261. Sin duda se dirá que si un Espíritu puede imitar una firma, del mismo modo puede imitar el lenguaje. Esto es verdad; nosotros hemos visto que tomando descaradamente el nombre de Cristo, y para engañar, simulaba el estilo evangélico y prodigaban a diestro y a siniestro estas palabras bien conocidas: En verdad, en verdad yo os lo digo; pero cuando se estudiaba el conjunto sin prevenciones; cuando se escudriñaba el fondo de los pensamientos, la importancia de las expresiones; cuando al lado de las bellas máximas de caridad se veían recomendaciones pueriles y ridículas, hubiera sido preciso estar fascinado para engañarse. Sí; ciertas partes de la forma material del lenguaje pueden ser imitadas pero no el pensamiento; jamás la ignorancia imitará el verdadero saber, y jamás el vicio imitará la verdadera virtud; siempre habrá algo que hiera el oído; entonces es cuando el médium, así como el que evoca, tienen necesidad de toda la perspicacia y de todo su criterio para distinguir la verdad de la mentira. Deben persuadirse que los Espíritus perversos son capaces de todas las estratagemas, y cuanto más elevado es el nombre bajo el cual se manifiestan, más debe inspirar desconfianza. ¡Cuántos médiums ha habido que han tenido comunicaciones apócrifas firmadas por Jesús, María o de un santo venerado!