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CAPÍTULO IV - Papel de la Ciencia acerca del Génesis
1. La historia del origen de casi todas las civilizaciones se confunde con la historia de sus
religiones, razón por la cual sus primeros libros han sido religiosos. Pero como todas las religiones
se enlazan con el principio de las cosas, que es también el de la Humanidad, dieron sobre la
formación del Universo explicaciones que variaron según el estado de los conocimientos de su
tiempo. De ahí que los primeros textos sacros hayan sido al mismo tiempo libros de ciencia y,
durante mucho tiempo, los únicos códigos de leyes civiles.
2. En los tiempos primitivos, los medios de observación eran imperfectos, las primeras
teorías acerca del sistema planetario estaban plagadas de errores. Pero aunque esos medios hubiesen
sido tan completos como lo son hoy, los hombres no hubiesen sabido servirse de ellos: necesitaban
el fruto del desarrollo de la inteligencia y del conocimiento avanzado de las leyes de la Naturaleza.
A medida que el hombre adelantó en el conocimiento de esas leyes, penetró los misterios de
la Creación y rectificó las ideas que había forjado sobre el origen de las cosas.
3. El hombre fue impotente para resolver el problema de la Creación hasta tanto la ciencia
no le tendió la mano. Fue preciso que la Astronomía le abriese las puertas del espacio infinito y le
dejase escudriñar sus inmensidades; el cálculo le permitiese determinar con rigurosa precisión el
movimiento, posición, volumen, naturaleza y papel de los cuerpos celestes; que la Física le revelase
las leyes de gravedad, del calor, la luz y la electricidad; que la Química le enseñase las
transformaciones de la materia; la Minerología los materiales que forman la corteza del planeta y la
Geología le enseñase a leer en los estratos terrestres la formación gradual de nuestro globo. La
Botánica, la Zoología, la Paleontología y la Antropología le iniciarán en lo que respecta al
parentesco y sucesión de los seres organizados; la Arqueología le enseñaría a seguir las huellas de la
Humanidad a través de las edades. Todas las ciencias, en suma, complementándose mutuamente,
aportarían su acervo indispensable para el conocimiento de la historia terrestre. Mientras ellas no
existían el hombre sólo podía guiarse por sus primeras hipótesis.
Antes de que el hombre tomase posesión de estos elementos de apreciación, el razonamiento
de los estudiosos del génesis se topaba con imposibilidades materiales, giraba en un mismo círculo
de ideas sin posibilidad de encontrar la salida. Sólo cuando la ciencia avanzó, abriendo una brecha
en el vetusto edificio de las creencias, todo cambió de aspecto y se logró marchar sin tropiezos. Una
vez hallado el hilo conductor, las dificultades se allanaron rápidamente. En vez de un génesis
imaginario se estableció un génesis positivo y, en cierta forma, experimental. El campo del
Universo se extendió hasta lo infinito. Se conoció cómo se formaron gradualmente la Tierra y los
astros, conforme a las leyes eternas e inmutables que testimonian mucho mejor la grandeza y
sabiduría divina que una creación milagrosa salida de súbito de la nada, por una idea repentina de la
Divinidad, después de una eternidad de inactividad.
Ya que es imposible entender el génesis sin los datos que ofrece la ciencia, se puede decir
con toda autenticidad que la ciencia es la encargada de explicar el génesis según las leyes de la
Naturaleza.
4. En el grado de adelanto en que se encuentra la ciencia actual, ¿ha logrado resolver todos
los problemas que suscita el génesis?
La respuesta es negativa. Pero, sin embargo, es indudable que destruyó definitivamente
todos los errores capitales, sentando su base sobre datos ciertos. Los puntos aún no aclarados son
los de menor importancia, y la solución de ellos, sea cual fuere, no perjudicará al conjunto. Por lo
demás, a pesar de los elementos que tuvo a su disposición, le faltó hasta hoy un elemento
importante, sin el cual la obra no podía completarse.
5. De todos los génesis antiguos, el de Moisés es el que más se aproxima a los hallazgos de
la ciencia moderna, a pesar de los errores que contiene, demostrables hoy hasta la evidencia.
Algunos de los errores son más aparentes que reales y se han originado en la falsa interpretación
que se dio a ciertas palabras, cuyo significado primitivo se perdió al pasar de una lengua a otra, con
la traducción, o en palabras cuya acepción cambió junto con los hábitos del pueblo, pasando de la
forma alegórica particular al estilo oriental, tomándose la acepción al pie de la letra en vez de
buscársele el sentido.
6. La biblia cuenta hechos que el razonamiento científico actual no puede aceptar u otros
que nos son extraños y que rechazamos porque se refieren a costumbres que no armonizan con las
nuestras. Sin embargo, seríamos parciales si no reconociésemos que encierra cosas grandes y
hermosas. La biblia esconde verdades sublimes tras sus numerosísimas alegorías. Si hurgamos en
ellas el absurdo desaparece y surge la verdad.
¿Por qué no se levantó antes el velo? En parte por la falta de los conocimientos que sólo la
ciencia y la filosofía sana podían brindar, así como por el principio de inmutabilidad absoluta de la
fe, consecuencia directa del acatamiento ciego a lo que está escrito, ante lo que la razón debía
inclinarse por temor a comprometer el andamiaje de creencias levantado sobre su sentido literal. Se
temió que si se rompía un anillo de la cadena, todos los demás sufrirían igual suerte. Y fue por esa
razón que no se quiso ver: pero cerrar los ojos ante el peligro no basta para evitarlo. Cuando un
edificio se tambalea es más prudente reemplazar enseguida las piedras a punto de desplomarse por
otras nuevas, y no esperar por respeto a su vetustez que el mal no tenga remedio y se haga necesario
reconstruirlo totalmente.
7. La ciencia escudriñó las entrañas de la Tierra y las profundidades del cielo y demostró de
una manera indiscutible los errores contenidos en el Génesis de Moisés, así como también la
imposibilidad material de que las cosas hayan pasado tal cual son relatadas en el texto, asestando
con ello un duro golpe a las creencias seculares. La fe ortodoxa se conmovió, porque creyó que
destruirían sus cimientos. Pero, ¿quién tiene razón: la ciencia que camina de manera prudente y
continua sobre el terreno sólido de las cifras y la observación, sin afirmar nada antes de probarlo, o
un relato escrito cuando los medios de observación no existían? ¿Quién dice la verdad: el que
afirma que dos más dos son cinco y no acepta verificar, o el que manifiesta que dos más dos son
cuatro y lo prueba?
8. Si la biblia fuese una revelación divina, ¿debemos pensar que Dios se equivocó? Si no lo
es, ya no posee más autoridad, y la religión se derrumbaría por carecer de base.
Se presenta esta opción: o bien la ciencia está equivocada, o bien está en lo cierto. Si tiene
razón su opinión, la contraria no podrá ser verdadera, así como no hay revelación que pueda
prevalecer sobre la autoridad de los hechos.
Dios, que es todo verdad, no puede inducir a los hombres al error, ni a sabiendas ni
ignorándolo, pues entonces no sería Dios. Si los hechos contradicen las palabras que se le atribuyen,
deducimos por lógica que Él no las ha pronunciado o que han sido mal comprendidas.
Si la religión sufre por estas contradicciones, el error no es de la ciencia, la cual no puede
evitar que aquello que es deje de serlo, sino de los hombres, por haber creado prematuramente
dogmas absolutos y convertido ciertas hipótesis, susceptibles de ser desmentidas por la experiencia,
en una cuestión de vida o muerte.
Hay que resignarse a sacrificar ciertas cosas cuando no es posible actuar de diferente modo.
El mundo avanza, la voluntad de unos pocos no basta para detenerlo. La actitud más sabia es seguir
a ese progreso y saber amoldarse al nuevo estado de cosas. No hay que aferrarse a un pasado que se
derrumba si no se quiere correr el riesgo de caerse con él.
9. ¿Es justo imponer silencio a la ciencia por respeto a los textos considerados sacros?
Hubiese sido algo tan imposible como intentar que la Tierra deje de girar. Ninguna religión jamás
progresó positivamente sosteniendo errores manifiestos. La misión de la ciencia es descubrir las
leyes de la Naturaleza. Como estas leyes son obra de Dios, no pueden ser contrarias a las religiones
que se basan en la verdad. Anatematizar al progreso como perjudicial para la religión es lanzar el
anatema contra la obra de Dios. Además, ello sería inútil, ya que todas las maldiciones del mundo
no impedirán que la ciencia avance ni que la verdad salga a la luz. Si la religión rehúsa caminar al
lado de la ciencia, ésta marchará sola.
10. Sólo las religiones estacionarias pueden temer a las conquistas de la ciencia, dado que estos adelantos sólo son funestos para aquellas creencias que se distancian de las ideas progresistas y se inmovilizan en el absolutismo de sus dogmas. En general, poseen una idea tan mezquina de Dios que no llegan a comprender que si esas creencias asimilaran las leyes de la Naturaleza reveladas por la ciencia, ello sería glorificar a Dios en sus obras. Mientras que con su ceguera prefieren honrar al espíritu del mal. La religión que no contradiga las leyes de la Naturaleza no tiene nada que temer del progreso, puesto que es invulnerable.
11. El génesis comprende dos partes: la historia de la formación del mundo material y la
historia de la Humanidad en su doble principio: espiritual y corporal. La ciencia se limitó a la
búsqueda de las leyes que gobiernan a la materia, y aun en el mismo nombre sólo estudió su
envoltura corporal. Desde ese punto de vista, llegó a determinar con gran precisión las principales
partes del mecanismo del Universo y del organismo humano. Gracias a esa labor, de importancia
capital, pudo completar el Génesis de Moisés y rectificar sus errores.
Mas la historia del hombre, considerado como ser espiritual, se asimila a un orden especial
de ideas que no son del dominio de la ciencia, motivo por el cual no han sido objeto de sus
investigaciones. Entran en la órbita del estudio de la filosofía. Pero ésta sólo formuló sistemas
contradictorios, partiendo de la espiritualidad pura hasta llegar a la negación del principio espiritual,
e incluso a Dios mismo, sin otras bases que las ideas personales de sus autores y dejando el
problema sin solucionar.
12. Sin embargo este problema es para el hombre el más importante, ya que se relaciona con
su pasado y también con su futuro. El problema del mundo material le toca sólo indirectamente. Lo
que más le interesa saber es dónde viene y hacia dónde va, si ya ha vivido y si vivirá otra vez, así
como la suerte que le está destinada.
Sobre estos interrogantes la ciencia guarda silencio. En cuanto a la filosofía, si bien sus
opiniones son contradictorias, al menos abren una discusión al respecto, y ésa es la razón por la que
muchas personas se ubican junto a ella, prefiriéndola antes que a la religión, que no ofrece ninguna
oportunidad de libre examen.
13. Todas las religiones están acordes en algo: la existencia el alma, aunque no la
demuestren. Mas no se ponen de acuerdo sobre su origen, su pasado, su porvenir, ni tampoco -y he
aquí lo esencial- sobre las condiciones de las que depende su suerte futura. En su mayoría, imponen
un determinado cuadro del futuro a sus fieles que sólo pueden admitirse por la fe ciega, pero que no
tolera un análisis serio. En sus dogmas, el destino del alma está ligado a las ideas que del mundo
material y del mecanismo del Universo se tenían en los tiempos primitivos, lo que resulta
inconciliable con el estado actual de los conocimientos. No resistiría ni al examen ni a la discusión,
motivo por el que proscriben a uno y a otra.
14. La duda y la incredulidad nacieron de estas divergencias, en las que se juega el porvenir
del hombre. La incredulidad hace a la vida penosa. El hombre enfrenta con ansiedad al desconocido
mundo al cual más tarde o más temprano deberá ingresar. La idea de la nada le angustia. Su
conciencia le dice que más allá del presente hay algo esperándolo, ¿pero qué? Su razonamiento, ya
maduro, le impide seguir aceptando las historias que acunaron su infancia y no puede tampoco
seguir tomando alegorías por realidades. ¿Cuál es el sentido de estas alegorías? La ciencia rasgó el
velo, mas sólo en parte, pues no le ha revelado todavía lo que más le interesa conocer. Pregunta en
vano, pero no tiene respuesta pronta ni apropiada para apaciguar sus aprensiones. Por doquier ve
cómo se contradicen la afirmación y la negación, sin que ambas posiciones antagónicas estén en
condiciones de presentar pruebas positivas en favor de sus concepciones. De ello nace la
incertidumbre, y esa incertidumbre, en lo que atañe a la vida futura, hace que el hombre se vuelque
con un cierto delirio sobre las cosas de la vida material.
Es el inevitable efecto de las épocas de transición: el edificio del pasado se derrumbó ya, y
el del futuro aún no se levantó. Podemos comparar al ser humano como el adolescente que no posee
ya las creencias inocentes de sus primeros años, mas no es dueño aún de los conocimientos propios
del mundo adulto: sólo cuenta con vagas aspiraciones que no sabe definir.
15. Si el problema del hombre como ente espiritual es todavía hoy una mera teoría, se debe
sin duda a la falta de medios directos de observación, los cuales, en cambio, se han tenido para
estudiar al mundo material. El terreno, por ello, permaneció virgen para nuevas concepciones. El
hombre anduvo errante de sistema en sistema, hasta que descubrió las leyes que gobiernan a la
materia y aplicó el método experimental. En el orden moral, ocurrió lo mismo que en el orden
material. Para fijar las ideas faltó el elemento esencial: el conocimiento de las leyes del principio
espiritual. Ese conocimiento estaba reservado a nuestra época, como el descubrimiento de las leyes
de la materia fue obra de los dos últimos siglos.
16. Hasta el presente, el estudio del principio espiritual, comprendido en la metafísica, fue
puramente especulativo y teórico. En el Espiritismo este estudio es experimental. Con la ayuda de la
mediumnidad, mejor estudiada y más generalizada y desarrollada en nuestros días que en el pasado,
el hombre se encuentra en posesión de un nuevo medio de observación. La facultad mediúmnica ha
sido para el mundo espiritual lo que el telescopio para el mundo sideral o el microscopio para el
mundo de los microorganismos. Ha permitido explorar y estudiar de visu sus relaciones con el
mundo corporal, aislar en el hombre vivo al ser inteligente del ser material y verlos actuar
separadamente. Una vez relacionado con los habitantes de ese mundo, se ha podido seguir al alma
en su camino ascendente, en sus migraciones, en sus transformaciones, en una palabra, se ha podido
estudiar al elemento espiritual. Eso era lo que les faltaba a los estudiosos del génesis para
comprender y rectificar los errores.
17. El mundo material y el espiritual están en contacto incesantemente, son solidarios entre
sí, los dos tienen su parte activa en el génesis. Sin el conocimiento de las leyes que rigen al mundo
espiritual sería imposible tener una concepción integral del génesis, así como al escultor le escapa a
sus posibilidades el dar vida a una estatua. Sólo en nuestros días, aunque ni la ciencia de lo material
ni tampoco la de lo espiritual hayan pronunciado la última palabra, el hombre posee los dos
elementos necesarios para arrojar luz sobre este difícil problema. Eran necesarias ambas llaves para
llegar a una solución, si bien aproximada.