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EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO > LOS MILAGROS > CAPÍTULO XIV - Los fluidos > 1. Naturaleza y propiedades de los fluidos > Elementos fluídicos
Elementos fluídicos
1. La ciencia resolvió la cuestión de los milagros que derivan más particularmente del elemento material, ya sea mediante su explicación o bien demostrando que no eran posibles en función de las leyes que rigen la materia. En cambio, los fenómenos en los que prevalece el elemento espiritual, como no pueden ser explicados exclusivamente a través de las leyes de la naturaleza, escapan a las investigaciones de la ciencia. A eso se debe que tales fenómenos, más que otros, presenten los caracteres aparentes de lo maravilloso. Es, por consiguiente, en las leyes que rigen la vida espiritual donde se puede encontrar la explicación de los milagros de esa categoría.
2. Como ya se ha demostrado, el fluido cósmico universal es la materia elemental primitiva, cuyas modificaciones y transformaciones constituyen la amplia variedad de los cuerpos de la naturaleza (Véase el Capítulo X.). Como principio elemental del universo, este adopta dos estados diferentes: el de eterización o imponderabilidad, que se puede considerar el estado normal primitivo, y el de materialización o ponderabilidad, que en cierto modo es consecutivo del primero. El punto intermedio es el de la transformación del fluido en materia tangible. No obstante, aun así no existe una transición brusca, puesto que nuestros fluidos imponderables se pueden considerar como un término medio entre ambos estados. (Véase el Capítulo IV, § 10 y siguientes.)
Cada uno de esos dos estados da lugar, naturalmente, a fenó- menos especiales: al segundo pertenecen los del mundo visible, y al primero los del mundo invisible. Los unos, denominados fenómenos materiales, competen a la ciencia propiamente dicha; los otros, que reciben la denominación de fenómenos espirituales o psíquicos, porque están relacionados de modo especial con la existencia de los Espíritus, tienen cabida en las atribuciones del espiritismo. Sin embargo, como la vida espiritual y la corporal se hallan en contacto permanente, los fenómenos de las dos categorías a menudo se producen en forma simultánea. En el estado de encarnación, el hombre solamente puede percibir los fenómenos psíquicos relacionados con la vida corporal; los que son del dominio exclusivo de la vida espiritual escapan a los sentidos materiales, y sólo pueden ser percibidos en el estado de Espíritu.*
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* 5 La denominación de fenómeno psíquico expresa con mayor exactitud el pensamiento que la de fenómeno espiritual, si se considera que esos fenómenos se basan en las propiedades y los atributos del alma, o mejor, de los fluidos periespirituales, que son inseparables del alma. Esta calificación los vincula más íntimamente al orden de los hechos naturales regidos por leyes. Es posible, pues, admitirlos como efectos psíquicos, sin admitirlos a título de milagros. (N. de Allan Kardec.)
Cada uno de esos dos estados da lugar, naturalmente, a fenó- menos especiales: al segundo pertenecen los del mundo visible, y al primero los del mundo invisible. Los unos, denominados fenómenos materiales, competen a la ciencia propiamente dicha; los otros, que reciben la denominación de fenómenos espirituales o psíquicos, porque están relacionados de modo especial con la existencia de los Espíritus, tienen cabida en las atribuciones del espiritismo. Sin embargo, como la vida espiritual y la corporal se hallan en contacto permanente, los fenómenos de las dos categorías a menudo se producen en forma simultánea. En el estado de encarnación, el hombre solamente puede percibir los fenómenos psíquicos relacionados con la vida corporal; los que son del dominio exclusivo de la vida espiritual escapan a los sentidos materiales, y sólo pueden ser percibidos en el estado de Espíritu.*
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* 5 La denominación de fenómeno psíquico expresa con mayor exactitud el pensamiento que la de fenómeno espiritual, si se considera que esos fenómenos se basan en las propiedades y los atributos del alma, o mejor, de los fluidos periespirituales, que son inseparables del alma. Esta calificación los vincula más íntimamente al orden de los hechos naturales regidos por leyes. Es posible, pues, admitirlos como efectos psíquicos, sin admitirlos a título de milagros. (N. de Allan Kardec.)
3. En el estado de eterización, el fluido cósmico no es uniforme; sin dejar de ser etéreo, sufre modificaciones muy variadas en su género, y más numerosas tal vez que en el estado de materia tangible. Esas modificaciones constituyen diferentes fluidos que, aunque procedan del mismo principio, están dotados de propiedades especiales y dan origen a los fenómenos peculiares del mundo invisible.
Dado que todo es relativo, esos fluidos tienen para los Espíritus, que también son fluídicos, una apariencia tan material como la de los objetos tangibles para los encarnados, y son para ellos lo que son para nosotros las sustancias del mundo terrestre. Ellos los elaboran y combinan para producir determinados efectos, como hacen los hombres con sus materiales, aunque mediante procesos diferentes.
Con todo, al igual que en este mundo, solamente a los Espí- ritus más esclarecidos les es dado comprender el rol que desempe- ñan los elementos constitutivos del mundo en que se encuentran. Los ignorantes del mundo invisible son tan incapaces de explicarse a sí mismos los fenómenos de los que son testigos, y a los cuales contribuyen muchas veces en forma automática, como los ignorantes de la Tierra lo son para explicar los efectos de la luz o la electricidad, o para describir de qué modo ven y escuchan.
Dado que todo es relativo, esos fluidos tienen para los Espíritus, que también son fluídicos, una apariencia tan material como la de los objetos tangibles para los encarnados, y son para ellos lo que son para nosotros las sustancias del mundo terrestre. Ellos los elaboran y combinan para producir determinados efectos, como hacen los hombres con sus materiales, aunque mediante procesos diferentes.
Con todo, al igual que en este mundo, solamente a los Espí- ritus más esclarecidos les es dado comprender el rol que desempe- ñan los elementos constitutivos del mundo en que se encuentran. Los ignorantes del mundo invisible son tan incapaces de explicarse a sí mismos los fenómenos de los que son testigos, y a los cuales contribuyen muchas veces en forma automática, como los ignorantes de la Tierra lo son para explicar los efectos de la luz o la electricidad, o para describir de qué modo ven y escuchan.
4. Los elementos fluídicos del mundo espiritual están fuera del alcance de nuestros instrumentos de análisis y de la percepción de nuestros sentidos, adecuados para la percepción de la materia tangible y no de la materia etérea. Los hay que pertenecen a un medio diferente del nuestro, a tal punto que de ellos sólo podemos darnos una idea mediante comparaciones, tan imperfectas como aquellas por las cuales un ciego de nacimiento procura dar una idea de la teoría de los colores.
No obstante, entre esos fluidos, algunos están tan estrechamente ligados a la vida corporal que, en cierta forma, pertenecen al ámbito terrenal. A falta de una percepción directa, es posible observar sus efectos como se observan los del fluido del imán, fluido que jamás ha sido visto y acerca de cuya naturaleza se pueden obtener conocimientos de cierta precisión. Ese estudio es esencial, porque en él reside la solución de una gran cantidad de fenómenos que no se pueden explicar a través las leyes de la materia exclusivamente.
No obstante, entre esos fluidos, algunos están tan estrechamente ligados a la vida corporal que, en cierta forma, pertenecen al ámbito terrenal. A falta de una percepción directa, es posible observar sus efectos como se observan los del fluido del imán, fluido que jamás ha sido visto y acerca de cuya naturaleza se pueden obtener conocimientos de cierta precisión. Ese estudio es esencial, porque en él reside la solución de una gran cantidad de fenómenos que no se pueden explicar a través las leyes de la materia exclusivamente.
5. El punto de partida del fluido universal es el grado de pureza absoluta, de la cual nada nos puede dar una idea; el punto opuesto es su transformación en materia tangible. Entre ambos extremos se producen numerosas transformaciones, más o menos aproximadas a uno u otro. Los fluidos más próximos a la materialidad y, por consiguiente, los menos puros, constituyen lo que podemos denominar atmósfera espiritual terrestre. En ese medio, donde también son varios los grados de pureza, los Espíritus encarnados y desencarnados de la Tierra absorben los elementos necesarios para la economía de sus existencias. Por más sutiles e impalpables que nos parezcan, esos fluidos no por eso dejan de ser de naturaleza densa, en comparación con los fluidos etéreos de las regiones superiores.
Lo mismo ocurre en la superficie de todos los mundos, salvo las diferencias en la constitución y en las condiciones de vitalidad propias de cada uno. Cuanto menos material es la vida en ellos, tanto menor es la afinidad de los fluidos espirituales con la materia propiamente dicha.
La denominación de fluidos espirituales no es rigurosamente exacta, ya que en un último análisis, son siempre materia más o menos quintaesenciada. Sólo el alma o principio inteligente es realmente espiritual. Se los denomina así por comparación y, sobre todo, por la afinidad que conservan con los Espíritus. Puede decirse que son la materia del mundo espiritual, motivo por el cual se los llama fluidos espirituales.
Lo mismo ocurre en la superficie de todos los mundos, salvo las diferencias en la constitución y en las condiciones de vitalidad propias de cada uno. Cuanto menos material es la vida en ellos, tanto menor es la afinidad de los fluidos espirituales con la materia propiamente dicha.
La denominación de fluidos espirituales no es rigurosamente exacta, ya que en un último análisis, son siempre materia más o menos quintaesenciada. Sólo el alma o principio inteligente es realmente espiritual. Se los denomina así por comparación y, sobre todo, por la afinidad que conservan con los Espíritus. Puede decirse que son la materia del mundo espiritual, motivo por el cual se los llama fluidos espirituales.
6. Por otra parte, ¿quién conoce la constitución íntima de la materia tangible? Tal vez sólo sea compacta para nuestros sentidos, lo que sería probado por la facilidad con que la atraviesan los fluidos espirituales y los Espíritus, a los cuales no ofrece mayor obstáculo que el que los cuerpos transparentes ofrecen a la luz.
Puesto que tiene como elemento primitivo el fluido cósmico etéreo, debe de ser posible que la materia tangible, al disgregarse, vuelva al estado de eterización, del mismo modo que el diamante, el más duro de los cuerpos, puede volatilizarse en gas impalpable. En realidad, la solidificación de la materia es apenas un estado transitorio del fluido universal, que puede volver al estado primitivo cuando dejan de existir las condiciones de cohesión.
¿Quién sabe, incluso, si en el estado de tangibilidad la materia no es susceptible de adquirir una especie de eterización que le confiera propiedades particulares? Ciertos fenómenos, aparentemente auténticos, nos llevan a suponer que así es. Por ahora sólo conocemos las fronteras del mundo invisible; el futuro, sin duda, nos reserva el conocimiento de nuevas leyes que habrán de permitirnos comprender lo que todavía constituye un misterio para nosotros.
Puesto que tiene como elemento primitivo el fluido cósmico etéreo, debe de ser posible que la materia tangible, al disgregarse, vuelva al estado de eterización, del mismo modo que el diamante, el más duro de los cuerpos, puede volatilizarse en gas impalpable. En realidad, la solidificación de la materia es apenas un estado transitorio del fluido universal, que puede volver al estado primitivo cuando dejan de existir las condiciones de cohesión.
¿Quién sabe, incluso, si en el estado de tangibilidad la materia no es susceptible de adquirir una especie de eterización que le confiera propiedades particulares? Ciertos fenómenos, aparentemente auténticos, nos llevan a suponer que así es. Por ahora sólo conocemos las fronteras del mundo invisible; el futuro, sin duda, nos reserva el conocimiento de nuevas leyes que habrán de permitirnos comprender lo que todavía constituye un misterio para nosotros.