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EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO > EL GÉNESIS > CAPÍTULO I - Caracteres de la revelación espírita > 54
54. El Libro de los Espíritus, primera obra que introduce al Espiritismo en la vía filosófica por la
deducción de las conclusiones morales de los hechos y que aborda todos los aspectos de la Doctrina, haciéndose
cargo de las cuestiones más importantes, fue, desde su publicación, el punto de unión hacia el cual convergieron
los trabajos individuales. Es necesario recordar que la era del Espiritismo filosófico se inicia con la aparición de
ese libro; hasta entonces el Espiritismo se consideraba una mera experiencia curiosa. Si él conquistó las
simpatías de la mayor parte de los lectores, fue porque expresaba los sentimientos de todas esas personas y
respondía a sus aspiraciones, así porque cada cual encontraba en él la confirmación y explicación racional de
aquello que le sucedía. Si hubiera estado en desacuerdo con la enseñanza general de los espíritus no hubiese
tenido éxito y habría sido olvidado prontamente. Mas, ¿de quién es ese mérito? No del hombre, ser mortal y
efímero, que no es nada por sí solo, sino de la idea que no se extingue cuando emana de una fuente superior a él.
Esa concentración espontánea de fuerzas dispersas dio lugar a una gran correspondencia, monumento
único en el mundo, cuadro vivo de la verdadera historia del Espiritismo moderno, que refleja a la vez los
trabajos parciales, los sentimientos múltiples que originó la Doctrina, los resultados morales, las desviaciones y
las caídas; archivos preciosos para la posteridad que podrá juzgar a hombres y cosas valiéndose de piezas
auténticas. Frente a semejante testimonio, ¿qué será de todos los alegatos falsos y las difamaciones, producto de
la envidia y los celos? [N. de A. Kardec.]
5. Un hecho significativo, tan notable como conmovedor, respecto a la comunión de pensamientos que se
establece entre los espíritas por la uniformidad de creencias, es la solicitud de plegarias que nos llegan de los
países más lejanos, desde el Perú hasta los extremos del Asia, procedentes de personas de religiones y
nacionalidades diversas, a quienes jamás hemos visto. ¿No es esto el preludio de la gran unificación que se
prepara y la prueba de las profundas raíces que en todas partes echa el Espiritismo?
Es necesario tener en cuenta que todos los grupos que se formaron con la intención premeditada de
romper vínculos y proclamar principios divergentes, al igual que aquellos otros que por razones de amor propio
pretendieron desacatar la ley común, creyéndose lo suficientemente fuertes como para marchar solos, o lo
bastante iluminados como para prescindir de consejos, no han podido dar forma a ninguna idea de importancia
y todos ellos han desaparecido o vegetan en las sombras. ¿Cómo podía ser de otra forma, si para distinguirse es
preciso esforzarse por mejorar, y ellos dejaron de lado los principios vitales de la Doctrina, justamente aquellos
que tienen más poder de atracción, aquellos que brindan mayor consuelo y valor y que son más racionales? Si
hubieran captado el poder de los elementos morales que llevaron a la unidad, no se hubieran dejado arrastrar
por una ilusión quimérica y no hubiesen considerado a su pequeño mundo el Universo, ni creído que nuestros
Mas, ¿cómo saber si un principio se enseña en todas partes o si sólo es el resultado de una
opinión individual? Los grupos aislados ignoraban lo que se opinaba en los distintos centros, siendo
necesario crear, por tanto, un centro que reuniese todas las instrucciones para realizar una especie
de selección de ideas y dar a conocer a todos la opinión de la mayoría.6
54. Ninguna ciencia surgió íntegra del cerebro de un hombre. Todas, sin excepción, son el resultado
de observaciones sucesivas, producto, a su vez, de otras anteriores, lo que equivale a decir que la
ciencia se apoya sobre lo conocido para llegar a lo que desconoce. Así han actuado los espíritus con
respecto al Espiritismo, y por ese motivo su enseñanza es gradual. No abordan los temas hasta que
los principios sobre los cuales se apoyan se hallen elaborados y que la opinión esté madura para
asimilarlos. Todas las veces que centros particulares han intentado adentrarse en ciertos temas,
prematuramente, no han obtenido más que respuestas contradictorias y no concluyentes. Cuando,
por el contrario, el momento adecuado ha llegado, la enseñanza se generaliza y unifica en todos los
centros.
Hay, sin embargo, una diferencia capital entre la marcha del Espiritismo y el avance de las
ciencias: éstas han llegado a su posición actual después de largos intervalos, mientras que el
Espiritismo, si bien no ha alcanzado su punto culminante, ha reunido en muy pocos años una
cantidad de observaciones suficientes como para constituir una doctrina. Eso se debe a la gran
cantidad de espíritus, que obedeciendo la voluntad de Dios, se manifestaron simultáneamente
aportando cada uno el cúmulo de sus conocimientos. De allí que la Doctrina íntegra no haya tardado
siglos ni necesitado pasar por etapas sucesivas para completar su elaboración. Unos pocos años
fueron suficientes, bastó agrupar a las diferentes partes para conformar el todo.
Dios quiso que fuera así, en principio, para que el edificio llegase con prontitud hasta la
cúpula. Y en segundo término, para que la universalidad de la enseñanza sirviese para comparar,
oficiando de control en forma inmediata y permanente. Cada parte carece de valor y autoridad si se
desconecta del conjunto: todas las partes deben armonizar, encontrar su lugar dentro del cuadro
general y llegar cuando sea el momento propicio.
Dios no confió a un solo espíritu la difusión de la Doctrina. Quiso que pequeños y grandes
cooperasen con su granito de arena para que se estableciese entre todos un lazo solidario que había
faltado a las otras doctrinas de fuente única.
Además, los espíritus, al igual que los hombres, poseen una cuota limitada de
conocimientos. Individualmente son incapaces de responder a los innumerables interrogantes que
competen al Espiritismo. Por ese motivo, para cumplir con los propósitos del Creador un solo
espíritu y un solo médium no hubiese bastado, era preciso el trabajo colectivo y controlable.7