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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO XIV - DE LOS MÉDIUMS > 6. Médiums sonámbulos
6. Médiums sonámbulos
172. El sonambulismo puede ser considerado como una
variedad de la facultad mediúmnica, o por mejor decir son dos
órdenes de fenómenos que se encuentran muy a menudo reunidos.
El sonámbulo obra bajo la influencia de su propio Espíritu; es su
alma que en los momentos de emancipación ve, oye y percibe
fuera del límite de los sentidos; lo que expresa, lo toma de sí
mismo; sus ideas son en general más ajustadas que en el estado
normal; sus conocimientos más extensos, porque su alma es libre;
es un palabra, vive con anticipación la vida de los Espíritus. El
médium, al contrario, es el instrumento de una inteligencia extraña;
es pasivo y lo que dice no proviene de él. En resumen, el sonámbulo
expresa su propio pensamiento, y el médium expresa el de otro.
Pero el Espíritu que se comunica a un médium ordinario puede
igualmente hacerlo a un sonámbulo; a menudo también el estado
de emancipación del alma, durante el sonambulismo, hace esta
comunicación más fácil. Muchos sonámbulos ven perfectamente
a los Espíritus y a los describen con tanta precisión como los
médiums videntes; pueden conversar con ellos y transmitirnos
sus pensamientos; lo que dicen fuera del círculo de sus
conocimientos personales, les es muchas veces sugerido por otros
espíritus. He aquí un ejemplo notable en que la doble acción del
Espíritu del sonámbulo y del Espíritu extraño se revela de la
manera menos equívoca.
173. Uno de nuestros amigos tenía por sonámbulo un joven
de catorce a quince años, de una inteligencia muy vulgar y de una
instrucción extremadamente limitada. Sin embargo, en estado sonambúlico, ha dado pruebas de una lucidez extraordinaria y de
grande perspicacia. Sobresalía en particular en el tratamiento de
las enfermedades y ha hecho un gran número de curaciones
considerables miradas como imposibles. Un día daba una consulta
a un enfermo del cual describía el mal con una perfecta exactitud.
– No basta esto, le dijo, se trata ahora de indicar el remedio. – Yo
no puedo, mi ángel doctor no está aquí. – ¿Qué entendéis por
vuestro ángel doctor? – el que me dicta los remedios. – ¿No sois
vos quien veis los remedios? – ¡Oh! No, puesto que os digo que
es mi ángel doctor quien me los dicta.
Así es que en este sonámbulo la acción de ver el mal era
hecha por su propio Espíritu, quien para esto no tenía necesidad
de ninguna asistencia; pero la indicación de los remedios le era
dada por otro; ese otro no estando allí, él no podía decir nada.
Solo, no era más que sonámbulo; asistido de lo que llamaba su
ángel doctor, era sonámbulo y médium.
174. La lucidez de los sonámbulos es una facultad que
depende del organismo, y que es del todo independiente de la
voluntad, del adelantamiento y aun del estado moral del sujeto.
Un sonámbulo puede, pues, ser muy lúcido y ser incapaz de
resolver ciertas cuestiones si su Espíritu es poco avanzado. Aquel
que habla por sí mismo puede, pues, decir cosas buenas o malas,
justa o falsas, tener más o menos delicadeza y escrúpulos en sus
procederes, según el grado de elevación o de inferioridad de su
propio espíritu, entonces es cuando la asistencia de un Espíritu
extraño puede suplir su insuficiencia; pero un sonámbulo puede
ser asistido por un Espíritu mentiroso, ligero o aun malo, del mismo
modo que los médiums; aquí es sobre todo donde las cualidades
morales tienen gran influencia para atraer a los buenos Espíritus
(Véase El libro de los Espíritus, “Sonambulismo”, número 452; y
más adelante el capítulo sobre “La influencia moral del médium.”)