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EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS > SEGUNDA PARTE - DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS > CAPÍTULO XIII - PSYCOGRAFÍA > Psycografía indirecta: cestitas y tablitas
Psycografía indirecta: cestitas y tablitas
152. La ciencia espiritista ha progresado como todas las
otras, y con más rapidez aún; porque apenas hace algunos años
que empezaron estos medios primitivos e incompletos que se
llaman trivialmente mesas parlantes, y estamos ya en disposición
de poder comunicarnos con los Espíritus, con tanta facilidad y
tanta rapidez como los hombres lo hacen entre sí, y por los mismos
medios: esto es, la escritura y la palabra. La escritura tiene sobre
todo la ventaja de acusar la intervención de una potencia oculta con
más materialidad y dejar señales que se pueden conservar, como
nosotros lo hacemos con nuestra propia correspondencia. El primer
medio que se observó fue el de las tablitas y cestitas provistas de
un lápiz. He aquí cual es el modo de servirse de las mismas.
153. Hemos dicho que una persona dotada de una aptitud
especial puede imprimir un movimiento de rotación a una mesa o
a un objeto cualquiera; tomemos, en lugar de una mesa, una
pequeña cestita de quince a veinte centímetros de diámetro (que
sea de madera o de mimbre poco importa, la sustancia es
indiferente). Si a través del fondo de esta cestita se hace pasar un
lápiz sujetado sólidamente, la punta por fuera y hacia abajo, y que
se mantenga en todo en equilibrio sobre la punta del lápiz, colocado
el mismo sobre una hoja de papel, poniendo los dedos sobre los bordes de la cestita, ésta tomará su movimiento; pero en lugar de
girar paseará el lápiz en sentido diverso sobre el papel, formando
ya sean trazos insignificantes, ya sean caracteres de escritura. Si
se evoca a un Espíritu y quiere comunicarse, responderá no ya
por golpes, como en la typtología, sino por palabras escritas. El
movimiento de la cestita no es ya automático como en las mesas
giratorias; viene a ser inteligente. En esta disposición el lápiz,
llegado al extremo de la línea, no vuelve sobre sí mismo para
empezar otra; continúa circularmente de tal modo que la línea de
escritura forme una espiral y que es preciso volver muchas veces
el papel para leer lo que está escrito. La escritura obtenida de este
modo no siempre es muy legible, porque las palabras no están
separadas; pero el médium, por una especie de intuición, las descifra
fácilmente. Por sistema de economía se puede sustituir la pizarra y
el pizarrín al papel y al lápiz ordinario. Nosotros designaremos esta
cestita bajo el nombre de cestita trompo. A la cestita se sustituye
algunas veces un cartón bastante semejante a las caja de dulces;
el lápiz forma el eje como el juego llamado perinola.
154. Muchas otras disposiciones se han imaginado para
alcanzar el mismo objeto. La más cómoda es la que llamaremos
cestita de pico, y que consiste en adaptar sobre la cestita pedazos
de un palo inclinado, saliendo de diez a quince centímetros de un
lado, en la posición del mastil de bauprés de un buque. Por un
agujero practicado en la extremidad de este palo o del pico, se
hace pasar un lápiz bastante largo para que la punta descanse sobre
el papel. El médium, poniendo los dedos sobre los bordes de la
cestita, todo el aparato se agita, y el lápiz escribe como en el caso
arriba dicho, con la diferencia que la escritura es, en general, más
legible, las palabras separadas y las líneas no forman espiral, y
siguen como la escritura ordinaria, pudiendo el médium fácilmente
llevar el lápiz de una línea a otra. Se obtienen así disertaciones de
muchas páginas tan rápidamente como si se escribiese con la mano.
155. La inteligencia que obra se manifiesta a menudo por
otras señales no equívocas. Llegado al fin de la página, el lápiz
hace espontáneamente un movimiento para volverla; quiere
referirse a un pasaje precedente, en la misma página o en otra, busca con la punta del lápiz, como lo haría con el dedo, después
lo subraya. Quiere, en fin, el Espíritu dirigirse a uno de los
asistentes, la punta del palo se dirige hacia él. Para abreviar, expresa
a menudo las palabras sí y no por los signos de afirmación y
negación como nosotros hacemos con la cabeza; si quiere expresar
la cólera y la impaciencia da golpes redoblados con la punta de
lápiz y muchas veces lo rompe.
156. En lugar de cestita, algunas personas se sirven de una
especie de mesita hecha expresamente, de doce a quince
centímetros de largo, sobre cinco o seis de altura, de tres pies, de
los cuales el uno lleva el lápiz; los otros dos están redondeados o
guarnecidos de una bolita de marfil para deslizarse fácilmente sobre
el papel. Otros se sirven simplemente de una tablita de quince a
veinte centímetros cuadrados, triangular, oblonga u ovalada; sobre
uno de los bordes hay un agujero oblicuo para meter el lápiz;
colocada para escribir, se encuentra inclinada y se apoya por uno
de sus lados sobre el papel; el lado que descansa sobre éste está
algunas veces guarnecido de dos ruedecitas para facilitar el
movimiento. Se concibe, por otra parte, que todas estas disposiciones
no tienen nada de absoluto; la más cómoda es la mejor.
Con todos estos aparatos es preciso casi siempre ser dos
personas; pero no es necesario que la segunda esté dotada de la
facultad mediúmnica: sirve únicamente para mantener el equilibrio
y disminuir la fatiga del médium.