5. La formación de las nubes por evaporación de las aguas era desconocida. Nadie en
aquella época podía imaginarse que la lluvia que cae del cielo tuviese su origen en la Tierra, ya que
no se veía al agua subir. De ahí proviene la creencia en la existencia de aguas superiores y aguas
inferiores, fuentes celestes y fuentes terrestres, depósitos ubicados en las regiones altas: suposición
que concordaba perfectamente con la idea de una bóveda capaz de mantenerlos. Las aguas
superiores se escapaban por las fisuras de la bóveda y caían en forma de lluvia, la cual, según la
amplitud de las aberturas, era escasa o torrencial.