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EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO > EL GÉNESIS > CAPÍTULO III - El Bien y El Mal > Origen del bien y del mal > 8
8. Se puede decir que el mal es la ausencia del bien, como el frío es la ausencia del calor. El
mal no es un atributo distinto, como el frío no es un fluido especial: uno es la parte negativa del
otro. Donde el bien no existe, allí, forzosamente reina el mal. No hacer el mal es ya el comienzo del
bien. Dios sólo desea el bien, el mal proviene exclusivamente del hombre. Si existiese en la
Creación un ser encargado del mal, nadie podría evitarlo. Pero la causa del mal está en el hombre
mismo y, como éste posee el libre arbitrio y la guía de las leyes divinas, lo podrá evitar cuando así
lo desee.
Tomemos un ejemplo simple como comparación. Un propie tareo sabe que en su campo hay
un lugar lleno de peligros y que quien en él se aventure podrá resultar herido o incluso morir. ¿Qué
hace, pues, para evitar posibles accidentes? Coloca cerca del sitio un cartel con la prohibición
escrita de no entrar en él en razón del peligro existente. La adversidad es sabia y previsora. Pero, si
pese al aviso, un imprudente hace caso omiso de la advertencia y entra, sucediéndole alguna
desgracia, ¿a quién va a culpar si no es a sí mismo?
Lo mismo sucede con respecto al mal: el hombre lo evitaría si respetase las leyes divinas.
Por ejemplo: Dios puso un límite para la satisfacción de las necesidades. La saciedad le advierte,
mas si a pesar de ella el hombre pasa el límite, lo hace voluntariamente. Las enfermedades y la
muerte que podrán acaecerle son producto de su imprevisión y no un hecho que pueda ser atribuido
a Dios.