El alma de la Tierra
7. El alma de la Tierra juega un papel preponderante en la teoría de la incrustación. Veamos
si esta se encuentra mejor fundamentada.
El desarrollo orgánico siempre guarda relación con el desenvolvimiento del principio
intelectual. El organismo se perfecciona en la medida que las facultades del alma se desarrollan. La
escala orgánica sigue constantemente y en todos los seres la progresión de la inteligencia, desde el
pólipo hasta el hombre. Y no podría ser de otra manera, ya que el alma necesita un instrumento que
se adapte a la importancia de las funciones a cumplir. ¿De qué serviría a la ostra la inteligencia del
simio sin los órganos necesarios para su manifestación? Si la Tierra fuese un ser animado, sirviendo
de cuerpo a un alma especial, en razón de su constitución misma, su alma debería se aún más
rudimentaria que la del pólipo, ya que la Tierra no posee siquiera la vitalidad de la planta, mientras
que de acuerdo con el papel que se le atribuye a esta alma, se concibe a un ser dotado de razón y de
libre arbitrio más completo, en una palabra, un espíritu superior, lo que no es racional, ya que jamás
espíritu alguno estuvo más mal dotado y más encarcelado. La concepción del alma de la Tierra,
tomada bajo este aspecto, debe incluirse entre las teorías sistemáticas y quiméricas.
Más racionalmente podemos considerar como alma de la Tierra a la colectividad de espíritus
encargados de la elaboración y dirección de sus elementos constitutivos, lo que supone ya un cierto
grado de desarrollo intelectual. O, mejor aún: al espíritu encargado de la elevada tarea de dirigir los
destinos morales y el progreso de sus habitantes, misión que sólo podrá desempeñar un ser
eminentemente superior en conocimientos y sabiduría. En este caso, este espíritu no es, hablando
con propiedad, el alma de la Tierra, ya que no se encuentra encarnado ni subordinado a su estado
material, es el jefe encargado de su dirección como un general se encarga de su ejército.
Un espíritu con una misión tan importante, como es la de gobernar a un mundo, no puede
tener caprichos, o bien Dios sería muy poco previsor, confiando la ejecución de sus leyes a seres
capaces de contravenirlas por mala voluntad. Ahora bien, según la doctrina de la incrustación, sería
la mala voluntad del alma lunar la causante de que la Tierra se encuentre incompleta. Sin duda, hay
ideas que se contradicen solas (Revista Espírita de septiembre de 1868: “El alma de la Tierra”)