EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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12. Si se admite la fatalidad tanto de los ángeles como la de los hombres, el castigo es una consecuencia natural y justa de la fatalidad. Pero si se admite al mismo tiempo la posibilidad del rescate, por la vuelta al bien, la entrada en la gracia después del arrepentimiento y expiación, no hay nada que desmienta la bondad de Dios. Dios sabía que faltaría, que serían castigados.


Pero sabía también que este castigo temporal sería un medio de hacerles comprender su falta, y redundaría en provecho suyo. Así se hallaría comprobada esta parábola del profeta Ezequiel: “Dios no quiere la muerte del pecador, sino su salvación.”(4) Lo que sería la negación de esta bondad es la inutilidad del arrepentimiento y la imposibilidad de la vuelta al bien. En esta hipótesis es, pues, rigurosamente exacto el decir que: “Estos ángeles, desde su creación, puesto que Dios no podía ignorarlos, fueron destinados al mal perpetuamente y predestinados a ser demonios, para arrastrar a los hombres al mal.” 4.Véase cap. VI, nº 25, cita de Ezequiel.