8. Dios consuela a los humildes y da fuerza a los afligidos que se la piden. Su
poder cubre la tierra, y en todas partes al lado de una lágrima, hay un bálsamo que
consuela. El sacrificio y la abnegación son una continua oración y encierran una
enseñanza profunda: la sabiduría humana reside en esas dos palabras. Que todos los
espíritus que sufren puedan comprender esta verdad, en vez de clamar contra los dolores
y los sufrimientos morales que son vuestro lote en la tierra. Tomad, pues, por divisa,
estas dos palabras: "sacrificio y abnegación", y seréis fuertes, porque ellas resumen
todos los deberes que imponen la caridad y la humildad. El sentimiento del deber cumplido
os dará el reposo del espíritu y la resignación. El corazón late mejor, el alma se
calma y el cuerpo no desfallece: porque el cuerpo sufre tanto más cuanto el espíritu está
más profundamente herido. (El Espíritu de Verdad. Havre, 1863.)