EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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21. No cabe duda de que es posible –se dirá– evitar a los hombres a los que se sabe malintencionados. Pero ¿cómo evitaremos la influencia de los Espíritus malos que pululan alrededor nuestro y se insinúan por todas partes sin que los veamos?


El medio es muy simple, porque depende de la voluntad del hombre mismo, que lleva en sí la necesaria prevención. Los fluidos se combinan de acuerdo con la semejanza de su naturaleza; los opuestos se repelen; existe incompatibilidad entre los fluidos buenos y los malos, así como entre el aceite y el agua.


¿Qué se hace cuando el aire está viciado? Se procede a su saneamiento, se lo depura destruyendo el foco de los miasmas, expulsando los efluvios malsanos mediante las corrientes más fuertes de aire salubre. Contra la invasión de los fluidos malos es preciso que se opongan los fluidos buenos, y como cada uno tiene en su propio periespíritu una fuente fluídica permanente, todos son portadores del remedio. Sólo se trata de depurar esa fuente y de darle cualidades tales que se constituya en un repelente de las malas influencias, en vez de que sea una fuerza de atracción. El periespíritu, por lo tanto, es una coraza a la que se le debe dar el mejor temple posible. Ahora bien, como sus cualidades se corresponden con las cualidades del alma, es preciso trabajar en su mejoramiento, visto que son las imperfecciones del alma las que atraen a los Espíritus malos.


Las moscas son atraídas por los focos de putrefacción; destruid esos focos, y ellas desaparecerán. Lo mismo sucede con los Espíritus malos, que van hacia donde el mal los atrae; eliminad el mal, y ellos se alejarán. Los Espíritus realmente buenos, encarnados o desencarnados, no tienen nada que temer de la influencia de los Espíritus malos.