EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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15. Puesto que los fluidos son el vehículo del pensamiento, este actúa sobre los fluidos como el sonido sobre el aire. Estos transmiten el pensamiento como el aire nos trae el sonido. Por consiguiente, se puede decir sin temor a equivocarse que en esos fluidos hay ondas y rayos de pensamientos, que se entrecruzan sin confundirse, del mismo modo que hay en el aire ondas y vibraciones sonoras.


Más aún, cuando el pensamiento crea imágenes fluídicas, este se refleja en la envoltura periespiritual como en un espejo; en él toma cuerpo y en cierto modo se fotografía. Si un hombre, por ejemplo, tiene la idea de matar a otro, por más impasible que permanezca su cuerpo material, su cuerpo fluídico es puesto en acción mediante el pensamiento y reproduce todas las sutilezas de este último; realiza fluídicamente el gesto, el acto que desea llevar a la práctica. El pensamiento crea la imagen de la víctima y la escena completa es pintada como en un cuadro, tal cual se desarrolla en el Espíritu.


De ese modo, resulta que los más secretos movimientos del alma repercuten en la envoltura fluídica; que un alma puede leer en otra alma igual que en un libro, y ver lo que no se puede percibir con los ojos del cuerpo. No obstante, al observar la intención, puede presentir la realización del acto que será su consecuencia, pero no puede determinar el instante en que dicho acto se llevará a cabo, ni precisar los detalles, ni siquiera manifestar que habrá de ocurrir, ya que las circunstancias ulteriores podrán modificar los planes y cambiar las intenciones. El alma no puede ver lo que aún no está en el pensamiento del otro; lo que ve es la preocupación habitual del individuo, sus deseos, sus proyectos, sus intenciones buenas o malas.