7. Soy el gran médico de las almas y vengo a traeros los remedios que
deben
curarlas; los débiles, los que sufren y los enfermizos, son mis hijos
predilectos, y vengo a
salvarles. Venid, pues, a mí, todos los que sufrís y estáis cargados, y
seréis aliviados y
consolados; no busquéis en otra parte la fuerza y el consuelo, porque el
mundo es
impotente para daros estas cosas. Dios hace un llamamiento a vuestros
corazones por
medio del Espiritismo: escuchadle. Que la impiedad, la mentira, el error
y la incredulidad, sean extirpados de vuestras almas doloridas;
estos son monstruos que chupan vuestra más pura sangre, y os hacen
llagas casi siempre
mortales. En el porvenir, humildes y sumisos al Criador, practicaréis su
ley divina. Amad
y orad; sed dóciles a los espíritus del Señor, invocadle en el fondo de
vuestro corazón, y
entonces os enviará a su hijo muy querido para instruiros y deciros
estas buenas
palabras: Heme aquí; vengo a vosotros, porque me habéis llamado. (El
Espíritu de
Verdad. Bordeaux, 1861.)