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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO V - MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS > Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones > 88
88. Las manifestaciones de este género no son ni raras, ni
nuevas; hay pocas crónicas locales que no encierren alguna historia
de esta clase. Sin duda el miedo ha exagerado muchas veces los
hechos, que han debido tomar proporciones extraordinariamente
ridículas pasando de boca en boca; con ayuda de la superstición,
las casas en que han tenido lugar estos hechos han sido reputadas
por moradas de los diablos, y de ahí todos los cuentos maravillosos
o terribles de fantasmas. Por otro lado, la bellaquería no ha dejado
escapar tan buena ocasión para explotar la credulidad, y a menudo
en provecho de intereses personales. Se concibe, por lo demás, la
impresión que hechos de este género, aun reducidos a la realidad,
pueden causar sobre caracteres débiles y predispuestos por la
educación a las ideas supersticiosas. El medio más seguro de
prevenir los inconvenientes que pudiesen ocurrir, puesto que no
se pueden impedir, es el de hacer conocer la verdad. Las cosas
más sencillas vienen a ser espantosas cuando se ignora la causa. Cuando
nos familiaricemos con los Espíritus, y aquellos a quienes
se manifiestan no crean ya tener una legión de demonios que les
pisen los talones, dejarán de tener miedo.
Se puede ver en la Revista Espírita la descripción de muchos
hechos auténticos de este género, entre otros la historia del Espíritu
golpeador de Bergzabern, cuyas burlas de mala especie duraron
más de ochos años: (números de mayo, junio y julio de 1858); la
de Dibbelsdorf (agosto de 1858); la del panadero de GrandesVentes,
cerca de Dieppe (marzo de 1860); la de la calle de Noyers,
en París (agosto de 1860); la del Espíritu de Castelnaudari, bajo
el título de “Historia de un condenado” (febrero de 1860); la del
fabricante de San Petersburgo (abril de 1860) y muchas otras.