203. El deseo natural de todo aspirante a médium es el
poderse comunicar con el Espíritu de las personas que le son
queridas, pero debe moderar su impaciencia, porque la
comunicación con un Espíritu determinado ofrece muchas veces
dificultades materiales que la hacen imposible para el principiante.
Para que un Espíritu pueda comunicarse, es preciso que entre él y
el médium haya relaciones fluídicas, que no se establecen siempre
instantáneamente, sino a medida que la facultad se desarrolla y
que el médium adquiere poco a poco la aptitud necesaria para
entrar en relación con el primer Espíritu que se presenta. De
consiguiente puede suceder que con aquel con quien uno desea
comunicarse no esté en condiciones propicias para hacerlo, a pesar
de su presencia, así como puede también suceder que no tenga la
posibilidad ni el permiso de venir al llamamiento que se le hace.
Por esto conviene en un principio no obstinarse en evocar a un
Espíritu determinado con exclusión de cualquier otro, porque
acontece muchas veces que con aquél no se establecen las
relaciones fluídicas con tanta facilidad, por simpatía que se tenga
por él. Antes, pues, de pensar en obtener comunicaciones de tal o
cual Espíritu, es necesario dedicarse al desarrollo de la facultad, y
para esto es preciso hacer un llamamiento general y dirigirse sobre
todo a su ángel guardián.
En esto no hay fórmula sacramental; cualquiera que
pretendiera dar una, puede tacharse resueltamente de falsa, porque
los Espíritus no atienden a la forma sino al fondo. La evocación
debe hacerse siempre en nombre de Dios, y se la puede hacer en
los términos siguientes o parecido: Ruego a Dios Todopoderoso
permita a un buen Espíritu comunicarse conmigo y hacerme
escribir; ruego también a mi ángel guardián tenga la bondad de
asistirme y apartar a los malos. Se espera entonces que un Espíritu
se manifieste haciendo escribir alguna cosa. Puede que se presente
el que se desea, así como puede ser un espíritu desconocido o el
ángel guardián; de todos modos, generalmente, se da a conocer
escribiendo su nombre; pero entonces se presenta la cuestión de
la identidad, una de las que requieren más experiencia, pues hay
pocos principiantes que no estén expuestos a ser engañados.
Trataremos de ella más adelante en un capítulo especial.
Cuando quieran evocarse Espíritus determinados es muy
esencial dirigirse primero a los que se sabe que son buenos y
simpáticos y que pueden tener un motivo para venir como son los
parientes o amigos. En ese caso la evocación puede formularse de
este modo: En nombre de Dios Todopoderoso ruego al Espíritu
de tal que se comunique conmigo; o bien: Ruego a Dios
Todopoderoso permita al Espíritu de N. el comunicarse conmigo;
o cualquiera otra fórmula respondiendo al mismo pensamiento.
No deja de ser conveniente el que las primeras preguntas se hagan
de tal modo que simplemente requieran la respuesta de sí o no,
como por ejemplo: ¿Estás aquí? ¿Quieres responderme? ¿Puedes hacerme
escribir? etc. Más tarde esta precaución viene a ser inútil;
en un principio sólo se trata de establecer una relación; lo esencial
es que la pregunta no sea frívola, que no tenga relación con cosas
de interés privado y, sobre todo, que sea la expresión de un
sentimiento benévolo y simpático para el Espíritu al cual se dirige.
(Véase más adelante el capítulo especial sobre las “Las
Evocaciones”).