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EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo > PRIMERA PARTE > CAPÍTULO IV - El Infierno > Cuadro del infierno cristiano > 14
14. Dijimos con razón que el infierno de los cristianos había sobrepujado al de los paganos. En el Tártaro se ve, en efecto, a los culpables atormentados por los remordimientos, siempre cara a cara de sus crímenes y de sus víctimas, agobiados por aquellos a quienes agobiaron viviendo. Se les ve huir de la luz que les penetra y procuran en vano ocultarse a las miradas que los persiguen, se rebaja y humilla el orgullo. Todos llevan el sello de su pasado, todos son castigados por sus propias faltas, hasta del extremo de que para algunos, basta entregarlos a sí mismos y se cree inútil añadir otros castigos. Pero son almas con un cuerpo fluídico, imagen de su existencia terrestre. No se ve allí que los hombres vuelvan a tomar su cuerpo carnal para sufrir materialmente, ni el fuego penetra bajo su piel para saturarla hasta los tuétanos, ni el lujo y el refinamiento de los suplicios que constituyen la base del infierno cristiano. Se hallan allí jueces inflexibles, pero justos, que proporcionan la pena a la gravedad de la culpa, mientras que en el imperio de Satanás, todo está confundido en los mismos tormentos, todo está basado en la materialidad: hasta la equidad está desterrada de allí. Sin duda que tiene hoy la misma iglesia muchos hombres de buen sentido que no admiten esos hechos literalmente, viendo en ellos sólo alegorías que son necesario interpretar. Pero su opinión sólo es individual y no tiene fuerza de ley. La creencia en el infierno material con todas sus consecuencias no deja de ser aún un artículo de fe.