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EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO > EL GÉNESIS > CAPÍTULO III - El Bien y El Mal > Instinto e inteligencia > 14
14. Otra hipótesis que concuerda perfectamente con la idea de unidad de principio, resulta
del carácter esencialmente previsor del instinto y corrobora, al mismo tiempo, lo que el Espiritismo
nos enseña en lo que respecta a las conexiones del mundo espiritual y el corporal.
Sabemos hoy que los espíritus desencarnados tienen la misión de velar por los encarnados, a
quienes protegen, guían y cubren con sus emanaciones fluídicas, y también sabemos que el hombre
obra a menudo de manera inconsciente bajo la acción de esos efluvios.
Se sabe, además, que el instinto produce actos inconscientes y que él predomina en los niños
y en general en los seres cuya razón es débil. Según esta hipótesis, el instinto no sería un atributo ni
del alma ni de la materia, no pertenecería al ser vivo, sino que sería un efecto de la acción directa de
los espíritus protectores invisibles, quienes reemplazarían la imperfección de la inteligencia al
provocar ciertos actos inconscientes necesarios para la preservación del ser. Sería como el andador
que sirve de sostén al niño hasta que éste aprende a caminar. Así como se suprime gradualmente el
andador a medida que el bebé aprende a sostenerse solo, así los espíritus protectores dejan a sus
protegidos solos a medida que aprenden a conducirse guiados por su propia inteligencia.
El instinto no sería, pues, el producto de una inteligencia rudimentaria e incompleta, sino el
resultado de una inteligencia extraña en la plenitud de su fuerza, inteligencia protectora que supliría
la insuficiencia de una inteligencia más joven, a la cual empujaría a realizar inconscientemente y
para su bien lo que sería incapaz de efectuar por sí sola, o bien a una inteligencia madura, pero
momentáneamente trabada en el uso de sus facultades, como ocurre en la infancia del hombre y en
los casos de idiotez y afecciones mentales.
Hay un proverbio que dice: Los niños, los locos y los borrachos poseen un dios aparte. Este
refrán es mucho más cierto de lo que se pueda suponer. Ese dios del refrán es un espíritu protector
que vela por aquellos seres imposibilitados de protegerse ellos mismos.