2. Si el mal se encontrase en los atributos de un ser especial, llamado Ahrimán o Satanás,
llegaríamos a la encrucijada siguiente: o bien ese ser sería igual a Dios y, en consecuencia, tan
poderoso como Él desde el inicio de los tiempos, o bien sería inferior.
De acuerdo con el primer supuesto, tendríamos dos poderes rivales en la lucha incesante,
cada uno intentando malograr lo que el otro hace y atacándose mutuamente. Esta hipótesis es
inconciliable con la unidad que revela el orden universal.
Según el segundo supuesto, ese ser estaría subordinado a Dios debido a su inferioridad. En
ese caso, no sería su igual desde el comienzo, sino que debió ser creado. Pues bien, sólo Dios pudo
hacerlo, pero esa creación sería incompatible con su infinita bondad, ya que habría dado vida al
espíritu del mal (El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo, cap. IX “Los
demonios”).