EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Usted esta en: EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO > LOS MILAGROS > CAPÍTULO XIV - Los fluidos > 2. Explicación de algunos fenómenos considerados sobrenaturales > Catalepsia. Resurrecciones


Catalepsia. Resurrecciones

29. La materia inerte es insensible; el fluido periespiritual también lo es, pero transmite la sensación al centro sensitivo que es el Espíritu. Las lesiones dolorosas del cuerpo repercuten, pues, en el Espíritu como un choque eléctrico, por intermedio del fluido periespiritual, cuyos hilos conductores parecen ser los nervios. Se trata del influjo nervioso de los fisiólogos, quienes, por desconocimiento de las relaciones de ese fluido con el principio espiritual, todavía no han podido hallar una explicación para todos sus efectos.


Esta interrupción puede ocurrir por la amputación de un miembro o por algún nervio seccionado, pero también en forma parcial o general, y sin que haya lesiones, en los momentos de emancipación, de gran sobreexcitación o preocupación del Espí- ritu. En ese estado el Espíritu no piensa en el cuerpo, y en su actividad febril atrae hacia sí, por decirlo de algún modo, al fluido periespiritual que, retirándose de la superficie, produce allí una insensibilidad momentánea. Se podría también admitir que en ciertas circunstancias se produce en el propio fluido periespiritual una modificación molecular, que le quita transitoriamente la propiedad de la transmisión. A eso se debe que, muchas veces, en el ardor del combate, un militar no perciba que está herido; que una persona, cuya atención está concentrada en un trabajo, no oiga el ruido que se hace alrededor suyo. Un efecto análogo, aunque más pronunciado, se produce en algunos sonámbulos, en la letargia y en la catalepsia. Finalmente, del mismo modo se puede explicar la insensibilidad de los convulsionarios y de ciertos mártires. (Véase la Revista Espírita, enero de 1868: “Los Aïssaouas, o los convulsionarios de la calle Le Peletier”.)


La parálisis no tiene en absoluto la misma causa, pues allí el efecto es puramente orgánico; los nervios mismos, los hilos conductores ya no son aptos para la circulación fluídica; se trata de las cuerdas del instrumento, que se han alterado.


30. En ciertos estados patológicos, en que el Espíritu ha abandonado el cuerpo y el periespíritu sólo está unido a él por medio de algunos puntos, el cuerpo presenta todas las apariencias de la muerte, de modo que se enuncia una gran verdad cuando se dice que en esos casos la vida pende de un hilo. Ese estado puede durar más o menos tiempo, e incluso ciertas partes del cuerpo pueden entrar en descomposición, a pesar de que la vida no se ha extinguido definitivamente. Mientras no se haya cortado el último hilo, el Espíritu puede, ya sea por una acción enérgica de su propia voluntad o por un influjo fluídico extraño, igualmente poderoso, ser llamado de vuelta al cuerpo. Así se explican ciertos casos en los que la vida se prolonga contra todas las probabilidades, así como también algunas supuestas resurrecciones. Es una planta que vuelve a brotar, como a veces sucede, de una única fibra de la raíz. Pero cuando las últimas moléculas del cuerpo fluídico ya se han separado del cuerpo carnal, o cuando este último llegó a un estado irreparable de degradación, el regreso a la vida es imposible. *





_________________________________________________
*Véanse ejemplos en la Revista Espírita, “Sr. Cardon, médico”, agosto de 1863; “Una resurrección” (La mujer corsa), mayo de 1866. (N. de Allan Kardec.)