52. Entonces reconozcamos, en éste como en nuestros otros estudios, que la Tierra y el
hombre son nada en relación con el todo y que las más colosales operaciones de nuestro
pensamiento poseen una extensión imperceptible en comparación con la inmensidad y eternidad de
un Universo que no termina nunca.
Cuando esos períodos de nuestra inmortalidad hayan pasado para nosotros. Cuando la
historia actual de la Tierra nos parezca una sombra vaporosa en lo más recóndito de nuestros
recuerdos. Cuando hayamos habitado durante incontables siglos los diversos grados de nuestra
jerarquía cosmológica. Cuando los dominios más lejanos de las edades futuras hayan sido
recorridos por innumerables peregrinaciones, tendremos aún por perspectivas la sucesión ilimitada
de mundos y la eternidad inmóvil.