EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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Francisco Simón Louvet (Del Havre)

La comunicación siguiente fue dada espontáneamente en una reunión espiritista en El Havre, el 12 de febrero de 1863.


“¡Tened piedad de un pobre miserable que sufre hace mucho tiempo los más crueles tormentos! ¡Oh! ¡El vacío..., el espacio..., caigo, caigo, socorro!.... ¡Dios mío, tuve una vida tan miserable!... Era un pobre diablo, sufrí a menudo el hambre en mi vejez, por esto me entregaba a la bebida y me. avergonzaba y disgustaba de todo... He querido morir, y me he arrojado... ¡Oh! Dios mío, ¡qué momento!... ¿Por qué, pues, tener deseo de acabar cuando estaba tan cerca del término? ¡Rogad! Para que no vea siempre este vacío debajo de mí ... ¡Voy a destrozarme contra estas piedras!...


“Os lo suplico a vosotros, que tenéis conocimiento de las miserias de los que no están en la Tierra. A vosotros me dirijo, aunque no me conozcáis, porque sufro tanto... ¿Por qué queréis pruebas? Sufro, ¿no es esto bastante? Si tuviese hambre en lugar de este sufrimiento más terrible pero invisible para vosotros, no vacilaríais en aliviarme dándome un pedazo de pan. Os pido que oréis por mí... No puedo permanecer más tiempo... Preguntad a uno de estos felices que están aquí y sabréis quién era yo. Rogad por mí.”
Francisco S. Louvet


El guía del médium:


“El que acaba de dirigirse a ti, hijo mío, es un pobre desgraciado que tenía una prueba de miseria en la Tierra, pero el disgusto le dominó. Le ha faltado el valor, y el infortunado, en lugar de mirar a lo alto, como debía hacerlo, se entregó a la embriaguez, descendió a los últimos límites de la desesperación, y puso un término a su triste prueba, arrojándose de la torre de Francisco I el 22 de julio de 1857. Tened piedad de su pobre alma, que no es adelantada, pero que tiene, sin embargo, bastante conocimiento de la vida futura para sufrir y desear una nueva prueba. Rogad a Dios le conceda esta gracia, y haréis una buena obra.”


Habiéndose hecho investigaciones, se encontró en el Diario del Havre del 22 de julio de l557, un artículo cuyo extracto es el siguiente:


“Ayer a las cuatro, los que paseaban en el muelle fueron impresionados dolorosamente por un horrible accidente: un hombre se arrojó de la torre y se destrozó contra las piedras. Es un viejo barquero, cuyas inclinaciones a la embriaguez le han conducido al suicidio. Se llama Francisco Víctor Simón Louvet. Su cuerpo fue trasladado a la casa de una de sus hijas, calle de la Cordería. Tenía setenta y siete años de edad.”


¡Seis años hace que este hombre murió y se ve siempre cayendo de la torre, yendo a destrozarse contra las piedras. Se espanta del vacío que tiene debajo de sí, se encuentra en los terrores de la caída... ¡y hace seis años! ¿Cuánto durará esto? No sabe nada, y esta incertidumbre aumenta sus angustias.


¿No equivale esto al infierno y sus llamas? ¿Quién ha revelado esos castigos? ¿Se los ha inventado? No, los mismos que los sufren son los que vienen a describirlos, como otros describen sus goces. Muchas veces lo hacen espontáneamente, sin que se piense en ellos, lo que excluye la idea de que somos juguete de nuestra propia imaginación.