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CAPÍTULO III - MANIFESTACIONES INTELIGENTES
65. En lo que acabamos de ver, nada revela, seguramente,
la intervención de una potencia oculta, y estos efectos podrían
perfectamente explicarse por la acción de una corriente
magnética o eléctrica, o la de un fluido cualquiera. Tal ha sido
en verdad la primera solución dada a estos fenómenos, y que
podía con razón, pasar por muy lógica. Sin duda, hubiera
prevalecido si otros hechos no hubiesen venido a demostrar su
insuficiencia; estos hechos son las pruebas de inteligencia que
ellos han dado; pues como todo efecto inteligente debe tener
una causa inteligente, es evidente que aun admitiendo que la
electricidad o cualquiera otro fluido juegue en ello algún papel,
se mezcla alguna otra causa. ¿Qué causa es esta? ¿Qué
inteligencia? Las continuadas observaciones nos lo han hecho
conocer.
66. Para que una manifestación sea inteligente, no es
necesario que sea elocuente, ni de genio privilegiado o sabio:
basta que pruebe un acto libre y voluntario, expresando una
intención o respondiendo a un pensamiento. Cuando se ve una
veleta agitada por el viento, se tiene la seguridad de que sólo
obedece a una impulsión mecánica; pero si se reconoce en sus
movimientos señales intencionales, se gira de derecha a
izquierda, pronto o con lentitud, obedeciendo a una voluntad,
nos veremos obligados a admitir no que la veleta sea inteligente sino que obedece a una inteligencia. Esto mismo sucede respecto
de la mesa.
67. Hemos visto moverse la mesa, levantarse y dar golpes
bajo la influencia de uno o muchos médiums. El primer efecto
inteligente que se notó fue el ver que estos movimientos
obedecían a un mandato y, sin mudar de sitio, la mesa se
levantaba alternativamente sobre el pie designado; después,
volviendo a caer, daba un número determinado de golpes,
respondiendo a una pregunta. Otras veces la mesa, sin el contacto
de nadie, se paseaba sola por la habitación, yendo de derecha a
izquierda, adelante o atrás, ejecutando diversos movimientos
según la orden de los asistentes. Es muy evidente que, lejos de
toda suposición de fraude, admitimos la completa lealtad de los
asistentes, atestiguada por su honradez y su perfecto desinterés.
Más tarde hablaremos de las supercherías contra las cuales es
prudente estar preparado.
68. Por medio de los golpes, y, sobre todo, por los golpes
íntimos que acabamos de hablar, se obtienen efectos aún más
inteligentes, como la imitación de los diversos redobles del
tambor, fuegos de fila o pelotón, cañonazos, como en un
simulacro de guerra, el rechino de la sierra, los golpes del
martillo, la cadencia de diferentes melodías, etc. Esto fue, como
se comprende, un vasto campo abierto a la explotación. Se dijo
que, puesto que allí había una inteligencia oculta, podía responder
a las preguntas, y respondió, en efecto, por un “sí” o por un
“no”, mediante un número de golpes de convención. Estas
respuestas fueron muy insignificantes; así es que se tuvo la idea
de hacer que se designaran las letras del alfabeto, y componer
de este modo palabras y frases.
69. Estos hechos, repetidos a voluntad por millares de
personas y en todos los países, no podían dejar duda sobre la
naturaleza inteligente de las manifestaciones. Entonces fue cuando
surgió un nuevo sistema, según el cual esta inteligencia debía ser
la del médium, la del interrogador o la de los mismos asistentes.
La dificultad estaba en explicar cómo esta inteligencia podía
reflejarse en la mesa e interpretarse por los golpes; una vez
constatado que los golpes, no los daba el médium, lo serían por el
pensamiento; pero, el pensamiento dando golpes, era un fenómeno
aún más prodigioso que todos aquellos que se habían visto. La
experiencia no tardó en demostrar lo inadmisible de esta opinión.
En efecto, las respuestas se encontraban muy a menudo
diametralmente opuestas con el pensamiento de los asistentes,
fuera del alcance intelectual del médium, y aun en idiomas que
nos conocía, o relatando hechos ignorados de todos. Estos ejemplos
son tan numerosos, que es casi imposible que el que se haya visto
diferentes veces. Sólo citaremos uno que se nos ha referido por
un testigo ocular.
70. A bordo de un buque de la marina imperial francesa, en
estación en los mares de la China, toda la tripulación, desde de
los marineros hasta el estado mayor, se ocupaba en hacer hablar a
las mesas. Se tuvo la idea de evocar al Espíritu de un teniente de
este mismo buque, muerto hacía dos años. Vino, y después de
diversas comunicaciones que llenaron a todos de asombro, dijo lo
que sigue, por medio de golpes: “Os suplico encarecidamente que
paguéis al capitán la suma de... (indicaba la cantidad) que le debo,
y que siento no haberle podido rembolsar antes de mi muerte”.
Nadie conocía el hecho, el mismo capitán había olvidado este
crédito, por cierto muy insignificante; pero examinando sus
cuentas, encontró el asiento de la deuda del teniente, y cuya
cantidad era exactamente la indicada. Dígasenos de qué
pensamiento provenía el reflejo de esta indicación.
71. Se perfeccionó el arte de comunicar por los golpes
alfabéticos, pero el medio era siempre muy largo. Sin embargo
se obtienen comunicaciones de cierta extensión así como
interesantes revelaciones sobre el mundo de los Espíritus. Estos indicaron otros medios, y a ellos debemos el de las
comunicaciones escritas.
Las primeras comunicaciones de este género tuvieron lugar
adaptando un lápiz al pie de una mesita ligera colocada sobre
una hoja de papel. La mesita, puesta en movimiento por la
influencia del médium, se puso a trazar caracteres, luego palabras
y frases. Se simplificó sucesivamente este medio sirviéndose de
mesitas tan grandes como la mano, hechas expresamente;
después de cestitas, de cajas de cartón y, en fin, de simples
tablitas. La escritura era tan corriente, tan rápida y tan fácil como
con la mano; pero se reconoció más tarde que todos estos objetos
no eran más, en definitiva, que apéndices, verdaderos lapiceros
de los cuales no había necesidad, teniendo por sí mismo el lápiz;
la mano, arrastrada por un movimiento voluntario, escribía bajo
la impulsión dada por el Espíritu y sin el concurso de la voluntad,
ni del pensamiento del médium. Desde entonces las
comunicaciones de ultratumba no tuvieron más límites que la
correspondencia habitual entre vivos. Volveremos sobre estos
diferentes medios que explicaremos en detalle; los hemos
bosquejado rápidamente para demostrar la sucesión de los hechos
que han conducido a acreditar en estos fenómenos la intervención
de inteligencias ocultas, o de otro modo, de los Espíritus.