2. Además de las revoluciones generales, la Tierra pasó por un gran número de perturbaciones locales que cambiaron el aspecto de determinadas regiones. Como en las otras oportunidades, dos causas contribuyeron a ello: el fuego y el agua.
El fuego: ya fuese por las erupciones volcánicas que sepultaron bajo espesas capas de cenizas y lava los terrenos circundantes, haciendo desaparecer ciudades junto con sus habitantes. Así como por temblores de tierra o por levantamientos de la corteza sólida, expulsando las aguas hacia comarcas más bajas. Ya por el hundimiento de esta misma corteza en ciertos lugares, en una extensión más o menos vasta, donde las aguas se precipitaron dejando otros terrenos al descubierto. Así es como del seno del océano surgieron islas, mientras que otras desaparecieron; como porciones de continentes se separaron y formaron islas y como los brazos de mar puestos a seco unieron islas a los continentes.
El agua: ya fuese por irrupción o retiro del mar en ciertas costas, o bien por la formación de represas que, al detener el curso de las aguas, formaron lagos. Así como por los desbordamientos y las inundaciones o por los cúmulos terreros formados en la desembocadura de los ríos. Estos cúmulos, al expulsar al mar, crearon nuevas regiones: tal es el origen del delta del Nilo, o Bajo Egipto, y del delta del Ródano, o de la Camarga.