EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
18. Los lazos de familia no son destruidos por la reencarnación como creen ciertas personas; al contrario, se fortifican y estrechan: el principio opuesto es el que los destruye.

Los espíritus en el espacio forman grupos o familias unidas por el afecto, la simpatía y la semejanza de inclinaciones; esos espíritus felices porque están juntos, se buscan; la encarnación sólo les separa momentáneamente, porque después que vuelven a la erraticidad se encuentran como los amigos al regresar de un viaje. También se siguen muchas veces en la encarnación, en la que se reúnen en una misma familia, o en un mismo centro, trabajando juntos para su mutuo adelanto. Si los unos están encarnados y los otros no, no están menos unidos por el pensamiento; los que están libres velan por los que están cautivos; los más adelantados procuran hacer progresar a los rezagados. Después de cada existencia, han dado un paso en el camino de la perfección; cada vez menos unidos a la materia, su afecto es más vivo, por lo mismo que es más puro, y que ya no es turbado por el egoísmo ni por la obscuridad de las pasiones. De este modo pueden recorrer un número ilimitado de existencias corporales, sin que nada perturbe su mutuo afecto. S

e comprende que hablamos ahora del afecto real de alma a alma, único que sobrevive a la destrucción del cuerpo, porque los seres que no se unen en la tierra sino por los sentidos, no tienen ningún motivo de buscarse en el mundo de los espíritus. Sólo son duraderos los afectos espirituales; los carnales se extinguen con la causa que los ha ocasionado, pero esta causa no existe en el mundo de los espíritus, mientras que el alma existe siempre. En cuanto a las personas unidas por el sólo móvil del interés, no son realmente nada la una para la otra; la muerte las separa en la tierra y en el cielo.