideas y por el oropel de sus conocimientos
literarios, los médiums desconocen el modesto dictado de un
Espíritu prudente, y abandonado la presa por la sombra lo
sustituyen por una paráfrasis pomposa. Contra este escollo terrible
vienen igualmente a estrellarse las personalidades ambiciosas
que, en defecto de comunicaciones buenas que los Espíritus buenos
les rehúsan, presentan sus propias obras como obra de los mismos Espíritus. Aquí tenéis por qué es preciso que los jefes de los grupos
espiritistas estén dotados de un tacto exquisito y de una rara
sagacidad para discernir las comunicaciones auténticas de
aquellas que no lo son, y para no herir a aquellos que se hacen
ilusión a sí mismos.
En la duda abstente, dice uno de vuestros antiguos
proverbios; no admitáis, pues, sino aquello que tenga para
vosotros una evidencia cierta. Desde que aparezca una opinión
nueva, por poco que la creáis dudosa, pasadla por el tamiz de la
razón y de la lógica; lo que la razón y el buen sentido reprueban,
rechazadlo con vigor; más vale rechazar diez verdades que admitir
una sola mentira, una sola teoría falsa. En efecto, sobre esta teoría
podéis edificar todo un sistema que se derrumbaría al primer
soplo de la verdad como un monumento construido sobre la arena
movediza, mientras que si hoy rechazáis ciertas verdades porque
no se os demuestran lógica y claramente, muy pronto un hecho
brusco o una demostración irrefutable vendrá a afirmaros en la
autenticidad.
Sin embargo acordaos ¡oh espiritistas!, que para Dios y
para los buenos Espíritus no hay nada imposible sino la injusticia
y la iniquidad.
El Espiritismo está bastante esparcido ahora entre los
hombres y ha moralizado suficientemente a los adeptos sinceros
de su santa doctrina, para que los Espíritus no se vean precisados
a emplear los malos instrumentos de los médiums imperfectos.
Si, pues, un médium, cualquiera que sea, diere un legítimo motivo
de sospecha, por su conducta o sus costumbres, por su orgullo,
por su falta de amor y caridad, rechazad, rechazad sus
comunicaciones, porque hay una serpiente oculta en las matas.
Aquí tenéis mi conclusión sobre la influencia moral de los
médiums.
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