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EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo > PRIMERA PARTE > CAPÍTULO I - El porvenir y la nada > 13
13. Si la religión, apropiada en un principio a los conocimientos limitados de los hombres,
hubiese seguido siempre el movimiento progresivo del espíritu humano, no habría incrédulos,
porque está en la del hombre la necesidad de creer, y creerá si se le da un alimento espiritual en
armonía con sus necesidades intelectuales.
El hombre quiere saber de dónde viene y a dónde va. Si se le señala un fin que no
corresponda ni a sus aspiraciones ni a la idea que se forma de Dios, ni a los datos positivos que le
suministre la ciencia; si además se le imponen para alcanzarlo condiciones cuya utilidad no admite
su razón, todo lo rechaza. El materialismo y el panteísmo le parecen aún más racionales, porque en
ellos se discute y se raciocina. Es un raciocinio falso, es verdad, pero prefiere razonar en falso a
dejar de razonar. Pero que se le presente un porvenir con condiciones lógicas, digno en todo de la
grandeza, de la justicia y de la infinita bondad de Dios, y abandonará el materialismo y el
panteísmo, cuyo vacío siente en su fuero interno, y que admitió únicamente por no saber nada
mejor.
El Espiritismo da algo mejor, y por eso es acogido tan fervorosamente por todos aquellos a
quienes atormenta la punzante incertidumbre de la duda, y que no encuentran ni en las creencias ni
en las filosofías vulgares lo que buscan. Tiene a su favor la lógica del raciocinio y la sanción de los
hechos, y por esto se le ha combatido inútilmente.