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EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo > PRIMERA PARTE > CAPÍTULO XI - De la prohibición de evocar a los muertos > 12
12. Pero aquí se presenta otro inconveniente. Si las almas que están en la beatitud no pueden dejar su morada afortunada para venir en socorro de los mortales, ¿por qué invoca la iglesia la asistencia de los santos, que deben gozar de la más grande suma posible de beatitud? ¿Por qué dice a los fieles que les invoquen en las enfermedades, en las aflicciones y para preservarse de las calamidades? ¿Por qué, según ella, los santos, la misma Virgen, vienen a mostrarse a los hombres y a hacer milagros? Dejan, pues, el cielo para venir a la tierra. Si los que están en lo más alto de los cielos pueden dejarle, ¿por qué no podrán hacerlo los que están menos elevados?