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EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo > SEGUNDA PARTE - EJEMPLOS > CAPITULO I - El tránsito > 14
14. Para trabajar en su depuración, reprimir sus tendencias malas, vencer sus pasiones, es preciso ver sus ventajas en el porvenir. Para identificarse con la vida futura, dirigir a ella sus aspiraciones y preferirla a la vida terrestre, es necesario no sólo creer en aquella, sino comprenderla. Es necesario representársela bajo un aspecto satisfactorio para la razón, en completa concordancia con la lógica, el buen sentido y la idea que uno se forma de la grandeza, de la bondad y de la justicia de Dios. De todas las doctrinas filosóficas, el Espiritismo es la que ejerce, bajo este aspecto, la más poderosa influencia por la fe inquebrantable que da.
El espíritu formal no se limita a creer, cree porque comprende, y comprende porque se dirige a su entendimiento. La vida futura es una realidad que se descorre sin cesar a su vista. La ve y la toca, por expresarlo así, en todos los instantes. La duda no puede entrar en su alma. La vida corporal, tan limitada, se borra para él ante la vida espiritual, que es la verdadera vida. De ahí el poco caso que hace de las sinuosidades del camino y su resignación en las vicisitudes, de las cuales comprende la causa y la utilidad. Su alma se eleva por las relaciones directas que tiene con el mundo invisible, los lazos fluídicos que le adhieren a la materia se debilitan y así se opera un primer desprendimiento parcial que facilita el tránsito de esta vida a la otra. La turbación inseparable del tránsito dura poco tiempo, porque tan pronto como se ha franqueado el paso se reconoce a sí mismo. Nada le es extraño y se da cuenta de su estado.