SEGUNDA PARTE - EJEMPLOS
CAPITULO I - El tránsito
CAPÍTULO II - Espíritus felices
El Sr. Sanson
El Sr. Sanson, antiguo miembro de la Sociedad Espiritista de París, murió el 21 de abril de 1862, después de un año de crueles sufrimientos. Previendo su fin, dirigió al presidente de la sociedad una carta que contenía el párrafo siguiente:
“En el caso de sorpresa por la desagregación de mi alma del cuerpo, tengo el honor de recordaros una súplica que ya os hice hará aproximadamente un año atrás. Ésta es la de evocar mi espíritu lo más pronto posible y lo más a menudo que juzguéis a propósito, a fin de que, miembro bastante inútil de nuestra sociedad durante mi presencia sobre la Tierra, pudiese servirla de alguna utilidad en ultratumba, dándole los medios de estudiar fase por fase en estas evocaciones las diversas circunstancias que siguen a lo que el vulgo llama la muerte, pero que para nosotros, espiritistas, no es más que una transformación, según las miras impenetrables de Dios, pero siempre útil al fin que se propone.
“Además de esta autorización y súplica de hacerme el honor de esta especie de autopsia espiritual, que mi escaso adelanto como espíritu quizás hará estéril, en cuyo caso vuestra prudencia os inclinará naturalmente a no ir más lejos de cierto número de ensayos, me tomo la libertad de rogaros personalmente, así como a todos mis colegas, tengan la bondad de suplicar al Todopoderoso permita a los buenos espíritus me asistan con sus consejos benévolos, en particular San Luis, nuestro presidente espiritual, al objeto de guiarme en la elección y época de otra encarnación. Porque ahora esto ya me ocupa mucho, temo equivocarme sobre mis fuerzas espirituales y pedir a Dios demasiado pronto y presuntuosamente un estado corporal en el cual no pudiese justificar la bondad divina, lo que en lugar de servir para mi adelanto, prolongaría mi situación sobre la Tierra o en otra parte, si desfalleciera en mi prueba.”
Para cumplir mejor con su deseo de ser evocado lo más pronto posible después de su fallecimiento, pasamos con algunos miembros de la sociedad a la casa mortuoria, y en presencia del cuerpo tuvo lugar la conversación siguiente, una hora antes de la inhumación. Teníamos en esto un doble objeto: el de cumplir su voluntad postrera y el de observar una vez más la situación del alma en un momento tan inmediato a la muerte, y esto en un hombre eminentemente inteligente e ilustrado, y profundamente penetrado de las verdades espiritistas. Íbamos a probar la influencia de estas creencias sobre el estado del espíritu, recogiendo sus primeras impresiones. Nuestra esperanza no fue vana. El Sr. Sanson describió con perfecta lucidez el instante de la transición. Él se ha visto morir y se ha visto renacer, circunstancia poco común y que dependía de la elevación de su espíritu.
I
Habitación mortuoria. 23 de abril de 1862
1. Evocación. Vengo a vuestro llamamiento para cumplir mi promesa.
2. Mi querido Sr. Sanson, tenemos un deber y un placer en evocaros lo más pronto posible después de vuestra muerte, tal como lo deseabais. R. Es un favor especial de Dios que permite a mi espíritu el poder comunicarse. Os doy las gracias por vuestra buena voluntad, pero estoy débil y tiemblo.
3. Sufríais tanto, que pienso podemos preguntaros cómo os encontráis ahora. ¿Os resentís todavía de vuestros dolores? ¿Qué sensación tenéis, comparando vuestra situación presente con la de hace dos días? R. Mi situación es muy feliz, porque no siento ninguno de mis antiguos dolores. Estoy regenerado y reparado de nuevo, como decís entre vosotros. La transición de la vida terrestre a la vida de los espíritus, al principio me lo había hecho todo incomprensible, porque permanecemos algunas veces muchos días sin recobrar nuestra lucidez. Pero antes de morir, hice una súplica a Dios para pedirle poder hablar a los que amo, y Dios me ha escuchado.
4. ¿Al cabo de cuánto tiempo habéis recobrado la lucidez de vuestras ideas? R. Al cabo de ocho horas. Dios, os lo repito. me había dado una señal de su bondad. Me juzgó bastante digno, y nunca podré darle suficientemente las gracias.
5. ¿Estáis bien seguro de que no pertenecéis a nuestro mundo? ¿En qué fundáis vuestra seguridad? R. ¡Oh, ciertamente! No, no soy de vuestro mundo, pero estaré siempre cerca de vosotros, para protegeros y sosteneros, a fin de predicar la caridad y la abnegación, que fueron los guías de mi vida, y después enseñaré la fe verdadera, la fe espiritista, que debe levantar la creencia del justo y del bueno. Soy fuerte, muy fuerte, transformado, en una palabra. No reconoceríais al viejo enfermizo que debía olvidarlo todo, echando muy lejos de sí el placer y la alegría. Soy espíritu, mi patria es el espacio, y mi porvenir Dios, que irradia en la inmensidad. Bien quisiera hablar a mis hijos, porque les enseñaría lo que todavía no han tenido la voluntad de creer.
6. ¿Qué efecto os hace experimentar la vista de vuestro cuerpo, que está a nuestro lado? R. ¡Mi cuerpo, pobre e ínfimo despojo, tú debes ir al polvo, y yo conservo el recuerdo de todos los que me estimaban! ¡Miro esta pobre carne, disforme envoltura de mi espíritu, prueba de tantos años! ¡Gracias, pobre cuerpo mío! Tú has purificado mi espíritu, y el sufrimiento, diez veces santo, me ha proporcionado un lugar bien merecido, puesto que encuentro enseguida la facultad de hablaros.
7. ¿Habéis conservado vuestras ideas hasta el último momento? R. Sí. mi espíritu ha conservado sus facultades. No veía, pero presentía. Toda mi vida se ha descorrido ante mi memoria, y mi último pensamiento, mi última plegaria ha sido el poder hablaros, lo que hago, y luego he pedido a Dios que os proteja, a fin de que el sueño de mi vida se cumpliera.
8. Tuvisteis conciencia del momento en que vuestro cuerpo dio el último suspiro? ¿Qué es lo que os ha pasado en aquel momento? ¿Qué sensación habéis tenido? R. La vida se rompe, y la vista, o mejor dicho, la vida del espíritu se apaga, se encuentra el vacío, lo desconocido, y llevado no sé por qué efecto, se encuentra uno en un mundo donde todo es alegría y grandeza. No sentía, no me daba cuenta, y sin embargo una dicha inefable me llenaba. No sentía la opresión del dolor.
9. ¿Tenéis conocimiento... (de lo que me propongo leer sobre vuestra tumba)?
Apenas pronunciadas las primeras palabras de la pregunta, el espíritu respondió, antes de dejar concluir. Respondió, además, sin preguntárselo, a una discusión que se había promovido entre los asistentes, sobre la oportunidad de leer esta comunicación en el cementerio, en razón de las personas que podrían no participar de estas opiniones.
R. ¡Oh! Amigo mío, lo sé, porque os vi ayer y os veo hoy. ¡Grande es mi satisfacción!... ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Hablad a fin de que se me comprenda y de que se os estime. Nada temáis, porque se respeta la muerte. Hablad, pues, a fin de que los incrédulos tengan fe. Adiós. ¡Hablad, ánimo, confianza y ojalá que mis hijos pudiesen convertirse a una creencia venerada!... J. Sanson
Durante la ceremonia del cementerio, dictó las palabras siguientes:
“No os asuste la muerte, amigos míos! Es una etapa para vosotros, si habéis sabido vivir bien. Es una dicha, si habéis merecido dignamente y cumplido bien vuestras pruebas. Os repito: ¡Ánimo y buena voluntad!
“No deis más que una mediana importancia a los bienes de la Tierra, y seréis recompensados. No se puede gozar demasiado, sin quitar algo del bienestar de los otros y sin hacerse moralmente un mal inmenso.
“¡Que la Tierra me sea ligera!”
II
Sociedad Espiritista de París, 25 de abril de 1862
1. Evocación. R. Amigos míos. Estoy cerca de vosotros.
2. Hemos tenido un gran placer en la conversación que tuvimos con vos el día de vuestro entierro, y puesto que lo permitís, tendremos, para nuestra instrucción, el mayor gusto en completarla. R. Estoy preparado a todo, contento de que penséis en mí.
3. Todo lo que puede ilustrarnos sobre el estado del mundo invisible y hacérnoslo comprender, es de alta enseñanza. Porque la idea falsa que se ha formado de aquél es la que conduce muchas veces a la incredulidad. No os sorprendáis, pues, de las preguntas que podamos dirigiros. R. No me sorprenderé.
4. Habéis descrito con luminosa claridad el pasaje de la vida a la muerte. Habéis dicho que en el momento en que el cuerpo da el último suspiro, la vida se rompe y que la vista del espíritu se apaga. ¿Este momento va acompañado de alguna sensación penosa o dolorosa? R. Sin duda, porque la vida es una sucesión continua de dolores, y la muerte es el complemento de todos ellos. De ahí un desprendimiento violento, como si el espíritu tuviera que hacer un esfuerzo sobrehumano para escapar de su envoltura, y este esfuerzo es el que absorbe todo nuestro ser y le hace perder el conocimiento de lo que es.
Este caso no es general. La experiencia prueba que muchos espíritus pierden el conocimiento antes de expirar, y que entre aquellos que han llegado a cierto grado de desmaterialización, la separación se efectúa sin esfuerzos.
5. ¿Sabéis si hay espíritus para quienes este momento es más doloroso? ¿Es penoso, por ejemplo, para el materialista, para el que cree que todo acaba en este momento para él? R. Esto es cierto, porque el espíritu que está preparado olvida el sufrimiento, o más bien se acostumbra a él, y la tranquilidad con la que ve venir la muerte le impide sufrir doblemente, porque sabe lo que le espera. La pena moral es la más fuerte, y su ausencia en el instante de la muerte es un alivio muy grande. Aquel que no cree, se parece al condenado a la pena capital, que en su imaginación se le presenta el cadalso y lo desconocido. Hay semejanza entre esta muerte y la del ateo.
6. ¿Hay materialistas lo bastante endurecidos para creer seriamente que en este momento supremo van a ser sumergidos en la nada? R. Sin duda los hay que hasta la última hora creen en la nada. Pero en el momento de la separación el espíritu vuelve profundamente sobre sí. La duda se apodera de él y le atormenta, porque se pregunta lo que vendrá a ser. Quiere coger algo y no lo alcanza. Sin esta impresión no puede verificarse el desprendimiento del espíritu.
Un espíritu nos dio en otra ocasión el cuadro siguiente del fin del incrédulo:
“Un incrédulo endurecido siente en los últimos momentos las angustias de esas pesadillas terribles en que uno se ve al borde de un precipicio próximo a caer en el abismo. Se hacen inútiles esfuerzos para huir y no puede dar un paso. Quiere apoyarse en alguna parte, buscar un punto de apoyo y se siente deslizarse. Quiere llamar y no puede articular ningún sonido. Entonces es cuando se ve al moribundo retorcerse, crispar las manos y dar gritos ahogados, señales ciertas de que es presa de una pesadilla. En la pesadilla ordinaria, al despertarse sale de la inquietud y se considera uno feliz al reconocer que no ha tenido más que un sueño. Pero 1a pesadilla de la muerte se prolonga a menudo mucho tiempo, y aun años después de la muerte, y lo que hace más penosa todavía la sensación para el espíritu son las tinieblas en que algunas veces está sumergido.”
7. Habéis dicho que en el momento de morir no veíais nada, pero que presentíais. Se comprende que no vierais corporalmente, pero antes de que la vida fuese extinguida, ¿entreveíais ya la claridad del mundo de los espíritus? R. Esto es lo que he dicho anteriormente: el instante de la muerte da la penetración al espíritu. Los ojos no ven, pero el espíritu, que posee una vista mucho más profunda, descubre instantáneamente un mundo desconocido, y apareciendo la verdad repentinamente, le da, aunque momentáneamente, una alegría profunda o una pena inexplicable, según el estado de su conciencia y el recuerdo de su vida pasada.
“Se trata del instante que precede al que el espíritu pierde el conocimiento, lo que explica la significación de las palabras «aunque momentáneamente», porque las mismas impresiones agradables o penosas se siguen al despertar.”
8. ¿Queréis decirnos lo primero que os ha impresionado en el instante en que vuestros ojos se han abierto a la luz? ¿Lo que habéis visto? ¿Queréis pintarnos, si es posible, el aspecto de los hechos que se os han presentado? R. Cuando he podido volver en mí y ver lo que tenía ante mi vista, estaba como deslumbrado, y no me daba buena cuenta de ello, porque la lucidez no viene instantáneamente. Pero Dios me ha dado una señal profunda de su bondad, ha permitido que recobrase mis facultades. Me he visto rodeado de numerosos y fieles amigos. Todos los espíritus protectores que vienen a asistiros me rodeaban y me sonreían. Una dicha sin igual los animaba, y yo mismo, fuerte, muy ligero, podía sin esfuerzos transportarme a través del espacio. Lo que he visto no tiene nombre en el lenguaje humano.
En lo sucesivo vendré a hablaros más ampliamente de todas mis felicidades, sin excederme, sin embargo, del límite que Dios exige. Sabed que la dicha, tal como la entendéis entre vosotros, es una ficción. Vivid prudentemente, con la santidad, en el espíritu de caridad y amor, y os habréis preparado impresiones que vuestros más grandes poetas no podrían describir.
Los cuentos de hadas están llenos, sin duda, de temas absurdos. ¿Pero no serían en algunos puntos la pintura de lo que pasa en el mundo de los espíritus? ¿La descripción del Sr. Sanson, no parece la de un hombre que dormido en una pobre y oscura cabaña, se despertarse en un palacio espléndido, en medio de una corte brillante? III
9. ¿Bajo qué aspecto se os han presentado los espíritus? ¿En el de la forma humana? R. Sí, mi querido amigo, los espíritus nos habían enseñado en la Tierra que conservaban en el otro mundo la forma transitoria que tenían entre vosotros, y esta es la verdad. ¡Pero qué diferencia entre la máquina informe que se arrastra penosamente con su cortejo de pruebas, y la fluidez maravillosa del cuerpo de los espíritus! La fealdad no existe, porque las facciones pierden la dureza de expresión que forma el carácter distintivo de la raza humana. Dios ha beatificado todos estos cuerpos agraciados, que se mueven con todas las elegancias de la forma. El lenguaje tiene entonaciones inimitables para vosotros, y la mirada tiene la intensidad de una estrella. Procurad, con el pensamiento, ver lo que Dios puede hacer en su omnipotencia, el arquitecto de los arquitectos, y os habréis hecho una débil idea de la forma de los espíritus.
10. ¿Pero cómo os veis? ¿Os reconocéis una forma limitada, circunscrita aunque fluídica? ¿Sentís una cabeza, un tronco, brazos, piernas? R. El espíritu, habiendo conservado su forma humana, pero divinizada, idealizada, tiene, sin contradicción, todos los miembros de que habláis. Me siento perfectamente las piernas y los dedos, porque podemos, por nuestra voluntad, apareceros o apretaros las manos. Estoy cerca de vosotros y he dado la mano a todos mis amigos, sin que hayan tenido conciencia de esto. Nuestra fluidez puede estar por todas partes sin ocupar el espacio, sin dar ninguna sensación, si este es nuestro deseo. En este momento tenéis las manos cruzadas y yo tengo las mías en las vuestras. Yo os digo: os amo, pero mi cuerpo no ocupa espacio, la luz lo atraviesa y lo que llamaríais un milagro si fuera visible, es para los espíritus la acción continua de todos los instantes.
La vista de los espíritus no tiene relación con la vista humana, lo mismo que su cuerpo no tiene semejanza real, porque todo se cambia en el conjunto y en el fondo. El espíritu, os lo repito, tiene una perspicacia divina que se extiende a todo, puesto que incluso vuestro pensamiento puede adivinar. También puede oportunamente tomar la forma que mejor puede recordarle a vuestra memoria. Pero de hecho el espíritu superior que ha acabado sus pruebas, ama la forma que le ha podido conducir a Dios.
11. Los espíritus no tienen sexo. No obstante. como hace pocos días que todavía erais hombre, ¿tenéis en vuestro nuevo estado más de la naturaleza masculina que de la femenina? ¿Sucede lo mismo con un espíritu que dejó su cuerpo hace tiempo? R. No nos importa que nuestra naturaleza sea masculina o femenina, los espíritus no se reproducen. Dios los ha creado a su voluntad, y si por sus miras maravillosas ha querido que los espíritus se reencarnen en la Tierra, debió añadir la reproducción de las especies por el varón y la hembra. Pero vosotros lo conocéis sin que haya necesidad de más explicación. Los espíritus no pueden tener sexo.
“Siempre se ha dicho que los espíritus no tienen sexo. Los sexos no son necesarios sino para la reproducción de los cuerpos, de modo que los espíritus, no reproduciéndose, los sexos serían para ellos inútiles. Nuestra pregunta no tenía por objeto acreditar el hecho, sino que en razón de la muerte reciente del Sr. Sanson, queríamos saber si le quedaba impresión de su estado terrestre.
“Los espíritus depurados se dan cuenta perfectamente de su naturaleza, pero entre los espíritus inferiores no desmaterializados, hay muchos de ellos que se creen aún lo que eran en la Tierra, y conservan las mismas pasiones y los mismos deseos. Y ésos se creen todavía hombres o mujeres, he ahí por qué han dicho algunos que los espíritus tienen sexo. Así es que ciertas contradicciones provienen del estado más o menos adelantado de los espíritus que se comunican. El mal no está en los espíritus, sino en los que les interrogan y no se toman el trabajo de profundizar las cuestiones.”
12. ¿Qué aspecto os presenta la sesión? ¿Es para vuestra nueva vista lo mismo que os parecía en vuestra vida? ¿Las personas tienen para vos la misma apariencia? ¿Lo veis todo tan claro y detallado? R. Mucho más claro. porque puedo leer en el pensamiento de todos, y soy muy feliz con la agradable impresión que me deja la buena voluntad de todos los espíritus reunidos. Deseo que el mismo sentido pudiese darse a los hechos, no sólo en París, por la unidad de todos los grupos, sino también en toda Francia, donde los grupos se dividen y rivalizan seducidos por espíritus enredadores que se complacen en el desorden, mientras que el Espiritismo debe ser el olvido completo, absoluto del yo.
13. Decís que leéis en nuestro pensamiento. ¿ Podríais hacernos comprender cómo se opera esta transformación del pensamiento? R. Esto no es fácil. Para deciros, explicaros este prodigio singular de la vista de los espíritus, sería necesario abriros todo un arsenal de agentes nuevos y sabríais tanto como nosotros, lo que no puede ser, pues vuestras facultades están limitadas por la materia.
¡Paciencia! Sed buenos y llegaréis a ello. En la actualidad sólo tenéis lo que Dios os concede, pero con la esperanza de progresar continuamente. Más tarde seréis como nosotros. Procurad, pues, morir bien para saber mucho. La curiosidad, que es el estímulo del hombre pensador, os conduce tranquilamente hasta la muerte, reservándoos la satisfacción de todas vuestras curiosidades pasadas, presentes y futuras. Mientras tanto os diré, para responder del modo que puedo a vuestra pregunta, que el aire que os rodea, impalpable como nosotros, lleva el carácter de vuestro pensamiento. El soplo que exhaláis es, por así decirlo, la página escrita de vuestros pensamientos, los que se leen y comentan por los espíritus que os rodean sin cesar. Ellos son los mensajeros de una telegrafía divina que nada deja desapercibido.
La muerte del justo
Enseguida de la primera evocación del Sr. Sanson, hecha en la sociedad de París, un espíritu dio, bajo este título, la comunicación siguiente:
“La muerte del hombre de quien os ocupáis en este momento, ha sido la del justo. Como el día sucede naturalmente al alba, la vida espiritual ha sucedido para él a la vida terrestre, sin sacudidas, sin amargura, y su último suspiro se ha exhalado en un himno de reconocimiento y de amor... ¡Cuán pocos atraviesan así este rudo pasaje! ¡Cuán pocos después de la embriaguez y las esperanzas perdidas de la vida, consiguen la paz del ritmo armonioso de las esferas! Así como el hombre en buena salud, mutilado por una bala, sufre aún el miembro perdido, del mismo modo el hombre que muere sin fe y sin esperanza se destroza y palpita escapándose del cuerpo y lanzándose al espacio, inconsciente de sí mismo.
“Rogad por estas almas perturbadas, rogad por todo aquel que sufre. La caridad no está restringida a la Humanidad visible. Ella socorre y consuela también a los seres que pueblan el espacio. Habéis tenido de ello la prueba palpable por la conversión tan rápida de este espíritu enternecido por las oraciones espiritistas, hechas sobre la tumba del hombre de bien a quien acabáis de preguntar y que desea haceros progresar en la santa senda. (1) El amor no tiene límites, llena el espacio, dando y recibiendo a sus divinos consuelos.
“El mar se extiende en perspectiva infinita. Su último límite parece confundirse con el cielo, y el espíritu se deslumbra con el magnífico espectáculo de estas dos grandezas. Así es que el amor, más profundo que las olas, más infinito que el espacio, debe reuniros a todos, hombres y espíritus, en la misma comunión de caridad, y obrar la admirable fusión de lo que es finito y de lo que es eterno.” Georges
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1. Alusión al espíritu de Bernard, quien se manifestó espontáneamente el día de los funerales del Sr. Sanson (véase la Revista de mayo de 1862, p. 133).
El Sr. Jobard era presidente honorario de la sociedad espiritista de París, la cual se proponía evocarle en la sesión del 8 de noviembre, cuando él se adelantó a este deseo, dando espontáneamente la comunicación siguiente:
“Heme aquí, ya que me ibais a evocar, y puesto que desde luego quiero manifestarme a este médium, por cuyo conducto hasta ahora lo he buscado en vano.
“Voy a contaros mis impresiones en el momento de la separación de mi alma. He sentido un sacudimiento inaudito, me he acordado de repente de mi nacimiento, mi juventud, mi edad madura. Toda mi vida se ha reflejado claramente en mi memoria. No experimentaba más que un deseo piadoso de encontrarme en las regiones reveladas por nuestra querida creencia. Luego, todo este cúmulo de cuestiones se ha aplacado.
“Era libre y mi cuerpo yacía inerte. ¡Ah, mis queridos amigos! ¡Qué placer embriagador el despojarse de la pesadez del cuerpo! ¡Qué arrobamiento causa el abarcar el espacio! No creáis, sin embargo, que de repente sea ya un elegido del Señor, no. Estoy entre los espíritus que, habiendo aprendido un poco, deben todavía aprender mucho. No he tardado en acordarme de vosotros, mis hermanos de destierro, y os aseguro que os he cobijado con toda mi simpatía y dirigido todos mis fervientes votos hacia vosotros.
“¿Queréis saber cuáles son los espíritus que me han recibido? ¿Cuáles han sido mis impresiones? Amigos míos, han sido todos aquellos que evocamos, todos los hermanos que han participado de nuestros trabajos. He visto el esplendor, pero no puedo describirlo. Me he dedicado a discernir la verdad en las comunicaciones. Me he preparado a enmendar todas las aserciones erróneas, y a ser, en fin, el defensor de la verdad en el otro mundo, como lo he sido en el vuestro.” Jobard
1. En vuestra vida, nos suplicasteis que os llamáramos cuando dejaseis la Tierra. Nosotros lo hacemos, no solamente para acceder a vuestro deseo, sino, sobre todo, para renovar el testimonio de nuestra muy viva y sincera simpatía, y también en interés de nuestra instrucción, porque, mejor que nadie, estáis en disposición de darnos noticias precisas sobre el mundo en que os encontráis. Nos daréis el mayor gusto si nos complacéis respondiendo a nuestras preguntas. R. Por ahora, lo que más importa es vuestra instrucción. En cuanto a vuestra simpatía, ya la veo, y no la percibo tan sólo por el sentido auditivo, lo que constituye un gran progreso.
2. Para fijar nuestras ideas y no hablar vagamente, os preguntamos desde luego en qué sitio estáis aquí, y cómo os veríamos si pudiésemos veros. R. Estoy cerca del médium. Me veríais bajo la apariencia del Jobard que se sentaba a vuestra mesa, porque vuestros ojos mortales, no abiertos, no pueden ver los espíritus sino bajo su apariencia mortal.
3. ¿Tendríais la posibilidad de haceros visible para nosotros, y si no lo podéis, qué es lo que se opone a ello? R. La disposición que es del todo personal. Un médium vidente me vería, los otros no me ven.
4. Este sitio es el que ocupabais en vuestra vida, cuando asistíais a nuestra sesiones, sitio que os hemos reservado. Los que os han visto en él, deben figurarse veros en el mismo tal como erais entonces. Si no estáis ahí con vuestro cuerpo material, estáis con vuestro cuerpo fluídico, que tiene la misma forma. Si no os vemos con los ojos del cuerpo, os vemos con los del pensamiento. Si no podéis comunicaros por la palabra, podéis hacerlo por la escritura por medio de un intérprete. Nuestras relaciones, pues. no están de ningún modo interrumpidas por vuestra muerte, y podemos conversar con tanta facilidad y precisión como en otro tiempo. ¿No es verdad que es así? R. Sí, y lo sabéis desde mucho tiempo. Este sitio lo ocuparé a menudo, y aun sin saberlo vosotros, porque mi espíritu habitará entre vosotros.
Llamamos la atención sobre esta última frase: “Mi espíritu habitará entre vosotros.” En la circunstancia presente no es una figura, sino una realidad.
Por el conocimiento que el Espiritismo nos da de la naturaleza de los espíritus, se sabe que un espíritu puede estar entre nosotros, no sólo con el pensamiento, sino con su persona, con ayuda de su cuerpo etéreo que hace de aquél una individualidad distinta. Un espíritu puede, pues, habitar entre nosotros después de la muerte, tan bien como cuando vivía su cuerpo, y mejor aún, pues puede ir y volver cuando quiere. Así es que tenemos una porción de comensales invisibles, los unos indiferentes, los otros que nos son adictos por el afecto. A estos últimos es a quienes, sobre todo, se aplica estas palabras: “Habitan entre nosotros” y que puede traducirse así: Nos asisten, nos inspiran y nos protegen.
5. No hace mucho tiempo que estabais sentado en este mismo sitio. ¿Os parecen extrañas las condiciones con las cuales estáis en él ahora? ¿Qué efecto os produce este cambio? R. Estas condiciones no me parecen extrañas, porque mi espíritu desencarnado goza de una claridad que no deja en la sombra ninguna de las cuestiones que vislumbra.
6.Os acordáis de haberos hallado en este mismo estado antes de vuestra última existencia, y encontráis en él alguna cosa cambiada? R. Me acuerdo de mis existencias anteriores y encuentro que he mejorado. Veo y me asimilo lo que veo. En tiempo de mis precedentes encarnaciones, mi espíritu perturbado no percibía más que claros terrestres.
7. ¿Os acordáis de vuestra penúltima existencia, de la que precedió al Sr. Jobard? R. En mi penúltima existencia, era un obrero mecánico, carcomido por la miseria y el deseo de perfeccionar mi trabajo. He realizado, siendo Jobard, los sueños del pobre obrero, y alabo a Dios, cuya bondad infinita ha hecho germinar la planta, cuyo germen había colocado en mi cerebro.
8. ¿Os habéis comunicado ya en otra parte? R. Muy poco me he comunicado todavía. En muchos parajes, otro espíritu ha tomado mi nombre. Algunas veces estaba cerca de él, sin poder hacerlo directamente. Mi muerte es tan reciente, que estoy sujeto aún a ciertas influencias terrestres. Es preciso que haya más perfecta simpatía para que pueda apreciar mi pensamiento. Dentro de poco obraré indistintamente. Ahora no lo puedo todavía, os lo repito. Cuando un hombre algo conocido muere, se le llama en todas partes. Mil espíritus se apresuran a revestir su individualidad, y esto es lo que ha acontecido en cuanto a mí en muchas circunstancias. Os aseguro que después de que se adquiere la libertad, pocos son los espíritus que pueden comunicarse, aunque sea con un médium privilegiado.
9. ¿Veis a los espíritus que están aquí con nosotros? R. Veo, sobre todo, a Lázaro y a Erasto. Después, más alejado, al Espíritu de Verdad, cerniéndose en el espacio. Luego una porción de espíritus amigos que os rodean, solícitos y benévolos. Sed dichosos, amigos, porque buenas influencias impiden las calamidades del error.
10. En vuestra vida participabais de la opinión que ha sido emitida sobre la formación de la Tierra por incrustación de cuatro planetas, que se unieron en un solo conjunto ¿Estáis todavía en esta misma creencia? R. Es un error. Los nuevos descubrimientos geológicos prueban las convulsiones de la Tierra y su formación sucesiva. La Tierra, como los otros planetas, ha tenido su vida propia, y Dios no ha tenido necesidad de este gran desorden, o de esta agregación de planetas. El agua y el fuego son los únicos elementos orgánicos de la Tierra.
11. Pensabais también que los hombres podían entrar en catalepsia durante un tiempo ilimitado, y que el género humano ha sido traído de este modo a la Tierra. R. Ilusión de mi imaginación, que se iba siempre más allá del objeto. La catalepsia puede ser larga, pero no indeterminada. Tradiciones, leyendas aumentadas por la imaginación oriental. Amigos míos, he sufrido ya mucho repasando las ilusiones con que he alimentado a mi espíritu. No os engañéis con ellas. Había aprendido mucho, y lo puedo afirmar, mi inteligencia, dispuesta a apropiarse estos vastos y diversos estudios. Había conservado de mi última encarnación el amor a lo maravilloso y al conjunto sacado de las imaginaciones populares.
Poco me he ocupado todavía de las cuestiones puramente intelectuales en el sentido en que lo tomáis.
¿Cómo lo podría hacer, deslumbrado, absorto como estoy por el maravilloso espectáculo que me rodea? El lazo del Espiritismo, más poderoso que lo que vosotros, como hombres, podéis concebir, puede sólo atraer mi ser hacia esta Tierra que abandono, no con alegría, lo que sería una impiedad, sino con el profundo reconocimiento de la libertad.
En la suscripción abierta por la sociedad para socorros de los obreros de Lyon, en febrero de 1862, un miembro dio 50 francos, 25 por su propia cuenta y25 en nombre del Sr. Jobard. Este último dictó a este objeto la comunicación siguiente:
“Tengo el mayor placer y reconocimiento porque mis hermanos espiritistas no me han olvidado.
“Gracias al corazón generoso que os ha traído la ofrenda, la misma que yo hubiese dado si hubiera habitado aún vuestro mundo. En éste en que habito ahora no hay necesidad de moneda. Me ha sido, pues, necesario sacar de la bolsa de la amistad, para dar pruebas materiales de que estaba conmovido por el infortunio de mis hermanos de Lyon. Bravos trabajadores que ardientemente cultiváis la viña del Señor, es preciso que creáis que la caridad no es una palabra vana, puesto que pequeños y grandes os han mostrado simpatía y fraternidad. ¡Estáis en la gran vía humanitaria del progreso! ¡Quiera Dios manteneros en ella, para que podáis ser más y más dichosos, los espíritus amigos os sostendrán triunfantes!
“Empiezo a vivir tranquilamente, más pacífico y menos turbado por las evocaciones que como lluvia caían sobre mí. La moda reina también entre los espíritus. Cuando la moda Jobard pase y dé lugar a otra, entraré en la nada del olvido humano. Suplicaré entonces a mis amigos formales, entendiendo por formales aquellos cuya inteligencia no olvida, que me evoquen. Entonces profundizaremos cuestiones tratadas demasiado superficialmente, y vuestro Jobard, transfigurado del todo, podrá seros útil, lo que desea de todo corazón.”
Jobard
Después de los primeros tiempos consagrados a tranquilizar a sus amigos, el Sr. Jobard se ha colocado entre los espíritus que trabajan activamente en la renovación social, esperando su próxima vuelta entre los vivos, para tomar con ellos en la misma una parte más directa.