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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO V - MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS > Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones > 91
91. Estos fenómenos, aunque son ejecutados por Espíritus
inferiores, muchas veces los provocan Espíritus de un orden más
elevado, con el fin de convencer de la existencia de los seres
incorpóreos, y de una potencia superior al hombre. El
estremecimiento que resulta de esto, aun el espanto que esto causa,
llaman la atención y acabarán por hacer abrir los ojos a los más
incrédulos. Estos encuentran más sencillo poner estos fenómenos
en los efectos de la imaginación, explicación muy cómoda y que
dispensa de dar otra; sin embargo, cuando los objetos son
trastornados o se os han arrojado a la cabeza, fuera preciso una
imaginación muy complaciente para figurarse que semejantes
cosas suceden cuando no existen. Se observa un efecto cualquiera,
este efecto tiene necesariamente una causa; si una fría y tranquila
observación nos demuestra que este efecto es independiente de
toda voluntad humana y de toda causa material; si además nos da
señales evidentes de inteligencia y libre voluntad, lo que es la señal más característica no se puede menos que atribuirlo a una
inteligencia oculta. ¿Cuáles son estos seres misteriosos? Es lo
que los estudios espiritistas nos enseñan de la manera menos
disputable, por los medios que nos dan para comunicar con ellos.
Estos estudios nos enseñan también a ponernos de la parte que
pueda haber de real, de falso o de exagerado en los fenómenos
que nosotros no comprendemos. Si se produce un efecto insólito,
ruido, movimiento o aun cuando sea una aparición, el primer
pensamiento que se debe tener es que obedece a una causa del
todo natural, por ser la más probable; es preciso entonces buscar
esta causa con el mayor cuidado y no admitir la intervención de
los espíritus sino a ciencia cierta; este es el modo de no hacerse
ilusión. Aquel, por ejemplo, que sin estar cerca de nadie, recibiese
un bofetón, o bastonazos sobre las espaldas, como se ha visto, no
podría dudar de la presencia de un ser invisible.
Se debe estar preparado no sólo contra las narraciones que
pueden ser más o menos exageradas, sino contra sus propias
impresiones, y no atribuir un origen oculto a todo lo que no se
comprende. Una infinidad de causas muy sencillas y muy naturales
pueden producir efectos extraños al primer momento, y sería una
verdadera superstición ver por todas partes Espíritus ocupados en
derribar los muebles, romper la vajilla, suscitar, en fin, los mil
enredos domésticos, que es más prudente atribuirlos a la impericia.